CRISTINE FERRERANos sentamos en el sofá y pude notar que Luca se alejaba por el pasillo volteando constantemente hacia nosotros. Estaba muy nervioso desde que había regresado Eliot y no entendía por qué. De pronto Eliot me tomó por el mentón, haciendo que regresara mi atención hacia él. —No te distraigas… —dijo levantando una ceja y sonriendo de medio lado—. Me gusta cuando pones toda tu atención en mí. Sonreí nerviosa y agaché la cabeza, concentrada en descubrir su brazo. Algo parecía diferente en Eliot y me ponía nerviosa, pero lo achacaba a su ausencia durante el día. —¿Estás bien? —pregunté mientras le quitaba el vendaje del brazo—. Me preocupé, no contestabas mis llamadas, tampoco pasaste por los niños, tu ayudante no sabía dónde estabas y… De nuevo me tomó por el mentón esta vez cubriendo casi toda mi mandíbula con su mano, obligándome a ver sus ojos negros. Era extraño, pero esta vez parecían vacíos y mi corazón dio un vuelco. —En verdad me amas, ¿verdad? ¿Harías lo que f
CRISTINE FERRERAFue… muy extraño todo. Los niños se acurrucaron encima de nosotros y Eliot parecía tan incómodo. Creí que sería algo conmovedor para él cuando Leonardo por fin lo perdonara y tuviéramos esta experiencia, pero… no fue así, por el contrario, parecía molesto, pero no dijo nada, solo dejó que los niños se acurrucaran sobre su pecho. Pasó el tiempo y nos llegó a todos el sueño, pero me despertaba intermitentemente y no podía dejar de ver a Eliot. Era él, pero… al mismo tiempo parecía diferente. Su rostro era más duro y había cierta soberbia en su voz que no iba con él. Incluso su cuerpo, sus músculos estaban más voluminosos, pero no lo suficiente para que fuera algo relevante, después de todo, su ropa le seguía quedando, tal vez solo un poco más ajustada, no era que la rompiera en cuanto se la ponía, ¿verdad? Así que juzgarlo solo por eso sería muy estúpido de mi parte. Podía sospechar que estaba haciendo ejercicio, aunque no recordaba que hubiera mencionado entrar al gim
CRISTINA FERRERABajé mis manos lentamente por su piel, no con intención de acariciarlo, solo como un reflejo de mi cuerpo perdiendo las fuerzas, cuando mis dedos alcanzaron una cicatriz en su abdomen bajo que nunca había sentido antes. Agaché la mirada y entonces la vi, parecía una cortada como de unos veinte centímetros y bastante vieja. Si de algo estaba segura, es que eso no estaba ahí. —Quédate con la ducha, yo ya terminé —dijo tajante antes de dejarme sola bajo el agua y completamente confundida y aturdida.Después del baño que no planeaba tomar, salí de la habitación y noté cierta cotidianeidad en el ambiente, pero eran como esas imágenes que, entre más ves, más cosas extrañas encuentras. Todos estaban en la mesa, Berenice se había levantado temprano, en parte por las náuseas matutinas, y en parte porque quería hacer algo especial para desayunar. Ya había terminado de poner cada plato con comida en la mesa, cuando noté la mirada profunda de Eliot sobre ella, jamás la había vi
CRISTINE FERRERAMi idea era llevar una plática civilizada en la cual ambos podríamos discutir lo que estaba pasando de manera pacífica en la mesa, tomando café y comportándonos como adultos, pero entonces recordé que Luca no actuaba como adulto.—Cristine… Yo… No sé de qué hablas… —dijo nervioso, rascándose la cabeza mientras retrocedía. —Incluso Berenice sabe que Eliot no se está comportando de manera normal y por tu actitud nerviosa algo me dice que sabes más de lo que creo —agregué con toda mi paciencia, pero él seguía con esa odiosa sonrisa y evitando mi mirada. —No sé lo que está pasando, pero prometo que investigaré y cuando sepa algo, te lo diré de inmediato —agregó encogiéndose de hombros. —Berenice, ¿puedes hacerme el favor de llevar a los niños a la escuela? No me gustaría que llegaran tarde —pedí con una sonrisa forzada y ella supo que las cosas se pondrían feas. —Ya escucharon a mamá, es hora de irnos, mis ositos lindos —dijo Berenice igualmente nerviosa mientras les
DEREK MAGNANISe veía… hermosa y al mismo tiempo casual. Su cabello recogido en una coleta, su rostro sin gota de maquillaje, salvo un delgado delineado, poco rímel y algo de color en sus labios. Usaba un vestido entallado de su cintura, pero holgado hasta la rodilla. Me sonrió con timidez mientras se acercaba, no con actitud seductora, más bien con la actitud de una niña pequeña que quiere hacer amigos. —Te ves cansado… —dijo en un susurro y me ofreció una sonrisa suave, gentil. Me quedé en completo silencio viéndola con atención, sin saber muy bien qué hacer. Había derrochado energía en intimidarla y hacerla sentir como basura, pero aquí estaba, con sus ojos llenos de cariño. Inspiré profundamente, dejando que su perfume inundara mis fosas nasales. —¿Qué haces aquí, Cristine? —pregunté frunciendo el ceño y apretando las mandíbulas. No tenía ganas de discutir con ella, tampoco me quedaban fuerzas para seguir intentando humillarla o molestarla. —Has estado muy estresado, no sé si
DEREK MAGNANI—Ya veo, no te agradan los sabores amargos —dijo Cristine notando mi desagrado y me ofreció su café—. Pruébalo, es de vainilla, mi favorito. Vi su vaso con desconfianza y lo tomé, su comportamiento era muy extraño, no me trataba como a su esposo, sino como a uno más de sus hijos. Probé el café y descubrí que tenía razón, era bastante agradable. —No es que resulte entretenido estar aquí, solo… es pacifico. A veces necesitamos algo de calma para ordenar nuestras ideas. El caos nunca deja nada bueno —agregó con un suspiro antes de recargar su cabeza en mi hombro—. Me alegra que nos tomemos un momento. Lo necesitábamos. ¿No crees?Una vez más comprendí por qué Eliot estaba con ella. No solo era hermosa, sino que irradiaba calma y serenidad. Además, desprendía un calor reconfortante, me hacía recordar esas mañanas de invierno cuando el calor de mi cama era tan cómodo y no deseaba salir de entre las cobijas. Divagamos un poco, ella me platicó de sus proyectos, de sus sueños
DEREK MAGNANISaqué del auto a Cristine en brazos y la llevé todo el camino en el elevador cerca de mi pecho, sintiendo su aliento. Cuando entré al departamento parecía completamente solo. La llevé hasta su habitación, depositándola gentilmente sobre la cama. Estaba dispuesto a dar media vuelta e irme cuando ella entreabrió los ojos, retorciéndose con pereza. Entonces levantó sus manos hacia mí como si esperara un abrazo. —Este es tu hogar… —susurró y me sonrió—. Ven, hay espacio para todos. Me sentía como un cachorro abandonado bajo la lluvia siendo rescatado. Me acerqué con duda y me recosté a su lado. Me sonrió una vez más antes de tomar mi mano y cerrar sus ojos.Al principio no pude pegar los párpados, estaba esperando a que Cristine cayera completamente dormida para irme, pero la comodidad de la cama y su calor me retenían, ni siquiera me di cuenta cuando caí profundamente dormido.Al abrir los ojos, ya había amanecido y ella no estaba a mi lado. Me levanté abruptamente y ento
DEREK MAGNANIGiré lentamente para encontrarme con Carla, quien avanzó con las manos en el regazo y viéndome con timidez. Su sonrisa era suave y se puso a mi lado, viendo en mi misma dirección. —Cristine es una buena mujer —dijo con un suspiro y agachó la mirada—. Últimamente he pensado que, si Luca no hubiera decidido romperme el corazón, de seguro hubiéramos terminado siendo muy cercanas, tal vez como hermanas. —No pretendo ofenderte, pero… ¿qué haces aquí? ¿No deberías de estar en tu trabajo cuidando de ya sabes quién? —En cuanto volteé hacia ella apreté los dientes. Acerqué mi mano hacia su cuello, donde habían aparecido nuevas marcas violáceas. La mano de su esposo estaba perfectamente dibujada en tonos rojos y morados—. Te volvió a tocar. Carla agachó la mirada y las lágrimas cayeron por sus mejillas. Noté como sus dedos se enredaron en sus mangas y dio un paso hacia atrás. Con dificultad subió el cuello de la blusa que llevaba debajo de su filipina de enfermera. —Solo querí