DEREK MAGNANI—Entonces… ¿su padre fue quien le presentó a ese chico? —preguntó Eliot una vez que terminé mi relato. —Así es, el chico al que maté era el pretendiente de mi novia, el que le había conseguido su padre y al que no le importó que quisiera abusar de ella con tal de sacarme de su vida de una u otra forma —contesté con amargura. —Tanto la protegía, ¿y la entregó a un hombre peor? —preguntó indignado, incluso parecía molesto. —¿Cómo que peor? —inquirí indignado haciendo que Eliot carraspeara. —Me refiero a que… era un hombre malo, no a que… tú seas malo y él peor… ¿me entiendes? —Aunque intentaba mostrarse relajado, en el interior estaba nervioso. Resoplé queriendo dejar atrás su comentario y asentí. —Supongo que era algo personal —agregué levantando los hombros. —Eso fue una injusticia… —contestó Eliot poniéndose de pie, furioso—. ¡Jamás tuviste que quedarte aquí! ¡Solo defendiste a tu novia! —Así es… pero el día del juicio en el que ella podría testificar a mi favor,
SLOANE D´MARCO—¡Sloane! ¡Cariño! —dijo la esposa de mi padre corriendo hacia mí para abrazarme en cuanto rebasé la puerta. Su hipocresía me asqueaba, pero no la juzgaba. Ella era muy complaciente cuando se trataba de poner contento a mi papá.Como bien había dicho antes, él era una persona complicada y violenta, después de la muerte de mi madre fue como si perdiera el camino. Pude ver su descenso hacia la locura. Siempre decía que todo estaba bien, aunque yo sabía que no era así, pero intentar llevarle la contraria era una pérdida de tiempo. ¿Cómo convences a alguien que nunca admite estar equivocado, que lo está?Quien viera a Celia, la última esposa de mi padre, y conociera a mi madr
SLOANE D’MARCOMe precipité hacía el escritorio de mi papá y me escondí debajo, en ese hueco donde solía esconder sus pies. Mi piel se erizó con el rechinido de la puerta. Escuché las pisadas firmes y estaba tentada a asomarme para ver si era muy notorio los faltantes en el estante, pero me contuve. Pude notar que se trataba de las pantorrillas y tacones de Celia. Se detuvo frente al estante y los segundos parecieron eternos. Cubrí mi boca y nariz para que no pudiera escuchar mi respiración.—¡¿Celia?! —gritó Brian desde abajo—. ¡¿Abuelita Celia?!—¡Ya voy, corazón! —exclamó antes de regresar sobre sus pasos, quedarse un par de segundos más en la entrada y por fin aleja
LUCA MAGNANI—Es propiedad privada, no tienes derecho a poner un solo pie dentro —dijo esa vieja bruja, la madre de Berenice, en la puerta de su hogar, flanqueada por dos hombres grandes y trajeados, era claro que eran parte de la seguridad. Me sorprendía lo parecidas que eran Berenice y su madre, por lo menos físicamente, pero a diferencia de la mujer que amaba, su madre tenía un aura maligna, era de esa clase de señoras que tenían un síndrome muy común. Yo no era psicólogo, pero conocía bien la dolencia que la aquejaba, pues muchas mujeres y hombres lo llegaban a padecer, mostrando etapas de ira, soberbia y arrogancia injustificada… se llama «el síndrome del mal cogido», ¡y esta señora gritaba que lo tenía! ¡Que su esposo no le sirviera en la cama no significaba que Berenice y yo tuviéramos que soportarlo! ¡¿Qué culpa teníamos nosotros?!Tenía tantas ganas de torcerle el cuello, pero respiré profundamente, me contuve, pensé en Berenice y en que sería algo muy malo para nuestra rela
LUCA MAGNANI—Amo a Berenice y amo al niño que lleva en su vientre… —escupí casi en su cara. Quería herirla, quería que se arrepintiera y suplicara, pero parecía una estatua con una mirada iracunda que no quería cambiar—. Tuve miedo al estar ante una responsabilidad tan grande como un hijo, pero me da más miedo perderla a ella. No voy a decir que demostraré ser mejor de lo que usted cree, porque no es mi intención convencerla ni demostrarle nada, la única que debe de creerme es la mujer con la que me voy a casar y compartir mi vida, y esa es Berenice. »Me hubiera encantado que usted y su esposo presenciaran nuestra unión, pero sí han decidido darle la espalda a su única hija, no importa, me esforzaré el doble para hacerla feliz y para que nunca se sienta mal por pensar en ustedes y en lo crueles e inhumanos que pueden llegar a ser. »¿Cree que Berenice y yo estamos perdiendo? Se equivoca, la que va a perder mucho es usted, de hecho, ya lo está haciendo.—Solo te diré algo, imbécil: c
LUCA MAGNANI—Le suplicó a mi madre que no arruinara lo que tenían, que no pidiera el divorcio, que no era gran cosa. —Los ojos de Berenice se perdieron a través del parabrisas, desbloqueando sus recuerdos de la infancia—. Dijo que sus aventuras eran algo controlado, que cuidaba de no infectarse de nada y mucho menos de tener bebés, que ese niño había sido un error, un pequeño descuido. Que mi mamá era la mujer a la que amaba y que todas las demás solo habían sido algo meramente físico. Que él podría estar con muchas, pero a la única que quería era a ella. »Mi padre dijo que era algo que tenía que hacer. Que esos viajes lo volverían loco si no recurriera a alguna incauta que le ofreciera placer, pero que su corazón siempre se quedaría en casa, en las manos de mi madre. Aún tengo todas sus palabras frescas en mi mente, como si las hubiera dicho ayer. Me detuve enfrente de la escuela de los niños y nos vimos a los ojos. De pronto lo entendí todo. Entendí el odio de su madre, pues veía
LUCA MAGNANIEl día transcurrió con demasiada tensión. Cristine llamaba insistente a Eliot, pero no contestaba, ni siquiera su ayudante en el trabajo nos podía dar razón. De pronto el departamento estuvo en un silencio muy incómodo. Los niños dejaron de jugar, los problemas de Berenice con su familia fueron desplazados y aunque mi prima quería mostrarse tranquila, era notorio que estaba alterada. —¡Todo es tu culpa! —exclamó Bruno viendo a Leonardo—. ¡Tuviste que decirle todas esas cosas feas a papá! ¡Por tu culpa no va a volver!Pese a que Leonardo era un niño que parecía siempre mantener el control, solo era eso, un niño, y ante las acusaciones de su hermano, sus ojos se rasgaron y sus pequeños labios comenzaron a temblar. —Bruno, no digas eso, no le hables así a tu hermano —intervino Cristine hincándose entre los dos, queriendo mediar la situación—. Entre hermanos no deben de pelear. —¡Pero mamá…! —gimoteó Bruno entre lágrimas. —Extraño a papá… —susurró Gerardo sentado en la al
LUCA MAGNANIDurante la cena, Eliot era el único que parecía relajado o tranquilo. Veía a todos con atención, como si estuviera analizándonos, pero cuando su mirada se posaba a mí, veía ese brillo asesino que me perturbaba y que sabía bien de donde provenía o simplemente me estaba poniendo cada vez más paranoico. Tenía mis dudas de que en verdad fuera él, pero tampoco tenía pruebas de que no lo fuera. —¡Cristine! No te preocupes por los platos, Eliot y yo los lavaremos —intervine cuando la vi levantándolos de la mesa y se los quité, casi arrebaté—. ¿Por qué no atiendes a los niños mientras dejas a los hombres de la casa encargarnos de las labores domésticas? Aunque mi prima estaba desconcertada, aceptó, entonces hizo algo que me incomodó por completo. Acarició el rostro de Eliot y depositó un beso fugaz en sus labios. El estómago se me encogió y me quedé congelado, atento a su reacción desconcertada: Cristine frunció el ceño y acarició los labios de Eliot, ¿sería que también notó q