ELIOT MAGNANIDespués de todo ese tiempo mostrándose como una mujer fuerte y empoderada, tenía a una pequeña niña triste y vulnerable en mi regazo, llorando desconsolada. Me partía el corazón, pero también debo de admitir que me sorprendió el valor que tuvo para aceptar que se había equivocado. Todos sabemos poner excusas y pedir disculpas, pero es muy difícil aceptar que cometimos un error y arrepentirnos sinceramente por ello. —Yo también cometí muchos errores de los cuales sigo arrepentido, la verdadera pregunta aquí es… ¿ya me has perdonado? Sus hermosos ojos esmeralda se abrieron para mí y de inmediato asintió. —¿Sinceramente? ¿En verdad tu corazón no guarda rencor cuando recuerdas cada llamada no contestada y cada palabra hiriente que te dije? Entornó los ojos y volvió a asentir, mientras se inclinaba lentamente hacia mí. Pegó su frente a la mía mientras sus manos acariciaban mis mejillas con ternura. —Ya no hay rencor… ni dolor —contestó contra mi boca. Tenerla tan cerca m
ELIOT MAGNANICuando por fin me desperté estaba completamente adolorido y en la alfombra de la sala. Apenas me pude sentar cuando recordé la noche tan intensa que había tenido con Cristine y no pude más que sonreír. La busqué con la mirada, notando que me había dejado solo y admito que una punzada de angustia me invadió, pero el olor a tocino y huevos me hizo descifrar dónde estaba. Me acomodé los pantalones, pues era lo único que encontré, y cuando me asomé a la cocina la vi usando mi camisa, la cual cubría lo necesario, pero no lo suficiente para evitar que los pensamientos lujuriosos no se apoderaran de mi cabeza. Me acerqué por detrás de ella mientras preparaba los waffles de los niños y cuando la tuve tan cerca, estreché su cintura, pegando su espalda a mi pecho y escondiendo mi nariz en sus cabellos. Pude notar que estaba riendo por como temblaba su cuerpo y cuando por fin volteó hacia mí se colgó de mi cuello para darme un profundo beso de buenos días. Por fin tenía lo que t
BERENICE SPOTIPasé toda la noche dando vueltas en mi cama, no podía dejar de pensar en ese maldito beso que me había dado Luca y sus palabras. Por un lado, estaba consciente que un hombre como él tenía la suficiente habilidad para envolver con las palabras, por otro lado, ¡¿cómo resistirme cuando se trataba de alguien tan atractivo y peligroso?! Una voz dentro de mí me decía: ¿Y si nos dejamos llevar y nos quemamos un poquito en su infierno? Podemos irnos cuando queramos, cuando el calor se vuelva insoportable, cuando nuestro corazón esté suficientemente roto. —No, no, no… Eso no hacen las chicas inteligentes —dije levantándome de la cama y descolgando mi bata—. Tal vez no tengo experiencia, pero no tengo que caerme para aprender a no tropezar. De pronto un aroma diferente llegó a mi nariz. Era fresco, a hierba recién cortada, a flores, pero era imposible en este departamento que no tenía ni una sola planta. Me acerqué a las puertas dobles de mi habitación, dispuesta a buscar de dó
BERENICE SPOTI—Dije que alguien lo hizo, no que yo lo hice… —aclaró y su sonrisa se hizo más grande—, pero no me importa que estés sordita, con todo y tu discapacidad estoy dispuesto a quedarme con tu corazón.¡Era tan insoportable como atractivo!Antes de que pudiera hacer algo, sus manos me tomaron por la cintura y me pegaron a su cuerpo, envolviéndome en un brazo que me sonrojó. Cuando alcé el rostro hacia él, me vio con tanta dulzura que me sentí incapaz de reclamarle algo más. —Te invito a desayunar… —susurró en el momento que frotó su nariz con la mía. —¡Arruinaste mi auto! ¡¿Crees que esa es la mejor manera de llamar mi atención?! ¡Podría demandarte! —Intenté mostrarme furiosa, pero entre más tiempo pasaba entre sus brazos, más me derretía.—No te enojes conmigo, Berenice, ¿ya te dije lo hermosa que te ves hoy? —preguntó en un susurró y besó la punta de mi nariz. —¡¿Cómo no quieres que me enoje contigo?! —vociferé, pero mi cuerpo no hacía nada para salir de sus brazos—. ¡Dé
LUCA MAGNANILo veía y no lo creía, Berenice iba y venía con los niños, subiéndolos a los juegos, esperándolos al final de la resbaladilla, cuidándolos en la piscina de pelotas, y algo se me retorció por dentro. Una idea comenzó a tomar forma dentro de mi cabeza y las palabras de mi tío, el padre de Eliot, llegaron a mí como un eco cada vez más intenso: «Una mujer que sea tu aventura, tu amante o incluso tu amiga, es fácil de conseguir, pero una mujer que sea la madre de tus hijos, no tanto. Cualquiera es buena para ti, pero no cualquiera será buena para ellos».¡Ay no! A ver… ¿qué estaba pasando? Me tallé la cara y de nuevo alcé la mirada hacia ellos. Los niños parecían enamorados de Berenice y… ¿quién no? Era como tener «La Barbie Agente de Modelos», rubia, ojos azules, ropa elegante, curvilínea sin exceso, ya saben, tenía las caderas suficientes para que su andar se quebrara de manera sensual, una cintura estrecha que bien podía cubrir con solo mis manos, y unos pechos adecuados, n
LUCA MAGNANI—Cuando me dijiste que querías que habláramos en un lugar un poco más privado me imaginé una cafetería, no tu departamento —refunfuñó Berenice cruzada de brazos y viéndome con los ojos entornados. —No pienses mal de mí. —¿Lo había hecho a propósito? Tal vez. Si Berenice aceptaba darme una oportunidad, bueno, podríamos reafirmar nuestra relación entre las sábanas. ¡No era culpable de mis deseos por ella! En verdad me estaba volviendo loco. Quería tocarla de alguna manera, sentir su piel, su calor, me volvía loco si su perfume desaparecía. Entre más convivía con ella, más fascinado terminaba. No mentía cuando decía que en tan poco tiempo había descubierto que ella era una chica muy especial y diferente. —En verdad te estás esforzando demasiado. ¿Por qué? —preguntó cuando por fin entró al lugar, tal vez recordando esa noche—. Si crees que voy a ser tu salvavidas emocional para que puedas olvidar a esa mujer que te tiene colgando de un ala, no, no lo haré. Puedes irte busc
LUCA MAGNANISu silencio me hizo abrir los ojos, entonces la encontré como una pequeña niña entre mis brazos, temblorosa y confundida. Quería estar con ella, quería conocerla más, quería comprar un maldito auto destartalado y juntos arreglarlo, aunque no tuviera ni puta idea de cómo hacerlo.Era dulce, inteligente, hermosa y muy perseverante. Era una mujer increíble y por alguna extraña razón no podía decírselo en voz alta, me sentía intimidado porque era más de lo que yo merecía y debía de admitir que su rechazo me estaba carcomiendo el alma. Con ella me sentía bien, me sentía cómodo, podía bajar la guardia, dejar de sumir el estómago y sacar el pecho.Cuando abrió sus hermosos labios, la puerta sonó con golpes desesperados que me tomaron por sorpresa. Berenice se hizo a un lado, limpiándose las lágrimas mientras yo me arrepentía de abrir. Carla estaba del otro lado del umbral, con unos lentes negros de sol escondiendo su rostro. No me dio tiempo de pronunciar su nombre cuando se me
LUCA MAGNANI—Déjame ver si entendí… ¿No fuiste tras de Berenice y dejaste que Carla se quedara en tu departamento? —preguntó Eliot mientras conducía. No sabía si estaba molesto por el tráfico o por mi anécdota.En cuanto abandoné mi departamento, me dirigí hacia el de Cristine. Pasé la noche como cualquier otra, jugando con los niños, molestando a Cristine mientras cocinaba, cenando con ellos porque esa era la primera vez que me sentía en familia. Aunque creí que nadie notaría mi malestar, Cristine no paraba de acariciar mi hombro o mi brazo mientras me dedicaba esa mirada maternal de preocupación, y los niños aprovechaban cada oportunidad para acurrucarse conmigo, como cachorros con frío. No paraban de repetir cuanto me querían y que era su tío favorito, aunque yo sabía que no tenían muchas opciones. Solo tenían dos tíos y uno de ellos estaba en el psiquiátrico. Incluso Eliot se mantuvo a raya y evitó molestarme, lo cual es un gran gesto de apoyo y cariño de su parte. No es precis