Capítulo 37Demonio LoboEl cielo sobre la tribu Storm estaba cubierto de nubes grises, reflejo de la tensión que se palpaba en el aire. Lukas se encontraba en el centro de la aldea, rodeado de guerreros de su tribu, todos armados y atentos. Sus ojos, siempre tan calmados y sabios, ahora estaban cargados de preocupación y determinación. Frente a él, de pie sobre un terreno ligeramente elevado, estaba Seth, acompañado por varios de sus hombres. Su postura era desafiante, y su mirada ardía con la ferocidad de un lobo acorralado.—Te lo diré una vez más, Lukas. —Gruñó Seth con su voz resonando como un trueno en la pequeña plaza. —Entrégame a mi hija.Lukas apretó los puños, a la par de su mandíbula tensa mientras le sostenía la mirada de Seth.—Tu hija está muerta, Seth. —Respondió con calma, aunque cada palabra era como un cuchillo en su garganta. Había repetido esa frase tantas veces que casi se había convencido de su verdad. —No entiendo por qué sigues insistiendo en algo que no exist
Capítulo 38Demonio LoboLa noche estaba en su apogeo, con la luna alta en el cielo proyectando un resplandor tenue sobre el terreno que rodeaba la tribu Storm. Amelia avanzaba con pasos silenciosos, cada fibra de su cuerpo tensada con precaución. Sabía que estaba entrando en un territorio peligroso, uno que pertenecía a Seth, pero no tenía otra opción. Cada vez estaba más cerca de la tribu y, con ella, más cerca de encontrar a su hija y a Alanys. Se detuvo bajo la sombra densa de un árbol, manteniendo su respiración controlada mientras evaluaba el área. Su loba, Alhena, estaba inquieta, una sensación que Amelia podía sentir claramente en su interior.—¿Qué te ocurre? —Preguntó en su mente, intentando mantener la calma mientras se cubría aún más con la capucha. —¿Por qué estás tan... nerviosa?Alhena tardó un momento en responder, como si estuviera tratando de encontrar las palabras correctas.—Es la llamada de los lobos de Seth. —Admitió finalmente, con un matiz de incomodidad en su
Solo cuando todos los hombres de Seth se marcharon y sus pisadas se desvanecieron en la lejanía, Amelia sintió la presión de aquellas manos soltándose. Su corazón latía con fuerza, tamborileando un ritmo frenético contra su pecho. Se giró lentamente, con el temor y la curiosidad enredándose en su mirada. Un escalofrío recorrió su columna vertebral al escuchar una voz profunda y resonante que se disculpaba con ella.—Lamento haberte asustado. —Musitó el hombre.Frente a ella, se alzaba un hombre apuesto, de estatura imponente y ojos penetrantes que brillaban con una intensidad desconocida. Aunque estaba segura de que nunca lo había visto antes, una extraña sensación de familiaridad se enraizaba en su pecho, como si su presencia despertara recuerdos olvidados.El hombre la observó durante un momento que pareció eterno, su mirada era un enigma de emociones entrelazadas: amor, respeto, y algo más profundo, casi primordial. Sin apartar la vista de ella, su forma comenzó a cambiar, desdibujá
El hombre que había traído a Amelia la condujo respetuosamente a una habitación amplia y luminosa, decorada con muebles elegantes y cómodos. Le indicó un sillón mullido junto a una ventana desde la cual se podía ver un hermoso jardín.—Hay alguien afuera dispuesto a atender cualquier orden suya. —Indicó con una voz tranquila, mientras se mantenía de pie, mirándola con una mezcla de respeto y preocupación.Amelia, aún aturdida por los acontecimientos recientes, se dejó caer en el sillón y miró al hombre con una expresión de incertidumbre. Él continuó hablando, mencionando detalles triviales sobre la habitación y las comodidades disponibles, pero ella apenas le prestaba atención. Sus pensamientos estaban llenos de preguntas sin respuesta, y la sensación de familiaridad que había sentido antes seguía presente, latente en el fondo de su mente. Finalmente, incapaz de soportar más la incertidumbre, Amelia lo interrumpió con firmeza.—¿Cuál es tu verdadero propósito? —Preguntó, su voz temblab
Capítulo 41Demonio LoboEsa noche, cuando Mia logró conciliar el sueño, de la nada, comenzó a escuchar unos ligeros susurros. Los susurros eran etéreos, como si el viento murmurara palabras que Amelia no lograba comprender del todo. Estaban cargados de una inquietud sombría, con un tono casi acusador: “Los demonios no se han rendido, están furiosos… se avecina la calamidad.” “Las acciones de Blood Moon han enfurecido a los demonios, tu manada está a punto de enfrentar su furia.” Las palabras parecían golpear las paredes de su subconsciente, insistentes, como un tambor que resuena antes de una batalla.Amelia despertó de golpe, jadeando, mientras recordaba lo que había soñado. Su corazón latía con fuerza, como si estuviera escapando de algo más que un sueño. Se llevó las manos a la frente, apretando los ojos para borrar las imágenes. Pero el dolor de cabeza punzante parecía sellar cada detalle en su mente, como un eco persistente.—No más. —Murmuró, apenas consciente de sus propias pa
La luz del mediodía bañaba la oficina donde Amelia estaba sentada, inclinada sobre un escritorio lleno de pergaminos y documentos cuidadosamente ordenados que Deimos le había entregado. A su lado, una pluma descansaba sobre un tintero de bronce, el negro de la tinta reflejaba su propio dilema interno. Se sorprendió al recordar los detalles de aquellas tareas; manejar los documentos era casi automático, una habilidad enterrada en los rincones más profundos de su memoria, del tiempo en el que había sido la asistente y Luna de Seth. “¿Cómo llegué aquí?”, pensó, con una mezcla de nostalgia y confusión. No podía negar que la sensación de eficiencia y control al trabajar en los documentos le resultaba extrañamente reconfortante, como si por un breve momento hubiera olvidado los demonios que la acechaban tanto fuera como dentro.Un golpe suave en la puerta la sacó de sus pensamientos. Deimos apareció con una bandeja que cargaba el almuerzo. Su expresión, como siempre, era neutral, pero había
Los días transcurrían con una rapidez inesperada, en los que Amelia había estado observando la situación actual de la manada Velkan comenzó a identificar las necesidades más urgentes. Comprendió que, si quería asegurar un futuro mejor para quienes dependían de ella, debía comenzar a reconstruir desde las bases. Amelia organizó reuniones con los ancianos y líderes más experimentados del clan para discutir cómo expandir sus horizontes. Una de sus primeras sugerencias, que algunos miraron con escepticismo inicial, fue participar en las ferias comerciales que se celebraban entre los pueblos vecinos. Estas ferias no solo ofrecían la oportunidad de intercambiar productos, sino también de establecer relaciones diplomáticas y mostrar la fuerza del clan. “Si queremos prosperar, necesitamos mirar más allá de nuestras fronteras.” Repetía Amelia en cada una de las reuniones. “Tenemos recursos y talentos que pueden ser valiosos para otros. Si nos mantenemos aislados, solo limitamos nuestro potencia
En los pasillos del castillo de Blood Moon, un aire de inquietud impregnaba cada rincón. Las antorchas, que solían arder con un brillo majestuoso, ahora parpadeaban débilmente, como si sintieran la tensión que emanaba de sus habitantes. Magnus caminaba de un lado a otro en el salón principal, el eco de sus pasos resonando en el vacío. Su mente estaba llena de preocupaciones, tantas que parecían atropellarse entre sí, incapaz de darles sentido. Llevaba días sin descansar adecuadamente; los círculos oscuros bajo sus ojos y la rigidez en sus hombros lo delataban. Seth, por su parte, parecía estar perdiendo por completo el control. El Alfa de la manda, conocido por su frialdad y meticulosidad, ahora actuaba como un hombre poseído por la furia y el desespero. Había enviado a todos sus hombres, uno tras otro, con la única orden de localizar a Amelia y a su hija. Algunos regresaron con noticias de pistas falsas, otros no regresaron en absoluto. Magnus sospechaba que la mayoría de los hombres