Los días transcurrían con una rapidez inesperada, en los que Amelia había estado observando la situación actual de la manada Velkan comenzó a identificar las necesidades más urgentes. Comprendió que, si quería asegurar un futuro mejor para quienes dependían de ella, debía comenzar a reconstruir desde las bases. Amelia organizó reuniones con los ancianos y líderes más experimentados del clan para discutir cómo expandir sus horizontes. Una de sus primeras sugerencias, que algunos miraron con escepticismo inicial, fue participar en las ferias comerciales que se celebraban entre los pueblos vecinos. Estas ferias no solo ofrecían la oportunidad de intercambiar productos, sino también de establecer relaciones diplomáticas y mostrar la fuerza del clan. “Si queremos prosperar, necesitamos mirar más allá de nuestras fronteras.” Repetía Amelia en cada una de las reuniones. “Tenemos recursos y talentos que pueden ser valiosos para otros. Si nos mantenemos aislados, solo limitamos nuestro potencia
En los pasillos del castillo de Blood Moon, un aire de inquietud impregnaba cada rincón. Las antorchas, que solían arder con un brillo majestuoso, ahora parpadeaban débilmente, como si sintieran la tensión que emanaba de sus habitantes. Magnus caminaba de un lado a otro en el salón principal, el eco de sus pasos resonando en el vacío. Su mente estaba llena de preocupaciones, tantas que parecían atropellarse entre sí, incapaz de darles sentido. Llevaba días sin descansar adecuadamente; los círculos oscuros bajo sus ojos y la rigidez en sus hombros lo delataban. Seth, por su parte, parecía estar perdiendo por completo el control. El Alfa de la manda, conocido por su frialdad y meticulosidad, ahora actuaba como un hombre poseído por la furia y el desespero. Había enviado a todos sus hombres, uno tras otro, con la única orden de localizar a Amelia y a su hija. Algunos regresaron con noticias de pistas falsas, otros no regresaron en absoluto. Magnus sospechaba que la mayoría de los hombres
Mientras Amelia estaba en su despacho concentrada en su trabajo, revisando documentos, su mente seguía pensando en lo que le podía haber pasado a Lukas, Alanys y al resto de la manada como para huir así. Sin embargo, estaba ligeramente tranquila porque sentía que estaban a salvo ahora que estaban lejos de Seth. Pero esa tranquilidad se quebró abruptamente cuando la puerta se abrió de golpe. Deimos irrumpió en el despacho como un vendaval, su cabello estaba despeinado y su rostro estaba marcado por la urgencia. Amelia levantó la mirada y de inmediato al ver su estado, su expresión se oscureció por la preocupación.—Reina, tenemos un problema grave. —Declaró Deimos con la voz entrecortada, casi sin aliento. —Los productos que enviamos al mercado... fueron atacados por otra manada de lobos durante el transporte. Los transportistas están heridos, y hemos perdido mucha mercancía. No es la primera vez que esto sucede, pero no esperábamos que volviera a pasar.El ambiente se tensó al instant
Bajo la luz tenue de las antorchas, los prisioneros fueron escoltados a las mazmorras del castillo, donde Amelia ya esperaba. Su figura destacaba entre las sombras, envuelta en su capa negra que ondeaba ligeramente con el viento nocturno que se colaba entre los barrotes de las ventanas pequeñas. La mirada impasible de Amelia recorría a los cautivos, analizando sus rasgos y expresiones. Sin embargo, al verlos de cerca, sus ojos se endurecieron con un destello de reconocimiento, eran soldados de Seth. Los prisioneros también la reconocieron. Hubo un momento de tensión palpable en el aire, una pausa que parecía durar una eternidad. Entonces, uno de los hombres, con una sonrisa torcida, dio un paso al frente a pesar de las cadenas que sujetaban sus muñecas.—Miren quién está aquí —Declaró con burla, su voz estaba goteando veneno. —Amelia, la huerfanita. Pensé que nunca más te volvería a ver, y mucho menos en un lugar como este. ¿Quién es tu nuevo protector? —Añadió, soltando una carcajada
La noticia del frente de guerra llegó a Seth bajo un manto de silencio sepulcral. La sala de reuniones estaba en penumbra, iluminada apenas por la luz tenue de una lámpara que oscilaba suavemente, proyectando sombras danzantes en las paredes de piedra. Seth estaba sentado en la cabecera de una larga mesa de madera envejecida, sus dedos tamborileaban contra la superficie de esta en un ritmo nervioso. Aquel sonido era el único en el espacio cerrado, hasta que Liam, su Beta irrumpió en el lugar con las noticias.—Alfa Seth, los soldados... han caído. —Declaró, inclinando la cabeza en señal de respeto, pero sin ocultar la pesadez en su tono. —Solo uno de ellos logró escapar con vida, pero está gravemente herido, el resto fueron aniquilados.El ritmo de los dedos de Seth se detuvo de repente, como si el tiempo hubiese quedado suspendido. Levantó la mirada de las notas que había estado revisando obsesivamente sobre Amelia y respiró hondo con brusquedad y sus ojos, usualmente sombríos, brill
Capítulo 48Demonio LoboAmelia se encontraba en su despacho enterrada en un montón de documentos por revisar, mientras sostenía con ambas manos una enorme taza de café, como si esta pudiera proporcionarle un ancla en medio del caos. Las tenues luces de las lámparas proyectaban sombras alargadas en las paredes, pero sus ojos estaban fijos en un punto inexistente, hundida en el laberinto de sus pensamientos. Se preguntaba cómo podía siquiera pensar en Deimos y en las palabras que le había dicho. " Desde que volviste, he esperado que me vieras. No como tu mano derecha, ni como alguien que simplemente sigue tus órdenes, sino como alguien que quiere estar a tu lado, en todo." Cuando las vidas de su hija y su pueblo pendían de un hilo tan frágil.En ese momento un golpe suave en la puerta interrumpió sus pensamientos. Amelia no respondió de inmediato, pero la puerta se entreabrió, revelando la figura alta e imponente de Deimos, aún vestido con su uniforme de combate estratégico desgastado p
El aire estaba cargado de una extraña mezcla de incredulidad y emoción, a pesar de estar en medio del bosque, era como si el mundo mismo contuviera la respiración. Alanys permanecía inmóvil, con sus ojos incrédulos clavados en la figura que se alzaba frente a ella. Amelia, para ella parecía emerger de las sombras como un espectro, con su silueta envuelta en la penumbra y una mirada que destilaba tanto sufrimiento como determinación. Alanys pensó por un momento que su mente le estaba jugando una cruel broma. Pero entonces, Amelia dio un paso hacia ella, con paso firme pero cargado de una inexplicable melancolía.—Alanys... —Murmuró Amelia con una voz que llevaba el peso de mil tormentos. Antes de que pudiera decir algo más, Alanys se lanzó hacia ella, cerrando la distancia entre ellas en un instante.El abrazo fue desesperado, como si intentara convencer a su propio corazón de que lo imposible se había hecho realidad. Alanys no podía contener las lágrimas; sus sollozos resonaron en la
La chimenea crepitaba suavemente, llenando la sala del castillo con un cálido resplandor que suavizaba las sombras de los altos muros de piedra. La pequeña, ajena al peso de las conversaciones que a menudo se llevaban a cabo en ese lugar, se reía mientras que Lukas intentaba distraerla con una pequeña figura tallada en madera. Su risa era ligera, pura, un destello de inocencia en un mundo marcado por la guerra y la incertidumbre. Deimos estaba sentado en una butaca junto a la ventana, aparentemente distante mientras observaba las ramas desnudas de los árboles balanceándose contra el cielo gris. Sin embargo, su atención no estaba del todo en el paisaje. De vez en cuando, su mirada se desviaba hacia la bebé, y una suave sonrisa, apenas perceptible, curvaba sus labios. Cuando nadie lo veía, se inclinaba ligeramente y, con la punta de sus dedos, rozaba su pequeña mejilla. El contacto era breve, como si temiera que alguien pudiera notarlo y, con ello, exponer una vulnerabilidad que preferí