Bajo la luz tenue de las antorchas, los prisioneros fueron escoltados a las mazmorras del castillo, donde Amelia ya esperaba. Su figura destacaba entre las sombras, envuelta en su capa negra que ondeaba ligeramente con el viento nocturno que se colaba entre los barrotes de las ventanas pequeñas. La mirada impasible de Amelia recorría a los cautivos, analizando sus rasgos y expresiones. Sin embargo, al verlos de cerca, sus ojos se endurecieron con un destello de reconocimiento, eran soldados de Seth. Los prisioneros también la reconocieron. Hubo un momento de tensión palpable en el aire, una pausa que parecía durar una eternidad. Entonces, uno de los hombres, con una sonrisa torcida, dio un paso al frente a pesar de las cadenas que sujetaban sus muñecas.—Miren quién está aquí —Declaró con burla, su voz estaba goteando veneno. —Amelia, la huerfanita. Pensé que nunca más te volvería a ver, y mucho menos en un lugar como este. ¿Quién es tu nuevo protector? —Añadió, soltando una carcajada
La noticia del frente de guerra llegó a Seth bajo un manto de silencio sepulcral. La sala de reuniones estaba en penumbra, iluminada apenas por la luz tenue de una lámpara que oscilaba suavemente, proyectando sombras danzantes en las paredes de piedra. Seth estaba sentado en la cabecera de una larga mesa de madera envejecida, sus dedos tamborileaban contra la superficie de esta en un ritmo nervioso. Aquel sonido era el único en el espacio cerrado, hasta que Liam, su Beta irrumpió en el lugar con las noticias.—Alfa Seth, los soldados... han caído. —Declaró, inclinando la cabeza en señal de respeto, pero sin ocultar la pesadez en su tono. —Solo uno de ellos logró escapar con vida, pero está gravemente herido, el resto fueron aniquilados.El ritmo de los dedos de Seth se detuvo de repente, como si el tiempo hubiese quedado suspendido. Levantó la mirada de las notas que había estado revisando obsesivamente sobre Amelia y respiró hondo con brusquedad y sus ojos, usualmente sombríos, brill
Capítulo 48Demonio LoboAmelia se encontraba en su despacho enterrada en un montón de documentos por revisar, mientras sostenía con ambas manos una enorme taza de café, como si esta pudiera proporcionarle un ancla en medio del caos. Las tenues luces de las lámparas proyectaban sombras alargadas en las paredes, pero sus ojos estaban fijos en un punto inexistente, hundida en el laberinto de sus pensamientos. Se preguntaba cómo podía siquiera pensar en Deimos y en las palabras que le había dicho. " Desde que volviste, he esperado que me vieras. No como tu mano derecha, ni como alguien que simplemente sigue tus órdenes, sino como alguien que quiere estar a tu lado, en todo." Cuando las vidas de su hija y su pueblo pendían de un hilo tan frágil.En ese momento un golpe suave en la puerta interrumpió sus pensamientos. Amelia no respondió de inmediato, pero la puerta se entreabrió, revelando la figura alta e imponente de Deimos, aún vestido con su uniforme de combate estratégico desgastado p
El aire estaba cargado de una extraña mezcla de incredulidad y emoción, a pesar de estar en medio del bosque, era como si el mundo mismo contuviera la respiración. Alanys permanecía inmóvil, con sus ojos incrédulos clavados en la figura que se alzaba frente a ella. Amelia, para ella parecía emerger de las sombras como un espectro, con su silueta envuelta en la penumbra y una mirada que destilaba tanto sufrimiento como determinación. Alanys pensó por un momento que su mente le estaba jugando una cruel broma. Pero entonces, Amelia dio un paso hacia ella, con paso firme pero cargado de una inexplicable melancolía.—Alanys... —Murmuró Amelia con una voz que llevaba el peso de mil tormentos. Antes de que pudiera decir algo más, Alanys se lanzó hacia ella, cerrando la distancia entre ellas en un instante.El abrazo fue desesperado, como si intentara convencer a su propio corazón de que lo imposible se había hecho realidad. Alanys no podía contener las lágrimas; sus sollozos resonaron en la
La chimenea crepitaba suavemente, llenando la sala del castillo con un cálido resplandor que suavizaba las sombras de los altos muros de piedra. La pequeña, ajena al peso de las conversaciones que a menudo se llevaban a cabo en ese lugar, se reía mientras que Lukas intentaba distraerla con una pequeña figura tallada en madera. Su risa era ligera, pura, un destello de inocencia en un mundo marcado por la guerra y la incertidumbre. Deimos estaba sentado en una butaca junto a la ventana, aparentemente distante mientras observaba las ramas desnudas de los árboles balanceándose contra el cielo gris. Sin embargo, su atención no estaba del todo en el paisaje. De vez en cuando, su mirada se desviaba hacia la bebé, y una suave sonrisa, apenas perceptible, curvaba sus labios. Cuando nadie lo veía, se inclinaba ligeramente y, con la punta de sus dedos, rozaba su pequeña mejilla. El contacto era breve, como si temiera que alguien pudiera notarlo y, con ello, exponer una vulnerabilidad que preferí
El sol apenas empezaba a filtrarse a través de las persianas de la oficina cuando Amelia cruzó el umbral. En un rincón, junto a la ventana, Deimos inclinaba ligeramente la cabeza, susurrándole palabras suaves que apenas se distinguían, mientras su pequeña hija, estaba acurrucada en sus brazos, reía suavemente. Era una imagen de tranquilidad que, por un momento, pareció ajena al caos que se cernía más allá de las paredes de esa habitación. Amelia, ahora llamada Mia, se detuvo en seco al notar la escena. Una pequeña sonrisa se asomó en su rostro, aunque rápidamente la escondió. Cuando Deimos la vio entrar, su postura cambió de inmediato. Su expresión se endureció, y fue como si un velo de formalidad cayera sobre él. Dejó a su hija en su cuna improvisada junto a su escritorio y se levantó con rapidez.—Mia. —Comenzó, adoptando el tono grave que usaba siempre que traía malas noticias. —Seth ha lanzado otro ataque. Esta vez... él mismo está al frente.Las palabras flotaron en el aire, pesad
Al día siguiente amaneció bajo un cielo melancólico. Las nubes grises parecían reflejar las emociones encontradas de todos los presentes. Deimos y Alanys se acercaron a Mia y Lukas, dispuestos a despedirse, y también los sirvientes de Mia se despidieron de ellos de forma espontáneaDeimos miró a Mia mientras ella sostenía a la bebé con ternura. Sin mediar palabra, se acercó lentamente y, casi con reverencia, tomó a la pequeña en sus brazos. Aunque externamente su rostro se mostraba serio, sus ojos revelaban algo más: una mezcla de vulnerabilidad y un inesperado calor relativamente humano a pesar de no serlo. Mientras acariciaba suavemente la cabeza de la pequeña, Deimos sintió una suavidad que contrastaba completamente con su usual dureza. Por unos breves segundos, parecía que toda la fachada de su personalidad estoica se desmoronó. Sin embargo, recuperó la compostura con rapidez.Extendió su mano hacia Mia y la sostuvo con firmeza, pero con una notable delicadeza. Sus ojos buscaron l
Capítulo 53Demonio LoboMía llegó al frente, como indicaban los informes, con una actitud serena pero imponente destacando en medio del caos del frente. A pesar de la gravedad de la situación, sus movimientos estaban cargados de confianza. La devastación era palpable: el olor de la sangre impregnaba el aire, los gritos de dolor resonaban, y los campos estaban salpicados de restos que apenas y parecían personas. Sin embargo, al verla, algo cambió. Los soldados que la rodeaban dejaron de mirar al suelo y comenzaron a levantar la cabeza, como si su mera presencia les devolviera la esperanza.Mia, con su traje táctico impecablemente ajustado y su rostro oculto bajo la máscara y la capucha de su capa, era como un rayo de sol en medio de la tormenta. Ella se dirigió primero a la carpa médica. Dentro, el ambiente era sombrío. Los heridos llenaban las camillas, algunos apenas conscientes. La doctora Elena, una mujer de mediana edad con ojeras profundas, levantó la vista al verla entrar.—Es