El sol apenas empezaba a filtrarse a través de las persianas de la oficina cuando Amelia cruzó el umbral. En un rincón, junto a la ventana, Deimos inclinaba ligeramente la cabeza, susurrándole palabras suaves que apenas se distinguían, mientras su pequeña hija, estaba acurrucada en sus brazos, reía suavemente. Era una imagen de tranquilidad que, por un momento, pareció ajena al caos que se cernía más allá de las paredes de esa habitación. Amelia, ahora llamada Mia, se detuvo en seco al notar la escena. Una pequeña sonrisa se asomó en su rostro, aunque rápidamente la escondió. Cuando Deimos la vio entrar, su postura cambió de inmediato. Su expresión se endureció, y fue como si un velo de formalidad cayera sobre él. Dejó a su hija en su cuna improvisada junto a su escritorio y se levantó con rapidez.—Mia. —Comenzó, adoptando el tono grave que usaba siempre que traía malas noticias. —Seth ha lanzado otro ataque. Esta vez... él mismo está al frente.Las palabras flotaron en el aire, pesad
Al día siguiente amaneció bajo un cielo melancólico. Las nubes grises parecían reflejar las emociones encontradas de todos los presentes. Deimos y Alanys se acercaron a Mia y Lukas, dispuestos a despedirse, y también los sirvientes de Mia se despidieron de ellos de forma espontáneaDeimos miró a Mia mientras ella sostenía a la bebé con ternura. Sin mediar palabra, se acercó lentamente y, casi con reverencia, tomó a la pequeña en sus brazos. Aunque externamente su rostro se mostraba serio, sus ojos revelaban algo más: una mezcla de vulnerabilidad y un inesperado calor relativamente humano a pesar de no serlo. Mientras acariciaba suavemente la cabeza de la pequeña, Deimos sintió una suavidad que contrastaba completamente con su usual dureza. Por unos breves segundos, parecía que toda la fachada de su personalidad estoica se desmoronó. Sin embargo, recuperó la compostura con rapidez.Extendió su mano hacia Mia y la sostuvo con firmeza, pero con una notable delicadeza. Sus ojos buscaron l
Capítulo 53Demonio LoboMía llegó al frente, como indicaban los informes, con una actitud serena pero imponente destacando en medio del caos del frente. A pesar de la gravedad de la situación, sus movimientos estaban cargados de confianza. La devastación era palpable: el olor de la sangre impregnaba el aire, los gritos de dolor resonaban, y los campos estaban salpicados de restos que apenas y parecían personas. Sin embargo, al verla, algo cambió. Los soldados que la rodeaban dejaron de mirar al suelo y comenzaron a levantar la cabeza, como si su mera presencia les devolviera la esperanza.Mia, con su traje táctico impecablemente ajustado y su rostro oculto bajo la máscara y la capucha de su capa, era como un rayo de sol en medio de la tormenta. Ella se dirigió primero a la carpa médica. Dentro, el ambiente era sombrío. Los heridos llenaban las camillas, algunos apenas conscientes. La doctora Elena, una mujer de mediana edad con ojeras profundas, levantó la vista al verla entrar.—Es
Seth caminaba de un lado a otro en la carpa principal del campamento, la ira chisporroteaba en su mirada. Las antorchas apenas iluminaban su rostro marcado por la guerra, y sus manos tensas sostenían con fuerza el pomo de su espada. A lo lejos, el sonido de los soldados que se preparaban para la batalla resonaba como un eco continuo, pero su mente estaba en otro lugar. Nunca había perdido una batalla, y hasta ahora, el solo pronunciar su nombre hacía temblar a los enemigos. Sin embargo, esta guerra contra Velkan estaba llevándolo a un límite que no había conocido antes. Su orgullo, su fuerza, su liderazgo… Todo estaba siendo puesto a prueba.—¡Malditos sean Velkan y su asquerosa reina que ni siquiera tiene el valor de dar la cara! —Gruñó, golpeando una mesa de madera con tal fuerza que hizo saltar las copas sobre ella al romperse por la mitad. Algunos de los guerreros presentes intercambiaron miradas incómodas, pero nadie se atrevió a hablar.Horas antes, Seth había enviado a un emisa
Las sombras de la noche envolvían la habitación de Mia, donde apenas una tenue luz lunar se filtraba por las cortinas, delineando la silueta inquieta de su expresión. La atmósfera que la rodeaba era sofocante; el peso de las preocupaciones se hacía sentir en cada rincón del lugar, como si los demonios hubieran dejado su marca incluso en lugares donde no habían pisado. Mia se levantó de la cama con movimientos pesados, descalza y vulnerable. Cada paso que daba sobre el frío suelo parecía gritarle que el tiempo corría en contra de todos.—No puedo dormir. —Susurró Mia, con su voz quebrada y ausente de fuerza dirigiéndose a su loba, al tiempo en que la manifestación de su loba se hizo visible ante ella, y en el brillo de la mirada de su compañera, había urgencia y temor.—No debes ignorar esto, Mia. —Instó Alhena con palabras que parecían resonar en su mente como ecos antiguos. —Lo sentí al atacar el clan de Seth... Los demonios ya no son lo que eran. Están cambiando, evolucionando. Si no
Mia respiró profundamente antes de entrar en la sala. Las voces de Lukas y Deimos ya resonaban desde el otro lado de la puerta, cada palabra que salía de sus bocas estaba cargada de frustración. Alanys se mantenía en silencio, pero su desaprobación era evidente; estaba sentada con los brazos cruzados y el ceño fruncido, irradiando desapego. Era una batalla cuesta arriba, y Mia lo sabía. Pero Alhena, su loba, rugía en su interior con una convicción que no podía ignorar, con una voz firme que le decía que debía enfrentarse a la resistencia, aunque eso implicara desenterrar heridas del pasado.Al abrir la puerta, el murmullo cesó de inmediato. Todos voltearon a mirarla y Lukas fue el primero en hablar, al tiempo en que dejó caer su mano sobre la mesa con fuerza, haciendo eco en la habitación.—No vamos a hacer esto, Mia. —Declaró con severidad. Su cabello dorado estaba revuelto, como si hubiera pasado horas jalándolo, y sus ojos brillaban con un fuego que hacía tiempo no se veía, al meno
Mia entró en la sala de bebés con pasos cautelosos, como si el aire mismo estuviera cargado de tensión. La luz tenue del lugar iluminaba los rostros de los pequeños, pero su atención se centró en Deimos, quien sostenía a Ayla con una gran delicadeza que parecía impropia de él. Era una imagen demasiado cómica: el hombre que había sido tan frío en la reunión que recién habían terminado, ahora parecía casi paternal, como si la pequeña hubiera logrado desarmar sus barreras más impenetrables.—¿No te molesta en lo absoluto que Ayla lleva la sangre de Seth? —Preguntó Mia, con una sonrisa que demostraba la gracia que le causaba tal escena.Deimos levantó la vista, para verla fijamente, mostrándole como sus ojos brillaban con una mezcla de desafío y algo más profundo, algo que Mia no podía identificar del todo y luego soltó un bufido, como si la pregunta fuera absurda.—Si Ayla pudiera hablar… —Respondió él, con un tono que parecía contener una verdad inquebrantable. —Elegiría ser mi hija.Mi
—Debiste decirme la verdad, pensé que eras más valiente… — Cuestionó Lukas entre dientes mientras salía de la casa.Alanys se sobresaltó, el calor inmediatamente subió por su rostro mientras las palabras de Lukas resonaban con una claridad inquietante. Incluso se le olvidó respirar por un instante, al tiempo en que sus pensamientos se agolparon en una confusión sin salida. Ella negó apresuradamente, agitando las manos en un gesto nervioso que apenas disimulaba su incomodidad.—No… No es lo que tú crees. —Balbuceó Alanys siguiéndolo. Él se volteó a verla y ella de inmediato bajó la cabeza avergonzada, evitando su mirada y clavando los ojos en el suelo como si este pudiera ofrecerle alguna clase de refugio.Lukas, sin embargo, no estaba dispuesto a dejar que Alanys se escapara tan fácilmente, dejó la caja que llevaba en el suelo. Luego dio un paso adelante, cerrando la distancia entre ellos, con su expresión seria pero tranquila, cargada de una mezcla de comprensión y determinación. Y