35: La loba

Por seguridad, Amelia decidió correr aún más lejos. El bosque era un laberinto interminable de sombras y claroscuros, pero ella apenas notaba los detalles de su entorno mientras corría. Cada respiración que tomaba le dolía, no por el agotamiento físico, sino por el peso emocional que cargaba. Sus patas ahora firme y ágiles en esta nueva forma, se movían con precisión instintiva, guiándola más y más lejos de donde había enfrentado al demonio. La loba dentro de ella, esa presencia que ahora podía sentir como una segunda conciencia, permanecía en silencio, dándole espacio para enfocarse en la huida. Cuando finalmente estuvo segura de que no había rastros del demonio siguiéndola, se detuvo en un pequeño claro. La luz de la luna se filtraba a través de las ramas, proyectando patrones irregulares en el suelo cubierto de hojas. Amelia dejó escapar un largo suspiro, sentándose sobre sus patas traseras y mirando al cielo estrellado. Su respiración, aunque aún agitada, por fin comenzaba a estab
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