Al día siguiente, el sótano del castillo estaba sumido en una penumbra inquietante, iluminado únicamente por las antorchas que parpadeaban en las paredes de piedra. El altar ya estaba preparado, ubicado en el centro de la estancia, parecía respirar oscuridad, su superficie lisa reflejando un brillo siniestro bajo la luz oscilante. Amelia descendía lentamente las escaleras, acompañada de Alanys, cuyos sollozos suaves rompían el silencio sepulcral a pesar de que esta no podía ni hablar. Sus pasos resonaban en el espacio, como un preludio del sacrificio que se avecinaba.—No tienes que hacer esto, Mia. —Suplicó Alanys en un susurro que apenas podía musitar entre los sollozos que se le escapaban, al tiempo en que se aferraba con fuerza y desesperación al brazo de su amiga. —Podemos buscar otra manera, tiene que haber otra solución.Amelia la miró con una seriedad implacable, sus ojos reflejaban una fortaleza que parecía casi inhumana. Acarició suavemente la mano temblorosa de Alanys, inte
El aire en el sótano del castillo vibraba con una energía oscura y opresiva. Las antorchas parpadeaban violentamente, como si el mismo fuego temiera lo que estaba a punto de suceder. Amelia, tumbada en el altar, mantenía los ojos cerrados, su respiración era pausada, pero su cuerpo estaba tenso. Podía sentirlo. La presencia del demonio era inconfundible: un frío que calaba hasta los huesos, un hedor sulfuroso que impregnaba el aire, y el sonido gutural de su respiración, como si cada inhalación fuera un rugido contenido. El demonio apareció con un estruendo que sacudió las paredes. Su figura era imponente, una amalgama de sombras y garras que parecían extenderse más allá de lo físico. Amelia no abrió los ojos, pero podía sentirlo inclinarse sobre ella, su aliento caliente y fétido rozaba su pálida piel. Las garras del demonio se acercaron, y el aire se volvió aún más denso, como si el tiempo mismo se hubiera detenido. Abajo, Seth se dio la vuelta rápidamente, incapaz de creer y soport
Capítulo 32Demonio LoboAl día siguiente, la habitación estaba en penumbra, a pesar de que era de día, la atmosfera del lugar estaba cargada de tristeza y desilusión, lo que le daba al lugar una oscuridad infinita. Alanys se movía con rapidez, recogiendo las pertenencias de Amelia con manos temblorosas. Cada objeto que tocaba parecía cargar con un peso emocional, un eco de los momentos que Amelia había vivido en ese lugar. Alanys no podía soportar la idea de que las cosas de su amiga quedaran atrapadas en este castillo, en este lugar oscuro que había sido testigo de tanto sufrimiento. Mientras empacaba, Alanys se detuvo a ver algo que llamó su atención, sobre la cama había un pequeño cofre que estaba abierto, la morena se acercó para revisarlo y descubrió en su interior una variedad de pertenencias de Amelia: un collar que ella solía usar, un pañuelo bordado con iniciales que ya se habían desvanecido, y, en el centro, un diario de cuero desgastado. Alanys lo miró con recelo. Sabía lo
Seth caminaba lentamente hacia el gran salón, con el diario aún apretado contra su pecho, como si fuera su última conexión tangible con Amelia. Cada paso que daba era pesado, y su mente seguía atrapada en un torbellino de pensamientos. Las palabras de Alanys seguían resonando en sus oídos, cada una como un eco doloroso que se multiplicaba. Amelia sabía todo, desde el principio. Ella había llevado ese conocimiento consigo, había soportado su frialdad, sus manipulaciones, sin una sola queja. Y él estaba, ciego por su propio orgullo, nunca lo había visto.Al entrar en la sala, las voces de Magnus y Tarvos lo sacaron abruptamente de su ensimismamiento. Ambos estaban parados junto a la chimenea, con sus expresiones serias mientras debatían en voz baja.—Nunca había visto algo así en ningún sacrificio anterior —decía Magnus, con el ceño fruncido. —Siempre, siempre, el cuerpo de la Luna queda sobre el altar. Pero esta vez...—Esta vez no quedó nada. —Interrumpió Tarvos, con un tono sombrío.
La energía cálida que había inundado el cuerpo de Amelia cuando la luz blanca apareció seguía presente, aunque levemente debilitada. Era reconfortante, como si cientos de manos invisibles la hubieran sostenido para evitar que se rompiera. Sin embargo, esa sensación fue momentánea, ya que pronto cayó en la inconsciencia, dejándose arrastrar por un abismo oscuro y desconocido. Cuando despertó, sus sentidos volvieron lentamente, como si su cuerpo se estuviera reajustando a una nueva realidad. Sintió el aire fresco en su rostro, mezclado con el aroma inconfundible de tierra húmeda y vegetación. Abrió los ojos lentamente, y lo primero que vio fue un cielo opaco, cubierto por ramas retorcidas de árboles que se elevaban como garras hacia el vacío. Se incorporó con cuidado, todavía aturdida, y observó a su alrededor. El lugar donde estaba era inquietante. No muy lejos de donde yacía, distinguió figuras inmóviles en el suelo, que tenían sus pechos subiendo y bajando con respiraciones lentas y
Por seguridad, Amelia decidió correr aún más lejos. El bosque era un laberinto interminable de sombras y claroscuros, pero ella apenas notaba los detalles de su entorno mientras corría. Cada respiración que tomaba le dolía, no por el agotamiento físico, sino por el peso emocional que cargaba. Sus patas ahora firme y ágiles en esta nueva forma, se movían con precisión instintiva, guiándola más y más lejos de donde había enfrentado al demonio. La loba dentro de ella, esa presencia que ahora podía sentir como una segunda conciencia, permanecía en silencio, dándole espacio para enfocarse en la huida. Cuando finalmente estuvo segura de que no había rastros del demonio siguiéndola, se detuvo en un pequeño claro. La luz de la luna se filtraba a través de las ramas, proyectando patrones irregulares en el suelo cubierto de hojas. Amelia dejó escapar un largo suspiro, sentándose sobre sus patas traseras y mirando al cielo estrellado. Su respiración, aunque aún agitada, por fin comenzaba a estab
En un rincón apartado de la vasta región que rodeaba los territorios de los lobos, el aire estaba cargado de tranquilidad y misterio. Un grupo de lobos descansaba bajo la luz de la luna, pero uno de ellos, un lobo de pelaje negro profundo y majestuoso, no estaba dormido. Estaba recostado, con sus ojos cerrados mientras respiraba de forma regular. Parecía en calma, casi meditativo, pero de repente, como si una corriente eléctrica atravesara su cuerpo, abrió los ojos de golpe. Sus orbes dorados brillaron intensamente en la penumbra, y un murmullo apenas audible escapó de sus labios.—Ella ha regresado. —Dijo, con una mezcla de asombro y reverencia.Sin perder tiempo, el lobo se levantó sobre sus patas con una gracia imponente. Sus músculos tensos parecían vibrar con una energía renovada mientras alzaba la cabeza hacia la luna y lanzaba un largo y poderoso aullido que resonó en el silencio de la noche. Era un llamado, una orden, y las otras criaturas que descansaban no tardaron en respon
Capítulo 37Demonio LoboEl cielo sobre la tribu Storm estaba cubierto de nubes grises, reflejo de la tensión que se palpaba en el aire. Lukas se encontraba en el centro de la aldea, rodeado de guerreros de su tribu, todos armados y atentos. Sus ojos, siempre tan calmados y sabios, ahora estaban cargados de preocupación y determinación. Frente a él, de pie sobre un terreno ligeramente elevado, estaba Seth, acompañado por varios de sus hombres. Su postura era desafiante, y su mirada ardía con la ferocidad de un lobo acorralado.—Te lo diré una vez más, Lukas. —Gruñó Seth con su voz resonando como un trueno en la pequeña plaza. —Entrégame a mi hija.Lukas apretó los puños, a la par de su mandíbula tensa mientras le sostenía la mirada de Seth.—Tu hija está muerta, Seth. —Respondió con calma, aunque cada palabra era como un cuchillo en su garganta. Había repetido esa frase tantas veces que casi se había convencido de su verdad. —No entiendo por qué sigues insistiendo en algo que no exist