La energía cálida que había inundado el cuerpo de Amelia cuando la luz blanca apareció seguía presente, aunque levemente debilitada. Era reconfortante, como si cientos de manos invisibles la hubieran sostenido para evitar que se rompiera. Sin embargo, esa sensación fue momentánea, ya que pronto cayó en la inconsciencia, dejándose arrastrar por un abismo oscuro y desconocido. Cuando despertó, sus sentidos volvieron lentamente, como si su cuerpo se estuviera reajustando a una nueva realidad. Sintió el aire fresco en su rostro, mezclado con el aroma inconfundible de tierra húmeda y vegetación. Abrió los ojos lentamente, y lo primero que vio fue un cielo opaco, cubierto por ramas retorcidas de árboles que se elevaban como garras hacia el vacío. Se incorporó con cuidado, todavía aturdida, y observó a su alrededor. El lugar donde estaba era inquietante. No muy lejos de donde yacía, distinguió figuras inmóviles en el suelo, que tenían sus pechos subiendo y bajando con respiraciones lentas y
Por seguridad, Amelia decidió correr aún más lejos. El bosque era un laberinto interminable de sombras y claroscuros, pero ella apenas notaba los detalles de su entorno mientras corría. Cada respiración que tomaba le dolía, no por el agotamiento físico, sino por el peso emocional que cargaba. Sus patas ahora firme y ágiles en esta nueva forma, se movían con precisión instintiva, guiándola más y más lejos de donde había enfrentado al demonio. La loba dentro de ella, esa presencia que ahora podía sentir como una segunda conciencia, permanecía en silencio, dándole espacio para enfocarse en la huida. Cuando finalmente estuvo segura de que no había rastros del demonio siguiéndola, se detuvo en un pequeño claro. La luz de la luna se filtraba a través de las ramas, proyectando patrones irregulares en el suelo cubierto de hojas. Amelia dejó escapar un largo suspiro, sentándose sobre sus patas traseras y mirando al cielo estrellado. Su respiración, aunque aún agitada, por fin comenzaba a estab
En un rincón apartado de la vasta región que rodeaba los territorios de los lobos, el aire estaba cargado de tranquilidad y misterio. Un grupo de lobos descansaba bajo la luz de la luna, pero uno de ellos, un lobo de pelaje negro profundo y majestuoso, no estaba dormido. Estaba recostado, con sus ojos cerrados mientras respiraba de forma regular. Parecía en calma, casi meditativo, pero de repente, como si una corriente eléctrica atravesara su cuerpo, abrió los ojos de golpe. Sus orbes dorados brillaron intensamente en la penumbra, y un murmullo apenas audible escapó de sus labios.—Ella ha regresado. —Dijo, con una mezcla de asombro y reverencia.Sin perder tiempo, el lobo se levantó sobre sus patas con una gracia imponente. Sus músculos tensos parecían vibrar con una energía renovada mientras alzaba la cabeza hacia la luna y lanzaba un largo y poderoso aullido que resonó en el silencio de la noche. Era un llamado, una orden, y las otras criaturas que descansaban no tardaron en respon
Capítulo 37Demonio LoboEl cielo sobre la tribu Storm estaba cubierto de nubes grises, reflejo de la tensión que se palpaba en el aire. Lukas se encontraba en el centro de la aldea, rodeado de guerreros de su tribu, todos armados y atentos. Sus ojos, siempre tan calmados y sabios, ahora estaban cargados de preocupación y determinación. Frente a él, de pie sobre un terreno ligeramente elevado, estaba Seth, acompañado por varios de sus hombres. Su postura era desafiante, y su mirada ardía con la ferocidad de un lobo acorralado.—Te lo diré una vez más, Lukas. —Gruñó Seth con su voz resonando como un trueno en la pequeña plaza. —Entrégame a mi hija.Lukas apretó los puños, a la par de su mandíbula tensa mientras le sostenía la mirada de Seth.—Tu hija está muerta, Seth. —Respondió con calma, aunque cada palabra era como un cuchillo en su garganta. Había repetido esa frase tantas veces que casi se había convencido de su verdad. —No entiendo por qué sigues insistiendo en algo que no exist
Capítulo 38Demonio LoboLa noche estaba en su apogeo, con la luna alta en el cielo proyectando un resplandor tenue sobre el terreno que rodeaba la tribu Storm. Amelia avanzaba con pasos silenciosos, cada fibra de su cuerpo tensada con precaución. Sabía que estaba entrando en un territorio peligroso, uno que pertenecía a Seth, pero no tenía otra opción. Cada vez estaba más cerca de la tribu y, con ella, más cerca de encontrar a su hija y a Alanys. Se detuvo bajo la sombra densa de un árbol, manteniendo su respiración controlada mientras evaluaba el área. Su loba, Alhena, estaba inquieta, una sensación que Amelia podía sentir claramente en su interior.—¿Qué te ocurre? —Preguntó en su mente, intentando mantener la calma mientras se cubría aún más con la capucha. —¿Por qué estás tan... nerviosa?Alhena tardó un momento en responder, como si estuviera tratando de encontrar las palabras correctas.—Es la llamada de los lobos de Seth. —Admitió finalmente, con un matiz de incomodidad en su
Amelia observaba atentamente la expresión ausente del hombre frente a ella, mientras sentía una extraña punzada en su pecho. Recién había escuchado la voz nasal de Lilly a través del teléfono de Seth, que había puesto el altavoz por error. Estaba enferma, y el pelinegro, por supuesto, se ofreció a cuidarla. Pero había algo que debía terminar…Esa noche Amelia estaba en su periodo fértil, y era de suma importancia que concibieran a un heredero lo más rápido posible. Cuanto antes quedara embarazada, antes podría deshacerse de ella. Después de llevar a cabo el coito más malo y torpe de toda su vida, Seth se levantó rápidamente para darse una ducha, sintiendo que necesitaba lavarse para quitársela de encima. Al salir del baño, notó que Amelia lo miraba tranquila, pero claramente estaba fingiendo, Seth pedía oler su tristeza a kilómetros, así que se acercó a ella y depositó un casto beso en su frente.—Eres la luna más hermosa del mundo. — Musitó. Sus palabras eran dulces, pero a la vez s
Con el alba, los empleados de la mansión comenzaron con los preparativos pertinentes para la gran cena de esa noche. Todos conocían perfectamente el mal carácter del abuelo y el padre de Seth: Tarvos y Magnus Winchester. Dos hombres despiadados y sombríos a los que todos les temían. Cuando el reloj marcó la hora de inicio para el banquete y Seth no había aparecido, todos los sirvientes presentes no tardaron en ponerse inquietos ante tal embrollo, conociendo muy bien el caos que se avecinaba.El reloj marcó las ocho y cinco, cuando Magnus, el padre de Seth abrió su boca para romper el silencio.—¿Sabes dónde carajos se ha metido tu marido? —Inquirió con autoridad, su voz grave resonando en la habitación.Amelia bajó la cabeza a la par de su mirada que se posó en sus manos. Ella no se atrevía a mantenerle la mirada ni por un segundo, pero no podía ser descortés, así que respondió como pudo.—Seth… Él… —Tartamudeó ligeramente—. Él ha estado muy cargado de trabajo estos últimos días.Magn
Desde de llevar a Amelia a su habitación, Seth finalmente tuvo un momento de paz y silencio, la indiferencia de Magnus y Tarvos, como siempre, lo hartaba. “No permitiré que mis futuros hijos crezcan en este ambiente tan desprovisto de amor”, pensó hastiado. Estaba dispuesto a romper el pacto y si era posible, trataría de salvar a Mia de la muerte.Con la imagen de Amelia en su cabeza, levantó la vista y la vio salir del baño en ese momento. Con su cabellera rojiza húmeda, y su cuerpo pálido, curvilíneo, pero a la vez frágil y delgado; era su esposa, cuidadosamente seleccionada por él. Mia era la mejor opción para él. Ella era tonta y sumisa, necesitada de amor, no tenía familia o amigos cercanos, y cualquier muestra de bondad, por más pequeña que fuera, era suficiente para manipularla.Hasta el momento, parecía seguir creyendo sinceramente que su matrimonio era una unión de amor. Por eso, había estado esforzándose al máximo para agradar a su familia y a los miembros de la manada. A ve