PRÓLOGO
Las campanas de la iglesia ya sonaban, aquellos rayos de sol que habían llegado de una manera especial, un nuevo día estaba por vivirse y es que no se trataba de un día cualquiera, no se trataba de un día por el que se agradecía, ese era un día que cumplía los sueños de dos corazones que nunca creyeron amarse por quienes eran.
Mundos opuestos desde un principio, cualquiera que los hubiera visto comenzar aquel dulce y cómica historia de amor jamás hubiera imaginado que sus caminos iban a converger en ese lugar, en ese camino, al final, el matrimonio no parecía ser tan terrible como Yahir Ferrer siempre creyó.
Ahora tenía una respuesta, ahora sabía por qué las personas se casaban. No, era una mentira eso que llegó a creer que él que las personas se casaban simplemente por miedo a la soledad, por miedo a que su apellido se perdiera en la nada. Ahora Yahir Ferrer lo veía diferente, las personas no se casaban por miedo a la soledad o que su apellido se perdiera en la nada. Ellos se casaban por amor. Yahir Ferrer se casaba por miedo a no estar con ella, a terminar una vida donde ella ya no estuviera.
En dos habitaciones diferentes, en lugares lejanos uno del otro, hombres dentro de una habitación que compartían risas y en otra, en las más lejana, mujeres que compartían con ella el momento.
Mientras que en una habitación el perfume fuerte masculino era embriagador en la otra el perfume de la mujer era tan delicado, más delicado de lo que lo podría ser una flor. Mientras que en una habitación un traje negro que era usado por uno de los Ferrer con una flor en el saco en la otra habitación un vestido blanco que yacía en la cama mientras el maquillaje, las brochas, los diferentes colores hacían avivar la belleza oculta de aquella mujer tan diferente a las demás. ¿Cuánto había cambiado su vida?
Y todo lo que ella podía hacer era ver las sonrisas de las mujeres que la acompañaban en ese momento, tres de sus amigas, amigas que había hecho con el paso del tiempo en la nueva vida que el destino le había hecho tomar.
María Eugenia no podía sonreír más. Nunca pensó que ese fuera su sueño siempre, nunca pensó que pasó de ver la iglesia en que vivía como el lugar donde una promesa iba a ser hecha.
—María Eugenia, ya deja de parpadear —dijo una de sus amigas, la misma que le estaba colocando la máscara.
—Sigo sin acostumbrarme al maquillaje.
— ¡Ay, ya! Ha pasado mucho tiempo desde el día en que dejaste de ser una monja a una dama elegante. Y lo digo literal. —Dijo otra de sus amigas, la misma que le arreglaba el peinado.
María Eugenia no pudo hacer más que reír. Por instinto miró a la ventana. Era un hermoso día para ir a dar gracias por tan divino regalo que la vida le estaba dando. Nunca creyó que el amor que sintió por Dios fuera así o quizá, más intenso por el que sentía por la persona que la iba a estar esperando en aquel lugar donde las promesas se hacían.
— ¿Cuánto falta para…? —Preguntó María Eugenia sin poder completar su propia pregunta.
— ¡¿Tu boda?! —Sus amigas parecieron saltar de alegría al completar la pregunta.
—Sí —dijo María Eugenia con una enorme sonrisa en el rostro.
—Como cinco horas pero tú debes de estar lista para la boda antes de tiempo. No quiero andar corriendo al final.
—Pero ya casi estoy lista.
—Pues yo no lo ceo, te falta el velo, el vestido, te falta las zapatillas, te faltan tantas cosas. —Mencionó la mujer que maquillaba a María Eugenia.
—El ramo se te olvidó mencionar —dijo otra de sus amigas.
—Tienes razón, falta el ramo… ¡Falta el ramo! —Gritó la mujer completamente asustada. — ¡Falta el ramo, no lo hemos hecho!
— ¡¿Cómo que falta el ramo?! —Preguntaron las otras dos chicas al mismo tiempo.
Y todo lo que pudo hacer María Eugenia fue reír. Sus amigas parecían más nerviosas que ella.
— ¡Vamos a buscar el ramo!
—Yo me tengo que quedar con la novia —mencionó otra.
— ¡No, no es necesario! —Llamó su atención María Eugenia.
— ¿Cómo que no es necesario? ¿Quién te va a terminar de maquillar?
— ¡Ay! Ya terminaste, solo me estás retocando, cosa que harás cuando use el vestido, ve y busca mi ramo que nada puede salir mal en este día.
— ¿Segura que te quedarás quieta?
— ¡Por supuesto! Aquí me quedaré hasta que vengan.
—Confío en ti —dijo la mujer para después, ir detrás de las otras dos mujeres que vestían vestidos color vino.
Ahí se quedó María Eugenia, riendo de las locuras de sus amigas. En ese mundo tan frívolo no pudo haber conocido a mejores personas que ellas.
Si tan solo aquellas mujeres hubiera sabido del plan de María Eugenia, no la hubieran dejado sola, de eso estaban seguras.
Sin perder más tiempo, quitándose la bata y poniéndose la primer cosa que encontró en su closet, cuidando de su maquillaje y de su peinado, salió de aquel departamento con una sola idea en mente. Ver a las mujeres que siempre habían estado con ella. Ahora la vida parecía ser diferente. Ahora la vida parecía ser vista con diferentes ojos.
Menos de quince minutos le había tomado llegar justo donde aún podía escuchar las campanas tocar. Todo estaba listo, el camino que ella iba a seguir en algunas horas estaba preparado con flores a los lados hasta poder alcanzar el altar donde las promesas se hacían solo una.
— ¡Madre superiora, Madre superiora! —Gritó María Eugenia repetidas veces.
Y como si la estuvieran esperando, la madre superiora salió de uno de los cubículos con una sonrisa en el rostro pero con un gesto de sorpresa.
—María Eugenia, hija, ¿qué haces aquí?
María Eugenia sonrió. —Solo quería venir a verla y que me dé la confianza de que estoy haciendo lo correcto.
La Madre superiora sonrió al momento. María Eugenia jamás iba a cambiar, María Eugenia siempre iba a ser la misma incluso si su vida había cambiado tanto. ¿Quién lo diría? Una monja que termina casada con un hombre con defectos y virtudes
—Hija —dijo la madre superiora tomando las manos de María Eugenia. —Nunca, nunca en la vida dudes de lo que siente tu corazón. ¿Qué importa lo mucho que tu vida haya cambiado? Eres feliz, eres feliz por ti y si un hombre es tu felicidad eso sí, si ser tu vida él, está correcto, María Eugenia.
—Madre superiora, ¿es posible que Dios siempre tuvo este camino destinado para mí?
Una vez más la madre superiora sonrió. —Ella seguía siendo fiel a aquel amor que sentía por Dios y por toda esa vida que fue de ella en un principio pero que hoy había cambiado tanto.
—Es tu felicidad y la de nadie más. No tienes por qué mirar a nadie más. Es tu felicidad y eso es todo.
María Eugenia bajó la mirada. Su corazón estaba tranquilo. Su corazón no podía estar más contento. Solo que había algo que le preocupaba ligeramente después de haber llevado la vida que llevó. Una vida tan tranquila y tan inocente.
— ¿Sucede algo, María Eugenia? —Preguntó la madre superiora un poco preocupada.
—Sí, es solo que…
— ¿Qué sucede, hija?
— ¿La noche de bodas será pecado? —Preguntó ella avergonzada. —Sé que no debo de hacer este tipo de preguntas porque de por sí hacerlas, ya es un pecado pero no sé, no sé qué hacer.
La madre superiora sonrió. Quizá esa era la última vez en que María Eugenia la iba a escuchar.
—María Eugenia —llamó la madre superiora con ternura. —Escucha lo que voy a decir porque espero nunca tener que repetirlo. Si nosotros viviéramos preguntando qué es lo que pecado frente a los ojos de Dios y lo que no, no habría manera de querer. Todos los humanos queremos de forma diferente, olvidemos el pecado por un momento y enfoquémonos en amar, solo amar y nada más que amar. Haz lo que tu corazón te dicte, no veas atrás, solo no lo hagas y aprende a perdonarte así como aprende a perdonar a los demás. ¿De acuerdo?
María Eugenia asintió. Por supuesto que lo entendía.
—Y ahora vete ya que en un par de horas tendrás que estar aquí diciéndole al gran señor Ferrer que sí aceptas se su esposa. Vamos, corre, María Eugenia.
—Nos vemos después, madre superiora. —Dijo ella corriendo, lejos de la madre superiora.
Ahí se quedó aquella mujer, viendo a María Eugenia irse. Lucía tan feliz y tan renovada. La sonrisa desapareció de su rostro al momento en que recordó la noticia que había llegado a ella hacía un par de días,
La hermana gemela de María Eugenia no estaba muerta como todos pensaron, solo esperaba que ella nunca regresara a reclamar su lugar porque sería una pena comunicarle al presidente Ferrer que se había confundido, que su nieto no debería de estarse casando con una monja sino, con su hermana gemela.
La madre superiora se persignó. Solo esperaba esa niña hecha una mujer no regresara a reclamar su lugar.
CAPÍTULO UNO: SENTIMIENTO DE VENGANZA Y de pronto, la vida de aquella inocente mujer comenzó a cambiar de un momento a otro porque de un momento a otro, aquel CEO con el que se debía de casar por un viejo contrato y un viejo amor de su abuela con el abuelo de su prometido no fue más un infierno sino, el mismo paraíso. — ¿Acepta usted por esposo al señor Yahir Ferrer, para amarlo y respetarlo en las buenas y en las malas? —Preguntó el padre frente a ellos.Vivamente María Eugenia sonrió. —Acepto.—Señor Yahir Ferrer, ¿acepta usted por esposa a la señorita María Eugenia Cisneros, para amarla y para respetarla todos los días de su vida en las buenas y en las malas? —Preguntó el padre a Yahir.Por alguna extraña razón, viendo el brillo en los ojos de María Eugenia, él logró sonreír. —Acepto.—Muy bien, puede besar a la novia.Con una sonrisa en el rostro, María Eugenia besó a Yahir Ferrer.“Solo espero estar haciendo lo correcto y que mis actos no sean castigados en el día del juicio
CAPÍTULO DOS: EL REENCUENTRO DE LAS GEMELAS MÉXICO, CIUDAD DEL CARMEN 23 DE MARZOLos rayos de sol que entraban a través de la ventana de aquella habitación llena de lujos. Incluso si la brisa de mar no llegaba hasta ese lugar, podía olerse. Una nueva mañana acababa de llegar para ellos y con ello, una nueva vida especialmente para aquella mujer que solo tenía inocencia en el corazón.Poco a poco, los sentidos de María Eugenia fueron despertando al mismo que lo hacían los sentidos de Yahir Ferrer. Ni siquiera recordaba lo que había pasado la noche anterior. Todo lo que podía sentir es que no se sentía nada bien, la cabeza le daba mil vueltas, el dolor era casi insoportable.Conforme Yahir se fue despertando se dio cuenta de que en aquella cómoda cama, con las sábanas blancas él había faltado a su promesa. Dijo que no iba a presionar a María Eugenia en nada y eso fue lo que terminó haciendo sin saber cómo fue o cómo se dio todas esas circunstancias. Un error, el error más grande hab
CAPÍTULO CUATRO: SENTENCIA DE MUERTE Frente a los ojos delas cuatro personas que estaban ahí, dos personas idénticas. Mismos ojos, mismo color de piel, mismos gestos pero menos la fuerza en la mirada de ellas porque mientras una era solo bondad e inocencia, l otra era traición.Por un momento María Eugenia sintió desfallecer. Aquella mujer, la que estaba frente a ella era tan similar a lo que ella misma era. ¿Cómo era eso posible? El aire se le estaba yendo, el alma estaba dejando su cuerpo. María Eugenia, ese era el nombre que aquella mujer había usado.No pudiendo creer lo que estaban viendo los ojos de Yahir, miró a su esposa y después a la mujer frente a ellos. Eran la misma persona solo que una de ellas eran más fuerte, la fuerza de voluntad era como un perfume que podía ser respirado por los demás.Inmediatamente levantó la mirada a su abuelo, él parecía no estar tan intranquilo como lo estaba él mismo o la misma María Eugenia.— ¿Qué está pasando aquí? —Peguntó Yahir.— ¿Qu
CAPÍTULO CINCO: LA PRIMER MENTIRA Con la mirada perdida en el reflejo que veía ante ella, María Teresa sonrió. Ahora que conocía a su hermana se daba cuenta que no había nada parecido entre una y la otra. Podían están compartiendo el mismo rostro, podían vestirse igual si así lo que quería la otra pero eso no significaba que fueran a ser la misma persona. Incluso el sonido de su voz podía ser el mismo si ellas se lo proponían.¿Acaso no se daba cuenta María Eugenia que María Teresa era más capaz de hacer las cosas? Es que ella no lo podía creer, no podía cree que sus vidas fueran tan diferentes. Mientras una vivía la vida de lujos, una vida donde el dinero lo era todo junto con los hombres, María Eugenia era feliz rezándole a un Dios que quizá no existía.Su hermana era una estúpida, de eso no había duda. Era una pena que fuera a pagar por sus actos de la peor manera. No sabía cómo pero la iba a sacar de la casa. — ¿Hablaste con tu hermana? —Preguntó el mismo hombre que había ac
CAPÍTULO SEIS: UN MALENTENDIDO Llevando a su hermana de la mano, haciendo que corriera más rápido sin importarle que María Teresa no podía correr debido a los tacones que llevaba, María Eugenia la hizo entrar en una habitación de algún médico que no estaba ahí, seguramente. O al menos eso quería pensar María Eugenia.—Me estás lastimando, María Eugenia —dijo María Teresa soltándose de su hemana.— ¿Qué pretendes, María Teresa? ¿Que todo el mundo sepa que somos dos y no solo una como la familia de Yahir piensa? María Teresa sonrió. — ¿Por qué te importa tanto dañar la imagen de Yahir Ferrer? ¡Oh, no lo puedo creer! ¿Te has enamorado de él? ¿Quién lo diría, una monja enamorada de un hombre? —Rió su hermana.Todo lo que pudo hacer María Eugenia fue mirar a su hermana reír de ella. Eso le resultaba muy gracioso al parecer.Habían pasado dos días desde que ella había encontrado a su hermana por primera vez, habían pasado solo dos días en los que no podía pensar en otra cosa más que e
CAPÍTULO SIETE: UNA VÍCTIMA MÁS Las lágrimas se hicieron en los ojos de María Eugenia, ella había dicho toda la verdad y no era algo que le estuviera haciendo bien. Si tan solo las cosas se hubieran dado de manera distinta, si tan solo no hubiera perdido a su hermana de la manera en que lo estaba haciendo.Cuando ella e enteró que tenía una gemela no lo pudo creer, la peor parte no solo fue esa sino cuando le dijeron que su padre ya no vivía y que por eso ellas jamás habían logrado saber de él.Las cosas no eran tan fáciles como la misma María Teresa las podía estar pensando. Nunca fue la intención de María Eugenia fallarle de la manera en que lo hizo. Una maldita monja había llegado a hacer más de lo que la propia María Teresa hubiera imaginado, pero a diferencia de los que María Teresa estaba pensando, María Eugenia lo había hecho solo por una cosa. El amor genuino que sentía por Yahir, su amor siendo el más genuino, nunca necesitó de un beso, de pasar con él una noche para saberlo
CAPÍTULO OCHO: EL ERROR MÁS GRANDE, EL MOTOR DE VIDA Poco a poco, paso a paso, volteando a ver a Yahir, quien realmente se veía completamente roto por lo que estaba pasando y por el daño que María Eugenia le estaba provoca, María Teresa lo volteó a ver mientras oraba porque sus ojos lucieran tan llenos de tristeza como los de Yahir. — ¿Qué es lo que más quiere saber, señor Ferrer? ¿Qué más quiere saber ahora que ya es clara la manera en la que María Eugenia ha jugado con todos? Lo siento, se lo digo una vez más, siento que no haya llegado a tiempo, siento que nada de esto haya sido tan sencillo como creí. Es solo que creí que mi hermana e iba a detener antes de tiempo pero cuando el mundo comenzó a hablar del matrimonio, no pude resistirlo.— ¿Dónde estabas mientras ella hacía todo eso? —Preguntó Yahir mirando a la nada.María Teresa bajó la cabeza, no estaba preparada para esa pregunta porque la realidad era que Rodrigo no le había dicho todo lo que tenía que decir cuando tuvier
CAPÍTULO NUEVE: LAS HAN ENCONTRADO El principio del final había llegado para Yahir sin darse cuenta porque fue justamente en ese momento en que María Eugenia guardaba aquellas palabras que el hombre que más había amado, en el fondo de su corazón, las mismas que haría su motor cuando el momento llegara.El dolor estaba asfixiando a María Eugenia, sin más fuerzas en el alma, se sentó en el suelo, pudiendo de rodillas porque el dolor fuera soportable, pidiendo al cielo que todo eso se tratara de una broma porque la realidad es que no sabía lo que había hecho mal.Aquel hombre que se mostró vanidoso en un principio, aquel hombre que se mostró frío, el mismo que calmaba ser CEO de la compañía Ferrer pero siendo el más inmaduro, aquel hombre que ella aprendió amar de la misma manera en que ella lo hizo darse cuenta de que el amor es un sentimiento capaz de ser sentido por el más débil así como el más frívolo en el mundo.Poco a poco ella fue cayendo de rodillas, la noche era larga, la osc