CAPÍTULO 42
Vanesa, que parece derrotada, no está dispuesta aún en su situación a dejarse humillar de esa manera.

—¿Crees que soy tan débil como esa monja con la que te casaste? Si… te engañé por mucho tiempo, ¿y fue mi culpa? No… Fue tuya. Tenías un ego tan grande del tamaño del universo que creías que todas las mujeres caíamos rendidas a tus pies, pero yo te manejé como a un muñequito. —Vanesa se levanta del suelo, y Joseph observa la escena sin intervenir. Es como si estuviera esperando por un momento que ellos mismos se mataran entre sí. Ares, que estaba de espaldas caminando en dirección a la puerta, se gira hacia ella y la recuesta con un poco de brusquedad contra la pared.

—¡Cierra la m*****a boca!

—¿Por qué? Según ustedes dos, ya me descubrieron, pero no son más que una partida de estúpidos que yo manejé a mi antojo. A ti Joseph, no te engañé solo con Ares, antes lo hice con muchos.

—¡Maldita zorra! —Exclama el hombre controlándose de una forma descomunal, para no hacer algo de lo que pue
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