Ares, apenas siente la calidez de los labios de Aurora, profundiza el beso, que inocentemente su esposa recibe, sin saber qué hacer. Sintiendo cómo aquel hombre estaba deseoso de besarla, apoderándose de su boca con desespero y lujuria, para luego al notar el no rechazo de ella, besarla con suavidad. Aurora perpleja, cerró los ojos y se dejó llevar, y sintió que en su pecho algo estalló y que un extraño hormigueo recorría todo su cuerpo. Los labios de Ares acariciaron los suyos, con ternura, y cuando a regañadientes se separó de ella, la chica se sintió tan débil que tuvo que apoyarse en el pecho de él con una mano para no venirse abajo. —¿Por qué hiciste eso? —Pregunta con pausa y casi en susurro al intentar recuperar el aliento. —No sé… —Responde Ares cada vez más confundido por sus sentimientos. Y su respuesta llena de enojo a Aurora que se siente nuevamente humillada por él. Impulsivamente, se aleja, y mirándolo a los ojos le da una bofetada tan fuerte que su mano le duele.
Jazmine que junto a Josué preparaba una rueda de prensa para promocionar su gala benéfica para recaudar fondos para los niños huérfanos, es interrumpida por una llamada que esperaba con ansias, pues en casa, intentaba no toparse con Vanesa, para no crear discordia y darle motivos para que se victimizara frente a Ares. Aunque siempre la vigilaba, ¿a donde iba?, ¿con quién se veía?, ¿qué compraba?, ¿dónde comía?, ¿a qué horas llegaba?; expectante de que muy pronto los hombres de Joseph por fin la encontrarán. En su viaje, no tuvo un grato encuentro con ese hombre, pues ambos tenían un carácter demasiado explosivo para llegar a un acuerdo. Al tipo solo le interesaba saber dónde encontrar a Vanesa, y aunque los planes de Jazmine, no salieron exactamente como ella lo había planeado, darle información suficiente para que muy pronto encontrara a su flamante esposa, era mejor que nada. Sin embargo, Joseph no contaba con que la muy maldita no solo lo había denunciado a la policía, sino
Aurora, que acaba de llegar a trabajar después de una larga noche en el hospital junto a su padre, fue a su casa para cambiarse y volver al lugar de donde la noche anterior salió echa una furia. Adriana, que le pide que la acompañe a su oficina, pone algo nerviosa a la muchacha que sabe que su hermana, quiere terminar la conversación que iniciaron ayer. —Sé que me has llamado para saber si estoy o no enamorada de Ares... —Toma la iniciativa Aurora que, últimamente, se sentía más confiada al expresar sus opiniones propias sin que nadie le dijera que hacer. —¡Muy bien! —Rodea su escritorio. —Entonces espero tu respuesta. —No. no estoy enamorada de Ares. No creo estarlo. No después de todo lo que me hizo. —¿No crees? —A ti no puedo mentirte. Mi cuerpo reacciona a él, y mi corazón late muy fuerte cada vez que está cerca. Fue así desde que lo volví a ver. —Espera, ¿tú te sentías atraída por él, en el pasado? ¿Cuándo yo era su prometida? —Pregunta Adriana, algo herida, si
Jazmine, muy impaciente, espera en el consultorio del Doctor Reginald los resultados de sus exámenes. Toda la mañana estuvo siendo sometida a una serie de estudios, y estaba de muy mal humor. —¿Hasta cuando tendré que esperar, Regie? —Le pregunta a su médico de cabecera, cómplice y amigo de toda la vida. —Tranquila Jazmine, no tardan. —Le dice el hombre, de avanzada edad, cuando tocan la puerta. —Vez. Deben ser los resultados. —Por fin... —¡Adelante! —Permiso… —Dice y pasa una enfermera con varios documentos en su mano, que entrega al médico y se retira. Luego de agradecerle a la enfermera, Reginald Reeds, lee con atención cada hoja, mostrando una preocupación notable al ver a Jazmine a los ojos, luego de releer varias veces los resultados y observar con detenimiento las imágenes de los estudios que eran muy claras. —¿Qué pasa? ¿Por qué no dices nada? —Le pregunta Jazmine al ver su rostro, deduciendo claramente que los resultados habían mostrado que tenía algo grave.
El primer golpe lo da Joseph, que hasta hace unos minutos creía que el mayor delito de Vanesa había sido abandonarlo. Jamás imaginó que la muy desgraciada conociéndolo se atreviera a engañarlo. Ares, que se defiende, luego de caer de la silla por el fuerte puño que rompió su labio, empieza a ponerle una paliza a Joseph que hace lo mismo cuando Ares de la nada se detiene, al recordar el rostro desaprobatorio de Aurora. —¡Maldito bastardo! —Le dice Joseph que se pone sobre él, y no deja de golpearlo. Mientras que Ares deja que el hombre lo golpee sin defenderse, algo que no agrada a Joseph. —¿Qué crees que haces? ¡Pelea! —No tengo por qué pelear. Si sigo respondiéndote es como si estuviera peleando por Vanesa, y la verdad tu esposa no vale la pena. —Muestra media sonrisa y Joseph le da un último golpe soltándolo y haciéndose a un lado, cansado por la pelea, mientras limpia con el dorso de su mano la sangre que tenía en la cara. —Y si no quieres pelear, ¿a qué viniste? —Vine a cono
Vanesa que nota a Ares algo raro, por primera vez en su vida decide no ser tan desconfiada. Pues es verdad que la reacción de Ares había sido muy agresiva, pero si supiera la verdad, le habría ido peor. Además, era a la única persona que tenía. Sin embargo, estaba tan segura de que podría seguir junto a él, gastando dinero a manos llenas, sin ningún tipo de complicación en su vida, siendo su única preocupación deshacerse de Jazmine, que jamás pensó en guardar suficiente dinero, para cuando lo necesitara. Después de todo, ella seguía siendo una asesina, que había huido de la escena del crimen, y lo mejor que podía hacer por ahora, era ser la protegida de Ares Walton, y vivir una vida que nada tuviera que ver con su pasado. Sin embargo, no contó con que la débil y temerosa Aurora pudiera atravesarse en su camino. ¿Quitarle el dinero que tanto le había costado conseguir? Eso era algo que no pretendía dejar pasar. Luego de pasar la pena de su vida en varias tiendas, se va directam
Aurora, que se acerca a Ares muy insegura, y algo nerviosa después de cómo terminó todo en el restaurante. Se sienta a su lado viendo con intriga al hombre que parece pensativo y taciturno. Él nota su presencia, y de inmediato la observa, haciendo que la chica cambie su expresión por una más seria. Deja de verlo de inmediato, y abre el botiquín, sacando alcohol, algodón y algunas banditas. Toma una mota de algodón y lo remoja en alcohol, centrándose de nuevo en su esposo. —Puedes por favor… —Hace un gesto con la mano. Quiere que baje un poco su cabeza y se acerque a ella para poder limpiarlo, pero su nerviosismo le impide terminar de hablar, algo que Ares interpreta como enojo; sin embargo, entiende su intención y gira la silla y se acerca a ella, bajando un poco su cabeza y quedando en una posición donde sus ojos hacen un perfecto cruce de miradas. Aurora, que empieza a limpiar todo el rostro de Ares, se percata de dos heridas importantes, un corte en el labio inferior, y una s
—¿Qué pasa? ¿No me dirás quién es Ares?... Mi amor...—Le pregunta con sarcasmo el hombre, a la mujer que está tan pálida por la impresión que se desmaya. Joseph les pide a los hombres que Ares puso a su servicio que se queden vigilando el edificio mientras él, carga a su esposa, y la lleva a su nuevo apartamento con todo y maletas. La recuesta en el sofá y va a la cocina por un vaso de agua que le tira a la cara, haciéndola reaccionar de golpe con una sensación de ahogamiento. Vanesa que observa al hombre que está mirándola desde arriba, se levanta de inmediato asustada y se arrincona en el sofá. —¿C-cómo es q-qué tú?… ¿Aquí?… ¿Cómo es posible? —¿Qué mi amor? Es que tu tartamudez me confunde un poco… ¿Qué quieres saber? ¿Que cómo es que estoy aquí y no preso pudriéndome en una cárcel gracias a que tú me entregaste? —Empieza a caminar de un lado a otro, mientras que Vanesa imagina lo peor. —Digamos que… hice un pacto con el diablo… —Se acerca a ella y la toma