Aria
El cielo estaba cubierto de nubes oscuras, la tormenta llegaba con furia. A través de las ventanas del palacio, el viento azotaba los cristales, anunciando la llegada de la tormenta que todos temían. La electricidad en el aire era palpable, como si el mismo cielo estuviera dispuesto a romperse. Y, en medio de todo eso, yo me encontraba en el salón de estar, atrapada en el mismo lugar que Alexei, obligado por circunstancias más allá de nuestro control.
"Perfecto", murmuré para mí misma, buscando un rincón donde escapar de la mirada penetrante del príncipe. Si las cosas fueran diferentes, si mi vida fuera solo mía, tal vez podría haberme refugiado en el jardín, alejarme de las paredes frías del palacio. Pero no. Hoy, el destino tenía otros planes para mí.
Alexei estaba allí, como siempre, impecable, pero con esa ligera tensión que ahora conocía bien. Podía ver la lucha en sus ojos, esa ira contenida, esa frustración con todo lo que no podía controlar. Él también estaba atrapado. Y, por alguna razón, no podía dejar de pensar en cómo lo veía todo. Su arrogancia era solo una coraza, una fachada que lo mantenía a salvo de la tormenta interna que parecía desatarse a su alrededor.
"¿Qué miras?", me dijo, su voz cortante, un toque de desafío en sus palabras.
Miré hacia el otro lado de la habitación, incapaz de mirarlo a los ojos. "Nada", respondí rápidamente, aunque mi mente estaba lejos de esa simple respuesta. La tensión entre nosotros no solo era inevitable, sino que se volvía más palpable cada día. No me gustaba, no me gustaba nada. Pero algo dentro de mí me decía que no podía ignorarlo por más tiempo. Algo en él me desbordaba. Me hacía sentir atrapada.
Alexei se acercó, y por un momento, la distancia que había entre nosotros pareció acortarse. "No puedes seguir ignorándome", dijo, sus palabras penetrando en mis pensamientos. Su tono era firme, desafiante, pero también había algo más. Algo que no podía identificar.
"¿De verdad crees que soy como todas las demás mujeres que han caído a tus pies?", le espeté, mi voz dura, y a pesar de mis palabras, sentí un nudo en el estómago al ver cómo se acercaba más. ¿Qué me estaba pasando? Yo, una princesa, exigiendo respeto como si fuera una rebelde sin causa. ¿Qué era lo que me atraía de él? ¿El hecho de que nunca me había mirado como algo más que una obligación? ¿O simplemente su presencia, tan imponente, tan difícil de ignorar?
"No sé qué hacer contigo", respondió, su tono menos arrogante de lo que esperaba, como si su propio enojo se estuviera desmoronando bajo la superficie. Su mirada se suavizó, aunque aún no podía entender si era sincero o solo una táctica más para conseguir lo que quería. "Es más fácil mantener las distancias, ¿verdad? ¿Por qué no simplemente jugar el papel que nos han asignado? Casarnos, sonreír ante las cámaras, ser lo que esperan que seamos."
Mi respiración se aceleró ante su confesión. Sabía que estábamos atrapados en un teatro, pero jamás pensé que él también lo vería así. "Eso es lo que se espera, ¿no?", respondí, mi voz mucho más suave de lo que pretendía. "Pero hay algo en ti, Alexei, algo que no encaja con el resto de este mundo."
"Y, sin embargo, no podemos escapar de él", dijo, un poco más tranquilo, pero la tensión seguía flotando entre nosotros. "Estamos atrapados, y lo único que nos queda es seguir la corriente."
Me giré hacia él, mis ojos fijándose en su rostro, buscando una respuesta que no sabía si quería encontrar. Pero ahí estaba, tan cerca, tan real. "¿Y qué hay de ti?", le pregunté, mis palabras saliendo más rápido de lo que había anticipado. "¿Qué pasa con lo que tú quieres? Porque claramente lo que quieres no es esto, ¿verdad?"
Alexei suspiró, y por un segundo, sus facciones parecieron suavizarse, como si la capa de arrogancia que siempre llevaba puesta estuviera empezando a desmoronarse. "Lo que quiero..." Su voz se rompió por un segundo, antes de continuar, mirando hacia el suelo. "Lo que quiero nunca ha importado, Aria. Yo soy un príncipe. ¿Qué es lo que un príncipe puede desear? No hay lugar para mis propios deseos."
Mi corazón dio un vuelco ante esa declaración, y por primera vez, vi al hombre detrás del príncipe. Lo vi vulnerable, aunque lo último que quería era sentir lástima por él. La realidad de su vida, las expectativas que recaían sobre él... Me hizo sentir que, tal vez, no todo era tan sencillo.
"Eso no es justo", murmuré, mi rabia disminuyendo ante la tristeza en su voz. "Nadie debería vivir con esa carga. No eres solo un príncipe, Alexei. Eres un hombre, y como hombre, mereces algo más que seguir órdenes."
Él levantó la mirada, y por un instante, nuestros ojos se encontraron. Fue un instante fugaz, pero en ese momento, sentí una conexión. Algo que no estaba planeado, algo que no entendía, pero que definitivamente estaba sucediendo.
"No sé si merezco algo más", dijo con una risa amarga. "Pero lo que sí sé es que nada de esto es mi decisión. Y ni tú ni yo podemos cambiar eso."
La tormenta afuera rugió con fuerza, haciendo que las ventanas temblaran. Y de alguna manera, sentí que la tormenta no solo estaba en el mundo exterior, sino también entre nosotros.
"Entonces, ¿qué hacemos?", le pregunté, sintiéndome vulnerable, como si fuera la primera vez que realmente lo miraba sin todas las máscaras. "¿Seguimos con esta farsa por el resto de nuestras vidas?"
"¿Qué otra opción tenemos?", contestó con una sonrisa irónica, pero había algo en su mirada que decía lo contrario.
Y antes de que pudiera responder, el silencio nos envolvió. Estábamos tan cerca ahora, las palabras sobraban, y lo único que quedaba era esa tensión entre nosotros, una tensión que no podía ignorar.
De repente, sin previo aviso, dio un paso hacia mí. Mi respiración se detuvo, y el mundo a nuestro alrededor pareció desvanecerse. Estaba tan cerca que podía sentir su calor, su fuerza, esa energía cruda que emanaba de él. No había necesidad de palabras en ese momento, todo lo que sentía era suficiente. Pero él, al parecer, estaba tan confundido como yo.
"Aria..." murmuró, y en su voz había algo que no había estado allí antes. ¿Era una súplica? ¿Un deseo?
La tormenta siguió rugiendo fuera, pero dentro de la habitación, el aire estaba cargado de algo mucho más peligroso. Algo que no sabíamos cómo manejar, pero que no podíamos ignorar.
El momento se estiró, y, finalmente, sus labios estuvieron a unos pocos centímetros de los míos. Podía oír mi propio corazón latiendo a la par con el suyo. Pero en el último segundo, algo lo detuvo. Retrocedió, y el momento se desvaneció.
"Tal vez..." comenzó, pero sus palabras quedaron atrapadas en el aire, sin terminar de salir.
"Tal vez qué?" Le desafié, sintiendo que la distancia entre nosotros crecía de nuevo, aunque nadie lo quisiera.
"Tal vez hay algo más entre nosotros", susurró, sin atreverse a mirarme a los ojos. Y eso fue todo. La tormenta seguía afuera, pero en nuestro interior, el caos estaba comenzando.
AlexeiLa noche estaba cargada de una calma tensa, como si el aire mismo se estuviera conteniendo, esperando que algo estallara. La gala, como todas las demás, se desarrollaba con su aire artificial de perfección, las sonrisas perfectas, las conversaciones perfectas, las cámaras enfocando cada paso, cada gesto, cada mirada. Y ahí estábamos nosotros, Aria y yo, de nuevo jugando nuestro papel en esta farsa.La boda se acercaba, y con ella, una sensación de inevitabilidad que no podía sacudirme. Estaba atrapado en un mundo de deber y expectativas, donde mis propios deseos no importaban. Pero Aria… Aria no lo hacía más fácil. Cada vez que la veía, cada vez que me enfrentaba a su mirada desafiante, algo dentro de m
AriaEl vestido que llevaba puesto me asfixiaba. No por lo ajustado del corsé ni por la opulencia de la tela, sino porque era un recordatorio de la farsa en la que estaba atrapada. La princesa perfecta. La prometida ejemplar. La futura reina de un país que apenas conocía.Y Alexei…Él también estaba jugando su papel a la perfección. Demasiado bien. Desde aquel beso bajo la luna, algo en él había cambiado. O tal vez era solo mi percepción la que se había alterado. Ahora parecía más atento, más… humano. Y eso era lo que más me aterraba.Los flashes de las cámaras seguían cegándome mientras sonreía para la prensa, con su mano desc
AriaNunca imaginé que mi vida sería una jaula dorada. Todos esos lujos, las sonrisas falsas y las apariencias que tengo que mantener… pero nada de eso me hacía sentir libre. Al contrario, todo lo que me rodeaba me mantenía encadenada. Y ahora, la única salida que mi familia real veía para mí era un matrimonio arreglado con un príncipe del que nada sabía, salvo que mi destino y el suyo estaban atados por la corona, no por el amor.“La princesa Aria, ¿te das cuenta de lo que esto significa?”, me dijo mi madre con una sonrisa tan fría que ni el sol de la mañana lograba derretirla. “El matrimonio con el príncipe Alexei es una oportunidad para nuestra familia. Es un compromiso de sangre, de poder, de influencia.”Sí, claro. Solo faltaba añadir “y de sumisión”. Porque eso era lo que sentía al escucharla hablar: un compromiso, pero no el mío, sino el de mi libertad. Sus palabras eran un susurro de promesas vacías, de sacrificios ocultos bajo una fachada de brillo y glamour.Cuando mis ojos
AlexeiEl reloj en la pared me observa con impaciencia. Otra reunión, otro día, otra obligación. El peso de mi familia, de mi deber, me aplasta con la misma intensidad que el día anterior, y el día anterior a ese. El compromiso con Aria es solo una parte más de un juego que nunca quise jugar. Pero aquí estoy, atrapado en la telaraña de la realeza, donde cada movimiento está controlado, cada palabra calculada. Nada más que una marioneta en manos de aquellos que deberían haberme protegido.A veces me pregunto por qué me siento tan desconectado de todo esto. Si no fuera por el deber, si no fuera por mi familia, ¿realmente querría estar aquí? ¿Realmente querría ser el príncipe? No tengo una respuesta clara. Solo sé que me están manipulando, y lo peor es que no puedo hacer nada al respecto.El día después de la rueda de prensa fue un caos absoluto. Aria, esa princesa insoportable, no dejó de darme dolores de cabeza. Cuando la conocí en público, su comportamiento fue lo que esperaba: distan