85.

He vivido por años con la sensación de ser una perdedora, una miedosa y una cobarde; sobre todo, me he dicho que soy demasiado cobarde. No fui capaz de enfrentarme a Emiliano. Tuve tantas oportunidades de al menos reclamarle por lo que me hizo, pero no fui capaz de musitar ni una sola palabra.

He sido tan cobarde que perdí la voz por meses.

Un año después de haberme intentado quitar la vida, me llegó un mensaje de una mujer al celular. Me dijo que era la mujer que estuvo con Emiliano aquel día, que quería hablar conmigo.

Nos encontramos en un pequeño restaurante cerca de la universidad y tomamos café. Fue un día de verano, la brisa soplaba alegre y los árboles de roble se veían con las hojas sumamente verdes.

Su nombre era Rubiela, llevaba el cabello hasta los hombros, pintado de negro; era alta, delgada, de piel bronceada y tenía unos hermosos ojos color miel.

Rubiela me pidió perdón, me dijo que Emiliano no le había dicho que tenía novia, que, de hecho, la estuvo pretendiendo por me
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