Nuestro amor desde el comienzo fue puesto a prueba, a base de problemas, dudas y misterio. Muchas veces me cuestioné si realmente Aiden era el hombre indicado para mí, si al final del día todo lo que habíamos sufrido y pasado juntos, valdría la pena.
Hoy, habiendo cumplido diez años de casados, puedo dar certeza de que él es el hombre con el que deseo pasar el resto de mi vida.
La relación no ha sido perfecta, hemos tenido altas y bajas, pero he aprendido que con paciencia y amor todo se puede.
Nuestra hermosa Alana es la niña más hermosa y dulce que pueda existir. Es idéntica a su padre, así como también es locura con él. Tienen una relación muy especial y bonita. Se cuentan todo. Incluso acompaña a su papá a la clínica y le sirve de apoyo a los demás niños.
Por otra parte, Aiden y yo decidimos en conjunto la construcción de mi propia clínica veterinaria. Aún falta para que se termine la construcción, pero estoy muy emocionada al estar a punto de cum
“El ser humano posee dos cara como una moneda; la que se muestra a todo aquel que se acerque y la que se reflejaba únicamente frente al espejo”. Natalia Díaz La cárcel es el infierno en la tierra, donde encierran a los seres más despiadados y son sometidos a enfrentar la justicia y pagar por sus atroces crímenes. Al pasar por el cedazo de la justicia y ser juzgado, de ser hallado culpable; deberás cumplir con lo que un juez disponga. A veces eres sentenciado con una pena mínima, mientras que otras veces eres condenado a pasar el resto de tu vida detrás de los barrotes. Es duro, ¿no? ¿Alguna vez has pensado en la cantidad de personas que día tras día son condenadas injustamente sin
—Entiendo cabalmente su dolor, pero le juro que yo no lo hice. —Eso mismo dicen todos los asesinos cuando se encuentran en una situación similar. Piensan que pueden engañar y manipular a todos con sus lágrimas, pero déjame informarte una cosa, doncella. Eso jamás va a funcionar conmigo. Tengo pruebas contundentes con las que puedo hundirte en la cárcel si se me diera la gana y probarle a todos el dinero que pasó tu padre por debajo de la mesa al juez para sacarte de la cárcel. Pero ¿sabes qué? No creo en esa justicia. Las asesinas como tú, merecen algo peor que vivir a costa del pueblo detrás de las rejas, con cama y comida incluida. Por lo que prefiero asegurarme de que pagues con creces todo lo que hiciste. —No sabe lo que dice. Rebecca era mi mejor amiga. Jamás le hubiera hecho daño. ¡Yo no soy una asesina! —El reporte indica que tus huellas estaban en el arma homicida. Incluso en tus uñas había rastro de piel y sangre de mi hermana, como evidencia contund
El camino pareció eterno al no poder ver al lugar que me llevaba. Permanecí bocabajo y quieta con temor de hacer algo que le hiciera enojar. Traté en varias ocasiones deshacerme de lo que sujetaba mis manos, pero era muy difícil, para no decir imposible. El miedo volvió a sacudir mi corazón en el momento que sentí el auto detenerse y su brusquedad para sacarme. Estábamos en una especie de garaje de lo que parecía ser de una casa común y corriente. Salimos al patio trasero y pude darme cuenta de que a nuestro alrededor solo hay árboles, oscuridad, no hay más casas, no hay vecinos, no hay nadie como llegué a pensar. Era mi única esperanza, pero ahora todo se esfumó. Me dirigió a la puerta de madera que da al sótano, la cual abrió con una sola mano y pude confirmar que en efecto de eso se trataba. Era oscuro, muy oscuro y había telas de arañas en las paredes y en las escaleras que bajamos. Encendió las luces, permitiendo que pudiera explorar los alrededores y era espeluznante v
Vi a un hombre bajar las escaleras, a diferencia del hermano de Rebecca, éste no tenía su rostro cubierto. Nunca lo había visto en mi vida. Luce muy joven, tiene su cabello corto y medio rizado. En apariencia podría decir que no creo que tenga más de veintidós años. —¿Qué hay, Aiden? ¿A poco te estás divirtiendo sin mí? Sabía que, si era amigo de ese demonio, rogarle o pedirle ayuda no haría ninguna diferencia. —Ya cállate. —Pobrecita. Parece un pollito mojado. ¿Qué has estado haciendo con ella? ¿Ya te la comiste? Aiden no respondió, solo se me quedó viendo. —Al menos comparte — se detuvo a la altura de mis pies y trató de abrir mis piernas con la suya, pero las presioné. —Déjala. Hacer algo con ella sería como premiarla, pues se nota que acostumbra a cenar hombres de desayuno, almuerzo y cena. —¿No le has hecho nada? ¿De verdad piensas pasar esta oportunidad? ¿No te sientes tentado viendo semejante cena servida? <
—¡Eres un asesino! — le grité aterrada. —Mira nada más; un burro hablando de orejas. ¿Querías que lo dejara? — sacó el cuerpo de encima de mí y lo tiró al lado mío. —¡Animal! —No hice nada diferente a lo que le hiciste a mi hermana. —Estoy harta de decirte que no lo hice. —Y yo harto de oír las mentiras que dices. —Si solo vas a creer lo que se te da la gana, pues mátame entonces — verdaderamente me sentía fuera de sí. Aunque sabía que no debía provocarlo, los nervios me hicieron hablar demás. —Es muy pronto para que pidas eso — lo tomó tranquilo, yo que pensé que trataría de hacerme algo malo. —¿Cuánto tiempo planeas dejarme aquí? —Toda tu vida. Esa noche volvió a rociar agua helada sobre mí con la supuesta intención de limpiar mi cuerpo de la sangre de ese joven. Cada día y noche bajaba a traer más atún y agua. No tenía apetito, la verdad es que no me sentía nada bien. Estaba débil, no me podía
—Casi te mueres por una simple fiebre. Y eso, que solo ha sido una pizca de lo que te espera todavía. Mis tripas sonaron en el peor momento y él logró escucharlo. Me sentía muy avergonzada. —¿Estás muriendo de hambre también? Eso te pasa por no comerte el atún que con tanto gusto te preparé. La comida no se desperdicia. Por eso estás tan esquelética. Te dejaré en esta habitación solo por hoy, pero ya mañana conocerás tu nuevo hogar. Y que te quede claro que sí lo hago es porque… —Porque no quieres que me muera tan rápido. Ya me ha quedado bastante claro. —Qué bueno. Al menos me estás entendiendo — se levantó de la cama y miró hacia la puerta del baño—. Báñate y luego regresas a la camita— caminó hacia la puerta de la habitación y se detuvo—. Y no pierdas el tiempo mirando la ventana. Estás en un cuarto piso. Si deseas arrojarte puedes hacerlo, pero terminarás hecha puré — salió de la habitación y escuché que cerró la puerta con llave desde fuera.
—Yo no fui — musité. Arrancó todos los cables que tenía puesto y me subió bruscamente a su hombro. Me trajo de vuelta a la habitación y me arrojó sobre la cama. Tenía miedo de lo que iba a hacer por eso me traté de mantenerme lejos suyo. —Disfruta de las últimas horas que te quedan — salió de la habitación y la cerró por fuera. Estallé en llanto, desmoronándome detrás de la puerta. Le di varios golpes, diciendo la verdad a gritos. Quería guardar así fuera una pequeña esperanza de que me escucharía y creería en mi palabra. Tenía una lucha conmigo misma. Puedo comprender de cierta forma su actitud y dolor, pero estas no son formas de tratar a nadie. Al cabo de unos minutos escuché la cerradura de la puerta y me aparté con temor pensando que se trataba de ese demonio, pero vi a Andrea nuevamente. —Saliste más perra de lo que pensé. Y eso, que creí en tu palabra cuando dijiste que no habías sido. —Yo no lo hice. ¿Por qué nadie puede creerm
Estaba vestido totalmente diferente a como lo he visto anteriormente. Su chaqueta era negra y de cuero. Además, siempre lo vi con máscara y antifaz. Su cabello siempre estaba peinado hacia al frente, no hacia atrás. No sabía que detrás de eso se ocultaba un hombre así. ¿Será por esa cicatriz que oculta su rostro? Sus ojos son demasiado bellos y lo hacen ver atractivo, pero ¿de qué vale esa belleza, si por dentro está podrido? ¿Cómo pude ser tan tonta y ciega que no lo reconocí? No puede ser que tenga tan mala suerte. De todas las personas que pude haber encontrado, tuvo que ser precisamente con él. Mi cuerpo estaba completamente paralizado. No sabía si debía arriesgarme y correr o ser obediente. Mi papá viene para acá y este loco puede hacerle algo. —Antes de que hagas una tontería, te aconsejo que pienses bien en las consecuencias. Debo admitir que me impresiona que hayas tenido la valentía de escaparte. —¿Cómo supiste dónde estaba? —Tengo mis mañas.