—Entiendo cabalmente su dolor, pero le juro que yo no lo hice.
—Eso mismo dicen todos los asesinos cuando se encuentran en una situación similar. Piensan que pueden engañar y manipular a todos con sus lágrimas, pero déjame informarte una cosa, doncella. Eso jamás va a funcionar conmigo. Tengo pruebas contundentes con las que puedo hundirte en la cárcel si se me diera la gana y probarle a todos el dinero que pasó tu padre por debajo de la mesa al juez para sacarte de la cárcel. Pero ¿sabes qué? No creo en esa justicia. Las asesinas como tú, merecen algo peor que vivir a costa del pueblo detrás de las rejas, con cama y comida incluida. Por lo que prefiero asegurarme de que pagues con creces todo lo que hiciste.
—No sabe lo que dice. Rebecca era mi mejor amiga. Jamás le hubiera hecho daño. ¡Yo no soy una asesina!
—El reporte indica que tus huellas estaban en el arma homicida. Incluso en tus uñas había rastro de piel y sangre de mi hermana, como evidencia contundente de que mi hermana puso resistencia. Aun así, le arrebataste la vida.
—¡Eso es mentira!
—¿Mentira? Mentira es lo que dijo el abogado encargado de tu caso. Alteraron las pruebas y el reporte para sacarte, pero cuento con el primer informe que salió y, aunque trataron de esconderlo, tengo a la mano todos las pruebas reales de que fuiste tú quien mató a mi hermana. ¿Me dirás qué alguien más ligó todo eso a ti para incriminarte? Esa noche estabas intoxicada de alcohol. Ese detalle también lo omitieron en el juicio con tal de que no tildaran a tu padre como un irresponsable. ¿Por qué no dijiste eso? Si según tú, no eres la asesina de mi hermana, ¿por qué omitiste también ese detalle, que hubiera servido de mucho en esclarecer el caso? Por lo que me contaron los vecinos, un hombre te dejó frente a la casa de mi hermana. En pocas palabras había un tercero involucrado, probablemente un testigo fundamental, pero que tampoco mencionaron y no se presentó. Existen muchas versiones, pero la verdad es que ya nada de eso importa. A fin de cuentas, tengo a la asesina de mi hermana frente a mí y no pienso desaprovechar esta oportunidad. Vendrás conmigo a la buena o así me toque llevarte arrastrada lo haré.
—No. Yo no iré con usted a ninguna parte. Le prometo que, si me da una oportunidad, llegaré al fondo de esto y hablaré con mi papá, pero no cometa un error del cual se pueda arrepentir luego. Le aseguro que yo no maté a Rebecca. Ella era mi mejor amiga y yo la amaba mucho.
Su mano se aferró a mi cuello tan repentinamente que no tuve oportunidad de reaccionar a tiempo para evitarlo.
—Que sea la última vez que menciones el nombre de mi hermana. Ese nombre te queda demasiado grande en esa boca, ¡maldita asesina!
No podía casi respirar. Tenía la sensación de que me quebraría el cuello. Estoy diciendo la verdad. ¿Por qué nadie me cree?
Bajo la misma necesidad de respirar y el miedo que carcomía todo mi ser, aterricé mi rodilla en sus genitales y en la oportunidad que tuve de soltarme, salí corriendo de la habitación sin mirar atrás. Bajé las escaleras a toda prisa y traté de forzar la puerta. La puerta estaba cerrada tal y como la había dejado antes de recogerme. Cuando logré abrir el seguro, salí a la entrada de la casa. Mis pies estaban resbalosos por el fango, pero para mí nada de eso tenía importancia. Me detuve solo un pequeño instante para abrir el portón de la entrada, pues también estaba cerrado y no podía saltarlo. Fue un error que cometí, pero no tenía de otra. Aunque traté de hacer todo rápido, me vi en un aprieto cuando sentí su fuerte mano aferrarse a mi cabello.
—¡Ayuda! — grité innumerables veces, con la esperanza de que los vecinos que estaban un poco distantes pudieran escucharme y tal vez ayudarme, pero él comenzó a reír.
—¿Verdaderamente crees que alguien va a querer ayudar a una asesina? Puedes gritar todo lo que quieras, nadie vendrá a ayudarte.
Mis codos recibieron el golpe de la caída en el pavimento húmedo. Dolía mucho, mis rodillas debían estar igual de raspadas.
—Te lo dije, así me toque llevarte arrastrada, vendrás conmigo —me agarró la pierna y me arrastró sin lastima alguna.
Estaba tratando de cubrir mi rostro. Me estaba ardiendo la rodilla y ambos codos. Abrió el portón con una mano y me llevó hasta la cuneta, donde abrió la puerta de su auto y a base de fuerza bruta me tiró bocabajo en el asiento trasero. Por más que grité por ayuda, a nadie pareció importarle. Si permito que ese demonio me lleve a donde quiere llevarme, no sé si tenga otra oportunidad de escapar. Mi papá no podrá dar conmigo y tampoco la policía. Ese hombre me hará daño.
Sentí su peso sobre mí y traté de forcejear con él para evitar que pudiera amarrar mis manos a la espalda, pero su fuerza era evidentemente mucho más que la mía. Además, mis patadas no lo alcanzaban y ese movimiento hacía que me dolieran más las rodillas.
—Pórtate bonito — tiró de mi cabello, torciendo mi cuello hacia atrás, quedando a la altura de mi oreja—. Sé que estás muy emocionada e intrigada por conocer tu nuevo hogar, pero debes tener paciencia. Te prometo que te encantará y nos divertiremos mucho juntos. ¿De acuerdo?
Todo mi cuerpo era un manojo de nervios. Lágrimas brotaban de mis ojos sin cesar. Tenía mucho miedo de lo que haría ese demonio ahora. Por favor, que alguien me ayude.
El camino pareció eterno al no poder ver al lugar que me llevaba. Permanecí bocabajo y quieta con temor de hacer algo que le hiciera enojar. Traté en varias ocasiones deshacerme de lo que sujetaba mis manos, pero era muy difícil, para no decir imposible. El miedo volvió a sacudir mi corazón en el momento que sentí el auto detenerse y su brusquedad para sacarme. Estábamos en una especie de garaje de lo que parecía ser de una casa común y corriente. Salimos al patio trasero y pude darme cuenta de que a nuestro alrededor solo hay árboles, oscuridad, no hay más casas, no hay vecinos, no hay nadie como llegué a pensar. Era mi única esperanza, pero ahora todo se esfumó. Me dirigió a la puerta de madera que da al sótano, la cual abrió con una sola mano y pude confirmar que en efecto de eso se trataba. Era oscuro, muy oscuro y había telas de arañas en las paredes y en las escaleras que bajamos. Encendió las luces, permitiendo que pudiera explorar los alrededores y era espeluznante v
Vi a un hombre bajar las escaleras, a diferencia del hermano de Rebecca, éste no tenía su rostro cubierto. Nunca lo había visto en mi vida. Luce muy joven, tiene su cabello corto y medio rizado. En apariencia podría decir que no creo que tenga más de veintidós años. —¿Qué hay, Aiden? ¿A poco te estás divirtiendo sin mí? Sabía que, si era amigo de ese demonio, rogarle o pedirle ayuda no haría ninguna diferencia. —Ya cállate. —Pobrecita. Parece un pollito mojado. ¿Qué has estado haciendo con ella? ¿Ya te la comiste? Aiden no respondió, solo se me quedó viendo. —Al menos comparte — se detuvo a la altura de mis pies y trató de abrir mis piernas con la suya, pero las presioné. —Déjala. Hacer algo con ella sería como premiarla, pues se nota que acostumbra a cenar hombres de desayuno, almuerzo y cena. —¿No le has hecho nada? ¿De verdad piensas pasar esta oportunidad? ¿No te sientes tentado viendo semejante cena servida? <
—¡Eres un asesino! — le grité aterrada. —Mira nada más; un burro hablando de orejas. ¿Querías que lo dejara? — sacó el cuerpo de encima de mí y lo tiró al lado mío. —¡Animal! —No hice nada diferente a lo que le hiciste a mi hermana. —Estoy harta de decirte que no lo hice. —Y yo harto de oír las mentiras que dices. —Si solo vas a creer lo que se te da la gana, pues mátame entonces — verdaderamente me sentía fuera de sí. Aunque sabía que no debía provocarlo, los nervios me hicieron hablar demás. —Es muy pronto para que pidas eso — lo tomó tranquilo, yo que pensé que trataría de hacerme algo malo. —¿Cuánto tiempo planeas dejarme aquí? —Toda tu vida. Esa noche volvió a rociar agua helada sobre mí con la supuesta intención de limpiar mi cuerpo de la sangre de ese joven. Cada día y noche bajaba a traer más atún y agua. No tenía apetito, la verdad es que no me sentía nada bien. Estaba débil, no me podía
—Casi te mueres por una simple fiebre. Y eso, que solo ha sido una pizca de lo que te espera todavía. Mis tripas sonaron en el peor momento y él logró escucharlo. Me sentía muy avergonzada. —¿Estás muriendo de hambre también? Eso te pasa por no comerte el atún que con tanto gusto te preparé. La comida no se desperdicia. Por eso estás tan esquelética. Te dejaré en esta habitación solo por hoy, pero ya mañana conocerás tu nuevo hogar. Y que te quede claro que sí lo hago es porque… —Porque no quieres que me muera tan rápido. Ya me ha quedado bastante claro. —Qué bueno. Al menos me estás entendiendo — se levantó de la cama y miró hacia la puerta del baño—. Báñate y luego regresas a la camita— caminó hacia la puerta de la habitación y se detuvo—. Y no pierdas el tiempo mirando la ventana. Estás en un cuarto piso. Si deseas arrojarte puedes hacerlo, pero terminarás hecha puré — salió de la habitación y escuché que cerró la puerta con llave desde fuera.
—Yo no fui — musité. Arrancó todos los cables que tenía puesto y me subió bruscamente a su hombro. Me trajo de vuelta a la habitación y me arrojó sobre la cama. Tenía miedo de lo que iba a hacer por eso me traté de mantenerme lejos suyo. —Disfruta de las últimas horas que te quedan — salió de la habitación y la cerró por fuera. Estallé en llanto, desmoronándome detrás de la puerta. Le di varios golpes, diciendo la verdad a gritos. Quería guardar así fuera una pequeña esperanza de que me escucharía y creería en mi palabra. Tenía una lucha conmigo misma. Puedo comprender de cierta forma su actitud y dolor, pero estas no son formas de tratar a nadie. Al cabo de unos minutos escuché la cerradura de la puerta y me aparté con temor pensando que se trataba de ese demonio, pero vi a Andrea nuevamente. —Saliste más perra de lo que pensé. Y eso, que creí en tu palabra cuando dijiste que no habías sido. —Yo no lo hice. ¿Por qué nadie puede creerm
Estaba vestido totalmente diferente a como lo he visto anteriormente. Su chaqueta era negra y de cuero. Además, siempre lo vi con máscara y antifaz. Su cabello siempre estaba peinado hacia al frente, no hacia atrás. No sabía que detrás de eso se ocultaba un hombre así. ¿Será por esa cicatriz que oculta su rostro? Sus ojos son demasiado bellos y lo hacen ver atractivo, pero ¿de qué vale esa belleza, si por dentro está podrido? ¿Cómo pude ser tan tonta y ciega que no lo reconocí? No puede ser que tenga tan mala suerte. De todas las personas que pude haber encontrado, tuvo que ser precisamente con él. Mi cuerpo estaba completamente paralizado. No sabía si debía arriesgarme y correr o ser obediente. Mi papá viene para acá y este loco puede hacerle algo. —Antes de que hagas una tontería, te aconsejo que pienses bien en las consecuencias. Debo admitir que me impresiona que hayas tenido la valentía de escaparte. —¿Cómo supiste dónde estaba? —Tengo mis mañas.
—En primer lugar, ¿qué me asegura que vas a cumplir con tu palabra? —Deberás arriesgarte. —¿Cómo se supone que voy a conseguir pruebas? —Ese no es mi problema. Ahora bien, si tan segura estás de tu inocencia, estoy seguro de que encontrarás la forma. —¿Qué harás si no lo consigo? —La verdadera pregunta debe de ser, ¿qué no te haré? —¿Y si lo consigo? —Te devolveré tu dichosa reputación. Entre eso está también que vuelvas a estudiar y logres conseguir un trabajo. Con eso es más que suficiente. —¿Eso también lo leíste? —Sí. —Quiero todo eso, pero también que te disculpes. —¿Disculparme? ¿De qué? —Por haber dudado de mí y por todo lo que me has hecho. —Yo no te he hecho nada todavía. —Quiero que me pidas perdón, eso es lo que quiero. —No pierdas más tiempo y vete, antes de que cambie de opinión. —Cobarde... — fui a abrir la puerta y me extendió su teléfono.
Me metí de vuelta a la casa, por temor a que esa persona me hiciera algo. La primera reacción que tuve fue buscar en la habitación algo que pudiera servirme para tirarlo por la ventana. Todo objeto que tuve al alcance, lo arrojé por la ventana uno detrás del otro. Cuando no encontré nada más, me asomé con sumo cuidado, pero no vi a la persona por ninguna parte. Hubo un fuerte sonido abajo, no sabía de qué se trataba, pero sabiendo que hay alguien ahí fuera que quiere hacerme daño, saqué la mitad del cuerpo por la ventana, pero tenía miedo de lanzarme desde esa altura. No sé si era parte de mi cabeza, pero entre más miraba hacia abajo, mi cuerpo no quería reaccionar. Sentí unas manos alrededor de mi cuerpo, el agarre y tirón que me dieron me obligó a entrar de vuelta. —¿Qué m****a crees que haces? — escuché la voz de Aiden, y lo que en otras circunstancias me hubiese parecido fastidioso o terrorífico, ahora lo que sentí fue algo de alivio—. No creas que vas a salirte con la t