Ayuda

Vi a un hombre bajar las escaleras, a diferencia del hermano de Rebecca, éste no tenía su rostro cubierto. Nunca lo había visto en mi vida. Luce muy joven, tiene su cabello corto y medio rizado. En apariencia podría decir que no creo que tenga más de veintidós años.

—¿Qué hay, Aiden? ¿A poco te estás divirtiendo sin mí?

Sabía que, si era amigo de ese demonio, rogarle o pedirle ayuda no haría ninguna diferencia.

—Ya cállate.

—Pobrecita. Parece un pollito mojado. ¿Qué has estado haciendo con ella? ¿Ya te la comiste?

Aiden no respondió, solo se me quedó viendo.

—Al menos comparte — se detuvo a la altura de mis pies y trató de abrir mis piernas con la suya, pero las presioné.

—Déjala. Hacer algo con ella sería como premiarla, pues se nota que acostumbra a cenar hombres de desayuno, almuerzo y cena.

—¿No le has hecho nada? ¿De verdad piensas pasar esta oportunidad? ¿No te sientes tentado viendo semejante cena servida?

—Ya no hagas más preguntas y sube que tenemos que hablar.

—Siempre cortando la diversión — suspiró desanimado y subió las escaleras.

Aiden me colocó de lado y cortó las sogas que sujetaban mis manos. Me dolía mucho, pero sentí algo de alivio cuando lo hizo. Mis muñecas estaban rojizas y marcadas por la presión.

—Que tengan una buena noche — apagó la luz y la oscuridad me arropó.

La única poca claridad que había era la de la luna en la ranura de la puerta. No me atrevía a levantarme por temor a esos maniquíes. El tiempo no parecía correr. Al contrario, parecía eterno en ese oscuro lugar. Es como si tuviera la desagradable sensación de ser observada y estaba aterrada. Hacía mucho frío, no paraba de temblar. Me puse en posición fetal, pensando que tal vez sentiría menos frío de esa manera. Mi cabello cubría la cara pues no quería mirar a ninguna parte.

—¿Cuánto tiempo mantendrás a esa mujer ahí abajo? Creí que tus planes eran vengar la muerte de tu hermana, pero pareciera que la estás protegiendo. Si vas a matarla como dijiste, ¿por qué no me dejas disfrutar con ella un poco? A fin de cuentas, vas a desaparecer su cadáver luego, ¿o no?

—No hagas que me arrepienta de haberte traído, Jonas. Tus órdenes eran claras y era acompañarme, vigilar que las cosas no se salieran de control y mantener la boca cerrada, nada más ni nada menos. Si no te gusta seguir mis órdenes, entonces regresa a California.

Escuchaba que estaban discutiendo. De solo oír que sus planes conmigo eran esos, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Yo no quiero estar aquí. Tengo que buscar la forma de escapar.

Entre más tiempo pasaba, me dolían mucho los huesos y el frío se intensificaba. No puedo con el frío y los temblores.

Al cabo de un largo rato, escuché a alguien bajar las escaleras. Pensé que se trataba de Aiden, pero su silueta no era la misma. Intenté sentarme para enfrentar a quien fuera, mis movimientos eran muy flojos por la debilidad. Por esa misma razón ese hombre tuvo ventaja sobre mí y mi grito se vio silenciado por su fuerte mano. No esperaba esa repentina acción, tampoco que mi cuerpo se viera tumbado y presionado contra la húmeda tierra.

—Calladita, mujer.

Tiré patadas como pude mientras buscaba la manera de empujarlo por los hombros, pero me estaba faltando el aire ya que su mano ejercía mucha presión en mi boca y nariz. Mi ardua lucha fue en vano, puesto a que entre más fuerza hacía, mi energía se iba drenando con más facilidad. No me rendía aun sabiendo que no estaba logrando mi objetivo. Su cuerpo logró acomodarse entre mis piernas e intenté elevarme en busca de evitar que pudiera lograr su cometido. La desesperación, la falta de aire, la frustración, todo se juntó, ocasionando que cometiera miles de errores. Sabía que debía seguir buscando la manera de sacarlo de encima de mí, pero pensé que iba a morir asfixiada. La presión se reflejaba en mis ojos, las lágrimas brotaban de ellos sin cesar.

Me sentía muy débil y mareada, creí que sería mi fin, pero escuché un sonido muy agudo y escalofriante, acompañado de un fuerte alarido, que fue lo que me permitió volver a respirar. Mi respiración estaba sumamente agitada y mi pecho se sentía oprimido. Pude ver su cuello hacia atrás y la silueta de otra persona detrás suyo. Su respiración se escuchó igual de agitada a la mía. No sabía qué era lo que estaba ocurriendo, hasta que vi la forma abrupta en que retiró un puñal de su costado y volvió a enterrarlo en él, provocando el mismo escalofriante sonido que retumbó en todo el lugar.

—Maldición. ¿Por qué será que las personas no escuchan consejos? — Aiden soltó su cabeza y el peso de su cuerpo cayó sobre mí.

Escuchaba su fatiga y su suave quejido cerca de mi oído, hasta que llegó un momento en que dejé de escucharlo. Percibí el olor metálico y nauseabundo de la sangre, la cual humedeció mi hombro y unas repentinas náuseas me invadieron.

—Que te quede claro que no te estoy defendiendo, pequeña doncella. Solo quise evitar problemas futuros dejando testigos.

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