—En primer lugar, ¿qué me asegura que vas a cumplir con tu palabra?
—Deberás arriesgarte.
—¿Cómo se supone que voy a conseguir pruebas?
—Ese no es mi problema. Ahora bien, si tan segura estás de tu inocencia, estoy seguro de que encontrarás la forma.
—¿Qué harás si no lo consigo?
—La verdadera pregunta debe de ser, ¿qué no te haré?
—¿Y si lo consigo?
—Te devolveré tu dichosa reputación. Entre eso está también que vuelvas a estudiar y logres conseguir un trabajo. Con eso es más que suficiente.
—¿Eso también lo leíste?
—Sí.
—Quiero todo eso, pero también que te disculpes.
—¿Disculparme? ¿De qué?
—Por haber dudado de mí y por todo lo que me has hecho.
—Yo no te he hecho nada todavía.
—Quiero que me pidas perdón, eso es lo que quiero.
—No pierdas más tiempo y vete, antes de que cambie de opinión.
—Cobarde... — fui a abrir la puerta y me extendió su teléfono.
Me metí de vuelta a la casa, por temor a que esa persona me hiciera algo. La primera reacción que tuve fue buscar en la habitación algo que pudiera servirme para tirarlo por la ventana. Todo objeto que tuve al alcance, lo arrojé por la ventana uno detrás del otro. Cuando no encontré nada más, me asomé con sumo cuidado, pero no vi a la persona por ninguna parte. Hubo un fuerte sonido abajo, no sabía de qué se trataba, pero sabiendo que hay alguien ahí fuera que quiere hacerme daño, saqué la mitad del cuerpo por la ventana, pero tenía miedo de lanzarme desde esa altura. No sé si era parte de mi cabeza, pero entre más miraba hacia abajo, mi cuerpo no quería reaccionar. Sentí unas manos alrededor de mi cuerpo, el agarre y tirón que me dieron me obligó a entrar de vuelta. —¿Qué m****a crees que haces? — escuché la voz de Aiden, y lo que en otras circunstancias me hubiese parecido fastidioso o terrorífico, ahora lo que sentí fue algo de alivio—. No creas que vas a salirte con la t
—¿No crees que llega un momento en que cansa oír lo mismo? Llevas diciendo eso desde el día en que me secuestraste. —Y parece que lo estás esperando con muchas ansias. Solo te quedan 55 horas con 12 minutos y 15 segundos. —Eso lo estás inventando. —Mientras sigues ahí hablando tonterías, el reloj sigue corriendo. —Entonces detén el auto para bajarme. —No dejaré que por tu culpa me den un boleto por detenerme en medio de la vía pública y con tantos autos detrás. —Esto lo estás haciendo a propósito. Me diste un tiempo determinado y ahora buscas que lo pierda contigo. —¿Piensas pagarme el boleto? —¿Tengo cara de tener dinero encima? —Definitivamente cara y dinero es lo menos que tienes. Es un maldito insoportable. —Llévame de vuelta. —La policía debe de estar allí. ¿Realmente quieres regresar? —Debo ir por mi auto. —¿Tu auto o el de tu padre? —¿Te han dicho lo molesto
—¿Cómo te atreves a buscar en mis cosas, enfermo? —¿Enfermo? No soy yo quien se muestra en pelotas a desconocidos. —Yo dejé de hacer eso. —Que lastima. Ya te veía posando para una revista de adultos. Tus poses se ven como de modelo experimentada. —¡Cállate, desgraciado! Espero sea la última vez que lo hagas. —No necesito entrar de nuevo porque he descargado todo. —¿Descargado? ¿Cómo te atreves? —Puede servir de mucho. Se podría decir que te tengo doblemente agarrada. —¿Qué? —Parece que no solo tienes el cuerpo desarrollado, la mente también la tienes muy acelerada. Digno de una asesina a sangre fría. —Debí imaginar que ibas a sacar el tema de nuevo. Estoy harta de oírte. —Puedes tirarte si gustas, pues no pienso detenerme todavía. Es un fastidio escucharlo. Lo detesto con toda mi alma. Nada de esas fotos para mí son un orgullo. Lo hice en esa etapa donde quería demostrarme a mí misma que
Sus palabras me provocaron una desenfrenada risa. —Te he oído decir muchas idioteces, pero hoy sí que te has ganado una medalla. Cada vez estoy más cerca de comprobar si hay o no hay más personas involucradas en lo que le sucedió a mi hermana. Si he estado vigilando a esa muchachita que podría ser mi hermana, es porque todo apunta que fue ella. Pero, grábate una cosa; en el momento que me toque cortarle el cuello, no me temblará la mano para hacerlo. Rachel Se me hizo difícil dormir con el escándalo que hubo anoche. La habitación donde me quedé no quedaba tan cerca a la de ese hombre, pero escuché los gemidos muy intensos de una mujer por largas horas. No sé si fue que le estaba dando contra la pared, pero los sonidos fueron caóticos. No pensé que alguien podría gritar así. Ni cuando tuve mi primera vez recuerdo haber gritado de esa manera. Los hombres son unos cerdos infieles. Sabiendo que tiene mujer, es capaz de hacer esas cosas con otra. No había
—No estaba pensando en nada. —En tu expresión es muy evidente que estás saturada de imágenes mentales. —Lo único que diré es que, si sabían que estaba en la misma casa, debieron tener consideración y reducir la voz. —Hay cosas que no se pueden controlar, y más si son tan ricas. —Quiero irme a mi casa. Mis padres deben de estar preocupados. —No. No te vas todavía. —Verdaderamente no sé qué más quieres de mí. Ya te dije todo lo que sé. Estando aquí o allá no hace ninguna diferencia. —Por supuesto que sí. —Si tu temor es que intente huir, lo hubiera podido hacer anoche mismo, pero más que nadie quiero llegar al fondo de esto. —De aquí no te vas y punto. Es un maldito caprichoso que no escucha a los demás. Me senté en la silla a petición de él y en el papel que me extendió comencé a escribir lo que recordaba de Mathias, que obviamente era muy poco. Jamás había hecho un boceto y se veía horrible. ¿Qui
Nunca nadie me había hablado de esa manera y, aunque fue extremadamente vergonzoso, no se sintió mal. No sé ni qué estoy pensando. Debo odiar a este hombre, alejarlo por completo de mí, pero no puedo. Estas cosas se supone que lo haga con su novia, así como anoche, no conmigo. Ni siquiera sé si lo hace para divertirse conmigo o realmente le hago sentir así. —¿Por qué haces esto? —¿No se nota? Andas provocándome desde temprano. ¿Esto no era lo que querías? ¿Sabes lo que me provoca verte vistiendo mi camisa? Aunque me excitaría más verte sin ella. —¿Estás loco? Tu novia está ahí fuera — mi voz se entrecortó por la manera en que su lengua recorrió mi cuello hacia mi barbilla. —Entonces no hagas ruido. —¿Acaso estás queriendo usarme? Yo no soy un juguete. —No. Los juguetes no se calientan ni se mojan sin tocarlos. En cambio, tú sí — volteó mi cuerpo, presionándome contra el escritorio. Las cosas se salieron de control muy rápido. N
—¿No tienen nada mejor que hacer que discutir? —¿Discutir? Tu mujercita acaba de entrar a mi habitación con este cuchillo y trató de atacarme, pero como se vio descubierta, prefiere hacerse la mosquita muerta. —Eso no es cierto. Ella fue la que trató de atacarme, Aiden. —Vete a la habitación, Andrea. —¿Por qué? ¿Piensas creerle a ella? —Me da lo mismo si te quiere creer a ti. A fin de cuentas, la mentirosa y la asesina siempre he sido yo, ¿no? —¿De qué parte estás? — le insistió ella a Aiden. —De nadie. Solo quiero paz y tranquilidad en este momento. Estoy harto del comportamiento de ustedes. Están actuando como dos niñas de preescolar. —Antes no dudarías en irte de mi parte, pero ya ves que ahora incluso te abstienes. Esto es inaceptable. Me largo. —No tienes que irte, soy yo quién se va. No quiero estar cerca de ninguno de ustedes dos. Sabes dónde encontrarme y no pienso escaparme esta vez, Aiden. Irme es lo m
—Me tienes bien inflamadas las pelotas. Lárgate, antes de que te arranque la lengua de raíz. Luego de esto, espero no te cruces por mi camino nunca más o lo último que verás, será a mis perros alimentándose de ti. Comencé a silbar suave en el momento que escuché la puerta de la habitación abrirse. Se veía muy molesto y creo que ahora viene a darme una descarga. Debo evitar a toda costa que lo haga. Cuando está así, sí me da algo de miedo. —Creo que sería conveniente que te vayas a dormir. Te ves muy cansado y estresado. —¿Otra vez espiando conversaciones ajenas? —¿Yo? Eras tú quien estaba gritando. ¿Quién querría oír tu conversación? —¿Aún tienes pensado irte? —No creo que debamos hablar ahora. Debes irte a descansar o a meditar. Un rompimiento no es fácil. —Lo dice quien nunca ha tenido novio. —¿Y eso qué? ¿Para ser igual de infeliz que tú o que me rompan el corazón así? Mejor me quedo como estoy. —Ah, ¿sí?