—No estaba pensando en nada.
—En tu expresión es muy evidente que estás saturada de imágenes mentales.
—Lo único que diré es que, si sabían que estaba en la misma casa, debieron tener consideración y reducir la voz.
—Hay cosas que no se pueden controlar, y más si son tan ricas.
—Quiero irme a mi casa. Mis padres deben de estar preocupados.
—No. No te vas todavía.
—Verdaderamente no sé qué más quieres de mí. Ya te dije todo lo que sé. Estando aquí o allá no hace ninguna diferencia.
—Por supuesto que sí.
—Si tu temor es que intente huir, lo hubiera podido hacer anoche mismo, pero más que nadie quiero llegar al fondo de esto.
—De aquí no te vas y punto.
Es un maldito caprichoso que no escucha a los demás.
Me senté en la silla a petición de él y en el papel que me extendió comencé a escribir lo que recordaba de Mathias, que obviamente era muy poco. Jamás había hecho un boceto y se veía horrible. ¿Qui
Nunca nadie me había hablado de esa manera y, aunque fue extremadamente vergonzoso, no se sintió mal. No sé ni qué estoy pensando. Debo odiar a este hombre, alejarlo por completo de mí, pero no puedo. Estas cosas se supone que lo haga con su novia, así como anoche, no conmigo. Ni siquiera sé si lo hace para divertirse conmigo o realmente le hago sentir así. —¿Por qué haces esto? —¿No se nota? Andas provocándome desde temprano. ¿Esto no era lo que querías? ¿Sabes lo que me provoca verte vistiendo mi camisa? Aunque me excitaría más verte sin ella. —¿Estás loco? Tu novia está ahí fuera — mi voz se entrecortó por la manera en que su lengua recorrió mi cuello hacia mi barbilla. —Entonces no hagas ruido. —¿Acaso estás queriendo usarme? Yo no soy un juguete. —No. Los juguetes no se calientan ni se mojan sin tocarlos. En cambio, tú sí — volteó mi cuerpo, presionándome contra el escritorio. Las cosas se salieron de control muy rápido. N
—¿No tienen nada mejor que hacer que discutir? —¿Discutir? Tu mujercita acaba de entrar a mi habitación con este cuchillo y trató de atacarme, pero como se vio descubierta, prefiere hacerse la mosquita muerta. —Eso no es cierto. Ella fue la que trató de atacarme, Aiden. —Vete a la habitación, Andrea. —¿Por qué? ¿Piensas creerle a ella? —Me da lo mismo si te quiere creer a ti. A fin de cuentas, la mentirosa y la asesina siempre he sido yo, ¿no? —¿De qué parte estás? — le insistió ella a Aiden. —De nadie. Solo quiero paz y tranquilidad en este momento. Estoy harto del comportamiento de ustedes. Están actuando como dos niñas de preescolar. —Antes no dudarías en irte de mi parte, pero ya ves que ahora incluso te abstienes. Esto es inaceptable. Me largo. —No tienes que irte, soy yo quién se va. No quiero estar cerca de ninguno de ustedes dos. Sabes dónde encontrarme y no pienso escaparme esta vez, Aiden. Irme es lo m
—Me tienes bien inflamadas las pelotas. Lárgate, antes de que te arranque la lengua de raíz. Luego de esto, espero no te cruces por mi camino nunca más o lo último que verás, será a mis perros alimentándose de ti. Comencé a silbar suave en el momento que escuché la puerta de la habitación abrirse. Se veía muy molesto y creo que ahora viene a darme una descarga. Debo evitar a toda costa que lo haga. Cuando está así, sí me da algo de miedo. —Creo que sería conveniente que te vayas a dormir. Te ves muy cansado y estresado. —¿Otra vez espiando conversaciones ajenas? —¿Yo? Eras tú quien estaba gritando. ¿Quién querría oír tu conversación? —¿Aún tienes pensado irte? —No creo que debamos hablar ahora. Debes irte a descansar o a meditar. Un rompimiento no es fácil. —Lo dice quien nunca ha tenido novio. —¿Y eso qué? ¿Para ser igual de infeliz que tú o que me rompan el corazón así? Mejor me quedo como estoy. —Ah, ¿sí?
En mi primera experiencia nunca me sentí de esta manera. Ambos éramos tan inexpertos e inmaduros, jugando a saberlo todo. Rebecca tenía buenos recuerdos de su primera vez y siempre que traía el tema suspiraba de la emoción. En cambio, yo no puedo decir lo mismo. No sé si fue por no sentirme atraída del todo hacia ese chico. La curiosidad fue lo que me llevó a entregarla a alguien que ni siquiera amaba y en gran parte me arrepiento. Mi dolor fue más que el placer que decía Rebecca que se sentía. Llegó un momento donde solo deseaba que terminara, pues, aunque el dolor había cesado, aquel muchacho solo seguía y seguía. No hubo caricias, cariño, ni nada parecido. Tan pronto el acto acabó, me llevó a mi casa y nunca más supe de él. Ahora mismo todo se siente diferente. Cada palabra que dice es como si tuviera vida propia, pues ocasionan muchas cosas en mi cuerpo y me hacen imaginar cada detalle a la perfección. La curiosidad en mí había regresado, el interés de saber qué se senti
¿Cómo es posible? Ahora entiendo muchas cosas. Él sabía mucho sobre mí y es algo que siempre me estuvo raro, pero pensé que tal vez era por lo de Rebecca. Lo menos que hubiera podido imaginar es que a quien le estuve mostrando mi cuerpo tantas veces iba a ser él. —¿Por qué me miras así? ¿Tienes algo que decir? —¿Cómo supiste sobre esa página? ¿Cómo sabías que era yo quien estaba detrás? —Tengo mis mañas, pero mejor me las reservo para mí solito. —Eso te convierte un acosador. —Ah, caray. Fíjate que no lo sabía — sonrió, antes de encararme—. Ay, mi Rachel. Ya eres toda una mujer — su otra mano levantó mi blusa, hasta llevarla por detrás de mi cuello y observó mis senos descubiertos—. Que ricos se miran — agarró mi seno entre su caliente mano —, y se sienten — besó mi pecho, poco a poco desviándose hacia mis senos y jugó alrededor de ellos, provocándome escalofríos. Ya ni sabía si podía retractarme. La fuerza de voluntad la iba perdiendo
Mi papá se abalanzó sobre Aiden dispuesto a golpearlo, pero por alguna razón se quedó con el puño en el aire. —Basta, papá, por favor. —¿Este tipo te obligó a esto? Sentía mi entrepierna resbaladiza y era muy incómodo. —No. Solo pasó. —Llamaré a la policía. Te va a tocar dar la cara. Mi hija es una niña y tú acabas de ensuciarla. —Nos ensuciamos los dos. ¿A poco no ves lo sudado que también estoy? —¿Todavía tienes el descaro de burlarte? No sabes cómo disfrutaré cuando te lleven arrastrado a la cárcel. —Me temo que has olvidado un detalle muy importante. Tu hija tiene dieciocho años, por lo que es mayor de edad. Por lo tanto, no hay delito alguno. Además, ella elige a quién abrirle las piernas y a quién no. No tienes ningún derecho sobre ella. El puño de mi padre temblaba, asumía que debía ser por la rabia. Jamás hubiera querido darle una impresión como esta a mi papá. Me sentía muy incómoda y avergonzada. No po
Rachel Mi papá vino por todo el camino en silencio. No me dejó traer mi auto conmigo. No quería regresar a la misma casa en la que estuve pasando tantos sinsabores con los vecinos, pero tampoco quería darle más problemas a mi papá. Ya tuvo suficiente con lo que vio. Mi mamá no estaba en la casa, probablemente debía estar trabajando como siempre. Tan pronto cerró la puerta de la casa, agarró mi brazo bruscamente. —¿Dónde están los principios que te hemos inculcado? Me tienes muy decepcionado, Rachel. ¿Cómo te atreves a hacernos esto? —Perdóname, papá — es lo único que podía decir, pues un nudo se formó en mi garganta. —Tienes dieciocho años. Él te lleva como diez. He investigado a ese hombre, porque se desconocía de dónde había aparecido, ¿y sabes qué? Ese tipo es un criminal. Tiene una lista interminable de delitos, los cuales fueron borrados como por arte de magia. Sin contar que estuvo hospitalizado cuando era pequeño en una institución mental y por
No sé lo que está sucediendo. Todo el mundo se ha vuelto loco, como si se hubieran puesto de acuerdo en culparme.—Yo jamás había hablado contigo.—Claro, ahora finges no conocerme. Esta mujer me pagó para que vigilara a Rebecca y le mantuviera informada de cada paso que daba. La suma que me ofreció fue suficiente para convencerme. Además de que estaba pasando un mal momento y necesitaba el dinero. Esa noche yo mismo la dejé frente a la casa de Rebecca y me dijo que ya no me necesitaba, que era la última vez que iba a tener que acercarme a ella. No sabía de sus macabros planes, solo sé que cumplió su parte del trato y me pagó lo que prometió. En mi cuenta de banco aparece la transferencia de dinero y en la suya también debe aparecer. ¿Qué mejor prueba que esa?—Tráeme su teléfono — Aiden se fue a hablar con