—Me tienes bien inflamadas las pelotas. Lárgate, antes de que te arranque la lengua de raíz. Luego de esto, espero no te cruces por mi camino nunca más o lo último que verás, será a mis perros alimentándose de ti.
Comencé a silbar suave en el momento que escuché la puerta de la habitación abrirse. Se veía muy molesto y creo que ahora viene a darme una descarga. Debo evitar a toda costa que lo haga. Cuando está así, sí me da algo de miedo.
—Creo que sería conveniente que te vayas a dormir. Te ves muy cansado y estresado.
—¿Otra vez espiando conversaciones ajenas?
—¿Yo? Eras tú quien estaba gritando. ¿Quién querría oír tu conversación?
—¿Aún tienes pensado irte?
—No creo que debamos hablar ahora. Debes irte a descansar o a meditar. Un rompimiento no es fácil.
—Lo dice quien nunca ha tenido novio.
—¿Y eso qué? ¿Para ser igual de infeliz que tú o que me rompan el corazón así? Mejor me quedo como estoy.
—Ah, ¿sí?
En mi primera experiencia nunca me sentí de esta manera. Ambos éramos tan inexpertos e inmaduros, jugando a saberlo todo. Rebecca tenía buenos recuerdos de su primera vez y siempre que traía el tema suspiraba de la emoción. En cambio, yo no puedo decir lo mismo. No sé si fue por no sentirme atraída del todo hacia ese chico. La curiosidad fue lo que me llevó a entregarla a alguien que ni siquiera amaba y en gran parte me arrepiento. Mi dolor fue más que el placer que decía Rebecca que se sentía. Llegó un momento donde solo deseaba que terminara, pues, aunque el dolor había cesado, aquel muchacho solo seguía y seguía. No hubo caricias, cariño, ni nada parecido. Tan pronto el acto acabó, me llevó a mi casa y nunca más supe de él. Ahora mismo todo se siente diferente. Cada palabra que dice es como si tuviera vida propia, pues ocasionan muchas cosas en mi cuerpo y me hacen imaginar cada detalle a la perfección. La curiosidad en mí había regresado, el interés de saber qué se senti
¿Cómo es posible? Ahora entiendo muchas cosas. Él sabía mucho sobre mí y es algo que siempre me estuvo raro, pero pensé que tal vez era por lo de Rebecca. Lo menos que hubiera podido imaginar es que a quien le estuve mostrando mi cuerpo tantas veces iba a ser él. —¿Por qué me miras así? ¿Tienes algo que decir? —¿Cómo supiste sobre esa página? ¿Cómo sabías que era yo quien estaba detrás? —Tengo mis mañas, pero mejor me las reservo para mí solito. —Eso te convierte un acosador. —Ah, caray. Fíjate que no lo sabía — sonrió, antes de encararme—. Ay, mi Rachel. Ya eres toda una mujer — su otra mano levantó mi blusa, hasta llevarla por detrás de mi cuello y observó mis senos descubiertos—. Que ricos se miran — agarró mi seno entre su caliente mano —, y se sienten — besó mi pecho, poco a poco desviándose hacia mis senos y jugó alrededor de ellos, provocándome escalofríos. Ya ni sabía si podía retractarme. La fuerza de voluntad la iba perdiendo
Mi papá se abalanzó sobre Aiden dispuesto a golpearlo, pero por alguna razón se quedó con el puño en el aire. —Basta, papá, por favor. —¿Este tipo te obligó a esto? Sentía mi entrepierna resbaladiza y era muy incómodo. —No. Solo pasó. —Llamaré a la policía. Te va a tocar dar la cara. Mi hija es una niña y tú acabas de ensuciarla. —Nos ensuciamos los dos. ¿A poco no ves lo sudado que también estoy? —¿Todavía tienes el descaro de burlarte? No sabes cómo disfrutaré cuando te lleven arrastrado a la cárcel. —Me temo que has olvidado un detalle muy importante. Tu hija tiene dieciocho años, por lo que es mayor de edad. Por lo tanto, no hay delito alguno. Además, ella elige a quién abrirle las piernas y a quién no. No tienes ningún derecho sobre ella. El puño de mi padre temblaba, asumía que debía ser por la rabia. Jamás hubiera querido darle una impresión como esta a mi papá. Me sentía muy incómoda y avergonzada. No po
Rachel Mi papá vino por todo el camino en silencio. No me dejó traer mi auto conmigo. No quería regresar a la misma casa en la que estuve pasando tantos sinsabores con los vecinos, pero tampoco quería darle más problemas a mi papá. Ya tuvo suficiente con lo que vio. Mi mamá no estaba en la casa, probablemente debía estar trabajando como siempre. Tan pronto cerró la puerta de la casa, agarró mi brazo bruscamente. —¿Dónde están los principios que te hemos inculcado? Me tienes muy decepcionado, Rachel. ¿Cómo te atreves a hacernos esto? —Perdóname, papá — es lo único que podía decir, pues un nudo se formó en mi garganta. —Tienes dieciocho años. Él te lleva como diez. He investigado a ese hombre, porque se desconocía de dónde había aparecido, ¿y sabes qué? Ese tipo es un criminal. Tiene una lista interminable de delitos, los cuales fueron borrados como por arte de magia. Sin contar que estuvo hospitalizado cuando era pequeño en una institución mental y por
No sé lo que está sucediendo. Todo el mundo se ha vuelto loco, como si se hubieran puesto de acuerdo en culparme.—Yo jamás había hablado contigo.—Claro, ahora finges no conocerme. Esta mujer me pagó para que vigilara a Rebecca y le mantuviera informada de cada paso que daba. La suma que me ofreció fue suficiente para convencerme. Además de que estaba pasando un mal momento y necesitaba el dinero. Esa noche yo mismo la dejé frente a la casa de Rebecca y me dijo que ya no me necesitaba, que era la última vez que iba a tener que acercarme a ella. No sabía de sus macabros planes, solo sé que cumplió su parte del trato y me pagó lo que prometió. En mi cuenta de banco aparece la transferencia de dinero y en la suya también debe aparecer. ¿Qué mejor prueba que esa?—Tráeme su teléfono — Aiden se fue a hablar con
—No se trata de vivir enjaulada. Todo lo que soy es gracias a ellos y no quiero dejarlos.—Educarte y guiarte es su responsabilidad, tu como hija no tienes porqué sentirte en deuda con ellos por eso. ¿Piensas renunciar a tu propia felicidad y a vivir tu vida como quieres, solo por gratitud?—¿Y qué me aconsejas? ¿Qué me vaya contigo? ¿No escuchas lo loco que suena eso? Ni siquiera nos conocemos.—Te aseguro que no suena más loco a querer vivir bajo las faldas de tus padres toda la vida.—No lo entenderías.—Conmigo podrás vivir como una reina.—Sí. Y con muertos por todas partes.—No. Jamás ensuciaría nuestro hogar.—¿Y se supone que eso me dé tranquilidad?—Por supuesto.¿Cómo puede decirlo tan tranquilo? ¿Qué vida podr&iac
Desperté por un olor muy delicioso en el ambiente. Tenía la sensación de haber dormido demasiado. La cabeza me dolía mucho y los párpados los sentía pesados. La claridad me hizo complicado poder abrir bien los ojos. Logré percatarme de que no estaba en la misma habitación donde recuerdo haber estado anoche, sino en la casa donde me trajo la vez que estuve enferma.—Buenos días, mi bella durmiente.Me levanté como una demente de la cama y estaba en ropa interior.—¿Por qué me has traído aquí? ¿Cómo lo hiciste?Me quedé sorprendida al verlo con un delantal puesto. Lamió su dedo índice, pues tenía restos de lo que parecía ser chocolate.—Tal parece que no recuerdas nada, duendecilla.—No, no recuerdo nada. ¿Cómo iba a hacerlo?—Me dijiste que vendr&i
—Espera un momento. Más calma. Has dicho demasiadas cosas y no puedo procesarlo todo.—¿Qué no has entendido?—Pues, primero que todo, aún no he aceptado quedarme contigo.—¿Vas a desaprovechar esta gran oportunidad que tienes ante tus ojos? ¿Te gusta más la vida que tienes en Utah? Tu padre no va a querer que vayas a la universidad. Si quisiera cumplir tu sueño, ya lo hubiera hecho. Pero creo que está usando esta oportunidad para tenerte en sus manos. Sabe que no puedes ir ni a la esquina por temor a que te miren mal, a que te insulten o te enmarquen, y siempre vas a terminar acudiendo a él. ¿Quieres depender toda tu vida de tu padre?—No. Pero ¿y tú qué? ¿Aceptar tu ayuda no es lo mismo?—No. No quieras compararnos. Mis intenciones te las he dejado suficientemente claras. En cambio, él oculta sus verd