—Casi te mueres por una simple fiebre. Y eso, que solo ha sido una pizca de lo que te espera todavía.
Mis tripas sonaron en el peor momento y él logró escucharlo. Me sentía muy avergonzada.
—¿Estás muriendo de hambre también? Eso te pasa por no comerte el atún que con tanto gusto te preparé. La comida no se desperdicia. Por eso estás tan esquelética. Te dejaré en esta habitación solo por hoy, pero ya mañana conocerás tu nuevo hogar. Y que te quede claro que sí lo hago es porque…
—Porque no quieres que me muera tan rápido. Ya me ha quedado bastante claro.
—Qué bueno. Al menos me estás entendiendo — se levantó de la cama y miró hacia la puerta del baño—. Báñate y luego regresas a la camita— caminó hacia la puerta de la habitación y se detuvo—. Y no pierdas el tiempo mirando la ventana. Estás en un cuarto piso. Si deseas arrojarte puedes hacerlo, pero terminarás hecha puré — salió de la habitación y escuché que cerró la puerta con llave desde fuera.
Me levanté de la cama despacio, todavía me dolía el cuerpo, pero no era tanto como antes. Miré por la ventana y el lugar en que me encontraba era totalmente distinto al otro. La altura en efecto era bastante. No podría lanzarme incluso si lo intentara. Le temo a las alturas. No obstante, había muchos hombres abajo, rodeando una fuente de agua con una figura muy peculiar de un toro. Todos vestían un traje negro y lentes oscuros. No sé en dónde estoy, pero dejándome llevar por la conversación que oí, no quiero pensar que estoy fuera de Utah. ¿Cómo podrán encontrarme aquí?
Me bañé luego de haber estado sabrá Dios cuánto tiempo sin hacerlo. Hubiera dado todo por no hacer lo que ese tipo dice, pero me sentía incómoda y el agua estaba caliente como para no aprovecharla. La muda de ropa blanca que me dejaron me quedó algo ajustada. Los artículos de primera necesidad también los dejaron a mi disposición. Me sentía mucho mejor luego de ese baño. Cuando salí del baño a la habitación, me encontré con Andrea.
—Es el colmo que también tenga que compartir mi ropa. Yo no soy tu sirvienta — puso la bandeja de comida sobre la cama—. No sé qué te traes con Aiden, pero te sugiero que te detengas. Jamás vas a tomar mi lugar.
—No sabes lo que dices. No quiero tomar el lugar de nadie, solo quiero irme de aquí.
—¿Irte? — rió maliciosa—. ¿Realmente crees que Aiden te dejará ir? Si de verdad mataste a su hermana, deberías darte por muerta de una. Aunque no sé, pero no me pareces el tipo de mujer que sea capaz de matar a alguien — me miró de arriba abajo—. No sé, yo esperaba otro tipo de mujer.
—Yo no la maté, pero él no entiende eso.
—¿No lo hiciste?
—No.
—Él no se equivoca. Si dice que mataste a su hermana por algo es. Si ese es el caso, entonces considero que él no tiene porqué tomarse este tipo de molestias contigo. Entre más rápido te mueras mejor para las dos — arrojó la bandeja de comida al suelo y pisoteó lo que había en ella.
No sé qué le ha pasado a esta mujer tan de repente, pero estaba actuando como una completa desquiciada. Ambos son tal para cual.
—¿Cuál es el alboroto? — Aiden entró a la habitación, supongo que por el mismo escándalo que ella hizo.
—Arrojó la bandeja al suelo. Por lo visto, no tiene hambre o simplemente no le gustó lo que cocinó Nany para ella.
—Eso no es cierto — me defendí.
Aiden se me quedó viendo en silencio y ladeó la cabeza.
—Dile a Nany que vuelva a preparar la comida.
—¿Qué?
—Veamos si se atreve a arrojarla conmigo presente.
—No puedo creerlo… — salió como alma que lleva el diablo.
—Yo no lo hice.
—Me da igual si fue así o no. No tengo tiempo ni mucho menos paciencia para atender este tipo de problemas innecesarios. Tan pronto venga la comida, quiero que comas lo más rápido que puedas. Creo que está demás mencionar que no soy niñero de nadie.
Luego de eso no dijo nada, solo se mantuvo viéndome desde una esquina de la habitación. Incluso cuando Andrea trajo otra bandeja de comida, él solo se limitó a observarme. Me tenía inquieta y nerviosa su presencia. No puedo descifrar qué es lo que piensa. No hice más que tomarme el jugo, cuando se acercó a mí. Sin decir nada, me agarró el brazo y me levantó.
—No me hagas nada— cerré los ojos preparándome para lo peor.
—Ya no sé si disfrutas haciéndote la tonta o es que lo eres. Muévete.
Me sacó agarrada por el brazo de la habitación y me trajo a otra, donde había un aparato extraño y un hombre con una carpeta amarilla sentado en una silla.
—¿Eso qué es? ¿Qué vas a hacerme?
—Es un detector de mentiras. Aquí sabremos si estás mintiendo o no.
El equipo y todos esos cables me pusieron ansiosa y nerviosa. Aunque a su vez, lo veía como una oportunidad de demostrar mi inocencia. Por esa misma razón dejé que me pusieran todos los cables y estaba dispuesta a responder honestamente todas las preguntas. Aiden estaba de pie frente a mí y solo me traía recuerdos del interrogatorio que me hicieron esa noche los agentes de la policía. Comenzaron con preguntas generalizadas que no tenían nada que ver con lo de Rebecca y en todas dije la verdad.
—La noche que asesinaron a Rebecca, ¿usted estuvo en la casa?
—Sí.
—Está diciendo la verdad. ¿Consideraba a Rebecca cómo su mejor amiga?
—Sí.
El sonido que hizo la máquina me asustó. El hombre no dejaba de ver la pantalla del aparato.
—Es mentira.
—¿Cómo que es mentira? Por supuesto que estoy diciendo la verdad. Rebecca era mi mejor amiga y yo la amaba mucho.
—Su respuesta debe ser «sí o no», Srta. Rachel.
—Prosigue con la siguiente pregunta, Rogelio — pidió Aiden.
—¿Le tenía usted rencor a la Srta. Rebecca?
—No.
—Es mentira.
—¿Mentira? ¿Qué va a saber usted si no estuvo ahí?
—¿Esa noche ingirió alcohol?
—Sí.
—Está diciendo la verdad. ¿Ingirió alguna sustancia controlada?
—No.
—Está diciendo la verdad. ¿Tuvo algo que ver con el asesinato de Rebecca?
—No.
El sonido se volvió a escuchar y me puse tensa.
—Yo no tuve nada que ver, lo juro.
—¿Estuvo involucrada en lo que ocurrió esa noche? — insistió.
—¡No!
El aparato volvió a sonar y en mis manos se reflejaban los nervios.
—¿Asesinaste a tu amiga Rebecca? —preguntó directamente.
—¡No!
La máquina volvió a sonar y la tensión me hizo explotar.
—Ella y yo nos acostamos a dormir juntas esa noche. Cuando desperté, su cuerpo estaba tendido al lado mío, pero yo no tuve nada que ver, se los juro. Yo misma llamé a la policía.
—Está mintiendo.
—¡No estoy mintiendo! — grité.
Aiden tiró el aparato y todo lo que había en la mesa al suelo y el miedo invadió todo mi ser.
—Eres una perra mentirosa.
—Te juro que no es mentira. Yo no le hice nada a Rebecca.
Su mano se aferró a mi cuello y casi caigo al suelo con todo y silla.
—Te di el beneficio de la duda. Incluso te brindé la oportunidad de mostrar tu supuesta inocencia, pero mira hasta dónde ha llegado tu teatro. La máscara te la han quitado. Vete preparando, porque pienso destriparte.
—Yo no fui — musité. Arrancó todos los cables que tenía puesto y me subió bruscamente a su hombro. Me trajo de vuelta a la habitación y me arrojó sobre la cama. Tenía miedo de lo que iba a hacer por eso me traté de mantenerme lejos suyo. —Disfruta de las últimas horas que te quedan — salió de la habitación y la cerró por fuera. Estallé en llanto, desmoronándome detrás de la puerta. Le di varios golpes, diciendo la verdad a gritos. Quería guardar así fuera una pequeña esperanza de que me escucharía y creería en mi palabra. Tenía una lucha conmigo misma. Puedo comprender de cierta forma su actitud y dolor, pero estas no son formas de tratar a nadie. Al cabo de unos minutos escuché la cerradura de la puerta y me aparté con temor pensando que se trataba de ese demonio, pero vi a Andrea nuevamente. —Saliste más perra de lo que pensé. Y eso, que creí en tu palabra cuando dijiste que no habías sido. —Yo no lo hice. ¿Por qué nadie puede creerm
Estaba vestido totalmente diferente a como lo he visto anteriormente. Su chaqueta era negra y de cuero. Además, siempre lo vi con máscara y antifaz. Su cabello siempre estaba peinado hacia al frente, no hacia atrás. No sabía que detrás de eso se ocultaba un hombre así. ¿Será por esa cicatriz que oculta su rostro? Sus ojos son demasiado bellos y lo hacen ver atractivo, pero ¿de qué vale esa belleza, si por dentro está podrido? ¿Cómo pude ser tan tonta y ciega que no lo reconocí? No puede ser que tenga tan mala suerte. De todas las personas que pude haber encontrado, tuvo que ser precisamente con él. Mi cuerpo estaba completamente paralizado. No sabía si debía arriesgarme y correr o ser obediente. Mi papá viene para acá y este loco puede hacerle algo. —Antes de que hagas una tontería, te aconsejo que pienses bien en las consecuencias. Debo admitir que me impresiona que hayas tenido la valentía de escaparte. —¿Cómo supiste dónde estaba? —Tengo mis mañas.
—En primer lugar, ¿qué me asegura que vas a cumplir con tu palabra? —Deberás arriesgarte. —¿Cómo se supone que voy a conseguir pruebas? —Ese no es mi problema. Ahora bien, si tan segura estás de tu inocencia, estoy seguro de que encontrarás la forma. —¿Qué harás si no lo consigo? —La verdadera pregunta debe de ser, ¿qué no te haré? —¿Y si lo consigo? —Te devolveré tu dichosa reputación. Entre eso está también que vuelvas a estudiar y logres conseguir un trabajo. Con eso es más que suficiente. —¿Eso también lo leíste? —Sí. —Quiero todo eso, pero también que te disculpes. —¿Disculparme? ¿De qué? —Por haber dudado de mí y por todo lo que me has hecho. —Yo no te he hecho nada todavía. —Quiero que me pidas perdón, eso es lo que quiero. —No pierdas más tiempo y vete, antes de que cambie de opinión. —Cobarde... — fui a abrir la puerta y me extendió su teléfono.
Me metí de vuelta a la casa, por temor a que esa persona me hiciera algo. La primera reacción que tuve fue buscar en la habitación algo que pudiera servirme para tirarlo por la ventana. Todo objeto que tuve al alcance, lo arrojé por la ventana uno detrás del otro. Cuando no encontré nada más, me asomé con sumo cuidado, pero no vi a la persona por ninguna parte. Hubo un fuerte sonido abajo, no sabía de qué se trataba, pero sabiendo que hay alguien ahí fuera que quiere hacerme daño, saqué la mitad del cuerpo por la ventana, pero tenía miedo de lanzarme desde esa altura. No sé si era parte de mi cabeza, pero entre más miraba hacia abajo, mi cuerpo no quería reaccionar. Sentí unas manos alrededor de mi cuerpo, el agarre y tirón que me dieron me obligó a entrar de vuelta. —¿Qué m****a crees que haces? — escuché la voz de Aiden, y lo que en otras circunstancias me hubiese parecido fastidioso o terrorífico, ahora lo que sentí fue algo de alivio—. No creas que vas a salirte con la t
—¿No crees que llega un momento en que cansa oír lo mismo? Llevas diciendo eso desde el día en que me secuestraste. —Y parece que lo estás esperando con muchas ansias. Solo te quedan 55 horas con 12 minutos y 15 segundos. —Eso lo estás inventando. —Mientras sigues ahí hablando tonterías, el reloj sigue corriendo. —Entonces detén el auto para bajarme. —No dejaré que por tu culpa me den un boleto por detenerme en medio de la vía pública y con tantos autos detrás. —Esto lo estás haciendo a propósito. Me diste un tiempo determinado y ahora buscas que lo pierda contigo. —¿Piensas pagarme el boleto? —¿Tengo cara de tener dinero encima? —Definitivamente cara y dinero es lo menos que tienes. Es un maldito insoportable. —Llévame de vuelta. —La policía debe de estar allí. ¿Realmente quieres regresar? —Debo ir por mi auto. —¿Tu auto o el de tu padre? —¿Te han dicho lo molesto
—¿Cómo te atreves a buscar en mis cosas, enfermo? —¿Enfermo? No soy yo quien se muestra en pelotas a desconocidos. —Yo dejé de hacer eso. —Que lastima. Ya te veía posando para una revista de adultos. Tus poses se ven como de modelo experimentada. —¡Cállate, desgraciado! Espero sea la última vez que lo hagas. —No necesito entrar de nuevo porque he descargado todo. —¿Descargado? ¿Cómo te atreves? —Puede servir de mucho. Se podría decir que te tengo doblemente agarrada. —¿Qué? —Parece que no solo tienes el cuerpo desarrollado, la mente también la tienes muy acelerada. Digno de una asesina a sangre fría. —Debí imaginar que ibas a sacar el tema de nuevo. Estoy harta de oírte. —Puedes tirarte si gustas, pues no pienso detenerme todavía. Es un fastidio escucharlo. Lo detesto con toda mi alma. Nada de esas fotos para mí son un orgullo. Lo hice en esa etapa donde quería demostrarme a mí misma que
Sus palabras me provocaron una desenfrenada risa. —Te he oído decir muchas idioteces, pero hoy sí que te has ganado una medalla. Cada vez estoy más cerca de comprobar si hay o no hay más personas involucradas en lo que le sucedió a mi hermana. Si he estado vigilando a esa muchachita que podría ser mi hermana, es porque todo apunta que fue ella. Pero, grábate una cosa; en el momento que me toque cortarle el cuello, no me temblará la mano para hacerlo. Rachel Se me hizo difícil dormir con el escándalo que hubo anoche. La habitación donde me quedé no quedaba tan cerca a la de ese hombre, pero escuché los gemidos muy intensos de una mujer por largas horas. No sé si fue que le estaba dando contra la pared, pero los sonidos fueron caóticos. No pensé que alguien podría gritar así. Ni cuando tuve mi primera vez recuerdo haber gritado de esa manera. Los hombres son unos cerdos infieles. Sabiendo que tiene mujer, es capaz de hacer esas cosas con otra. No había
—No estaba pensando en nada. —En tu expresión es muy evidente que estás saturada de imágenes mentales. —Lo único que diré es que, si sabían que estaba en la misma casa, debieron tener consideración y reducir la voz. —Hay cosas que no se pueden controlar, y más si son tan ricas. —Quiero irme a mi casa. Mis padres deben de estar preocupados. —No. No te vas todavía. —Verdaderamente no sé qué más quieres de mí. Ya te dije todo lo que sé. Estando aquí o allá no hace ninguna diferencia. —Por supuesto que sí. —Si tu temor es que intente huir, lo hubiera podido hacer anoche mismo, pero más que nadie quiero llegar al fondo de esto. —De aquí no te vas y punto. Es un maldito caprichoso que no escucha a los demás. Me senté en la silla a petición de él y en el papel que me extendió comencé a escribir lo que recordaba de Mathias, que obviamente era muy poco. Jamás había hecho un boceto y se veía horrible. ¿Qui