Un hombre se para en el medio de una carretera solitaria, mira la hora en su reloj de bolsillo, aunque no supo el propósito, el reloj estaba descompuesto, se limpia un diente con la lengua y sonríe, enciende un cigarrillo, le da una calada, vio la luz que despuntaba la mañana, luz que amenazaba con ahuyentar la oscuridad y sus amenazas, el amarillo del sol ahuyentando la noche en una combinación majestuosa entre amarillos, azul y naranjas, era la hora, una suave brisa de la carretera de Alemania hondeó su abrigo y su cabello. Rumbo a Berlín, un bus escolar iba a toda marcha por la autopista, varios autos militares escoltando y más atrás varios más en persecución. ─ Aquí es ─. Masculló el hombre por fin con una sonrisa de satisfacción, no se había equivocado. Hombres armados disparaban desde la parte trasera y laterales del bus, no tenían muchos hombres para defender, buscando de cubrir lo mejor que podían a los inocentes, sobre todo a los niños, solo unos pocos que escoltaban en
Darién la abrazó con dulzura, Renata ocultó su cara en su pecho, dejando escapar unos sollozos, mientras que la risa del Nefilim ya se había ido, solo frialdad brotaba de su rostro. ─ Veo que ya no eres tan diferente como ese par de idiotas que se matan por éste pútrido mundo, y se hacen llamar dioses ─. Reprochó el Nefilim, cuanto odio desbordó en cada palabra cuando dijo recorriéndola de hito en hito. ─ Ya te diste cuenta que no soy como mi padre ─. Lenaya, poco a poco fue bajando las escaleras, Mónica aun les seguía lanzando dagas con los ojos, pero se mantuvo a raya, estando frente a ellos su mente se había vuelto nada, su corazón se había encogido y su pecho quemaba. ─ Háblame ─. Susurró Lenaya, Renata deja a un lado sus sollozos para contemplar a una Reina con lágrimas en los ojos. ─ ¿Es verdad? ─ Yo no miento. No como tú, Darién se arriesgó por nosotras ─. Lenaya quiso extender su mano para tocar la mejilla de Renata, pero ésta se apartó acurrucándose más en el Nefil
Otro sello ha caído, la ciudad de Petra desaparecida, una ciudad bajo tierra, una ciudad creada por Eternas en conmemoración a Lenaya y a su séquito, Youlin entró en cuenta de que estos sellos no eran nada más para borrar su rastro de que una vez pisó este mundo, la arqueóloga suspiró en tristeza al ver como una maravilla del mundo se sumergía en el olvido, tomó varias fotografías antes de desaparecerla, como siempre esta parte de la aventura no tuvo mucha resistencia. Habían ayudado a la gente de Perú a ser rescatados, el escuadrón de extracción había llegado con alguna compañía inesperada, con la colaboración de algunos soldados, Caroline y Cerbero lograron despejar sin bajas, con heridos, si, pero sin ninguna perdida que lamentar, vieron como los soldados ayudaron a evacuar. Darlen, orgullosa de haber conocido a un buen soldado, ésta le pidió que se uniera a sus filas, necesitaba a alguien de confianza entre sus tropas, el soldado gustosamente aceptó y se fue con el
El auto se había vuelto demasiado pequeño para los cuatro. ─ Cerbero, detén el auto ─. Exigió Darlen con una voz tan sombría que el demonio se estremeció, se orilló en la carretera. ─ ¿Adónde vas? ─. Preguntó Caroline asombrada al ver a Darlen salir bajo la tormentosa lluvia. ─ Voy a buscar a ese maldito mal nacido y le patearé el culo hasta que me duelan los pies ─. Respondió cerrando de un portazo, Caroline se bajó siguiendo a su amiga, llamando para que ésta entrara en razón. Una tormenta de preguntas, dudas y un mar enorme de sentimientos encontrados, rabia, miedo, alegría, decepción, todo mezclándose cuan licuadora, quería gritar, quería romper algo, quería partirle la cara a su hermano, pero ¿Por qué?, ¿Cuál sería la razón correcta?, ¿por haber faltado a su palabra como soldado?, ¿por haber fallado en su misión?, lo que si era certero fue por haberse enredado emocionalmente con humanos, las humanas de su Reina, humanos que eran su responsabilidad cuidar, se veía totalm
El soldado se horroriza al ver como las uñas de Caroline se van alargando lentamente hasta volverse garras letales, el soldado levanta su arma llamando por apoyo, soldados corrieron hacia ellas preparando sus armas y apuntando, lo malo de la situación, es que ambas estaban paradas delante del auto, Youlin sintió como si estuviese a punto de mojar sus pantalones, el demonio se tensa, el soldado levanta la mano para dar la orden de fuego, pero éste se queda inmóvil, el resto de los soldados también, como estatuas, Youlin repara en los hombres apuntando a las dos mujeres, ¿les habían hecho algo ellas?, ¿estaban respirando?, tanto la demonio como la Nefilim fruncen el ceño ante tal cosa tan curiosa, los cuerpos de los soldados comienzan a brotarles llagas por todo su cuerpo, el soldado abre los ojos en horror puro, y de su boca brotó sangre negra, pastosa y asquerosa, todos los soldados cayeron al suelo en convulsiones, espuma negra brotaron de ellos, de sus bocas, sus oídos, narices
Cuanta soledad se sentía a pesar de contar con la compañía de su hermana en su despacho real, finiquitando parte de sus planes, releyendo el documento traído por Celestina una y otra vez, José aun no se manifestaba después de aquel encuentro, por más que intentó concentrarse en sus deberes, no podía. ─ Los amigos no se ocultan cosas ─. Fueron sus palabras, y José se las había repetido tan tranquilamente, que hubiera sido mejor recibir una cachetada que recibir aquellas palabras que le hicieron sentir tragar miles de astillas de vidrio, ella les había mentido. Que ni aun sintiendo el sello romperse le aflojo ese pesar, las palabras de Mónica eran ajenas a sus oídos, ¿de que le estaría hablando?, solo el consuelo de saber que los había usado para un fin mayor como el salvaguardar a su pueblo, se podía comparar que lo que hizo fue un sacrificio razonable, un costo que debía pagar. ─ Lenaya, ¿Me estás escuchando? ─ ¿Ha? ─. Mónica resopla. ─ (chasquidos) Aterriza ─ Lo siento, es…
Los tres bajaron al gran salón recibidor, estaban en el santuario de Elenya, el viento frío azotaba los amplios ventanales, haciéndolos tintinear en un leve agitar, era como ver un eterno invierno, una eterna navidad, Elenya preparaba orgullosamente la cena, nunca se imagino estar haciendo este tipo de cosas otra vez, era como estar en familia una vez más, Renata no paraba de preguntar sobre los regalos y Rosa no paraba de contar anécdotas de las veces que celebraron sus cumpleaños, sus padres planeando sus fiestas, tanta alegría vivida en un mundo normal, sin saber de esta podrida guerra oculta por tantos milenios, siendo ignorantes de todo aquello. Rosa, sin saberlo, su sonrisa se volvió amarga, dejando escapar unas lágrimas, ella añoraba esa vida, quería su vida de vuelta, Renata abraza a su hermana dándole un beso en la sien. ─ Gracias, manita, pero no tenías que abrir esas heridas, sé lo mucho que los extrañas, y yo… no recuerdo mucho, pero… gracias, ahora comprendo que
De regreso a su oficina, Lenaya terminaba de examinar el documento, frotando la pluma entre sus dedos, todo llevaba a que la gente del cielo, el concilio, cumplirían su palabra, pero tal vez se arrepentirían al saber que uno de los suyos contraería nupcias con una Succubus, y no cualquier Succubus, era la reina de todas ellas. ─ ¿Vas a firmar o te quedaras viendo el papel por lo que queda de eternidad? ─. Preguntó Mónica estudiando otros documentos. ─ Me resulta casi imposible de creer que ellos hayan aceptado los términos de este tratado ─ ¿Cuánto falta para que todos terminen de cruzar el umbral? ─ Cinco días para la primer fase, otros diez para el gran salto ─. Contestó sin levantar la vista del documento, Mónica asintió, le dedicó una mirada de reojo y dijo señalando con su pluma. ─ Solo fírmalo y ya veremos ─ ¿Crees que deba agregar otras cosas? ─ Si lo crees conveniente, hazlo, de todos modos los tratados se hicieron para modificarse las veces que sean necesarias para