Cap. 39.2

Los tres bajaron al gran salón recibidor, estaban en el santuario de Elenya, el viento frío azotaba los amplios ventanales, haciéndolos tintinear en un leve agitar, era como ver un eterno invierno, una eterna navidad, Elenya preparaba orgullosamente la cena, nunca se imagino estar haciendo este tipo de cosas otra vez, era como estar en familia una vez más, Renata no paraba de preguntar sobre los regalos y Rosa no paraba de contar anécdotas de las veces que celebraron sus cumpleaños, sus padres planeando sus fiestas, tanta alegría vivida en un mundo normal, sin saber de esta podrida guerra oculta por tantos milenios, siendo ignorantes de todo aquello.

Rosa, sin saberlo, su sonrisa se volvió amarga, dejando escapar unas lágrimas, ella añoraba esa vida, quería su vida de vuelta, Renata abraza a su hermana dándole un beso en la sien. ─ Gracias, manita, pero no tenías que abrir esas heridas, sé lo mucho que los extrañas, y yo… no recuerdo mucho, pero… gracias, ahora comprendo que
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