Tal y como se esperaba de la Eterna Milosevic, una Eterna que por más milenios pudiera tener, siempre era la misma mujer atenta, cálida, amena, siempre un consejo y una palabra oportuna cuando se debía, nunca se le había visto molesta o alterada por algo, aunque Steffany recorría curiosamente los silenciosos corredores del recinto en busca de algo que le diera una pista de que cosas pudieran alterar a la mujer en algún momento, o algún signo de molestia, durante varios días, en sus tiempos libres lo intentó, solo terminó rindiéndose sentada en un banco con los hombros caídos, nunca dio con lo que quería, solo para que un día-noche la hermana Milosevic se sentara a su lado con una sonrisa traviesa y le contara su secreto de su incorruptible armonía, que cosas la alteraban y como hizo para que no sucediera más. La misma Eterna Milosevic daba sus serenas instrucciones a uno de los grupos en las azoteas de uno de los edificios, tenía una buena vista de toda la infinita procesión
─ La encontré ─. Anunció el Nefilim. ─ ¿Dónde está? ─. Pregunta Renata preocupada. ─ Autopista norte ─ ¿Cómo rayos llegó tan lejos? ─. Pregunta Elenya asombrada. ─ No lo sé, ni me interesa, usen el auto, yo volaré, toma Rena, guarda la espada de Rosa y cuida mi abrigo ─. Dijo el Nefilim entregando la espada y el abrigo en brazos de Renata. ─ Las espero en la autopista norte ─. Indicó desplegando sus alas. ─ ¿Cómo sabrás que la encontrarás allí? ─. Pregunta Elenya. ─ Le di una orden ─. Contestó el Nefilim emprendiendo vuelo. ─ Sube ─. Intó Renata tirando el abrigo de Darién y la espada en el puesto trasero, Elenya, con mucho cuidado entró, Renata encendió el auto y aceleró. Rosa sollozaba tirada en el suelo, no lo quería ver a la cara, no quería se reprendida por su inutilidad y su cobardía, ella quería escapar, ocultarse debajo de una piedra si fuera necesario, el solo hecho de recordar aquella sensación delante de aquella mujer, la oscuridad y el pánico que la envolvieron,
¿Cuándo se a iba terminar esta carnicería?, se preguntaba Youlin escondida dentro de un pozo de agua, colgando en la cubeta que se sujetaba a una cuerda, gritos, gruñidos de bestias hacían eco estruendoso dentro de aquel pozo, tan ensordecedor que aturdía, el tintineo de la espada cortando carne y huesos. Un cuerpo cae dentro del pozo, Youlin grita columpiándose para que el cuerpo no se la llevara con su peso muerto, un gran grupo de avanzada de poseídos los acechaba en las riveras de un río, el hermoso paisaje había distraído a la arqueóloga, el grupo sobrenatural la arrastraron a una enorme casa, lugar donde la batalla se intensificó, terminando así Youlin siendo arrastrada por Caroline y encerrada en un pozo, el demonio Cerbero había dado la sugerencia en ocultar a la arqueóloga en un lugar seguro, ¿y que mejor lugar que allí?, la batalla parecía nunca terminar, aun la Nefilim y Caroline seguían molestas por el acto tan descuidado de Youlin, la batalla sirvió para drenar
Los cuatro se adentraron en la caverna, y aun así, no paraban de asombrarse, una cueva bien iluminaba por cristales que se encendían conforme ellos iban avanzando, iluminándoles el sendero en la oscuridad. Llegaron a un cruce, su única opción, cruzar a la derecha, la enorme piedra reposaba en un rincón, el grupo aventurero no repara en la roca, total, solo era una piedra que había obstaculizado el paso en la entrada, Youlin saca su monóculo milagroso y comienza su análisis en la caverna, cruzaron a la derecha en el recodo, inesperadamente la piedra se volvió a mover, sellando toda salida, los dos demonios y la Nefilim comenzaron a golpear la roca y a empujar con todas sus fuerzas, pero todo fue inútil, por cada golpe y empujón los símbolos brillaban, prueba suficiente que hicieran lo que hicieran no lograrían moverla. Solo oscuridad total cubría aquel lugar, únicamente se sabía que había un corredor porque fue lo último que vieron antes de que la enorme roca cerrara e
Un bello día soleado en la barriada donde Rosa se crió con su hermana, una casa hermosa con un hermoso patio bien cuidado, fachada color pastel y techos de losa roja, con bardas de madera pintado de blanco, niños correteaban de aquí para allá, Rosa se levanta en su cama de golpe, miró a los lados y se estruja los ojos, ¿fue una pesadilla?, el sol radiante se colaba por la ventana de cortinas rosas con estampados de nubes, todo estaba tal cual como lo recordaba la última vez que había estado en casa de sus padres, vestía con su pijama beige favorita, ¿pijama beige?, hace mucho que no lo usaba, todo parecía tan confuso, se asomó por la ventana y toda vida corría como si nada en la calle, vecinos hablando con otros, otros regando sus plantas, otros simplemente dentro de sus casas atendiendo de sus asuntos, nadie parecía querer saltar encima del otro con la intención de arrancarle la cabeza. Tocan a la puerta de su habitación, Rosa se gira rápidamente a ver quien era, la puerta
Renata vuelve a cuestionar al Nefilim con otra pregunta. ─ ¿Cómo?, si estabas manejando ─ Ya que poseo vínculos con ustedes, también puedo ver sus sueños, pero déjenme aclarar que lo hago es en estrictas emergencias, y solo puedo ver, nada más, no puedo interactuar en ello, y lo que vio Rosa no fue un sueño ─ Entonces, ¿Qué fue? ─. Preguntó Rosa intentando sentarse, pero un fuerte mareo la golpeó que tuvo que acostarse de nuevo. ─ Te habían llevado a otro lugar ─ ¿Y? ─. Preguntó Renata enarcando sus cejas en interrogante, Rosa se mantuvo en silencio, escuchando la explicación del Nefilim. ─ Querían ver si te rompías o si harías cualquier cosa para quedarte, usarían tus emociones, tus… sentimientos en tu contra ─ No estoy segura ─. Objetó Rosa algo dubitativa, entornando la mirada, algo no encajaba en la explicación del Nefilim. ─ ¿Por qué? ─. Preguntó Darién. ─ Si hubieran querido que me quedara, hubieran por lo menos haber fingido, aunque sea, una imitación de mi hermana ─. Refu
─ Lorenzo Mijares, detective privado ─. Dijo Renata leyendo el nombre en voz alta. ─ Ese soy yo ─. Afirmó el hombre con una mueca, destacando su triste aceptación de lo que una vez fue. ─ Y bien, señor Mijares, ¿Qué tiene que ver con ella? ─. Preguntó Renata revisando más a fondo la identificación. ─ Hace dos año y medio, más o menos, fui contratado por una mujer, una peluquera, se llamaba Beatriz Gonzáles por el caso de un acosador ─. Renata comparte miradas interrogantes con el Nefilim, el detective repara en ello. ─ ¿La conocen? ─. Preguntó entornando la mirada con cautela sobre Renata. ─ No estás en condiciones de preguntar ─. Advirtió Darién dando toques con el cañón de su arma en el hombro del detective. ─ ¿Cómo la conoció? ─. Preguntó Renata prosiguiendo el interrogatorio. ─ ¿Te refieres a la señorita Gonzáles o a la señorita Mercedes? ─ A ambas ─ Como le dije antes, a la señorita Gonzáles la conocí una mañana cuando vino a mi despacho para solicitar de mis servicios
Un camión de helados zigzagueaba por los barrios bajos de Nueva York, todo parecía haber salido de una película de terror, autos incendiados, calles desoladas, barricadas destruidas y un cuerpo pudriéndose aleatoriamente en las calles, dichos cuerpos siendo el festín de alimañas carroñeras, casas y apartamentos abandonados u otros llenos de personas aterradas tratando de alargar sus miserables vidas un poco más de un crudo final, otros ocultos entre los callejones como ratas, devorando la inmundicia, acechando en la oscuridad por algún incauto, las luces apagadas de aquel camión invitaba a una dulce trampa, dentro de aquel camión, una aberración encadenada iba de pasajero junto con tres demonios en la parte trasera, y dos le sonreían, ¿Por qué le sonreían? Llegando a un hospital abandonado, fueron preparando a la aberración, “Bob”, le había llamado Thirael, sus compañeros protestaron por haberle puesto ese nombre, en cambio su respuesta como argumento fue. ─ Si la mujer de