Los oídos de Elenya parecían estar fallando, ¿en verdad él preguntó eso?, solo puso una mano en su frente y la otra en la cadera, respirando varias veces, caminando de aquí para allá, buscando la forma de calmarse, peinó su cabello con una mano. ─ Están seguras conmigo y contigo ─. Elenya se detuvo en seco. ─ ¡Pudo haberlas atacado!, ¡Haberles hecho daño! ─ ¡Pero no lo hizo! ─ Darién…─. Elenya buscó las palabras apropiadas en su mente, cerró los ojos, respiró profundamente haciendo sus manos puños y… ─ A veces pienso y me estoy dando cuenta del no sé porqué me enamoré de ti, aun busco la respuesta, quiero atribuirlo a un capricho o no lo sé, pero te veo y veo como estás haciendo las cosas y veo que aun no has madurado, haces las cosas sin pensar, no te discuto que para la guerra eres lo mejor que hay, y supongo que esa es la parte que más me encantó de ti, tu libertad, tu… irreverencia ante todo, pero… ¿No crees que te estás dejando llevar mucho por ese exceso de confianza? ─.
─ Es bueno contar con la visita de una cara amiga ─. Dijo José como saludo la noche en que Lenaya había aceptado su petición de hablar, el apartamento se encontraba en penumbras, el aroma a licor, aunque no era abrumador, se sentía por todo el lugar. ─ ¿Estabas bebiendo? ─. Preguntó Lenaya intrigada. José, rascándose ligeramente la frente y frotando su cuello dijo con una triste sonrisa. ─ Solo celebro y… no quería celebrar solo ─. Tendió su mano invitando a su amiga a tomar asiento delante de él. ─ ¿Qué tanto has bebido? ─. Preguntó tomando asiento. ─ No mucho, de hecho. Quiero mantenerme sobrio para cuando Caroline regrese ─. José sirve un poco de whisky y lo ofrece, ampliando un poco más la sonrisa preguntó. ─ ¿Te quieres unir? ─. ¿Por qué no?, se preguntó a sí misma con una mueca, Lenaya tiende su mano aceptando el vaso. ─ ¿Qué celebramos? ─. Preguntó dando un sorbo, los ojos amarillos de Lenaya parecían brillar en la oscuridad, y más con la poca luz de la única lámpara encen
Lastimosamente, su apartamento había sido saqueado, no dejaron nada, solo basura y más basura, destruyeron algunos muebles y pintaron con spray algunas paredes, palabras obscenas y símbolos sin sentidos, las gemelas vieron con tristeza cuan destrozado estaba todo, todas sus pertenencias que con tanto amor y esfuerzo habían comprado. ─ Podemos ir a otro lugar si lo desean ─. Propuso Darién desde la puerta destrozada, acomodándose el cabello agitando su cabeza ligeramente, Renata asintió humedeciéndose los labios, tragándose su tristeza, Rosa se negó con la excusa de defender su lugar, el lugar que una vez fue su hogar. ─ ¡Pero aquí no hay nada! ─. refutó Renata, Rosa guardó silencio, Elenya fue recorriendo cada habitación, la sala, la cocina, el baño, no había nada, solo basura y vidrios rotos. ─ ¿Qué ocurre Elen? ─. Preguntó el Nefilim. ─ Tal vez Rosa tenga razón, tal vez debamos quedarnos ─ ¿Alguna razón? ─ Nadie se imaginará que las peores amenazas se ocultan en un apartamento
Como vio que la mujer no se movió, buscó de seguir su camino, guardó su espada y… algo la había sujetado por la cintura lanzándola por los aires, haciendo que impactara con una pared, Rosa cae con un ruido sordo, sacando todo el aire de su cuerpo, levantó la mirada algo aturdida, ¿Qué había sido eso?, la mujer aun seguía sentada en el mismo lugar, tomándole algo de esfuerzo, Rosa se vuelve a poner en pie, con más cautela va retomando su marcha, la mujer habló. ─ No insistas ─. Dijo sin siquiera mirarla, fue en ese entonce que la mujer posó sus ojos en Rosa. ─ (dientes apretados), ¿Quién eres? ─ Supongo que tu debes ser Renata ─. Rosa guardó silencio, la mujer sonríe. ─ Entonces estoy en lo cierto ─. Concluyó poniéndose de pie. ─ Te buscaba ─. Rosa seguía guardando silencio, balanceando su peso de un pie a otro, sujetándose el estomago. ─ Por favor, no pongas resistencia, es inútil ─ No me moveré ─. La mujer enarca ligeramente su ceño. ─ Tal como me lo dijeron, ambas son alg
Con mucho cuidado, Renata sacó a Elenya del lugar bajando las escaleras, al llegar a la planta baja, Renata le da una patada a lo que debería ser una puerta con acceso eléctrico y se van dando traspié hacia el auto. Pocos minutos después quedando a solas el Nefilim, preguntó. ─ ¿Qué hiciste con ella? ─ (silencio) ─ ¿Cuál es el mensaje? ─ Estás muerto ─. Dijo la mujer, y en un parpadear, astillas de hielo atacan al Nefilim, sin dar chance de nada cada astilla impacta en su cuerpo, Darién cae de rodillas gruñendo, la mujer se para delante de él formando otra espada de hielo, el Nefilim levanta la mirada, sonríe con malicia, se va levantando poco a poco en toda su altura, y en su levantar, emana volutas de energía azul y roja, cambiando totalmente a sus ojos enrojecidos mezclados con su azul-plata, su piel tan negra como el silicio, quitándose el abrigo unas alas negras salieron a relucir. ─ Creo que la que la que está muerta eres tu ─. Amenazó. Ambas mujeres ya fuera del edifi
─ No creo que esté aquí ─. Señaló Clarisse con el ceño fruncido, mirando a contra dirección, a la salida del callejón por donde habían entrado, en cambio Liz se adentraba aun más. ─ No es seguro, no debemos separarnos del resto ─. Previno Clarisse. ─ Una de nosotras está desaparecida ─. Refutó Liz alumbrando el rostro de su compañera, Clarisse se cubre el rostro con su brazo, evitando la enceguecedora luz. ─ No creo que esté desaparecida, quizás está descansando por ahí y nosotras preocupadas ─ Estás hablando de Adara, ella no es así, no es de las que holgazanean sin motivo ─ (voz de indignación), ¡Ninguna lo hacemos! ─ Pero es Adara, ella es la única que se ha esforzado el doble ─. Clarisse hizo una mueca comprendiendo y aceptando la réplica de su compañera, así que se colocó su catalizador y alumbró la calle junto a su compañera, alumbró las oscuras calles, una a espaldas de la otra. Unos pasos se sienten en un cruce, cerca de otro extremo de la calle, parecía ser u
Tal y como se esperaba de la Eterna Milosevic, una Eterna que por más milenios pudiera tener, siempre era la misma mujer atenta, cálida, amena, siempre un consejo y una palabra oportuna cuando se debía, nunca se le había visto molesta o alterada por algo, aunque Steffany recorría curiosamente los silenciosos corredores del recinto en busca de algo que le diera una pista de que cosas pudieran alterar a la mujer en algún momento, o algún signo de molestia, durante varios días, en sus tiempos libres lo intentó, solo terminó rindiéndose sentada en un banco con los hombros caídos, nunca dio con lo que quería, solo para que un día-noche la hermana Milosevic se sentara a su lado con una sonrisa traviesa y le contara su secreto de su incorruptible armonía, que cosas la alteraban y como hizo para que no sucediera más. La misma Eterna Milosevic daba sus serenas instrucciones a uno de los grupos en las azoteas de uno de los edificios, tenía una buena vista de toda la infinita procesión
─ La encontré ─. Anunció el Nefilim. ─ ¿Dónde está? ─. Pregunta Renata preocupada. ─ Autopista norte ─ ¿Cómo rayos llegó tan lejos? ─. Pregunta Elenya asombrada. ─ No lo sé, ni me interesa, usen el auto, yo volaré, toma Rena, guarda la espada de Rosa y cuida mi abrigo ─. Dijo el Nefilim entregando la espada y el abrigo en brazos de Renata. ─ Las espero en la autopista norte ─. Indicó desplegando sus alas. ─ ¿Cómo sabrás que la encontrarás allí? ─. Pregunta Elenya. ─ Le di una orden ─. Contestó el Nefilim emprendiendo vuelo. ─ Sube ─. Intó Renata tirando el abrigo de Darién y la espada en el puesto trasero, Elenya, con mucho cuidado entró, Renata encendió el auto y aceleró. Rosa sollozaba tirada en el suelo, no lo quería ver a la cara, no quería se reprendida por su inutilidad y su cobardía, ella quería escapar, ocultarse debajo de una piedra si fuera necesario, el solo hecho de recordar aquella sensación delante de aquella mujer, la oscuridad y el pánico que la envolvieron,