Cuanta soledad se sentía a pesar de contar con la compañía de su hermana en su despacho real, finiquitando parte de sus planes, releyendo el documento traído por Celestina una y otra vez, José aun no se manifestaba después de aquel encuentro, por más que intentó concentrarse en sus deberes, no podía. ─ Los amigos no se ocultan cosas ─. Fueron sus palabras, y José se las había repetido tan tranquilamente, que hubiera sido mejor recibir una cachetada que recibir aquellas palabras que le hicieron sentir tragar miles de astillas de vidrio, ella les había mentido. Que ni aun sintiendo el sello romperse le aflojo ese pesar, las palabras de Mónica eran ajenas a sus oídos, ¿de que le estaría hablando?, solo el consuelo de saber que los había usado para un fin mayor como el salvaguardar a su pueblo, se podía comparar que lo que hizo fue un sacrificio razonable, un costo que debía pagar. ─ Lenaya, ¿Me estás escuchando? ─ ¿Ha? ─. Mónica resopla. ─ (chasquidos) Aterriza ─ Lo siento, es…
Los tres bajaron al gran salón recibidor, estaban en el santuario de Elenya, el viento frío azotaba los amplios ventanales, haciéndolos tintinear en un leve agitar, era como ver un eterno invierno, una eterna navidad, Elenya preparaba orgullosamente la cena, nunca se imagino estar haciendo este tipo de cosas otra vez, era como estar en familia una vez más, Renata no paraba de preguntar sobre los regalos y Rosa no paraba de contar anécdotas de las veces que celebraron sus cumpleaños, sus padres planeando sus fiestas, tanta alegría vivida en un mundo normal, sin saber de esta podrida guerra oculta por tantos milenios, siendo ignorantes de todo aquello. Rosa, sin saberlo, su sonrisa se volvió amarga, dejando escapar unas lágrimas, ella añoraba esa vida, quería su vida de vuelta, Renata abraza a su hermana dándole un beso en la sien. ─ Gracias, manita, pero no tenías que abrir esas heridas, sé lo mucho que los extrañas, y yo… no recuerdo mucho, pero… gracias, ahora comprendo que
De regreso a su oficina, Lenaya terminaba de examinar el documento, frotando la pluma entre sus dedos, todo llevaba a que la gente del cielo, el concilio, cumplirían su palabra, pero tal vez se arrepentirían al saber que uno de los suyos contraería nupcias con una Succubus, y no cualquier Succubus, era la reina de todas ellas. ─ ¿Vas a firmar o te quedaras viendo el papel por lo que queda de eternidad? ─. Preguntó Mónica estudiando otros documentos. ─ Me resulta casi imposible de creer que ellos hayan aceptado los términos de este tratado ─ ¿Cuánto falta para que todos terminen de cruzar el umbral? ─ Cinco días para la primer fase, otros diez para el gran salto ─. Contestó sin levantar la vista del documento, Mónica asintió, le dedicó una mirada de reojo y dijo señalando con su pluma. ─ Solo fírmalo y ya veremos ─ ¿Crees que deba agregar otras cosas? ─ Si lo crees conveniente, hazlo, de todos modos los tratados se hicieron para modificarse las veces que sean necesarias para
Mierda, debió dárselo antes de partir, pero no lo tenía para ese entonces, aunque le hizo caso en que debían llevar las cosas con calma, pero ya no podía hacer más, ahora habían muchas lagunas entre ellos, solo esperar, esperar para aclarar las cosas con ella, serle honesto, con la esperanza de que Caroline no lo rechazara por haber ocultado tan gran secreto, y sobre la manipulación de Lenaya, eso sería otro saco que enmendar para que las cosas no se desbarataran. Miró su celular, quería llamarla y contarle todo, pero eso sería distraerle de su misión, ella debía concentrarse en su labor, no en trivialidades como su compromiso y sus relaciones amistosas, pero toda relación tiene sus conflictos ¿no?, y peleas, ¿pero de esta magnitud?, lo dudó, agitó su vaso y volvió a tomar otro profundo trago, suspiró y… contempló su celular, marcó un número. ─ ¡No es justo!, ¡es nuestro cumpleaños! ─. Protestó Renata entre sollozos en el hombro de Elenya. ─ Lo sé, mi niña ─. Decía Elen
Los oídos de Elenya parecían estar fallando, ¿en verdad él preguntó eso?, solo puso una mano en su frente y la otra en la cadera, respirando varias veces, caminando de aquí para allá, buscando la forma de calmarse, peinó su cabello con una mano. ─ Están seguras conmigo y contigo ─. Elenya se detuvo en seco. ─ ¡Pudo haberlas atacado!, ¡Haberles hecho daño! ─ ¡Pero no lo hizo! ─ Darién…─. Elenya buscó las palabras apropiadas en su mente, cerró los ojos, respiró profundamente haciendo sus manos puños y… ─ A veces pienso y me estoy dando cuenta del no sé porqué me enamoré de ti, aun busco la respuesta, quiero atribuirlo a un capricho o no lo sé, pero te veo y veo como estás haciendo las cosas y veo que aun no has madurado, haces las cosas sin pensar, no te discuto que para la guerra eres lo mejor que hay, y supongo que esa es la parte que más me encantó de ti, tu libertad, tu… irreverencia ante todo, pero… ¿No crees que te estás dejando llevar mucho por ese exceso de confianza? ─.
─ Es bueno contar con la visita de una cara amiga ─. Dijo José como saludo la noche en que Lenaya había aceptado su petición de hablar, el apartamento se encontraba en penumbras, el aroma a licor, aunque no era abrumador, se sentía por todo el lugar. ─ ¿Estabas bebiendo? ─. Preguntó Lenaya intrigada. José, rascándose ligeramente la frente y frotando su cuello dijo con una triste sonrisa. ─ Solo celebro y… no quería celebrar solo ─. Tendió su mano invitando a su amiga a tomar asiento delante de él. ─ ¿Qué tanto has bebido? ─. Preguntó tomando asiento. ─ No mucho, de hecho. Quiero mantenerme sobrio para cuando Caroline regrese ─. José sirve un poco de whisky y lo ofrece, ampliando un poco más la sonrisa preguntó. ─ ¿Te quieres unir? ─. ¿Por qué no?, se preguntó a sí misma con una mueca, Lenaya tiende su mano aceptando el vaso. ─ ¿Qué celebramos? ─. Preguntó dando un sorbo, los ojos amarillos de Lenaya parecían brillar en la oscuridad, y más con la poca luz de la única lámpara encen
Lastimosamente, su apartamento había sido saqueado, no dejaron nada, solo basura y más basura, destruyeron algunos muebles y pintaron con spray algunas paredes, palabras obscenas y símbolos sin sentidos, las gemelas vieron con tristeza cuan destrozado estaba todo, todas sus pertenencias que con tanto amor y esfuerzo habían comprado. ─ Podemos ir a otro lugar si lo desean ─. Propuso Darién desde la puerta destrozada, acomodándose el cabello agitando su cabeza ligeramente, Renata asintió humedeciéndose los labios, tragándose su tristeza, Rosa se negó con la excusa de defender su lugar, el lugar que una vez fue su hogar. ─ ¡Pero aquí no hay nada! ─. refutó Renata, Rosa guardó silencio, Elenya fue recorriendo cada habitación, la sala, la cocina, el baño, no había nada, solo basura y vidrios rotos. ─ ¿Qué ocurre Elen? ─. Preguntó el Nefilim. ─ Tal vez Rosa tenga razón, tal vez debamos quedarnos ─ ¿Alguna razón? ─ Nadie se imaginará que las peores amenazas se ocultan en un apartamento
Como vio que la mujer no se movió, buscó de seguir su camino, guardó su espada y… algo la había sujetado por la cintura lanzándola por los aires, haciendo que impactara con una pared, Rosa cae con un ruido sordo, sacando todo el aire de su cuerpo, levantó la mirada algo aturdida, ¿Qué había sido eso?, la mujer aun seguía sentada en el mismo lugar, tomándole algo de esfuerzo, Rosa se vuelve a poner en pie, con más cautela va retomando su marcha, la mujer habló. ─ No insistas ─. Dijo sin siquiera mirarla, fue en ese entonce que la mujer posó sus ojos en Rosa. ─ (dientes apretados), ¿Quién eres? ─ Supongo que tu debes ser Renata ─. Rosa guardó silencio, la mujer sonríe. ─ Entonces estoy en lo cierto ─. Concluyó poniéndose de pie. ─ Te buscaba ─. Rosa seguía guardando silencio, balanceando su peso de un pie a otro, sujetándose el estomago. ─ Por favor, no pongas resistencia, es inútil ─ No me moveré ─. La mujer enarca ligeramente su ceño. ─ Tal como me lo dijeron, ambas son alg