Los días se fueron con normalidad para Nancy. Su vida era tan rutinaria y monótona de la universidad al restaurante, que no tuvo tiempo de pensar en nada ni en nadie. Aunque de manera inconsciente pasaba a diario por el parque, porque una parte de sí anhelaba encontrarse a aquel militar una vez más. Quizás quería saber por sí misma si Carla le decía la verdad.
Ese día en particular hubo mucho ajetreo en el restaurante, por lo que, una vez el último comensal se marchó, se dedicó a recoger y limpiar. Por suerte Carla y su hermana le ayudaban, porque ella sola con su abuela no daban abasto.
—Entonces, ¿no te has encontrado al militar? —inquirió Carla, recogiendo las sillas mientras Nancy barría el salón—. Pensé que sí vendría.
—Pues ya ves que no —se encogió de hombros—. Sueñas demasiado si crees que un militar tan guapo como él se fijaría en alguien como yo.
—¿Y cómo es alguien como tú?
Nancy detuvo su labor y se señaló de pies a cabeza con el palo de la escoba. El jean desgastado y la camiseta vieja le daba un aire descuidado, pero no era más que la ropa que usaba para trabajar, sobre todo cuando hacía aseo al restaurante para no oler a jabón y cloro. Estaba sudada y su cabello estaba despeinado.
—Mírame nada más y compáralo con ese hombre tan pulcro. ¿No te diste cuenta de su porte? Jamás se involucraría con una mujer tan simple como yo.
—Tú eres preciosa, que te quieras hacer menos, es un cuento diferente. Es obvio que ahora no estás con el mejor aspecto ni la mejor presentación, pero eso no le resta nada a tu belleza —la rubia torció los labios—. Me molesta que no te des el valor que mereces tú misma.
—Sí me lo dio, yo me valoro y me quiero —suspiró—. Pero no hay que volar tan alto, Carla. Somos de mundos diferentes.
—Sí, como no —bufó—. Si sigues así, vas a quedarte vistiendo santos.
—En algún momento de mi vida llegará ese amor, por ahora, solo quiero enfocarme en mis estudios y en ayudar a la abuela.
—Ya llegó —indicó, esbozando una sonrisa ladeada y divertida.
—Por supuesto que no —prosiguió Nancy, retomando su trabajo, ajena a la persona que se encontraba detrás de ella—. Muy sexi y guapo, eso no te lo voy a negar ni a ti ni a nadie. Pero de aquí a ser el amor de mi vida, jamás. No soy tan soñadora y lo sabes…
—¡Victoria, ven aquí ahora mismo, pequeña demonio! —gritó una joven, saliendo furiosa de la cocina.
La pequeña envuelta en risas se abalanzó sobre Nancy, pero ella no fue tan rápida de atraparla entre sus brazos y la niña la golpeó con fuerza, haciendo que cayera hacia atrás. Cerró los ojos esperando el golpe, pero contrario a lo que creía, sintió un cuerpo amortiguando su caída.
Nancy levantó la mirada con el rostro un poco girado hacía atrás y su corazón se saltó un latido. ¿Cómo apareció tan de repente? Fue lo que se preguntó, tratando de entender qué hacía el militar allí, una vez tomándola entre sus brazos y salvándola de la caída.
En ese momento, el mundo a su alrededor se detuvo. Se había dado cuenta del atractivo del hombre, pero no lo había detallado como ahora. Se perdió en el color verde de sus ojos, eran tan claros y bonitos que parecían azules. Ni siquiera supo distinguir el color, solo podía pensar que eran los ojos más bonitos que había visto en su vida. Tenía los labios delgados, pero se apreciaban tan carnosos. Miró a detalle su nariz perfilada, su mandíbula cuadrada y el espesor de sus cejas.
Repasó sin disimulo alguno el rostro del hombre y se grabó cada rasgo en su memoria, pensando que jamás volvería a toparse con alguien tan bello. Deliraba, pero no sabía si por el calor que desprendía el cuerpo del hombre, el aroma de su masculino perfume o el hechizo de su mirada. O quizás era todo junto y por eso no podía alejarse de él. Cual fuera el caso, quería estar otro poquito más entre sus brazos y recostada en su pecho.
Mason, por su lado, quedó igual de embelesado con la chica. Se había repetido a diario que no debía dejarse llevar por esa atracción que surgió en cuanto se perdió en su oscura mirada, pero de nuevo teniéndola entre sus brazos, su corazón se alborotó como nunca y deseó seguir lo que su ser le gritaba.
La volvió a contemplar a profundidad, como queriendo buscar algún detalle que pasó por alto, pero quedó sumergido en la intensa mirada de la chica.
Una voz enojada los hizo separar de golpe, completamente avergonzados de haberse quedado paralizados. Ambos se sentían a gusto estando así de cerca y de forma inconsciente querían alargar el contacto lo más que pudieran.
—¿Dónde escondiste mi teléfono, Victoria?
—¡Si adivinas te daré un premio! —soltó la niña para consternación de la joven, provocando risas en los adultos.
—¡Te dije que no podías tomarlo!
—¿Qué está pasando?
A Nancy le costó hablar, más por la mirada del hombre que seguía sobre ella y la de su amiga, que, aunque no había mencionado nada, sonreía divertida por la escena que acababa de presenciar.
—Victoria tomó mi teléfono y lo escondió. Dile que me lo devuelva.
—Pero estábamos jugando.
—Yo no estoy jugando contigo, niña.
—Nico, por favor —le advirtió su hermana y ella resopló molesta—. ¿Dónde dejaste el teléfono de la tía, Vicky?
La niña le hizo señas y ella se agachó, dispuesta a escucharla.
—Lo escondí —la niña soltó una risita—. Y ahora debe buscarlo.
Nancy no sabía si reír o reprenderla, ¡al fin y al cabo era una niña! Una muy curiosa y traviesa, pero era porque se sentía sola y aburrida de permanecer todos los días en el restaurante. Sus padres trabajaban y ellas la cuidaban. No podían jugar y dedicarle el tiempo que la niña tanto requería y necesitaba.
—Debes devolverlo. Los teléfonos no son para jugar —le dijo a cambio, dándole una sonrisa dulce—. ¿Qué te parece si ahora que acabemos vamos al parque y te compro helado?
—¡Sí!
—Pero debes darle el teléfono a la tía Nico, o si no, no te llevaré al parque.
Victoria salió en pura hacia la cocina y Nico la siguió, refunfuñando entre dientes que la niña estaba muy malcriada porque la dejaban hacer siempre lo que quería.
—Creo que llegué demasiado tarde —la voz del hombre la hizo recordar que seguía ahí.
—Efectivamente, querido amigo —respondió la rubia—. Pero mañana puedes venir unas dos horas más temprano y disfrutar de la comida, como de las vistas.
El hombre la miró y ella solo se encogió de hombros, retomando su labor de recoger las sillas sobre las mesas.
—Entonces mañana volveré de nuevo—dijo, volviendo la mirada a la morena.
Sabía que era tarde para encontrar todavía almuerzo, pero esa no era la principal razón por la que estaba ahí. Solo pasaba por la calle e inconscientemente entró al restaurante, pero realmente no tenía esperanza de encontrarla en el lugar.
—Aquí te esperamos, ¿no es así, Nancy?
—Sí —asintió la mencionada.
—Perfecto —sonrió, dando un paso hacia ella y estiró su mano—. Mason Pearson.
—Un gusto, Nancy Brooks.
Estrecharon sus manos con firmeza, sin poder dejar de mirarse fijamente. La atracción era palpable entre ellos y lo confirmaron cuando sus pieles se rozaron y sus corazones latieron con mucha fuerza.
—Carla Wood —dijo de repente la rubia, cortando la atracción y la química que surgió cuando se tocaron.
—¿Qué se supone que estás haciendo, Nancy?La chica brincó del susto al ver a su abuela detrás de ella, mirándola con curiosidad. En vista de que los comensales ya estaban llegando y ella no estaba en su lugar tomando las ordenes, tuvo que salir de la cocina para buscarla. Pero no esperaba encontrarla en el baño, pintando sus labios como si fuese a salir a modelar y no a trabajar.—Yo…—¿Acaso no vas a ayudarme hoy? —volvió a preguntar, mirando ahora su vestimenta—. No me digas que no puedes, porque hoy estamos solas.—Por supuesto que voy a ayudarte, abuela. Solo que… bueno, me estaba peinando un poco. No quiero dar una mala impresión a los clientes, ya sabes. Su abuela frunció el ceño al escuchar a su nieta, ella más que nadie sabía que Nancy no era una de esas chicas que le preocupara lo que dijeran de su apariencia. Solía arreglarse muy bien en algunas ocasiones, pero nunca lo había hecho en exceso mientras trabajaba en el restaurante.—¿Tienes una cita con algún chico?La chic
Mason se acercó a Nancy para cancelar la cuenta. Ella hablaba con la rubia —la verdadera madre de Victoria—, mientras la niña dormitaba en sus brazos.—Perdón —carraspeó, llamando la atención de las dos mujeres—. Aquí tienes —extendió el dinero y ella lo recibió—. La comida estaba muy rica. Gracias.—Nos alegra mucho que te haya gustado —la chica sonrió—. Espero que tú y tu compañero regresen pronto.—No lo dudes. Vendré a diario a comer aquí y estoy seguro de que Roque también lo hará.Nancy se mordió el labio inferior, sonriendo de manera sutil, pero él no pudo pasar por desapercibido ese gesto tan tierno y erótico. En ese momento sentía ganas de tomarla entre sus brazos y devorar esos labios que se veían tan apetecibles, pero debía controlarse. Si quería acercarse debía hacerlo paso a paso, además de que no estaba seguro si era buena decisión entablar una relación con ella.Se miraron por unos cuantos segundos sin saber qué más decir antes de que él se despidiera y se marchara del
La emoción y los nervios hacían presencia en Nancy mientras terminaba de hacer ondas en las puntas de su cabello y veía la hora en el reloj de su pared. Escuchaba los "consejos" de su amiga que rebuscaba entre sus cosas lo necesario para hacerle un sutil maquillaje, pero en realidad no la estaba escuchando en lo más mínimo. En su cabeza estaban las palabras de Mason, cuando le dijo que no podía verla como una amiga y luego aceptaba salir con ella.Todavía no podía creer que él la aceptara y le correspondiera el sentimiento. Así que ahí estaba, tres días después, esperando que llegara la hora de verlo. Antes no habían podido salir porque él no tenía descanso sino hasta tarde de la noche y ella universidad y además trabajaba. Era domingo y ambos estaban libres ese día, por lo que se pusieron de acuerdo para salir.Carla la maquilló, tan solo un poco que resaltara sus ojos y sus labios. Nada estrambótico, porque ella admitía que la piel de Nancy era tan tersa y hermosa que no tenía neces
Los siguientes días fueron de ensueño para Nancy. Cada vez que Mason llegaba al restaurante, su día se pintaba de colores y un sentimiento nuevo y desconocido crecía en su pecho.Disfrutaba hablar con él así fuesen por escasos minutos, pero no pasaba nada más entre ellos y de pronto se vio preguntando si solo sería una bonita amistad o habría algo más. No quería precipitarse de los hechos, pero cada día a ese hombre le gustaba más y más.—¿Estás libre hoy? —la chica le preguntó a su hermano mayor—. Dime que sí.—Sí, sí lo estoy. ¿Qué sucede?—No puedo ir al restaurante. Debo hacer un reportaje y tengo que empezar las investigaciones desde hoy.Liam puso una mano en el hombro de su hermana y le regaló una sonrisa tranquilizadora. Nancy lo miró con fijeza, dándose cuenta de que su hermano se parecía a su padre cada día que pasaba.—No te preocupes, iré al restaurante a ayudar a la abuela. Tú realiza tus trabajos sin presión alguna.—Gracias.—No agradezcas. Recuerda que somos un equipo
Con el corazón latiendo muy deprisa y las mejillas sonrojadas, Nancy se separó de Mason y entró a la casa. Dejó el hermoso ramo de flores en un jarrón con agua antes de salir de nuevo y partir con el hombre hacia su lugar favorito en el auto de su hermano.Los primeros minutos de recorrido en el auto fueron en silencio. Nancy todavía estaba azorada por el repentino acercamiento y esa suavidad tan electrizante tras el roce de sus labios en su mejilla, y Mason no dejaba de pensar en la suavidad de su piel, en lo bien que olía su perfume y en esa explosión de emociones que lo estaban gobernando de manera arrasadora y poderosa.Cada uno estaba tan sumido en sus pensamientos y en las reacciones de su ser, que eran ajenos a lo que provocaban en el otro. El gusto y la atracción era palpable en el ambiente, aun así, pensaban que su sentir no era reciproco.—¿Estamos saliendo de la ciudad? —inquirió Mason, rompiendo el silencio.—Sí —Nancy le dio una mirada rápida antes de volver la vista al f
Mason no supo cómo reaccionar de momento, en definitiva, sí que lo había tomado con la guardia baja. Pero sentir la presión suave y cálida de sus labios, su aliento fresco mezclarse con el suyo y la invitación clara a devorar su boca como tanto lo deseaba, detonó en su ser una intensa explosión de sentires. —Lo siento, yo… —se excusó ella, alejándose de él ante su pasmo.Pero Mason no le permitió alejarse más de él. La tomó de la nuca y la acercó con una fuerza poderosa y alucinante a sus labios, apoderándose de ellos con gran urgencia y necesidad.Se abrió paso entre los labios de la chica con su lengua, acariciando con suavidad y gusto su boca, antes de dejar toda su pasión en un beso cargado de ganas y humedad.A Nancy se le agotaba el aire con cada roce frenético de labios, pero envuelta entre la calidez y humedad de su boca, se dejó llevar por todas las sensaciones que estaban explotando en su interior sin parar.Sentía que la piel le ardía, que su corazón latía con poca normal
—Todo indica que eres de lento aprendizaje en asuntos del amor —Carla se burlaba de su amiga, mientras esta hundía el rostro en la almohada—. Es más que obvio que ese hombre te quiere en todas sus letras y no solo para jugar a las manitas sudadas.Nancy no sabía qué pensar. La había pasado tan bien hacia unos días con Mason, pero ahora nada nublaba su cabeza y no sabía si aquella relación, si es que le podía llamar así, terminaría bien para ella en un futuro.—No me quiero enamorar y luego sufrir su ausencia. Sabes bien que él se va a marchar muy pronto.—Enamorarse y sufrir es inevitable, pero al menos haz que valga la pena. Disfruta lo que más puedas el tiempo que tenga que durar. Cuando todo haya acabado, me convertiré en tu paño de lágrimas.—Oh, eso no me da ni un poquito de moral.Carla soltó una risita y se tiró en la cama junto a su amiga. Nancy la miró y un silencio cómodo las rodeó mientras pensaban en sus situaciones.—Quisiera que las cosas fuesen diferentes, pero ese fue
Las dos parejas salieron en un auto alquilado hacia el bar. Los cuatro estaban emocionados, después de todo, disfrutar y salir de la rutina era lo que más ansiaban.Nancy no sabía lo que sucedía entre Carla y Roque, ya que muy poco su amiga le había hablado de ellos, pero veía el interés en el hombre y que ella no le era para nada indiferente. Desde su lugar vio cómo se daban miradas y como las sonrisas iban y venían.Llegaron al bar karaoke y Carla se llevó a su amiga del brazo por delante, dejando a los dos hombres con las ganas de tomar a su respectiva pareja ya fuera del brazo o la cintura.—Esta noche es la noche, Nan. Y por favor, no me vayas a salir con tu moralidad barata porque dejas de ser mi mejor amiga. Tú solo disfruta de ese papacito.—¿De qué hablas?—Ay, amiga mía, no te hagas porque no te creo es pero nada.Nancy hizo silencio, dándole una mirada disimulada a Mason.—No sé qué hacer y lo sabes. Yo no tengo experiencia de ese tipo, menos con alguien que sabe lo que hac