Nancy debía estar en su primera clase a las siete de la mañana, pero la alarma no había sonado, o quizás sí lo había hecho, pero no recordaba si la había apagado o, por lo contrario, no la había puesto la noche anterior.
Se sentía cansada, aún así, debía levantarse e ir a cumplir con sus obligaciones. El estudio era lo único que sus padres le exigieron y eso la incentivaba a continuar y no desfallecer. Pero desde que fallecieron, ella tuvo que hacerse cargo del restaurante junto a su abuela y sus dos hermanos, algo que la agotaba física y mentalmente.
Así como debía rendir en la universidad, hacer todos sus trabajos y mantener la beca que se había ganado por su buen desempeño en la escuela, no podía dejarle a su familia todo el trabajo pesado. Su hermano mayor, Liam, ayudaba en el restaurante, pero él tenía su trabajo como contador y no podía descuidar su empleo, después de todo, ya tenía una familia por la cual velar.
Su hermana menor aún estaba en la escuela, cursando el último año y debía preocuparse por la carrera que quería estudiar, más no acabar su juventud en un restaurante como ella lo estaba haciendo. Aunque hacia todo lo posible por trabajar y estudiar, lo cierto era que el cansancio la estaba agotando de sobremanera.
A la fuerza y con las ganas de salir adelante y no tener que hacer más sacrificios, se levantó a toda prisa y se dio un baño breve. Se puso lo primero que encontró en el vestier y salió atando su cabello en una cola desordenada. Poco le importaba si le combinaba la ropa que se había puesto o si iba bien acicalada. Lo importante para ella en ese momento era llegar a tiempo a su clase.
Tomó el bus tres calles abajo de su casa y rogó para que no hubiera tráfico y el conductor hubiese salido de rápido y furioso. Solía discutir con aquellos conductores que iban a toda velocidad sin importar el bienestar de los pasajeros, pero en ese momento anhelaba que uno de esos la llevara a su destino en cuestión de minutos.
Veinte minutos después, llegaba a la universidad. Corrió desde que bajó del autobús hasta la entrada sin tener en mente nada más que llegar a tiempo. Sí llegaba tan solo un segundo después que el profesor Lewis, sabía que la dejaría por fuera y no permitiría la entrada de estudiantes. Era tan estricto y eso le encantaba.
Agitada, sudorosa y con el corazón latiendo en sus oídos, alcanzó a llegar un minuto antes de que el profesor llegara al aula. Tomó lugar en su silla y descansó sus pies así como calmó su respiración, antes de sacar su cuaderno y empezar a anotar hasta la más mínima cosa que el profesor decía y anotaba en la pizarra.
Escogió el periodismo porque le apasionaba tanto. Su mayor sueño era estar en el canal central de noticias, entrevistando a personas famosas o dando una simple nota informativa. Allí quería estar y para eso se preparaba con toda la emoción e ilusión que cabía en su pecho.
Debía admitir que cada semestre que pasaba se volvía mucho más duro. Era como ir en niveles, comenzando desde el más fácil hasta llegar al más avanzado. Pero estaba muy dispuesta a aprender. En su mente no existía la palabra"rendirse" o "imposible". Valía la pena el sacrificio que hacía.
—¡Nancy! —escuchó a su mejor amiga llamarla y detuvo su andar—. ¿Vas al restaurante?
—Sí.
—Entonces voy contigo. Muero de hambre y tu abuela cocina como los mismísimos dioses.
Salieron de la universidad entre risas, pero solo una de ellas se dio cuenta de algo en particular. Para Carla era raro que la ciudad se estuviera plagando de militares, ¿o acaso solo eran ideas suyas? Pero es que en todos lados se encontraba a esos militares caminando por las calles, con sus fusiles en mano y vistiendo bien uniformados.
—¿No se te hace raro que haya tanto militar últimamente?
—Se deben a las próximas elecciones. Han militarizado algunas zonas por si llega a presentarse alguna eventualidad.
—Oh, no tenía ni la menor idea.
—Deberias estar un poco más informada, siempre es bueno estarlo.
Subieron al autobús que las llevaría al restaurante, pero justo en ese momento varios soldados cruzaron la calle, por lo que el conductor no tuvo más opción que esperar a que cruzaran para ponerse en marcha.
—Virgen santísima, una cosa sí debemos reconocer, y es que algunos de esos militares son unos papacitos —reconoció Carla, soltando un suspiro de anhelo—. Miralos nada más, con esos uniformes ajustados a sus fornidos cuerpos. ¿No te parece sexi ese aire de misterio y seriedad que los ronda? Aunque hay nos que son bastante pícaros y atrevidos.
Nancy rio ante los comentarios que su amiga estaba soltando. Se había dado cuenta de la presencia militar por las calles, incluso había tenido un encuentro con un militar el fin de semana, pero no recordaba siquiera como lucía porque el miedo en ese momento nubló su mente y sus sentidos.
Así que, curiosa y queriendo opinar, le dio una mirada a los militares.
—El rubio es guapo —admitió en voz alta.
Sí, debía admitir que algunos estaban muy guapos, pero le generaba miedo la presencia de ellos, quizás era por las armas que rodeaban sus torsos y sujetaban con sus manos, como si en cualquier instante fuesen a disparar.
—No es malo echarnos un taco de ojo, ¿verdad?
Nancy negó con una sonrisa divertida en sus labios. Mirar a hombres tan atractivos no era ningún pecado.
Durante el recorrido en el autobús hablaron de todo un poco y rieron cuando pasaron por el parque y Carla se quedó embelesada observando a los militares que patrullaban la zona.
Bajaron del autobús riendo por lo que ambas chicas, sobre todo Carla, decían de aquellos militares tan guapos e irresistibles.
Nancy dio dos pasos al frente, pero entre la risa y la concentración de no caerse cuando bajara del autobús, se estrelló fuertemente con otro cuerpo, el cual la sostuvo con firmeza tras el rebote y para que no cayera.
—Lo siento tanto —dijo, levantando la cabeza para mirar al hombre que la tenía presa entre sus brazos.
La chica se quedó sin aliento tras ver al militar, era tan alto, fuerte y atractivo, que no pudo gesticular palabra alguna.
Los rasgos del hombre eran muy masculinos y duros, parecía que estuviera enojado o inconforme, pero no era más que su seriedad mientras observaba a la misma mujer del fin de semana, aquella irresponsable que no le prestó la atención adecuada a su pequeña hija. Aunque viéndola bien y sin el enojo nublando su pensamiento, la mujer se le hizo demasiado joven para ser madre.
El hombre observó con detenimiento a la mujer que se encontraba todavía envuelta entre sus brazos. Parecía una universitaria, con los pantalones ajustados y rasgados en sus muslos, una blusa corta que dejaba al descubierto su abdomen y su piel canela. El cabello lo llevaba en una cola desordenada, con mechones salidos de ella, dándole un toque rebelde. Su piel morena se veía brillante y suave a contra luz. Sus labios rellenos y algunas pecas en sus pómulos le conferían un aire seductor y tierno. Sus ojos eran tan oscuros, que no sabía si eran negros o marrones, pero lo cierto era que eran grandes y brillaban en demasía.Era bellísima, pero se veía muy joven para ser madre. Reparó en la imagen que se hizo de la niña y terminó comparándolas. Su hija no se parecía en nada a ella. Recordaba que los ojos de la pequeña eran muy azules y que sus rizos dorados llegaban hasta más abajo de sus hombros. Entonces dedujo que la niña debía parecerse a su padre.De pronto, el hombre salió de su emba
Los días se fueron con normalidad para Nancy. Su vida era tan rutinaria y monótona de la universidad al restaurante, que no tuvo tiempo de pensar en nada ni en nadie. Aunque de manera inconsciente pasaba a diario por el parque, porque una parte de sí anhelaba encontrarse a aquel militar una vez más. Quizás quería saber por sí misma si Carla le decía la verdad.Ese día en particular hubo mucho ajetreo en el restaurante, por lo que, una vez el último comensal se marchó, se dedicó a recoger y limpiar. Por suerte Carla y su hermana le ayudaban, porque ella sola con su abuela no daban abasto. —Entonces, ¿no te has encontrado al militar? —inquirió Carla, recogiendo las sillas mientras Nancy barría el salón—. Pensé que sí vendría.—Pues ya ves que no —se encogió de hombros—. Sueñas demasiado si crees que un militar tan guapo como él se fijaría en alguien como yo.—¿Y cómo es alguien como tú?Nancy detuvo su labor y se señaló de pies a cabeza con el palo de la escoba. El jean desgastado y l
—¿Qué se supone que estás haciendo, Nancy?La chica brincó del susto al ver a su abuela detrás de ella, mirándola con curiosidad. En vista de que los comensales ya estaban llegando y ella no estaba en su lugar tomando las ordenes, tuvo que salir de la cocina para buscarla. Pero no esperaba encontrarla en el baño, pintando sus labios como si fuese a salir a modelar y no a trabajar.—Yo…—¿Acaso no vas a ayudarme hoy? —volvió a preguntar, mirando ahora su vestimenta—. No me digas que no puedes, porque hoy estamos solas.—Por supuesto que voy a ayudarte, abuela. Solo que… bueno, me estaba peinando un poco. No quiero dar una mala impresión a los clientes, ya sabes. Su abuela frunció el ceño al escuchar a su nieta, ella más que nadie sabía que Nancy no era una de esas chicas que le preocupara lo que dijeran de su apariencia. Solía arreglarse muy bien en algunas ocasiones, pero nunca lo había hecho en exceso mientras trabajaba en el restaurante.—¿Tienes una cita con algún chico?La chic
Mason se acercó a Nancy para cancelar la cuenta. Ella hablaba con la rubia —la verdadera madre de Victoria—, mientras la niña dormitaba en sus brazos.—Perdón —carraspeó, llamando la atención de las dos mujeres—. Aquí tienes —extendió el dinero y ella lo recibió—. La comida estaba muy rica. Gracias.—Nos alegra mucho que te haya gustado —la chica sonrió—. Espero que tú y tu compañero regresen pronto.—No lo dudes. Vendré a diario a comer aquí y estoy seguro de que Roque también lo hará.Nancy se mordió el labio inferior, sonriendo de manera sutil, pero él no pudo pasar por desapercibido ese gesto tan tierno y erótico. En ese momento sentía ganas de tomarla entre sus brazos y devorar esos labios que se veían tan apetecibles, pero debía controlarse. Si quería acercarse debía hacerlo paso a paso, además de que no estaba seguro si era buena decisión entablar una relación con ella.Se miraron por unos cuantos segundos sin saber qué más decir antes de que él se despidiera y se marchara del
La emoción y los nervios hacían presencia en Nancy mientras terminaba de hacer ondas en las puntas de su cabello y veía la hora en el reloj de su pared. Escuchaba los "consejos" de su amiga que rebuscaba entre sus cosas lo necesario para hacerle un sutil maquillaje, pero en realidad no la estaba escuchando en lo más mínimo. En su cabeza estaban las palabras de Mason, cuando le dijo que no podía verla como una amiga y luego aceptaba salir con ella.Todavía no podía creer que él la aceptara y le correspondiera el sentimiento. Así que ahí estaba, tres días después, esperando que llegara la hora de verlo. Antes no habían podido salir porque él no tenía descanso sino hasta tarde de la noche y ella universidad y además trabajaba. Era domingo y ambos estaban libres ese día, por lo que se pusieron de acuerdo para salir.Carla la maquilló, tan solo un poco que resaltara sus ojos y sus labios. Nada estrambótico, porque ella admitía que la piel de Nancy era tan tersa y hermosa que no tenía neces
Los siguientes días fueron de ensueño para Nancy. Cada vez que Mason llegaba al restaurante, su día se pintaba de colores y un sentimiento nuevo y desconocido crecía en su pecho.Disfrutaba hablar con él así fuesen por escasos minutos, pero no pasaba nada más entre ellos y de pronto se vio preguntando si solo sería una bonita amistad o habría algo más. No quería precipitarse de los hechos, pero cada día a ese hombre le gustaba más y más.—¿Estás libre hoy? —la chica le preguntó a su hermano mayor—. Dime que sí.—Sí, sí lo estoy. ¿Qué sucede?—No puedo ir al restaurante. Debo hacer un reportaje y tengo que empezar las investigaciones desde hoy.Liam puso una mano en el hombro de su hermana y le regaló una sonrisa tranquilizadora. Nancy lo miró con fijeza, dándose cuenta de que su hermano se parecía a su padre cada día que pasaba.—No te preocupes, iré al restaurante a ayudar a la abuela. Tú realiza tus trabajos sin presión alguna.—Gracias.—No agradezcas. Recuerda que somos un equipo
Con el corazón latiendo muy deprisa y las mejillas sonrojadas, Nancy se separó de Mason y entró a la casa. Dejó el hermoso ramo de flores en un jarrón con agua antes de salir de nuevo y partir con el hombre hacia su lugar favorito en el auto de su hermano.Los primeros minutos de recorrido en el auto fueron en silencio. Nancy todavía estaba azorada por el repentino acercamiento y esa suavidad tan electrizante tras el roce de sus labios en su mejilla, y Mason no dejaba de pensar en la suavidad de su piel, en lo bien que olía su perfume y en esa explosión de emociones que lo estaban gobernando de manera arrasadora y poderosa.Cada uno estaba tan sumido en sus pensamientos y en las reacciones de su ser, que eran ajenos a lo que provocaban en el otro. El gusto y la atracción era palpable en el ambiente, aun así, pensaban que su sentir no era reciproco.—¿Estamos saliendo de la ciudad? —inquirió Mason, rompiendo el silencio.—Sí —Nancy le dio una mirada rápida antes de volver la vista al f
Mason no supo cómo reaccionar de momento, en definitiva, sí que lo había tomado con la guardia baja. Pero sentir la presión suave y cálida de sus labios, su aliento fresco mezclarse con el suyo y la invitación clara a devorar su boca como tanto lo deseaba, detonó en su ser una intensa explosión de sentires. —Lo siento, yo… —se excusó ella, alejándose de él ante su pasmo.Pero Mason no le permitió alejarse más de él. La tomó de la nuca y la acercó con una fuerza poderosa y alucinante a sus labios, apoderándose de ellos con gran urgencia y necesidad.Se abrió paso entre los labios de la chica con su lengua, acariciando con suavidad y gusto su boca, antes de dejar toda su pasión en un beso cargado de ganas y humedad.A Nancy se le agotaba el aire con cada roce frenético de labios, pero envuelta entre la calidez y humedad de su boca, se dejó llevar por todas las sensaciones que estaban explotando en su interior sin parar.Sentía que la piel le ardía, que su corazón latía con poca normal