Capítulo 18

18

Luego de lo sucedido aquella noche, Rodrigo se había mantenido distante, de hecho, bastante distante de su hija. Le había abordado cierta repulsión al encontrarse con tales pensamientos. No lograba entender cómo es que su mente podía permitir que existiera un ápice de excitación hacia ella. Pero los deseos de un hombre distan a estar cerca de lo que reserva su propia mente. Y no es hasta el momento en el que uno se da de bruces contra una situación en particular para entender que los pensamientos no son más que ideas que han pasado por una serie de filtros antes de llegar a conocerlas.

Incluso, uno es un extraño para sí mismo.

Eran inaceptables los pensamientos que había tenido de su hija, pero le preocupaba aún más ignorar lo que sería capaz de hacer ahora que el anzuelo tenía su carnada y había sido arrojado al agua.

Tan preocupado se encontraba, que la evadía a toda costa. Y cada vez que sabía que la evitaba, se preocupaba más y más de su inestable e impredecible comportamiento.

Los días se pulverizaron en una indescriptible tortura, la cual no era para nada similar en comparación a lo que sentía Sara, pero Rodrigo ignoraba, naturalmente, todo ese tormento al cual debía afrontarse su hija.

Se dedicaba a trabajar y mantener cierto orden en casa, puesto que Daniela no dejaba de joder a Raymundo para que apoyara en el hogar, y dejara, de una vez por todas, de juntarse con aquellos amigos que tenía, ya que siempre que salía con ellos llegaba ebrio o drogado. A Rodrigo este asunto le tenía sin cuidado, según él, todo esto era una etapa de la cual se desprendería en cualquier momento. El problema radicaba en convencer a su esposa. Fuera de eso, las cosas parecían ir viento en popa. Sí, tenía preocupaciones, pero en realidad esperaba que estás fueran desapareciendo con el paso del tiempo.

Por otro lado, eso de mantenerse alejado de su hija no resultaba ser un problema, pues por las noches, luego de salir de la escuela, ella se encerraba en su habitación para hacer tareas, escuchar música o cualquier otra pendejada sin sentido que hacen los jóvenes. Y esto era bueno, pues había veces en las que volvía a su mente aquella imagen de Sara; acostada y con esos shorts, que según su opinión parecían más a calzoncillos. Esta era una imagen prohibida, agradable y seductora que no se atrevía a borrar de su mente. 

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