Capítulo 21

21

Intentaba resolver un cubo de rubik unos minutos antes de terminar su turno cuando se acercó hasta él un señor que aparentaba un poco más setenta años. Traía una cara de perro, la cual parecía querer mostrar a todos ahí adentro antes de decir cualquier cosa.

Tomó asiento sin desviar su severa mirada de él, pero a Rubén, que poco le agradaba esta clase de comportamientos, rompió el silencio.

—¿Se le ofrece algo?

—¿Me recuerda?

No veo por qué tendría que recordarlo —respondió con voz áspera.

Me llamo Gilberto Serna, le solicité que fuera a mi domicilio luego de un robo efectuado allí mismo, usted me aseguró que iría, así que tuve la paciencia para esperarlo... hasta ahora —dijo. A decir verdad, Rubén no recordaba haber hablado con él.

—¿De qué habla? ¿Cuándo sucedió esto?

A finales de octubre, le mandé una copia del video de seguridad de mi casa. —Respondió de mala gana. Rubén recibía cientos de llamadas por robos al mes, por lo cual era casi imposible recordarlo, pero no todos mandaban cintas de seguridad. Así que en el momento que proporcionó este detalle, logró recordarlo con rapidez.

Oh, sí, ya lo recordé respondió al tiempo que se maldecía.

Eso es bueno. ¿Qué información tiene con respecto a los ladrones?

Hasta el momento nada. Se ha emitido el comunicado a los periódicos locales, pero no se ha recibido alguna denuncia. Los rostros no se aprecian muy bien en el video que nos mandó, razón por la cual no se ha obtenido mucho éxito.

Ya veo, entonces no se procederá a nada, ¿verdad?, como siempre añadió con ironía y pesadez.

Seguimos trabajando en eso, es cuestión de esperar.

Sí, supongo que solo se trata de eso; esperar tal y como lo hice cuando le pedí que fuera personalmente a mi casa el día del robo.

Escuche, señor Serna, como oficial tengo otros asuntos por atender. Me gustaría poder ir a todos los lugares a los que se me solicita, pero me es imposible. Razón por la cual tengo policías a mi cargo.

Le recuerdo que soy ingeniero, y no me quiera ver la cara de idiota, oficial. Espero, al menos, que la investigación no solo siga abierta, sino que trabajen en ella. Quiero a esas jodidas ratas tras las rejas. —Finalizó, y se retiró con una mirada poco grácil que no preocupó a Rubén.

Lanzó un largo suspiro, y se le antojó un cigarro a pesar de llevar un par de meses sin fumar. Ese viejo sí que era un auténtico grano en el culo.

En realidad, nada de lo que le dijo había sido mentira, era cierto que no había llegado ninguna persona a poner la denuncia. Podría ser que la imagen del video no fuera muy nítida, pero Rubén se inclinó más al hecho de que aquellos ladrones eran nuevos en lo que hacían, o quizá no lo hacían muy a menudo. Esa colonia era fea como el perro, e insegura como cualquier otra que estuviera en las orillas, pero nadie de allí había ido en las últimas semanas a denunciar robos a sus domicilios más que ese anciano.

Salió de la comandancia, no sin antes entregar turno al oficial Jorge Talamantes, un viejo panzón que estaba en las últimas de su vida laboral.

Se retiró a su casa en su camioneta, sin poder desprenderse de aquella amarga visita, pues ese hombre tenía la pinta de querer volver más adelante con el fin de recordarle lo que no se había hecho aún. Como supervisando el avance.

A pesar de que se mantuvo preocupado poco más de una hora, al final del día terminó olvidándolo por completo. Lamentándose por el cigarro que echó a perder sus dos meses.

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