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Intentaba resolver un cubo de rubik unos minutos antes de terminar su turno cuando se acercó hasta él un señor que aparentaba un poco más setenta años. Traía una cara de perro, la cual parecía querer mostrar a todos ahí adentro antes de decir cualquier cosa.
Tomó asiento sin desviar su severa mirada de él, pero a Rubén, que poco le agradaba esta clase de comportamientos, rompió el silencio.
—¿Se le ofrece algo?
—¿Me recuerda?
—No veo por qué tendría que recordarlo —respondió con voz áspera.
—Me llamo Gilberto Serna, le solicité que fuera a mi domicilio luego de un robo efectuado allí mismo, usted me aseguró que iría, así que tuve la paciencia para esperarlo... hasta ahora —dijo. A decir verdad, Rubén no recordaba haber hablado con él.
—¿De qué habla? ¿Cuándo sucedió esto?
—A finales de octubre, le mandé una copia del video de seguridad de mi casa. —Respondió de mala gana. Rubén recibía cientos de llamadas por robos al mes, por lo cual era casi imposible recordarlo, pero no todos mandaban cintas de seguridad. Así que en el momento que proporcionó este detalle, logró recordarlo con rapidez.
—Oh, sí, ya lo recordé —respondió al tiempo que se maldecía.
—Eso es bueno. ¿Qué información tiene con respecto a los ladrones?
—Hasta el momento nada. Se ha emitido el comunicado a los periódicos locales, pero no se ha recibido alguna denuncia. Los rostros no se aprecian muy bien en el video que nos mandó, razón por la cual no se ha obtenido mucho éxito.
—Ya veo, entonces no se procederá a nada, ¿verdad?, como siempre —añadió con ironía y pesadez.
—Seguimos trabajando en eso, es cuestión de esperar.
—Sí, supongo que solo se trata de eso; esperar tal y como lo hice cuando le pedí que fuera personalmente a mi casa el día del robo.
—Escuche, señor Serna, como oficial tengo otros asuntos por atender. Me gustaría poder ir a todos los lugares a los que se me solicita, pero me es imposible. Razón por la cual tengo policías a mi cargo.
—Le recuerdo que soy ingeniero, y no me quiera ver la cara de idiota, oficial. Espero, al menos, que la investigación no solo siga abierta, sino que trabajen en ella. Quiero a esas jodidas ratas tras las rejas. —Finalizó, y se retiró con una mirada poco grácil que no preocupó a Rubén.
Lanzó un largo suspiro, y se le antojó un cigarro a pesar de llevar un par de meses sin fumar. Ese viejo sí que era un auténtico grano en el culo.
En realidad, nada de lo que le dijo había sido mentira, era cierto que no había llegado ninguna persona a poner la denuncia. Podría ser que la imagen del video no fuera muy nítida, pero Rubén se inclinó más al hecho de que aquellos ladrones eran nuevos en lo que hacían, o quizá no lo hacían muy a menudo. Esa colonia era fea como el perro, e insegura como cualquier otra que estuviera en las orillas, pero nadie de allí había ido en las últimas semanas a denunciar robos a sus domicilios más que ese anciano.
Salió de la comandancia, no sin antes entregar turno al oficial Jorge Talamantes, un viejo panzón que estaba en las últimas de su vida laboral.
Se retiró a su casa en su camioneta, sin poder desprenderse de aquella amarga visita, pues ese hombre tenía la pinta de querer volver más adelante con el fin de recordarle lo que no se había hecho aún. Como supervisando el avance.
A pesar de que se mantuvo preocupado poco más de una hora, al final del día terminó olvidándolo por completo. Lamentándose por el cigarro que echó a perder sus dos meses.
22Aquella noche, después de su visita al incompetente oficial, se acostó hasta pasadas las dos de la mañana como lo había estado haciendo desde unas semanas atrás desde que ocurrió el robo. En parte porque pensaba que aquellos pendejos volverían a robar, y por las malditas ganas incontenibles que tenía de orinar.
23Pasaron un par de meses sin tener noticias del hijo de puta de Carlos, ni Alberto o él supieron algo así como tampoco llegaron a encontrarlo en su casa las veces que fueron a buscarlo, solo escuchaban el llanto del bebé, pero fuera de eso, nadie salió o se asomó por la ventana. Ese pendejo se había quedado con el dinero de las herramientas, lo que los hizo encabronar. Pero Alberto llegó a olvidarlo luego de unos d&iac
COLAPSO
2Unas horas antes deenterarse que su hija estaba embarazada, Rodrigo ya estaba teniendo problemas,pero estos no eran familiares, sino laborales. Y es que la empresa en la quetrabajaba hacía recortes de personal constantemente, pues según las lenguas,cerrarían en un tiempo a causa de una absurda cuarentena impuesta por elgobierno unos meses atrás debido a un virus. Aunque, a decir verdad, todo esecolapso se venía viendo desde hace tiempo, siendo la cuarentena la gota quederramar
3En una ocasión se leocurrió entrar a una farmacia para pesarse en una de esas básculas que estánenseguida de las puertas. Pesaba cincuenta y cinco kilos. Fue cuando sepreocupó y comenzó a usar playeras más grandes.Ape
4Luego de enterarse delembarazo de su hija, Daniela se sirvió tequila en una taza en la quenormalmente bebía café.Notenían mucho licor en casa, y el par de botellas que había, las consiguieron encelebraciones de cumple
5Los días siguientes nofue capaz de mirar a su madre a los ojos, y pese a que su padre no le acusó denada, este guardaba cierto distanciamiento, aunque Sara lo atribuyó a lo queella se esmeró por conseguir con anterioridad. 6Finalmente, la empresase declaró en quiebra, cerrando sus instalaciones el día 15 de mayo. Estadecisión fue tomada, en parte, a la previa contingencia sanitaria iniciadadesde unos meses atrás, y a los supuestos problemas económicos que desde antesvenía acarreando. Último capítuloCapítulo 6