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Aquella noche, después de su visita al incompetente oficial, se acostó hasta pasadas las dos de la mañana como lo había estado haciendo desde unas semanas atrás desde que ocurrió el robo. En parte porque pensaba que aquellos pendejos volverían a robar, y por las malditas ganas incontenibles que tenía de orinar.
Su esposa le había insistido, una y otra vez, que lo olvidara. Afirmaba que era más el daño que se hacía que el costo de las herramientas. Según ella, ya no tenía edad para andarse con esas preocupaciones ni para desvelarse. Gilberto, como era de esperarse, no respondía a sus quejas, y procuraba desviar el tema de conversación con el fin de no escuchar tales verdades, porque lo quisiera aceptar o no, la vejez era su realidad.
Revisó, por centésima vez en ese mes, el video de las cámaras de seguridad donde aparecían los sujetos que le robaron. Una vez más, como todas las anteriores, no obtuvo nada que le favoreciera. Los rostros apenas y se distinguían. Sus ropas eran oscuras, a excepción de una; el sujeto más alto y delgado llevaba un short largo y una playera blanca con una especie de dibujo en la parte frontal que no lograba diferenciar con exactitud lo que era.
—Jodidas cámaras de mierda. —Maldijo en voz baja.
Por fortuna, luego de ese incidente, había decidido cambiarlas por otras más modernas y de mejor calidad en la imagen. Solo era cuestión de esperar un par de semanas para que fueran a instalarlas. Mientras, no le quedaba más que maldecir y esperar a que no sucediera algo similar.
Cuando el reloj marcaba las dos de la mañana, sus parpados ya se cerraban a causa del cansancio. Decidió irse a dormir, pensando que por esa noche ya había tenido suficiente. Pero el sueño no le alcanzó en cama debido a un dolor agonizante en la próstata que lo obligó a doblarse estando acostado.
Tensó la mandíbula esperando a que pasara, pero tuvieron que disolverse un par de horas para que lo dejara en paz.
A la mañana siguiente se levantó a las siete. Tomaba café pegado al teléfono, esperando la jodida llamada que le notificara que se habían atrapado a los jodidos bastardos. Esto no sucedió, y cuando su esposa se despertó, a eso de las ocho de la mañana, le preparó unos huevos con chorizo.
Almorzaron en silencio (algo muy raro en Esther, ya que siempre hablaba al igual que un perico), puesto que el ánimo de Gilberto estaba por los suelos esas últimas semanas, en parte por su afección, también por el asunto del robo.
De tal manera se terminó ese día al igual que muchos otros. El odio fue creciendo en lugar de aminorar, y lo alimentó de maldiciones en contra del incompetente oficial de policía.
Varias veces atribuyó este imparable odio a los videos de seguridad, ya que sin duda sería más fácil olvidarlo si no los viera diariamente. Aun siendo consciente de esto, no le importó que la obsesión creciera al igual que su jodida próstata.
23Pasaron un par de meses sin tener noticias del hijo de puta de Carlos, ni Alberto o él supieron algo así como tampoco llegaron a encontrarlo en su casa las veces que fueron a buscarlo, solo escuchaban el llanto del bebé, pero fuera de eso, nadie salió o se asomó por la ventana. Ese pendejo se había quedado con el dinero de las herramientas, lo que los hizo encabronar. Pero Alberto llegó a olvidarlo luego de unos d&iac
COLAPSO
2Unas horas antes deenterarse que su hija estaba embarazada, Rodrigo ya estaba teniendo problemas,pero estos no eran familiares, sino laborales. Y es que la empresa en la quetrabajaba hacía recortes de personal constantemente, pues según las lenguas,cerrarían en un tiempo a causa de una absurda cuarentena impuesta por elgobierno unos meses atrás debido a un virus. Aunque, a decir verdad, todo esecolapso se venía viendo desde hace tiempo, siendo la cuarentena la gota quederramar
3En una ocasión se leocurrió entrar a una farmacia para pesarse en una de esas básculas que estánenseguida de las puertas. Pesaba cincuenta y cinco kilos. Fue cuando sepreocupó y comenzó a usar playeras más grandes.Ape
4Luego de enterarse delembarazo de su hija, Daniela se sirvió tequila en una taza en la quenormalmente bebía café.Notenían mucho licor en casa, y el par de botellas que había, las consiguieron encelebraciones de cumple
5Los días siguientes nofue capaz de mirar a su madre a los ojos, y pese a que su padre no le acusó denada, este guardaba cierto distanciamiento, aunque Sara lo atribuyó a lo queella se esmeró por conseguir con anterioridad. 6Finalmente, la empresase declaró en quiebra, cerrando sus instalaciones el día 15 de mayo. Estadecisión fue tomada, en parte, a la previa contingencia sanitaria iniciadadesde unos meses atrás, y a los supuestos problemas económicos que desde antesvenía acarreando. 7En el momento que seenteró de que su padre había quedado sin empleo, Raymundo se ofreció a poner desu dinero para llevar comida a la casa, no obstante, Rodrigo se negórotundamente. Le comentó que eso seguía siendo su obligación sin importar quetuviera trabajo o no, y que él sabría arreglárselas. Ray no tuvo otra opciónmás que asentir sin volver a tocar el tema, pues lo que le interesaba eracomprar un auto que había visto unas semanas atrás. Último capítuloCapítulo 6
Capítulo 7