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Capítulo cinco: Algo tiene que romperse.

Mi padre solía decir que muchas veces en la vida debíamos pasar por el más ardiente de los infiernos para poder encontrar nuestro propósito, ahora entiendo a lo que se refiere. Una vez llegamos a casa de mi mejor amiga su familia me recibió con bastante cariño, algo que me hizo sentir más emotiva porque en el fondo deseaba esa calidez de mi madre.

No se podía retroceder el tiempo así que mi única opción en ese momento era continuar sobre la marcha aunque eso implicara renunciar a muchas personas.

—No entiendo por qué te vas ahora, acabas de llegar ¿No crees que necesitas descansar un poco? —Me preguntó Vanna mirándome con desaprobación.

—Quisiera, pero David me ha vuelto a llamar y quiere verme, lo cual es raro porque pensé que esperaría hasta el sábado —respondí con una sonrisa.

—Ya veo porqué te has cambiado de atuendo...

—¿Que tiene que ver eso?

—Por favor dime qué no te estás enamorando de ese chico.

—¡Claro que no! Pero tendremos un bebé y es obvio que debemos siempre reunirnos para conversar los dos...

—Te conozco perfectamente —me respondió acercándose a mi con una mirada preocupada.

—Todo estará bien ¿Que otra cosa podría pasarme?

En realidad no podía parar de pensar en aquella noche, en sus lindos ojos y labios carnosos, la forma tan tierna de mirarme y hacerme sentir querida pese a que solo éramos un par de extraños que al día siguiente seguirían sus vidas como si nada, y allí estábamos ahora unidos por la inesperada llegada de un bebé.

Fue buena idea tomar un taxi porque no tardé ni 15 minutos en llegar al restaurant de comida, me parecía lindo el lugar y bastante pintoresco, hasta que me encontré con su mirada sentado justo al fondo.

—¿Que tal? —Saludé intentando no parecer tan entusiasmada de verlo nuevamente.

—Me alegra verte Jules, no pensé que vendrías, por cierto te ves hermosa y radiante...

—¿Por qué no? Y gracias por cierto.

—Todo esto es muy loco y mi madre básicamente me ha desterrado de la familia...

— ¡Esto es un desastre! —Interrumpí al borde del colapso.

—Jules, tranquila, tengo claro que en el momento todo es un desastre, pero vamos a superarlo y quiero que sepas que no voy a dejarte sola —aseguró tomando una de mis manos y dándole un corto beso.

Está de más decir que mi corazón no podía contenerse en ese momento.

—¿Y que hay de tu futuro? —Pregunté dejando de lado mis sentimientos.

—Vivo solo desde hace un tiempo mi padre murió hace cuatro años y fui heredero de todo, básicamente tuve que dejar de estudiar para encargarme de su negocio. Adoro a mi madre pero suele ser bastante controladora y nuestra relación no marchaba bien así que dejar el nido fue una mejor opción.

—¿Que edad tienes? —Le pregunté.

—Cumpliré veintiuno el mes que viene —respondió con una sonrisa.— ¿Y tú?

—Tengo diecinueve.

—Me dijiste que tenías veinte años aquella noche, bueno supongo que da igual a estas alturas.

—Tienes razón, ahora el motivo por el cual te contacté.

—¿Que sucede?

—Pues.

—¡Habla!

—Pequeña, cálmate, no es bueno alterarse de esa forma —respondió mirándome con desaprobación.

—Ya lo estoy y todo porque no me dices.

—Quiero que hagamos un experimento.

Parecía un tanto ansioso ante aquella respuesta, aún así tenía mucha intriga de saber que sucedía.

—Soy toda oídos David.

—Quiero conocerte más, y que tú me conozcas a mi. Me pareces alguien maravillosa aunque esa es solo mi primera impresión. Deseo ver más allá.

—Vaya...

—¿Que te parece? Compartir los fines de semana, llevarte a lugares, mostrarte todo lo que soy y que tú puedas confiar en mí para también mostrarme.

Las palabras de Vanna empezaron a hacer ruido en mi mente una y otra vez.

"Por favor dime qué no te estás enamorando de ese chico"

—¿Y que sucede si las cosas no salen según lo planeado? —Pregunté nerviosa e intentando no sonrojarme.

Pero era como si el pudiera ver a través de mis emociones porque me brindó una sonrisa tierna mientras tomaba mi mano con suavidad, recordándome aquella noche en que tampoco quiso soltarla.

—Ambos estamos en este camino en el que creceremos y aprenderemos juntos, no hay forma de que algo pueda salir mal —dijo sin quitarme la vista de encima.

Me sentía como una niña...

—Está bien, entonces tenemos un trato.

—Prometo que no te arrepentirás —respondió con entusiasmo.

Su teléfono sonó interrumpiendo aquel momento y no parecía muy contento al escuchar la información desde el otro lado de la llamada, automáticamente también me preocupé puesto a qué su rostro lucía pálido. Colgó rápidamente y me miró con pesar.

Se puso de pie y tomó asiento a mi lado mientras volvía a sujetar mi mano con fuerza, esa vez no me sentía en calma y con alegría en el corazón.

Algo andaba mal.

—Un amigo de la fiesta le pasó mi número telefónico a tu amiga, al parecer no tienes señal en tu celular y necesitaba comunicarte algo.

—¿Que sucede David? —Pregunté con voz temblorosa.

—Tú madre ha llamado a Silvanna, quería hacerte llegar algo pero al final no pudo y la llamada finalizó, sintió que algo andaba mal. La policía está en su casa y eres la única que puede autorizarlos a entrar...

—Diles que lo hagan, yo tengo que ir hasta allá ¡Llévame por favor! —Repliqué sintiendo como mi respiración se entrecortaba.

—Cariño tienes que guardar calma ¿Si? Voy a llevarte, pero por favor, aguarda —respondió acariciando mi cara.

No podía estar tranquila, ¿Por qué mamá no abriría la puerta? ¿Por qué llamaría a Silvanna con tanta urgencia?

David condujo lo más rápido que pudo hasta el lugar que le indiqué, lejos de recuperar la calma al llegar fue todo lo opuesto al mirar lo que solía ser mi hogar repleto de curiosos así como la entrada bloqueada por las autoridades. Corrí lo más rápido que pude hasta el interior pese a que insistían en que no lo hiciera.

—¿Mamá? —Grité con lágrimas en los ojos —por favor...

Escuché a dos personas mencionar la palabra "suicidio" pero eso no tenía sentido para mí.

La escena era dantesca, y fue mucho peor al entrar y ver el cuerpo de mi madre sin vida, sus muñecas estaban cortadas y permanecía envuelta en un charco de sangre mientras era fotografiada. Mis manos empezaron a temblar y sentí como mi corazón se detenía por un instante.

—Señorita, no puede estar aquí...

Haciendo caso omiso a los funcionarios me lancé al suelo y la sostuve entre mis brazos, su cuerpo estaba frío y su rostro demacrado, lo que antes solía iluminar con una sonrisa cada mañana mientras me preparaba el desayuno. Alguien que quizás no siempre estaba de buen humor, pero seguía siendo mi madre a pesar de todo, y la amaba con toda mi alma, mis lágrimas no dejaban de caer sobre ella y pese a que todos intentaban alejarme de su cuerpo mi voluntad podía más.

Escuchaba voces tras de mi, David sé agachó a mi altura y me miró con tristeza aunque igual también sorprendido de lo que estaba presenciado.

—Tenemos que salir de aquí pequeña, se ha ido...

—¡No! Ella no puede estar muerta ¿Por qué me dejaría sola?

—La policía intenta hacer su trabajo cariño.

—¡Es mi madre! No pueden alejarme de ella, no debí haberme ido...

David rápidamente me tomó con fuerza y me sacó del lugar ignorando mis súplicas y golpes mientras sentía como me desvanecía poco a poco, realmente deseaba morir.

Si tan sólo hubiera sabido que su mundo se estaba desvaneciendo tal vez jamás me habría alejado. Hubiera soportado mucho más dolor si eso significaba tenerla a mi lado.

—Por favor David, déjame ir con ella —supliqué con lágrimas en los ojos.

El chico me brindó un fuerte abrazo mientras yo continuaba torturando mi mente con todos los recuerdos que habíamos compartido en sus últimos momentos de vida, jamás volvería a escuchar sus regaños, sus consejos, sus frases de madre emprendedora o su risa ruidosa mientras mirábamos "Friends"

"No me quedaba nada en la vida, algo se había roto dentro de mi"

Era todo lo que podía pensar mientras observaba cómo se llevaban a la persona que más amaba cubierta por una lona negra directo a la morgue.

—Quiero morirme, sin mi madre no hay forma de seguir...

Solía pensar que era afortunada de la vida que tenía, jamás entenderé como pude perderlo todo de un momento a otro. Lo cierto es que desde ese día todo había cambiado dentro de mi.

Mi alegría se desvaneció.

Las luces de aquella casa se apagaron y nunca más volvieron a ser encendidas, sabía que algo tenía que romperse para dar paso a otra etapa en mi vida. Pero no contaba con que la mirada cargada de decepción de mi madre sería lo último que vería antes de que se suicidara.

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