Rascándose la cabeza, John contestó:
—¡Ah, qué caray! Yo tampoco tengo más equipo ahorita. Opino que, si siguen los reportes, venimos de nuevo, ¿qué dices?
—Sí, por lo pronto, vámonos —dijo Armando.
—Sobres, te veo en la base.
John tomó la jaula y caminó hacia la caja de su camioneta. Armando regresó para hacer lo mismo. Doña Codos estuvo observándolos desde la esquina todo el rato; cuando vio que el empleado llegaba a la camioneta, se acercó para encontrarse con él. De pronto, Cheli, desesperada, llegó detrás de ella y le preguntó:
—¿Y esas camionetas?
La vecina respondió:
—La perrera vino por los condenados gatos, que siempre est...
Sin terminar de oírla, Cheli corrió como un rayo. Doña Codos la contempló con asombro. A
Cuando Michi se asomó y no encontró a nadie, decidió salir de su escondite; caminó lentamente unos 3 metros con la vista al frente y se detuvo un momento para ver a su alrededor. Zank aprovechó el momento para quitarle el bozal a Popeye y soltarlo; los otros sujetos lo imitaron. Michi tuvo poco tiempo de reaccionar al voltear, pues la bestia ya le pisaba los talones. El can intentó darle una mordida, pero Michi fue más rápida y, dando un tremendo salto sin dirección alguna, lo evadió. Popeye, sin perderle el rastro, intentó atacar de nuevo, pero esta vez Michi, que había aterrizado con la mirada fija en el perro, saltó hacia él y se pescó de su cara. No obstante, Némesis se acercó y, mordiéndola en la espalda, la arrojó a un lado. Bruno trató de arremeter contra ella en lo que se recuperaba, pero Michi dio media vuelta sobre sí misma e hi
Cierto día, un pequeño gato se encontraba viendo a través de una ventana. El pronóstico del tiempo había dicho que ese día azotaría un vendaval acompañado de fuertes lluvias; justo en ese momento la tormenta arreciaba. Crac, crac, crac, se escuchaba afuera. El pequeño gato miraba sin siquiera parpadear un poco. Más allá de un barandal color crema, un árbol de metro y medio de altura se movía vigorosamente por el viento, unas veces a la izquierda, otras veces a la derecha. A ciertos intervalos, una infinidad de bultos de todos los colores rodaban por el ancho de la calle; algunos desprendían basura de su interior y otros se iban volando por el intenso viento. Cuando se alcanzaba a hacer un poco de silencio en esa fría tormenta, un segundo sonido, ajeno a todo, era audible en la lejanía de aquel hogar. Detrás del pequeño gato se hallaba una extraña mujer
La tarde llegó, y empezó un intenso chubasco. Ellie le había preparado sus famosas empanadas a la pequeña familia gatuna; a los gatos grandes les tocaron dos empanadas y una al pequeño. Una vez que terminaron los felinos, supo que le había gustado mucho a Gato, porque terminó su comida en menos de un minuto. Ellie se sentó en su sillón favorito y le comentó a Steve, que estaba sentado en el reposet, disfrutando un partido de futbol europeo en la televisión:—Tenías razón, amor, Gato me necesitaba.Steve volteó a verla y, al darse cuenta de que el brillo de sus ojos había regresado, se sintió feliz. Le devolvió la sonrisa y repuso:—Y él no es el único, amor. ¡Te amo!Ellie chiflaba mucho a sus mascotas. Llevaba dos años viviendo en unión libre y dos años casada con Steve. Inten
Al día siguiente, Ellie estaba muy emocionada por la reunión que tendría en casa de su cuñada. Pasó la mayor parte de la mañana haciendo los arreglos necesarios. A Steve le había tocado trabajar y saldría muy tarde a causa del fastidioso cierre de mes. Llamó por teléfono a su esposa cerca del mediodía para explicarle su situación y la animó a ir a la cena y divertirse un rato. Él, por su parte, buscaría descansar en su casa luego de una larga semana. Ellie comprendía bien la situación de Steve y, sin pensarlo dos veces, le dijo: “No hay problema, amor. Te entiendo perfectamente. Esta semana fue muy larga para ti, estuviste llegando casi hasta las 9 todos los días. La verdad, sí te mereces un descanso; solo quiero que me ayudes a echarle un ojo a los gatos. Ya limpié los areneros, les dejé comida y sus juguetes cerca; no deberí
El hombre sentado en el sillón al fin despertó. Debido al horario de verano, a pesar de ser las 7 p. m. la luz del sol iluminaba el interior de su casa como si fuera mediodía. Lo primero que hizo fue acomodarse en el reposet mientras bostezaba y se tallaba los ojos con los dedos anular y pulgar de la mano derecha. Al poner los pies desnudos en el piso, específicamente sobre la cerveza seca, se percató de inmediato de que estaba pegajoso. Se inclinó un poco para averiguar de qué se trataba y, con gran tristeza, vio la lata de cerveza con un poco de líquido aún fresco a su alrededor. Recordó súbitamente todo lo que había hecho ese día y llegó a la conclusión de por qué se había derramado la bebida en el suelo; dio una bocanada de aire y se dijo a sí mismo: “¡Chin… me quedé dormido y se me cayó!”. A continuación, se
Durante la primera media hora de su recorrido, Gato se detuvo cada 5 minutos para intentar cazar a cada mosquito o cucaracha que se le atravesaba. Estos provenían de unos ductos localizados en las pendientes cada 50 metros, de donde salía un agua color café con un pésimo olor. Otras veces, el minino se detenía y maullaba por ayuda, pues tenía mucha hambre. Eso siempre le funcionaba en su casa, pero no aquí, en tierra de nadie. Cuando llegó debajo de un puente, una extraña criatura, que daba graciosos saltos para avanzar, captó su atención. Gato solo le miraba la espalda, pero notó que brincaba de izquierda a derecha, se detenía y hacía “croac”. El felino empezó a perseguirla lentamente; la criatura siguió su marcha, se detuvo y volvió a emitir un extraño sonido. Esta vez, Gato observó que cuando el animal hacía “croac”, s
. No obstante, se acercó a la bolsa. El sujeto empezó a lanzar patadas desesperadamente, al tiempo que gritaba: “¡Aléjate, gato feo! Fifí, Fofo, ¡ayúdenme!”. Los perros seguían tan concentrados en su manjar que hicieron oídos sordos a sus súplicas. Gato solo se inclinó un poco para esquivar las patadas, porque el hombre tiraba a matar, pero su temor evitaba que diera en el blanco. Por eso, al gatito le fue fácil seguir avanzando hasta llegar a un costado del sujeto, quien se sobresaltó un poco al verlo olfatear el suelo en busca de un pedazo de chicharrón. Enseguida jaló con fuerza las correas de los canes, provocando que ambos cayeran de espaldas, gimiendo de dolor. Al intentar reincorporarse, Fifí advirtió al intruso a un metro de distancia de ellos. Empezó a ladrar enérgicamente y, sin dudarlo un instante, se lanzó contra Gato. Fofo
De pronto, un grito en lenguaje humano hizo que el inmenso perro se detuviera en seco; volteó a la derecha e irguió su cuerpo lo más que pudo. Gato reaccionó asustado por la voz humana y, agazapándose en tres patas, giró la vista en dirección a la voz. Se trataba de una mujer ya entrada en años, con un raro color de cabello que el minino jamás había visto. Era rojo y estaba retorcido en grandes círculos, lo cual le recordó al pelo de Steve. Sin embargo, se parecía más a un extraño tapete de un animal rojo, con patas, orejas y parte del hocico negros, que Steve conservaba como uno de sus más grandes tesoros. La mujer vestía un conjunto deportivo afelpado color rosa. Gato nunca había visto a una persona tan flaca como esa; tenía el rostro tan arrugado que le fue imposible apreciar bien sus facciones. La mujer gritó alegremente al ver al perro: &ld