Corazón que miente
Corazón que miente
Por: Jeanne H.A
Prefacio

Mi vida era perfecta, tenía un padre exitoso y amoroso, era hermosa, joven y con un futuro prometedor, era elegante y distinguida, obediente y amable.

Pero eso era mentira, eso es lo que todos veían en mí, la realidad que había empeñado en mostrar, dejando de lado la cara oculta del gran Alexander St. Vincent.

Muchos deseaban mi vida, y con gusto se las daba, daría todo por dejar este infierno, sin dudarlo vendería mi alma para hacerlo. Quizás se preguntarán que porque no me voy, la respuesta es simple, ese hombre me encontraría debajo de la más pequeña piedra, cada paso está calculado, siempre vigilada, no hay opciones de escape.

Siempre que me castiga por alguna falta, culpa a mi madre.

- Te pareces tanto a esa sucia zorra, que te dejó a la primera oportunidad que tuvo, sólo recuerda que ella te abandonó por irse con otro, tienes suerte de que me quedará contigo y no te dejará en un orfanato, por eso debe ser la perfecta señorita St. Vincent –dice con tono frío mirándome en el suelo, en aquellas ocasiones suelo asentir sin mirarlo, no me pongo de pie hasta que sale de la habitación. Desde que tenía memoria el castigo era el mismo, unos cuantos azotes en zonas que nadie vería, no era estúpido, si quería mantener la imagen de la familia perfecta, nadie debía saber.

Había una cosa aún peor, una caja del tamaño de un féretro común, de madera vieja y con muchos clavos en su interior, era oscuro y asfixiante, sólo había estado 1 vez ahí cuando tenía unos 9 años, desde entonces era claustrofóbica.

Siendo sincera, en algunas palizas había deseado que me matara, sin embargo, todo lo tenía bien planeado, por eso jamás puso en riesgo mi vida.

Mi vida sonaba y se veía bonita y perfecta, pero a final de cuentas, no lo era, él elegía cada aspecto de mí, cómo vestir, qué comer, dónde estudiar y que, los amigos que debía tener, y lo que más temor me daba, con quien me casaría, era capaz de entregarme a un hombre horrible, de sólo pensarlo me daba asco. Pero era demasiado cobarde para atentar contra mi vida, porque una parte de mí anhelaba la felicidad, anhelaba ser libre y conocer el amor, las novelas románticas eran quizás lo que me motivaba, podría sonar estúpido, pero sólo a eso me aferraba, al menos así fue hasta que lo conocí, Sebastien Edevane-Gray, guapo, encantador, inteligente y sobre todo, amoroso.

Nuestro encuentro casi había resultado mágico, fue el típico cliché de las novelas que solía leer, había creído que fue demasiado afortunado ese pequeño accidente, había sido tan amable y considerado, que había caído enamorada al primer instante, con esa sonrisa ligera y el hoyuelo en su barbilla, fue suficiente para imaginarme una vida con él, ya saben, un mundo color de rosa dónde todo es perfecto, dónde nos despertamos temprano, nos decimos que nos amamos, tomamos una ducha, le escojo el traje que usará y espero abajo para desayunar, después él se va al trabajo y hago lo que sea que deba hacer en la empresa de mi padre. A la hora de la comida nos reuniríamos para comer, él me daría alguna sorpresa y después volveríamos al trabajo. Al salir, me recogería en la empresa y me llevaría a cenar a un lugar hermoso y romántico, dónde hablaríamos de nuestro día y después, al terminar, iríamos a nuestra casa para hacer el amor y dormir en los brazos del otro, esperando que el día siguiente sea así de maravilloso.

Lástima que en la vida real no ocurra de esa manera, parecería que toda mi vida estaba planeada, incluso aquello que había creído un pequeño accidente, o quizás no era tanto un accidente, más bien, algo inevitable, no lo podía saber con certeza.

Que mi padre quisiera hacer negocios con él me venía como anillo al dedo, era otra de las cosas que creía que el destino lo había puesto para ayudarme, porque entonces mi padre aprobaría esta relación, y esto era algo que por primera vez deseaba. Todo fue perfecto, un cuento de hadas, lástima que nadie me dijo que a veces las princesas de esos cuentos tienen que pasar por momentos difíciles, y justo eso pasó.

Dicen que el pasado siempre tiende a regresar, que el karma se encargará de hacerte pagar, lo que no esperaba es que el pasado que volvió fuera el de mi padre, y peor aún, que el karma quisiera hacerme pagar a mí. Mi karma era un ser hermoso que parecía un ángel, y no diría que se transformó en un demonio, más bien diría, que es un ángel justiciero.

Podía recordar la noche en que todo ocurrió, esa noche era perfecta, una hermosa luna llena rodeada de un manto de estrellas. Aquella calma había sido rota por la dolorosa aunque reconfortante verdad.

Pero no todo es lo que parece, las apariencias engañan, y quizás de haber sido sincera con él, nos habríamos evitado muchos malos tragos, pero el miedo no me permitió hacerlo, y cuando él cambió, supe que había sido la decisión correcta, o eso me pareció en su momento, pero cuando estás al borde de la muerte, cuando ya no tienes nada que perder, cuando el accidente ocurrió sin que las sirenas sonaran, cuando la fe no tiene ningún sentido, cuando no queda lugar para la delicadeza o la inocencia, pensando con fuerza y desesperación que alguien va perder y ya no podrá seguir de pie, es ahí cuando nos desmoronamos.

- Esperas un imposible –había dicho al fin, tras escuchar su historia, había decidido decirlo todo–, jamás correré a sus brazos llorando, porque todo en mi vida no es más que una farsa, una historia perfecta inventada para hacerlo lucir bien –intentaba que las lágrimas no salieran a raudales–, si él fue capaz de hacerle aquello a tus padres, ¿crees que conmigo sería diferente? –pregunto con burla, podía entender porque lo había hecho, pero eso no significaba que no estaba sufriendo, eso no quería decir que estuviera bien–, pero no te preocupes, todo terminará pronto, te lo juro –sin esperar a que él dijera algo más, había decidido irme, en mi mente había maquinado un plan, un suicida pero perfecto plan. ¿Podía considerarse como algo aleatorio o una cruel oportunidad del destino?, ¿podía creer que con esto las cosas volverían como al inicio?, ¿él me amaría de verdad?, ¿me mostraría un poco de amor? Me sentía pérdida, la vida seguía arremetiendo y dañándome de formas que jamás creí posibles; sigo cayendo, sigo soñando que un día no habrá... un corazón que miente.

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