Primera cita

Agnes:

Decir que él me dejaba atontada, era quedarse corta, a decir verdad no entendía como no podía ser esa mujer tranquila, serena y segura de su imagen ante todos, me daba pavor hacer algo mal y que mi padre se desquitara conmigo, o incluso peor, que él creyera que era una falsa, que creyera que sólo fingía para poder estar con él o algo por el estilo, que si bien era así, al menos quería creer que con él era diferente, que era más natural.

- He visto que muestra interés en ti, no sé qué te ve pero para mí es beneficioso, así que haz lo que tengas que hacer para que salga contigo, estoy seguro que no te dirá que no –dice él como si nada dentro de mi oficina–, trátalo bien o atente a las consecuencias –sentencia lo último con tono amenazador antes de salir, trago saliva y muerdo mi labio, ni siquiera estaba segura de eso, mucho menos pedirle una cita, además, ¿no sería muy raro que me acercara y lo invitara?, él podría creer que era una chica fácil, ¿no? Me daba pavor pensar en alguna posibilidad dónde pudiera alejarse.

Suspiro con frustración, no tenía a nadie a quien preguntarle acerca de esas cosas, todas creerían que era una fracasada, poco me importaría si ellas fueran mis amigas, pero la realidad es que al no serlo, podrían revelar ciertas cosas a la prensa, ellos buscaban que hiciera algo mal, cualquier cosa les serviría, había escuchado decir a varios periodistas que era imposible que fuese así de perfecta, y aunque había estado de acuerdo con esa afirmación, porque sabía mejor que nadie que todo era una mentira; si eso se llegase a saber, estaba segura que mi padre me molería a palos, así que eso no era una opción.

Comienzo a pensar en una manera de acercarme a él, quizás algo normal como invitarlo a comer en su tiempo libre, así no parecería una cita y podría ganarme tiempo con mi padre.

Me encontraba tan concentrada en idear planes, que no me percaté cuando él entró, di un salto y un chillido por la impresión, una que pronto pasó al horror, ¿de verdad no podía dejar de verme como una idiota frente a él?, ahora creería que estaba loca o que era patética, que Dios la ayudará, y sí él no podía, el diablo también le vendría bien.

- Hasta ahora, había creído que era bien parecido, lamento haberte asustado –dice apenado, niego sintiendo mi cara roja, Dios, ¿cómo es capaz de decir aquello con tanta soltura?, o sea, ¡me acabo de asustar porque llegó, y él sólo se lo toma con humor! Quería que la tierra me tragara.

- Estaba demasiado concentrada y no te escuché entrar, a saber cuánto tiempo llevas ahí en la puerta –digo avergonzada a más no poder, ¿y si había hecho caras raras? El horror me golpea al darme cuenta de aquello, no había hablado en voz alta, ¿o sí? Por Dios, me sentía tan idiota en este momento.

- Unos cuantos minutos –dice en tono casual mientras se encoge de hombros–, a decir verdad, dudaba mucho en llamarte, lucías muy concentrada en esas notas –señala con la barbilla la cantidad de notas adhesivas que he usado, siento mi cara calentarse de nuevo, esperaba que no alcanzara a ver nada desde su lugar, no es que fuese algo que me incriminara con el plan de invitarlo a salir, pero sería muy raro que viera las impresiones que tenía de él.

-  No, está bien, ¿necesita algo? –pregunto guardando las notitas en un cajón, lo miro con fijeza intentando no sonrojarme y de paso, mostrarme culpable, entonces quizás comenzaría a sospechar, y eso era lo último que necesitaba en este momento.

- Espero que no le parezca muy atrevido de mi parte señorita St. Vincent, pero quería saber si está libre a la hora de la comida, soy bastante nuevo y no conozco mucho, y siendo sincero, estoy harto de comer en el mismo lugar –ríe bajito, no puedo evitar sonreír, se veía muy lindo así, otra cosa más para anotar a mi lista, es que se le hacía un pequeño hoyuelo en la barbilla, podía imaginarlo de niño, debió ser adorable–, y quería ver si usted puede mostrarme algunos lugares –dice con calma, suspiro de alivio para mis adentros, al final no había tenido que hacer nada, y eso lo agradecía, había practicado en mi cabeza cada idea, y todas habían salido horrible, y no porque él fuese malo, más bien era por mi inexperiencia, además de que a mi loco cerebro se le ocurría mostrarme finales catastróficos, como por ejemplo, balbucear un montón de tonterías para acabar con él mirándome raro y negándose con una evidente incomodidad, ya sé, creo que no estaba bien de la cabeza.

- Claro que sí, será un gusto –digo intentando serenarme–, más tarde pasaré a recogerlo para ir a comer, así que no se preocupe –le dedico una pequeña sonrisa, él asiente sonriendo.

- Entonces, hasta al rato –dice con una pequeña sonrisa coqueta, no puedo evitar el sonrojo que se extiende por mi rostro, suspiro mordiendo mi labio emocionada, era la primera vez que tenía una cita, o bueno, lo más cercano a eso.

Sebastien:

La excusa del restaurante había dado buenos resultados, gracias a eso habíamos pasado toda la semana saliendo a comer, había aprendido muchas cosas en esa salida, así que esta vez podría invitarla a una cita decente, para ello, se lo pediría tras hablar con su padre, necesitaba hacerle entender que era un buen hombre y que no la dañaría de ninguna manera, sobre todo, por los rumores que corrían en Londres, uno no podía salir a cenar con amigos, sin que la prensa amarillista comenzara a especular que era para conseguir mujeres, si me hubiese interesado por alguna, no lo habría hecho en la clandestinidad, pero supongo que nada mejor para ese tipo de gentuza, que un chisme a una verdad.

- Gracias por asistir –digo cuando entra seguido de su hija, ella lucía nerviosa y no entendía muy bien por qué, quería creer que intuía mis intenciones, después de todo, durante nuestras comidas, había dejado muy en claro lo mucho que me gustaba su compañía.

- Un placer, me dijo que tenía algo importante que comunicarme con respecto a mi hija, ¿pasó algo entre ustedes mi niña? –pregunta suave girándose hacia su hija, esta niega.

- No es nada malo señor, es sólo que lo que tengo que decir, también debería escúchalo –digo mirando al hombre a los ojos.

- Habla muchacho, no estoy muy seguro de entenderte –dice frunciendo el ceño confundido.

- Lo que deseo es pedirle una cita a su hija, si es que usted está de acuerdo –digo serio mirándolo a los ojos, de reojo veo como Agnes se sonroja con ganas, sin embargo, no se me escapa aquella pequeña sonrisa de felicidad, dándome a entender que quizás no era el único que sentía algo especial.

- Es muy loable lo que acaba de hacer, y respeto mucho el valor que ha tenido para decir esto frente a mí, y no me queda más que pedirle que la trate bien y que espero no le rompa el corazón –dice serio.

- No dude de eso –digo en tono solemne–, y ahora sólo deseo que ella acepte mi propuesta para ir a cenar esta noche –digo viéndola a los ojos, puedo ver la sorpresa en su rostro así como sus mejillas rojas.

- Claro que sí, encantada –dice bajo con una pequeña sonrisa.

- Perfecto, los dejo para que se pongan de acuerdo –dice el St. Vincent antes de salir, ella se acomoda en la silla dónde antes había estado su padre, así que decido sentarme frente a ella.

- He visto que te gusta mucho la comida tailandesa, he estado investigando y encontré uno muy bueno, aunque si prefieres ir a otro lugar, sin ningún problema –digo con calma, ella niega.

- Eso es perfecto –dice con timidez–, no pensé que fueses a invitarme, una cosa eran las comidas por aquello que eres nuevo –dice de manera atropellada–¸ y no es que no me agrade la idea o cualquier cosa parecida, sólo digo que me sorprendió mucho –dice antes de apretar los labios.

- Debo decir que me sentí cautivado por ti desde el incidente en el elevador, y sólo se acrecentó con los días –sonrío de manera tranquilizadora.

- Estaba tan angustiada ese día, porque no suelo ser así –confiesa avergonzada, niego con una pequeña sonrisa.

- Me alegra que me mostrarás esa parte a mí –digo suave, ella se sonroja pero sonríe–. Entonces, te parece bien que pase por ti a eso de las 8, ¿o es muy temprano? –la miro atento, no quería que tuviese ningún inconveniente.

- A esa hora está bien, por mensaje te pasó mi dirección –dice sacando su móvil, la veo mover sus dedos y pronto me llega una notificación.

- Muy bien, ahora te dejo trabajar, hasta la noche –hago una pequeña reverencia con la cabeza antes de salir, sin duda sería una tarde maravillosa.

En realidad la idea no era tan maravillosa, al menos no como lo era verla en aquel sencillo vestido floreado de mangas 3/4, cuello redondo y zapatillas negras a juego, además de un sencillo bolso negro.

- Hola, espero no haberte hecho esperar –dice suave en la puerta de la entrada–, mi padre te manda saludos, tuvo que ir a una cena de trabajo –dice antes de cerrar la puerta, como buen caballero coloco mi mano para que ella entrelace el suyo, cosa que hace y caminamos al automóvil, la ayudo a subir antes de caminar a la puerta del piloto, había decidido que manejaría, conocía la ruta así que no me perdería.

Tras 15 minutos, en los cuales estuvimos hablando; llegamos al restaurante, la fachada era sencilla pero muy acorde.

La ayudo a bajar, le doy las llaves al valet y entramos, le había pedido a un amigo que hiciera la reservación. Cuando entramos nos recibe una mujer que nos lleva a nuestra mesa, nos sentamos mientras la mujer nos extiende los menús, se retira y comenzamos a ver la comida.

La cena pasó entre una amena plática, ella se había soltado un poco e incluso lucía relajada, algo que me hizo muy feliz, sin duda, una de las mejores citas de mi vida.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo