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Afortunado reencuentro

Agnes:

Había creído que tras mi bochornoso encuentro con el señor Edevane-Gray, mi padre estaría furioso, pero gracias al cielo, no había sido así.

- Quién diría que esa torpeza tuya me ayudaría a cerrar un gran e importante trato, ¿sabes el prestigió que esto nos traerá? –pregunta emocionado, sabía que era más para él que para mí, sus palabras siempre rondaban en mi cabeza, más en estos casos, sobre cómo no era capaz de entender, como jamás sería como él para los negocios, así que sólo me limitaba a escuchar y asentir, después de todo, era como un mueble más de decoración–, esos idiotas deben saber que no pueden conmigo –sonríe con júbilo, si algo hacia feliz a mi padre más que un buen contrato, era restregarles sus logros–, ahora vete y revisa lo que te ordené, hoy no comeremos juntos –dice con fastidio–, hoy te dejaré comer lo que quieras, así que vete –hace un ademán con la mano, asiento antes de salir con rapidez evitando sonreír, sólo podía desear que todos los días fueran como este.

Había ido a mi puesto de hamburguesas favorito y me había comido 2 de las más grandes con queso, no sabía cuándo volvería a comerlas, sin duda estos momentos eran como tocar el cielo; «ojalá que pudiera hacer feliz a mi padre más seguido», pienso dejando salir un suspiro, pero por ahora me conformaría, no debía desaprovechar estos momentos por nada del mundo.

Había vuelto a la empresa, sin embargo, mi padre no estaba, su asistente me había comunicado que no regresaría, lo que significaba que no iría a casa. Esa noticia me había puesto muy feliz porque antes de irme a casa, podría pasar y comprar otras 2 hamburguesas, después de todo, nadie me estaría vigilando, lo que significaba que podría leer hasta bien entrada la madrugada o ver una serie sin temor a ser castigada. No sabía si desear que mi padre jamás volviera me volvía una mala persona o sólo alguien que estaba cansada de recibir malos tratos, pero sin duda alguna, lo deseaba con todo mi corazón.

La noche me había parecido de lo más corta, pero al mismo tiempo, me sentía de maravilla después de ese tiempo de calidad conmigo, estaba lista para ir a trabajar y enfrentar a mi padre y todas las mierdas que tiene escondidas.

Me coloco otro traje sastre, tomo mi maletín y me dirijo a la cafetería más cercana, si mi padre había bebido tanto como sabía, necesitaría un café muy cargado, llevaría otro para mí, un latte.

- Un doppio, sin duda es la bebida que un hombre como Alexander St. Vincent tomaría –dice una muy conocida voz detrás de mí, me giro para verlo con sorpresa.

- Buenos días –digo de forma torpe, intento serenarme y sonreír–. No sabía que hoy comenzaba a trabajar con nosotros, o bueno, más bien como observador, o sea, para estar de alguna manera presente –digo con nerviosismo, decido morderme la lengua para evitar más diarrea verbal.

- Mi integración a su empresa es a partir de la siguiente semana, esta cafetería queda cerca de mi casa, no tenía ganas de cocinar así que decidí venir, me han dicho que sus postres son muy buenos –dice tranquilo, con una suave sonrisa como si no se hubiese dado cuenta de mi diarrea verbal, y no sabía si intentaba ser un caballero o le producía tanta pena que había decidido no decir nada al respecto, de verdad esperaba fuera lo segundo, aunque no podría decir como era el señor Edevane-Gray, bien podría ser como todos los socios de mi padre, lo que significaba que esto podría ser usado en mi contra en un futuro cercano. Sí, a veces era un poco alarmista y quizás, dramática.

- Y no le han mentido, si debe probar algo primero, que sean las magdalenas, sin duda alguna será su postre favorito –digo animada, la chica me habla cuando mi pedido está listo–. Debo irme, un gusto verlo señor Edevane-Gray –digo de manera respetuosa.

- Lo mismo digo, sin duda, ha sido un afortunado reencuentro –me sonríe con calidez, me acerco a la caja para pagar y tomar mi pedido antes de salir, no entendía porque no podía mantener la calma cerca de ese hombre, o sea, era muy guapo, tenía una mirada suave pero cautivadora, por no decir de la calidez de sus palabras, no sabía si de verdad era así de amable o quería lucirse, podría ser que mi nerviosismo se debiera a que no sabía cómo era, y para saber eso, necesitaba tratarlo más que unos encuentros casuales. Aunque también estaba el hecho de que era muy guapo, así que se podría decir que no era mi culpa actuar así, seguro muchas mujeres quedaban atontadas en su presencia, o al menos, me gustaría pensar que no soy la única que parece una idiota cuando habla con él.

Suspiro y me apresuro a llevarle su café, además de electrolitos y pastillas para el dolor de cabeza, porque de verdad,  que Dios nos amparase.

Sebastien:

No había esperado verla tan pronto, había creído que no tendría oportunidad de verla hasta la siguiente semana, pero gracias a este fortuito encuentro, había podido verla todas las mañanas durante 1 semana. Poco a poco ella había comenzado a relajarse, incluso se reía de mis chistes, algunas veces creía que lo hacía por obligación ya que podía ver en su cara que no había entendido, y entonces me sentía culpable porque quizás no era algo adecuado de contar, pero eso era difícil de saber ya que ella jamás se quejaba, y no sabía si era porque era muy amable o porque temía que no continuará haciendo tratos con su padre, algo que no pasaría ya que ese negocio en particular me interesaba mucho.

Me di cuenta que una vez que entraba en confianza, su tartamudez se iba, aunque si debía ser sincero, debía decir que eso formaba parte de su encanto. Poco a poco comenzaba a hablar de manera más fluida, así que cuando tuvimos la oportunidad de interactuar en la empresa, pude constatar porque solían decir que era una joven promesa del derecho, solía solucionar todo con prontitud y sacando el mayor provecho para todos, era justa y eso era una gran cualidad en un ser humano, y muchas veces, eso era difícil de encontrar. Eso y muchas otras cualidades más, lograban que ella fuese tan fascinante a sus ojos, era difícil no sentirse atraído por ella.

- Y dígame, ¿qué le parece mi empresa? –pregunta el señor St. Vincent en la sala de juntas, como las veces anteriores, ella estaba ahí en espera de las indicaciones de su padre, después de todo, me había dicho que me sintiera en total confianza para cambiar algo de nuestro trato, esa era la razón principal de que estuviera ahí, por sí decidía cambiar algo.

- Debo decir que me gusta mucho estar aquí, todos son muy amables y serviciales –digo mirando a Agnes, ella se sonroja y aparta la vista con una pequeña sonrisa dibujada en su rostro, debía decir que esa expresión en particular era de mis favoritas, no podría describir como la hacía ver, sólo sabía que podía observarla por el resto de mi vida y seguiría pareciendo un ángel.

- Me alegra escuchar eso, dentro de poco comenzaremos con el proyecto en conjunto, así podrá verlo antes de que arranque, ¿qué le parece? –dice el hombre con una enorme sonrisa, suspiro volviendo a la realidad, le sonrío y asiento.

- Me parece muy bien –digo sin apartar los ojos de Agnes, ella se remueve un poco nerviosa, me gustaba verla así, porque sabía que no le era indiferente.

- Debe firmar esto –dice ella extendiéndome el documento, lo tomo sonriéndole, ella baja la vista avergonzada, sonrío para mis adentros, era demasiado linda.

Esperaba que su padre no se diera cuenta, o si lo hacía, no intentara alejarla de mí, sobre todo porque había muchos rumores en torno a mí, el principal y que seguro afectaba más mi imagen, era el de ser el mayor mujeriego de todos, y eso era gracias a los medios amarillistas que solían asegurarlo porque solía reunirme mucho con modelos, sólo que ellos olvidaban que tenía una agencia de publicidad y ellas formaban parte de la agencia, yo sólo quería ser amable e invitarlas a comer.

- Aquí tiene señorita –digo extendiéndole los papeles, ella los toma y de manera sutil rozo sus dedos, ella da un pequeño brinco tras soltarla, camina rápido y finge ordenar todo. Muerdo mi labio intentando no sonreír, todo estaba muy bien acomodado, así que verla fingir me causaba gracia.

- Voy a recursos humanos para dejar asentado este trato –dice ella antes de salir con rapidez, aunque no tanta como para no notar su mirada fugaz en mi dirección.

- En un momento más vendrá la encargada del proyecto para que lo revise, de igual modo, tiene carta blanca para hacer y deshacer a su antojo –dice él antes de ponerse de pie y salir, sin duda alguna eso haría, era una lástima que ella no fuera parte del proyecto.

Me había quedado sentado en espera de la mujer pensando en 2 cosas, la primera, es que podía decir con certeza que no le era indiferente como parecía mostrar, a decir verdad, no sabía que tan bueno era invitarla a salir, más que nada por su protector padre, corría el riesgo de que no la dejara, después de todo, él era unos años mayor, podría pasar por un aprovechado, al menos no podían acusarlo de ir tras su fortuna. Y la segunda cosa, es que esperaba la mujer no fuese tan joven, porque de serlo, sabía cómo se desarrollaría todo. Al menos si era joven, que estuviera comprometida o casada, eso solía frenarlas un poco, lo que menos deseaba es que aquí también comenzaran esos horribles e insufribles rumores.

Suspiro pensando en lo encantado que estoy con la señorita St. Vincent, tanto que pensar en otra mujer me resulta complicado, creo que de manera inconsciente las comparo, sólo me quedaba esperar y desear poder salir con ella sin ningún tipo de traba, y por traba, me refería a su padre. Que Dios, el universo y todo aquel con alguna clase de poder divino, lo ayudase en esta encrucijada.

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