2

Al otro lado, en la gigantesca casa, una mujer elegante observaba a Livia por la ventana. Con una copa de champán en una mano, sonreía astutamente. Tenía un aire a la vez distante y travieso, como si saboreara un secreto que no estaba lista para compartir.

— Cómo pasa el tiempo, murmuró, con una sonrisa misteriosa en los labios. Este día siempre me recordará el día de nuestra gloria. Pero para esta idiota, es su día más trágico. Me pregunto por qué este día cayó precisamente en su cumpleaños…

Detrás de ella, un hombre, también sosteniendo una copa de champán, la miraba con una mirada fría.

— Tiene suerte de haber encontrado refugio en esta ciudad, dijo con voz tranquila. Y creo que en su cabeza, se hace ilusiones de que algún día podría recuperar parte de nuestra fortuna. Pero está completamente equivocada. Nunca le daré esa oportunidad.

Ella estalló en una risa, una risa cargada de crueldad, y volvió su mirada hacia la silueta de Livia que se dirigía hacia el taxi. El destino de la joven ya estaba sellado, y nadie podría cambiar las cosas.

De todos modos, ya no tiene a quién confiarse en la vida. Es solo una mendiga, una chica sin futuro. Nunca recuperará a sus padres. Y de todos modos, no tengo remordimientos por lo que hice, pensó la mujer elegante, apretando su copa de champán. Mi hermano nunca me miró en vida, estaba demasiado ocupado con su miserable familia, me dejó sola, como si no fuera nada en su vida, cuando éramos solo dos los que hablábamos… Fue él quien eligió abandonarme.

Se giró lentamente, su mirada fría y calculadora fija en la silueta de Livia que desaparecía en la calle.

— De todos modos, corre el riesgo de morir de hambre en algún momento, murmuró, casi satisfecha con la situación. Tiene un largo día por delante. Vamos, déjame ir ahora, le dijo a su marido, mientras se dirigía hacia las escaleras, siempre con su copa de champán en la mano.

Este hombre era el tío de Livia, Ted. Ted, un hombre consumido por la envidia hacia su hermano, el padre de Livia. Desde su infancia, siempre había estado a la sombra de su hermano, celoso de su posición, de su fortuna y de su influencia. Cuando su hermano y su cuñada murieron en un accidente automovilístico, Ted no perdió tiempo. Se apoderó de la herencia, dejando a la pequeña Livia afuera, sin una mirada. Siempre había estado satisfecho de su éxito a costa de la pobre chica, porque para él, su fortuna era más valiosa que la vida de una niña.

Mientras tanto, en la villa de Ted, Livia luchaba cada día por sobrevivir.

En otra parte del país, en la ciudad de Vespero City, se estaba desarrollando otra historia. Una historia de poder, control y sangre.

Alessandro Volta, el jefe de la mafia más temido e implacable de la ciudad, deambulaba por las calles, seguido de su séquito. Una docena de coches negros, llenos de guardaespaldas vestidos con trajes oscuros y gafas de sol, pasaban por las estrechas callejuelas de la ciudad. Los habitantes de Vespero City ya no se asustaban ante esta vista. Estaban acostumbrados a la presencia de Volta. Era respetado, temido, y nadie quería desafiarlo.

Cuando Alessandro Volta paseaba por estas calles, significaba que se dirigía a un lugar muy especial. Un lugar donde negociaba en el mercado negro, donde se llevaban a cabo negocios oscuros y peligrosos. Vespero City era su dominio, y la justicia aquí la tenía él. Tenía el poder de destruir o construir a su antojo, de eliminar a aquellos que se interponían en su camino o de recompensar a los que le eran leales.

Su mirada atravesó la multitud, deslizándose sobre los rostros de los transeúntes que se apartaban con respeto, incluso con miedo. Alessandro no necesitaba decir una palabra para imponer su presencia. Cada paso que daba en la ciudad era una declaración de poder. Una mirada de su parte era suficiente para hacer entender a todos que no estaba allí para discutir. Venía a hacer negocios, y no había lugar para la incertidumbre en su mundo.

Mientras su séquito avanzaba, Alessandro fijó la vista en el edificio que había visto a lo lejos. Era el lugar donde se tomarían decisiones importantes. En ese lugar, las vidas podían cambiar en un instante, y Alessandro Volta era el maestro.

Mientras atravesaban las oscuras y estrechas calles de la ciudad, el séquito de Alessandro avanzaba a un ritmo implacable. Los motores de los coches rugían, haciendo temblar los adoquines bajo sus ruedas. En el coche del medio, Alessandro permanecía impasible, observando los alrededores con una mirada penetrante, casi como si estuviera escudriñando el alma de la ciudad misma. A su lado, sus guardaespaldas estaban listos para actuar al más mínimo signo de amenaza. La atmósfera en el coche era pesada, tensa, un silencio absoluto, interrumpido únicamente por el ronroneo del motor.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP