-Una, dos… las que quiera. Podría tener las que quisiera… Usted lo sabe… ¿o no?Leo la observó con un destello extraño.-¿Me está diciendo que no le molestaría?-¿A usted le molestaría si fuera al revés?Leo la aferró de la nuca y la acercó a su rostro haciéndola temblar.-Sabe que sí… me enceguecería la ira…-Pero así es nuestro trato…-Quiero cambiar los términos de nuestro trato…-¿No lo tienta la idea de acostarse con esas mujeres esculturales?-No. No sentí nada cerca de ellas. Nunca lo siento. En cambio…Leonardo la apretó a su cuerpo para que Emma lo sintiera. Para que percibiera cómo lo encendía.Ella musitó:-Pero… yo quiero que usted sea feliz… que disfrute su juventud y…-Y yo la quiero usted. Quiero que cambiemos, ahora mismo, las condiciones de nuestro acuerdo. No puedo ni imaginarla con otro hombre que me da una puntada en el pecho, señora Fritz.-¿Y qué acuerdo propone?-Si no quiere amarme, lo entiendo. Pero no puede impedir que yo la ame. Ni yo mismo puedo hacerlo. P
Hiro Yasuda inclinó levemente la cabeza en un gesto de saludo, y se sentó frente a ella, flanqueado por Yukio Mishima.-Gracias por recibirme sin cita previa, señora Fritz. Y a esta hora. Me temo que no me parecía prudente venir aquí cuando hay mucho movimiento de gente.-Lo entiendo… Bien, ¿Qué lo trae por mi empresa?Hiro sonrió con malicia. -Directo al grano, ¿eh?-Lamento si he sido descortés. Como dije, fue un día largo… ¿Desea que pida un poco de té? Estoy segura que tengo una reserva de gyokuro.El yacuza alzó las cejas.-No, pero se lo agradezco, la verdad es que también prefiero una visita breve.-De acuerdo… ¿entonces…?-Entonces… No nos hemos conocido en persona, pero estoy seguro de que sabe lo ligadas que están nuestras vidas desde hace muchos años.Ella cruzó los brazos y lo observó con mirada de hielo, haciendo una breve y estudiada pausa. Eso no le gustó en lo más mínimo al hombre frente a ella. No sólo porque era una pálida mujer con una fama poco honorable, si no p
-Cuánto misterio, Clari… te lo prometo, me quedaré tranquila.-Bueno… A Angie no le gusta su jefe… ni ningún hombre… ¿entiendes?Emma comprendió todo, y le sonrió con complicidad.-Ya veo… entonces…Clari suspiró.-Entonces… Hace un par de semanas que ella y yo estamos saliendo… Es reciente.La señora Fritz sonrió con alegría, pero luego la miró con reproche. -¿Y cuándo pensabas contarme?-¿Con lo ocupada que estuviste? No lo sé… no parecía importante. -Pero lo es…Emma la abrazó.-Me alegro mucho por tí, Clari… Ahora entiendo mejor su historia… y me gusta que seas feliz con alguien.Mientras tanto, Leo las observó conversar desde lejos. Emma se veía algo triste, pero tenía sentido. Era un día y un lugar realmente movilizador.Y luego siguió dialogando con Ángela y mirando a Camila en sus brazos.Tenía que reconocer que se sentía agradable estar así. Desde que cuidó a su hermanita menor, que ahora ya era una mujer, sentía que estaría feliz de ser padre.Es algo que siempre había da
Al día siguiente, la señora Fritz había solicitado los permisos necesarios para emplazar en medio de un terreno desocupado del barrio, un comedor provisorio, en una enorme carpa, con todos los elementos necesarios. Además, los vecinos estuvieron dispuestos a ayudar, y, gracias a eso, los niños y adultos que se alimentaban diariamente en el Centro, no perdieron ese beneficio que era tan importante para su salud.Emma también consiguió fácilmente los fondos para empezar la reconstrucción.Con una velocidad sorprendente, que dejaba claro que había previsto una situación así.No precisamente porque tuviera una premonición del futuro, si no porque había aprendido del pasado.Pero lo más importante sucedió algunos días después, cuando Hiro Yasuda, junto a varios de sus hombres, fue arrestado por el atentado.Clarisa estaba sentada en la oficina de la señora Fritz, estupefacta por la noticia.Emma la observaba, de pie frente a su ventanal, con la enorme ciudad extendiéndose hacia el horizon
Leonardo se quedó en silencio, abrazando a Emma, hasta que la última lágrima se extinguió.Le destrozaba el corazón verla así, pero sabía por cuánto tiempo se había ido acumulando dentro de ella esa catarata de angustia.Cuánto había soportado con estoicismo hasta que, finalmente, decidió soltarlo. Y dejarse rodear con brazos firmes que la sostuvieran en su pena.Ella había pasado muchos años conteniendo el caudal de dolor que había cosechado injustamente a lo largo de su vida, y en los últimos meses, muchas cosas habían sucedido que movilizaron su mundo y la obligaron a revivir sentimientos de su pasado.Sentimientos que había creído superados.Pero no era verdad.Sólo los había ignorado, refugiándose en otros sueños y en sensaciones intensas.Su dolor seguía allí, agazapado.Necesitaba llorar, y tal vez no había un lugar más agradable y tibio para hacerlo que ese, el regazo del señor Ares, transmitiéndole sin hablar su calor revitalizador.Él olía tan delicioso, era tan fuerte y a l
En cuanto Emma abrió los ojos con lentitud, le pareció escuchar de inmediato que él tomaba aire como si lo hubiera estado conteniendo durante las horas que estuvo inconsciente.Ella los miró con calma posando su vista alternadamente entre uno y otro, esperando a que alguno rompiera el silencio. Tenía algo de temor sobre por qué estaba aquí, en una cama, con una vía intravenosa.Detestaba que su cuerpo no tuviera la fuerza de su carácter, a pesar de que no era del todo su culpa. Ya tenía sus sospechas de por qué estaba allí.Por fin, su amiga se atrevió a hablar:-Gracias al cielo ya despertaste… ¿cómo te sientes, Emma?La señora Fritz esbozó una sonrisa débil, e intentó parecer fuerte con un poco de humor:-No te mentiré, Clari. Me siento como si me hubiera arrollado un camión…-Pues prepárate para varios días de reposo… el médico dice que no te dará el alta hasta asegurarse que todo esté bien y tus analíticas se normalicen. Al parecer no se debe sólo al estrés y que no comías bien,
Leonardo se quedó en silencio, incapaz de mentir cuando ella lo miraba con esos ojos que lo leían hasta el alma. Y tuvo rabia contra sí mismo por no poder decirle en ese momento que no le importaba.No podía engañarla.-No… tiene razón. No puedo jurar eso… pero estoy seguro de lo que siento…-Y le creo… pero no estoy lista para ese riesgo. Prefiero renunciar a… Él la abrazó.-No lo diga… sólo quiero saber una cosa… y aceptaré que sigamos como hasta ahora. -¿Qué quiere saber?La tomó del mentón y susurró en voz grave, tan cerca que ella sintió su aliento tibio en los labios y se sintió ansiosa por saborearlo:-¿Me ama, señora Fritz?Emma tragó saliva y sintió cómo se estremecía.-Sí, señor Ares. Lo amo. Tanto como para desear que tenga lo que un hombre como usted merece y desea para su futuro... ¿Lo puede entender?Él asintió.-Sí… lo entiendo… perdón por presionarla. A veces me cuesta aceptar sus condiciones. Soy consciente de que ha cambiado muchas cosas en su vida por mi causa. N
Emma asintió.-Como yo la veo, señora Fritz, con todo lo del comedor, lo que Leo me contó de Susan y su hijo, su actitud protectora con todo el mundo… Me parece raro que no considere la posibilidad de adoptar.Ella la miró con una sonrisa tibia. Era algo de lo que sólo había hablado con Clarisa.-Sí, lo he considerado… muchas veces. Pero tendría bastantes barreras siendo soltera, y dado mi estilo de vida, mi trabajo me consumió muchos años… No olvidemos que por algo estoy ahora aquí, bajo su cuidado… Durante el último tiempo, no he estado en condiciones de adoptar. De hecho, era una de mis ideas para dentro de unos años, cuando todo esté sobre ruedas, tengo otras prioridades ahora, pero no lo descarto… y si se me permite saberlo… ¿Por qué la pregunta?-Porque no necesita cerrarse al amor entonces, bastaría con encontrar a alguien que también lo desee…Emma la observó con suspicacia.-¿Y usted cree que su hijo es ese tipo de persona?…-Para ser sincera, no estoy segura. Pero no lo creo