Al día siguiente, la señora Fritz había solicitado los permisos necesarios para emplazar en medio de un terreno desocupado del barrio, un comedor provisorio, en una enorme carpa, con todos los elementos necesarios. Además, los vecinos estuvieron dispuestos a ayudar, y, gracias a eso, los niños y adultos que se alimentaban diariamente en el Centro, no perdieron ese beneficio que era tan importante para su salud.Emma también consiguió fácilmente los fondos para empezar la reconstrucción.Con una velocidad sorprendente, que dejaba claro que había previsto una situación así.No precisamente porque tuviera una premonición del futuro, si no porque había aprendido del pasado.Pero lo más importante sucedió algunos días después, cuando Hiro Yasuda, junto a varios de sus hombres, fue arrestado por el atentado.Clarisa estaba sentada en la oficina de la señora Fritz, estupefacta por la noticia.Emma la observaba, de pie frente a su ventanal, con la enorme ciudad extendiéndose hacia el horizon
Leonardo se quedó en silencio, abrazando a Emma, hasta que la última lágrima se extinguió.Le destrozaba el corazón verla así, pero sabía por cuánto tiempo se había ido acumulando dentro de ella esa catarata de angustia.Cuánto había soportado con estoicismo hasta que, finalmente, decidió soltarlo. Y dejarse rodear con brazos firmes que la sostuvieran en su pena.Ella había pasado muchos años conteniendo el caudal de dolor que había cosechado injustamente a lo largo de su vida, y en los últimos meses, muchas cosas habían sucedido que movilizaron su mundo y la obligaron a revivir sentimientos de su pasado.Sentimientos que había creído superados.Pero no era verdad.Sólo los había ignorado, refugiándose en otros sueños y en sensaciones intensas.Su dolor seguía allí, agazapado.Necesitaba llorar, y tal vez no había un lugar más agradable y tibio para hacerlo que ese, el regazo del señor Ares, transmitiéndole sin hablar su calor revitalizador.Él olía tan delicioso, era tan fuerte y a l
En cuanto Emma abrió los ojos con lentitud, le pareció escuchar de inmediato que él tomaba aire como si lo hubiera estado conteniendo durante las horas que estuvo inconsciente.Ella los miró con calma posando su vista alternadamente entre uno y otro, esperando a que alguno rompiera el silencio. Tenía algo de temor sobre por qué estaba aquí, en una cama, con una vía intravenosa.Detestaba que su cuerpo no tuviera la fuerza de su carácter, a pesar de que no era del todo su culpa. Ya tenía sus sospechas de por qué estaba allí.Por fin, su amiga se atrevió a hablar:-Gracias al cielo ya despertaste… ¿cómo te sientes, Emma?La señora Fritz esbozó una sonrisa débil, e intentó parecer fuerte con un poco de humor:-No te mentiré, Clari. Me siento como si me hubiera arrollado un camión…-Pues prepárate para varios días de reposo… el médico dice que no te dará el alta hasta asegurarse que todo esté bien y tus analíticas se normalicen. Al parecer no se debe sólo al estrés y que no comías bien,
Leonardo se quedó en silencio, incapaz de mentir cuando ella lo miraba con esos ojos que lo leían hasta el alma. Y tuvo rabia contra sí mismo por no poder decirle en ese momento que no le importaba.No podía engañarla.-No… tiene razón. No puedo jurar eso… pero estoy seguro de lo que siento…-Y le creo… pero no estoy lista para ese riesgo. Prefiero renunciar a… Él la abrazó.-No lo diga… sólo quiero saber una cosa… y aceptaré que sigamos como hasta ahora. -¿Qué quiere saber?La tomó del mentón y susurró en voz grave, tan cerca que ella sintió su aliento tibio en los labios y se sintió ansiosa por saborearlo:-¿Me ama, señora Fritz?Emma tragó saliva y sintió cómo se estremecía.-Sí, señor Ares. Lo amo. Tanto como para desear que tenga lo que un hombre como usted merece y desea para su futuro... ¿Lo puede entender?Él asintió.-Sí… lo entiendo… perdón por presionarla. A veces me cuesta aceptar sus condiciones. Soy consciente de que ha cambiado muchas cosas en su vida por mi causa. N
Emma asintió.-Como yo la veo, señora Fritz, con todo lo del comedor, lo que Leo me contó de Susan y su hijo, su actitud protectora con todo el mundo… Me parece raro que no considere la posibilidad de adoptar.Ella la miró con una sonrisa tibia. Era algo de lo que sólo había hablado con Clarisa.-Sí, lo he considerado… muchas veces. Pero tendría bastantes barreras siendo soltera, y dado mi estilo de vida, mi trabajo me consumió muchos años… No olvidemos que por algo estoy ahora aquí, bajo su cuidado… Durante el último tiempo, no he estado en condiciones de adoptar. De hecho, era una de mis ideas para dentro de unos años, cuando todo esté sobre ruedas, tengo otras prioridades ahora, pero no lo descarto… y si se me permite saberlo… ¿Por qué la pregunta?-Porque no necesita cerrarse al amor entonces, bastaría con encontrar a alguien que también lo desee…Emma la observó con suspicacia.-¿Y usted cree que su hijo es ese tipo de persona?…-Para ser sincera, no estoy segura. Pero no lo creo
Pocos días más tarde, todo había regresado a cierta normalidad.Al menos, a lo que era normal en sus vidas antes de la locura de los últimos meses, con bastante trabajo pendiente, una enorme expansión pendiente, otro viaje inminente y una serie de socios esperando. Emma pudo trabajar en la oficina otra vez, sintiéndose en su elemento natural, bajo la promesa de hacerse chequeos frecuentes y alimentarse bien, misión que Sara se tomó bastante personal al enviarle cantidades industriales de comida a través de su hijo.Con la señora Fritz por fin en OldTree, Leonardo tuvo más tiempo para supervisar en persona cómo se desarrollaba la reconstrucción del comedor, que, gracias a los recursos disponibles, pronto estuvo terminada.Hubo que equiparlo nuevamente con todo, y reiniciar el trabajo que toda la comunidad hacía en el lugar.Pero como ella estaba en la empresa, Leo pudo dedicarse mucho más al proyecto, logrando dejarlo perfecto en apenas unos días.Es que Emma Fritz era realmente impec
La mirada de Emma se ensombreció ante la singular coincidencia.Fue tan evidente, que Leonardo lo vio desde donde estaba, e ignorando el llamado de atención de su hermana, enojada porque no la oía, se acercó a la señora Fritz y al niño en un par de pasos largos.Ella lo miró y se puso de pie. Alzó al pequeño, que era tan ligero como una pluma, y le habló:-León, te presento al señor Leonardo Ares, es un amigo, trabaja mucho en este lugar, junto con su familia… ¿lo conoces?El niño sonrió. -Lo he visto de lejos, Emma.-¿Y usted conocía a León, señor Ares?Leonardo no podía evitar mirar los ojos del niño, ni notar la extraña coincidencia de sus nombres. Pero nunca antes lo había visto, lo que no era algo raro. Tal vez entre tantos pequeños que veía a diario, no lo había notado.Así que respondió:-No, señora Fritz, no lo conocía… aunque ahora de seguro podremos ser amigos, ya que nos conocimos gracias a usted…Para el niño que miraba hacia arriba con sus ojos muy abiertos, Leo era como
Leo forzó una sonrisa.-Buenos días, señor Schmidt. Soy Leonardo Ares. No nos conocemos, pero tal vez haya oído del comedor comunitario que está a dos calles de aquí…Karl entornó los ojos.-Oh, sí… ya lo recuerdo. Lo ví alguna vez allá… ¿Y qué lo trae por mi casa? -¿Me permite pasar?El tío de León lo miró con desdén.-Me temo que preferiría no hacerlo… Leonardo alzó las cejas. Le parecía una falta de educación, pero teniendo en cuenta el olor acre del lugar, tampoco tenía deseos de insistir. Desde que se había abierto la puerta, su determinación por sacar a León de ese lugar, se había reforzado. No era sitio para un niño.-De acuerdo. Puedo hablar aquí mismo si lo prefiere…-Pues hable…Aunque se había asustado un poco al principio, al ver a un hombre con el porte de Leonardo en la entrada de su casa, ahora Karl había adoptado una actitud insolente.El señor Ares suspiró y comenzó a hablar, sin delatar la travesura del niño:-Bien, se trata de su sobrino, León. Una buena amiga lo