En sólo unos minutos el mar quedó a nuestras espaldas para adentrarnos hacia la Ciudad Capital, donde íbamos a pasar los próximos cinco años de nuestra vida dedicadas al estudio y al trabajo.
Gracias a las recomendaciones de mi suegro, había conseguido trabajo en una perfumería del centro comercial, a solo un par de pasos de la Facultad de Ciencias Jurídicas; a mi mamá no le gustaba la idea que trabaje pero a papá la idea no le desagradaba para nada, ya que así aprendería a valerme por mí misma.
—Has estado demasiado tiempo bajo el ala de tus padres, un par de golpes no te vendrán mal—dijo cuando estaba terminando de guardar mis cosas en las cajas de cartón para la mudanza.
—Aun así, cariño... Annie sólo tiene diecinueve años, acaba de graduarse... —Mamá parecía más afligida que otra cosa al ver que su única hija abandonaba el nido para vivir una nueva aventura, lejos de su atenta pero muy amable mirada maternal—. De todas formas yo te enviaré dinero semanalmente para que tengas para tus gastos universitarios, los dos sabemos muy bien lo caro que sale estudiar... Las fotocopias, los libros, el transporte...
—Pero si tiene chófer —rio papá.
—Mi novio no es mi chófer —mascullé enojada.
El Jeep Commander de Kentin se estacionó frente a un enorme edificio de catorce pisos, allí era donde íbamos a vivir por los próximos cinco años, más precisamente en el Penthouse, el único con terraza y balcón para nosotros solos y mi perro Fuser, un Pitbull Terrier Americano, más bueno Lassie y más mimoso que un cachorro. Mi suegro nuevamente había sido el cerebro en la operación de conseguir un lugar para mi perro pues mis padres no iban a poder cuidarlo, en la residencia universitaria no permitían animales y rentar una casa en las afueras de la ciudad iba a ser muy contraproducente para todos al momento de cursar las clases.
Mientras Kentin subía a mi perro hasta su nuevo hogar, Ayaka, Rose y yo nos quedamos en la calle bajando las cosas del camión de la mudanza. Yo no traía demasiadas cosas, solo mi ropa, libros, perfumes, mi televisor, mi PS4 y mis videojuegos entre otros afectos personales, pero Rose y Ayaka traían demasiada ropa.
—Tuvieron que haber regalado unas cuantas prendas —mascullé con la frente cubierta de sudor mientras ayudaba a colocar todo en el ascensor, presionábamos el último piso y Kentin desde arriba descargaba todo para volver a mandar el ascensor hacia la recepción del edificio—. O al menos venderlas, que se yo.
—Yo nunca regalo mis creaciones. —sentenció Rose con tono muy serio. Rose era una muchacha alta y bronceada, de cabello plateado y penetrantes ojos amarillos, sofisticada y con un marcado estilo victoriano, su mayor sueño era que su ropa desfile en las más prestigiosas pasarelas de París y el mundo.
—Además, siempre se puede reciclar lo viejo —rio Ayaka subido al camión de mudanzas mientras bajaba nuestro ficus, con el cabello celeste, su piel blanca y ojos violetas, su particular estilo de vestir que incluía todos los colores del arcoíris y su enorme y bondadoso corazón había provocado suspiros en más de una en el instituto pero él las había rechazado muy cortésmente pues a mi amigo le gustaban los muchachos.
Una vez que bajamos todo, y les dimos las gracias a los conductores, nos subimos al ascensor y al cerrarse las puertas una muchacha de ojos verdes, piel pálida y largos cabellos castaños con graciosos bucles me devolvió la mirada. Ascendimos hasta nuestro departamento, por suerte íbamos a estar solos en el décimo cuarto piso, no me gustaba vivir en apartamentos, no se tiene privacidad y una se entera hasta cuando el vecino de arriba tira de la cadena. Abrí la puerta y observé el que iba a ser nuestro hogar, era un loft minimalista en blanco y verde con cocina—comedor y grandes ventanales, al parecer quien lo había diseñado era un japonés porque reconocí muchos acabados zen y puertas corredizas en vez de las clásicas puertas occidentales, una puerta de vidrio que llevaba al balcón-terraza, el cual tenía un cantero bastante grande con algunas plantas y una mesa con cuatro sillas, una barbacoa y la caseta de mi perro con Fuser olfateando el césped del cantero.
—Por fin llegan. Me había olvidado de que eran tantas cajas —jadeó Kentin. Mi novio y mejor de amigo de años, en los últimos años había pegado un estirón considerable, de pasar a medir un metro sesenta ahora medía uno ochenta; su cabello había sufrido un ligero acondicionamiento para estar apto para la carrera militar, pues de pasar a tener un estilo despeinado y relajado, con un bonito fleco en su frente y una melena cortada en capas ahora lucía su cabello corto en la nuca y patillas y en una pequeña cresta en la parte superior de la cabeza. Su estilo de vestir era variado pero bien marcado, si no usaba su uniforme militar o unos cómodos joggings elegía un estilo rugbier-polista que le quedaba muy bien, le gustaban las marcas de Ralph Lauren y Kevinstone pero siempre sus colores elegidos eran el blanco, el negro, toda la gama de los verdes, el azul y el rojo, algo que le favorecía enormemente por sus hermosos ojos verdes, y nunca se sacaba sus mitones de moto de cuero negro, eran su marca personal desde el instituto—. Dentro de poco empiezo a cocinar, primero quiero que acomodemos un poco más.
—¿Qué piensas cocinar? —preguntó Rose, cuando hablaban de comida a Rosemary se le abría automáticamente el apetito. Kentin dejó salir una carcajada.
—Quizás spaghettis, pero aún no estoy muy seguro —respondió.
Cada uno tomó sus cosas y nos dirigimos hacia nuestros dormitorios, el dormitorio que compartía con Kentin era una suite matrimonial con una enorme ventana vista a la ciudad, dejé mis cosas allí y empecé a acomodar el resto de las cajas según las inscripciones que le habíamos hecho en las cajas de cartón. Dejé las cosas de la limpieza en el lavadero y las de la cocina en el comedor y cuando cada zona tuvo sus pertenencias me dispuse a acomodar mis cosas.
Lo primero que saqué era una foto de mi grupo de amigos: En ella estaban mi novio, Rose y Ayaka; Aren, el hermano gemelo y gamer de Ayaka, un muchacho de cabello negro y ojos celestes, a quien no había visto desde que mi prima, Asagi (quien posaba a su lado, rubia de cabello corto y hermosos ojos) había decidido terminar su relación con él y regresar a Escocia, provocando en Aren una profunda depresión. No había tenido noticias desde que ella se regresó a Europa y Ayaka no había dicho más de lo que ya sabíamos: Aren se había autoexcluido a su habitación y se negaba salir o hablar con nadie.
Pero ellos no eran los únicos pues también sonreían para la foto Iris, pelirroja y de hermosa sonrisa; Kim, morena y fuerte con un hermoso cabello negro y brillantes ojos verdes; Melody, recatada y aplicada de cabello castaño y ojos celestes; Nicholas y su hermana Allison, ambos rubios pero el primero de ojos ámbares y la segunda de ojos verdes; Chessire y Mei, la primera castaña y seria y la segunda, asiática y de lacio cabello negro; y Chester y Louis, el primero pelirrojo, bipolar e inmaduro, de melena lacia que le llegaba a los hombros sonreía a la cámara mientras hacía un gesto muy grosero con la mano, y el segundo albino con las puntas de su cabello negras, caballero, maduro, serio pero sumamente olvidadizo y capaz de perderse hasta para ir al baño de su casa, que miraba a la cámara con sus ojos bicolor sonriendo, el derecho amarillo y el izquierdo verde. Esa foto la habíamos tomado el último día de vacaciones que habíamos pasado en la residencia vacacional a orillas de la playa de la familia de Kentin.
Louis, Chester, Allison y Nicholas estaban viviendo en la Capital pero el resto de los amigos no, casi todos se habían quedado en el pueblo pues no habían logrado pasar los exámenes de ingreso de la universidad. Melody y Violetta habían logrado entrar a la Carrera de Bellas Artes pero Kim, incapaz de soportar otros cinco años más de estudio, prefirió aprovechar e irse con Iris a un año sabático para descansar de doce años de instituto obligatorio. Mei y Chessire se quedaron en el pueblo y empezaron a trabajar apenas se graduaron, así que Allison no las podía ver tanto como acostumbraba cuando éramos estudiantes. Por su parte ella y su hermano habían logrado ingresar a las carreras de Licenciatura en Turismo y Contabilidad respectivamente.
Dejé esa foto tan hermosa en mi mesa de luz y miré la ciudad que se encontraba a mis pies, a solo una calle podía ver el campus de la universidad, el centro comercial donde trabajaría y otros edificios.
Sonó mi teléfono celular y vi que era un W******p de Nicholas.
«Ya estamos en nuestra casa, ven cuando quieras! :D».
Y a continuación me llegó una selfie de Nicholas y su hermana en la puerta de una modesta pero bella casa de un piso. Yo sonreí y le mandé otro mensaje.
«Yo también ya estoy en mi loft, está genial, quieren venir a tomar algo a la noche? Besitos, los quiero ;*»
Cuando Nicholas me confirmó que iba a venir salí corriendo para ir a comprar algo al supermercado que quedaba a pocas calles. Apenas salí me vi aturdida por los ruidos de la urbe y la modernidad. Extrañaba la tranquilidad del pueblo.
Cuando salí a la calle pude ver cómo era ese ajetreado mundo urbano de la gran ciudad: Era una jungla, ni más ni menos, donde sólo el más capaz y fuerte iba a sobrevivir. Si bien había vivido un tiempo en grandes y ajetreadas ciudades como Bogotá, la ciudad de la furia Buenos Aires, CDMX, París, São Paulo y otros lugares por el trabajo de mis padres, ahora debía valerme por mí misma; tal como había dicho papá «ya no iba a estar debajo del ala de mis padres», pero me había acostumbrado tanto a la tranquilidad del pueblo, su quietud y sus tradiciones que ahora me sentía incómoda y hasta fuera de lugar. Caminé hacia el supermercado aferrando mi bolsa ecológica en una mano y mis llaves en la otra, había dejado el teléfono en el loft por el apuro de salir a hacer las compras y si necesitaba llamar a alguien iba a estar en un serio aprieto, ni siquiera me sabía el número de teléfono de Kentin o del apartamento y no había traído monedas para usar el teléfono público. Ya estaba anocheciendo y
No sin mucho esfuerzo logramos acomodar nuestro nuevo hogar, lo más complicado fue convencer a Rose y Ayaka que Fuser esté dentro del apartamento hasta que se acostumbre a su nueva casa pues estaba bastante alterado por el ruido de la ciudad y se asomaba a cada rato desde el barandal de la terraza; Kentin tenía miedo de que un día de estos caiga al vacío así que mi perro tenía que compartir el espacio con todos nosotros hasta que resolvamos el asunto del barandal.Aprovechamos esa semana para acondicionarnos a la ciudad, pero iba a necesitar más tiempo para poder acostumbrarme a los ruidos de la urbe, su movimiento, el malhumor generalizado de la gente y la inseguridad que se vivía por robos y hurtos menores, aunque lo más molesto fue sin dudas escuchar a Rose llorando porque un sujeto la manoseó en el metro (aunque mi amiga, ni lerda ni perezosa, le llenó la cara de arañazos al degenerado que se atrevió a sobrepasarse con mi amiga) así que Kentin nos regaló a Rose y a mí un spray de
Una enorme explosión sacudió mi cama y las paredes de la habitación, haciendo que salte en el aire con el corazón latiendo a mil por hora; los sonidos de las ametralladoras, los helicópteros sobrevolando la zona y las bombas indicaban que afuera estaba pasando algo muy serio. Me incorporé en la cama y corrí las cortinas para mirar por la ventana: Abajo la ciudad ardía en llamas, varios edificios estaban destruidos y los aviones y helicópteros militares que sobrevolaban disparaban a algo en las calles.Salí de mi habitación corriendo, buscando a Ayaka y Rose, quienes estaban observando todo desde el balcón-terraza, con cara de susto y espanto.—¿Qué sucede? —pregunté alarmada e incapaz de lo que veían mis ojos.—¿Cómo que qué sucede? ¡Si ayer escuchaste las noticias de que el virus de la rabia que manipularon los rusos se les salió de control! —me gritó Ayaka, con lágrimas en los ojos— ¡Ahora han tomado la ciudad! ¡Estamos perdidos! ¡No saldremos vivos de esta!—¿Quiénes tomaron la ciu
Chester me tendió su móvil mientras seguía riendo, yo lo miré con los ojos entornados.—Ay, vamos... No es para tanto —rio, le cerré la puerta de mi habitación en las narices y me puse el auricular del teléfono en el oído.—Hola, little asskicker —me dijo Kentin del otro lado. Se notaba a la legua que había disfrutado de mi bochorno pero por respeto a su novia prefería guardar la compostura.—Hola—le respondi cortante.—¿Por qué tan seca?—¿Quieres que le eche agua al teléfono? —pregunté, la carcajada de Kentin estalló del otro lado y yo también reí.—Ese chiste lo espero de Chester pero no de ti, amor. Creo que debes dejar de ver The Walking Dead —añadió mientras dejaba escapar un suspiro—. Ya sabemos lo que pasa cuando te obsesionas con una serie.—Desde que vi que mataron a Judith que no lo vi más —respondí, Kentin se quedó callado— ¿Kentin?—Me acabas de hacer un spolier horrible, ¿sabes? —respondió muy serio.—También matan a Hershell —añadí.—Ok, vete a la mierda —dijo. Dejé sal
Me levanté temprano el sábado pese a que no tenía que ir a trabajar o a la universidad, quería poner la casa en orden aprovechando la ausencia de Rose y Ayaka en todo el día, pues habían decidido convertir el loft en un taller de diseño con todo lo que eso implicaba: Pedazos de telas e hilos, diseños, moldes, maniquíes, etc. Sabía que me arriesgaba a que Rose me gritara pues "ella entendía su desastre" pero no fueron pocas las veces que la veía gruñir y maldecir entre dientes porque no encontraba sus lápices de colores o su carpeta de diseños debajo de la montaña de papeles, retazos ¡y hasta incluso comida! Se notaba de lejos la ausencia de Kentin en casa pues él jamás habría permitido ese desastre y suciedad.Primero acomodé las cosas en materiales: papeles, telas, hilos, etc. Luego los separé por propietario (cosas de Rose, cosas de Ayaka) y ya por último los organicé por categoría (diseños, tipos de telas, etc); me llevó toda la mañana pero logré mi cometido, ahora sólo tenía que e
Ahora con Aren en casa, Ayaka estaba más relajado y feliz, aunque sólo era cuestión de tiempo hasta que vuelvan a pelearse como hicieron toda su vida. Por el momento Ayaka y yo dormíamos en mi dormitorio hasta que podamos comprarle una cama a Aren, además de reorganizar el espacio de su habitación; aunque uno de los asuntos más urgentes era el hecho de las cuentas.—Me preocupa el hecho que estoy desempleado y tengo poca experiencia laboral, hay que solucionar eso para poder ayudarlos con la renta y el pago de los servicios —dijo Aren.—Por ahora tú único trabajo es pasear a Fuser todos los días y revisar que la casa se encuentre en orden. —Lo tranquilicé mientras veíamos juntos una maratón de Star Wars, habíamos comenzado por la primera trilogía y ahora seguía la segunda; Rose y Ayaka estaban nuevamente enfrascados en nuevos diseños—. Apenas llegaste anoche, no hace falta que encuentres un trabajo ahora mismo.—Tampoco es cuestión que seas un zángano —masculló Ayaka, su hermano se gi
Sabía que mi salida de la videollamada con Annie había sido un tanto brusca pero mis amigos ya me estaban esperando, me fui derecho a las duchas, me bañé rápidamente, me sequé y me dirigí hacia mi litera, saqué de mi casillero una camisa polo negra, mis zapatillas Nike blancas, un jean claro y una campera de invierno de lana gris que mi novia me había regalado para mi cumpleaños anticipándose a la temporada otoño-invierno.Salí del barracón y me encontré con Peter, Rick, Ted, Alison y Wally, uno de mis compañeros de unidad con quienes había pasado los últimos tres días de arduas capacitaciones.—¿Listo, Kentin? —preguntó Rick con una sonrisa.—Listo Calixto, que la lucha es mucha —reí con alegría mientras me ponía mi campera. Nos dirigimos hacia el estacionamiento donde estaba estacionado mi Jeep, nos subimos al vehículo y nos pusimos en ruta para ir hacia Makondo.—Me sorprende que la novia de Kentin le haya dado permiso para salir —dijo Wally desde los asientos traseros.—¡Tuviste q
Disfruté del fin de semana largo y del resto de la semana, pese a que me sentía muy sola. Chester vino varias veces con Louis para charlar y para traerme algunos encargos de mis padres (casi me muero cuando mi mamá me envió una caja llena de recuerdos que había dejado en casa, entre ellos el osito que Kentin me había regalado antes de irse a la escuela militar y que había olvidado de guardar); Nick y Allison también se habían hecho un tiempo para pasar a tomar un café después de las clases, pero lo cierto era que conforme los días avanzaban nos dejaban más y más tarea para hacer, libros que leer, páginas que memorizar, sin contar que apenas sí compartía tiempo con mi mascota, trataba de hacer tiempo para sacar a Fuser a dar una vuelta al parque pero a veces terminaba tan cansada de mi jornada que sólo quería llegar a casa, arrojarme en el sofá y jugar con la PS4 o vegetar con alguna serie de Netflix.Pero así como así llegó el viernes a la noche y con él el regreso de mi novio. El jue