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El Retorno del Gamer

Me levanté temprano el sábado pese a que no tenía que ir a trabajar o a la universidad, quería poner la casa en orden aprovechando la ausencia de Rose y Ayaka en todo el día, pues habían decidido convertir el loft en un taller de diseño con todo lo que eso implicaba: Pedazos de telas e hilos, diseños, moldes, maniquíes, etc. Sabía que me arriesgaba a que Rose me gritara pues "ella entendía su desastre" pero no fueron pocas las veces que la veía gruñir y maldecir entre dientes porque no encontraba sus lápices de colores o su carpeta de diseños debajo de la montaña de papeles, retazos ¡y hasta incluso comida! Se notaba de lejos la ausencia de Kentin en casa pues él jamás habría permitido ese desastre y suciedad.

Primero acomodé las cosas en materiales: papeles, telas, hilos, etc. Luego los separé por propietario (cosas de Rose, cosas de Ayaka) y ya por último los organicé por categoría (diseños, tipos de telas, etc); me llevó toda la mañana pero logré mi cometido, ahora sólo tenía que esperar a que vengan mis amigos y escuchar sus quejas. Luego de un ligero almuerzo y una pequeña siesta terminé de limpiar en profundidad la casa y de lavar la montaña de ropa sucia que había, iba a tener que hablar muy seriamente con mis amigos pues no iba a permitir ser la Cenicienta de la casa. Fuser me gimió y torció la cabeza.

—¿Qué pasa, gordito? —le pregunté. Así eran mis solitarios días con él, mi perro era más que una mascota: Era un amigo, un compañero. Nos acompañábamos mutuamente en nuestro día a día, charlábamos, veíamos televisión, escuchábamos música y hasta dormíamos juntos. Fuser me volvió a gemir y se dirigió hacia el sofá, apoyó su cabeza en asiento y me miró— ¿Quieres que veamos una película?

Me ladró afirmando que eso quería, más que nada pasar tiempo conmigo pues no le había prestado mucha atención en todo el día. Reí y me senté en el sofá frente al plasma, Fuser se subió al cojín y recostó su cabeza en mis piernas, dirigiendo su mirada hacia la pantalla. Tomé el control remoto y abrí N*****x, mi suegro había sido muy amable al permitir que Kentin nos comparta su cuenta así podíamos ver algo interesante cuando en la televisión no había más que basura. Lejos de elegir una película, como habíamos acordado con mi perro, me puse a ver Grey's Anatomy; supongo que si Dios me hubiese dado un poco más de inteligencia habría estudiado medicina o veterinaria, pero mi habilidad para los números era nula.

 Me vi enfrascada en más de tres capítulos cuando caí en la cuenta que el Sol ya se había perdido tras las edificios de aquella enorme ciudad y aún no había preparado la cena.

—A ver, mi amor... —suspiré retirando la cabeza de mi perro con cuidado, se había dormido a los veinte minutos de empezar nuestra “Greyrathon”, estaba por empezar a cocinar cuando sonó el portero eléctrico, me sequé las manos y atendí.

—¿Hola? —pregunté.

—Hola, An-chan.

Me quedé helada con el telefonillo todavía en la mano, incapaz de creer...

—¿¡Aren!? —chillé alertando a mi perro que levantó la cabeza y las orejas al escuchar el nombre de mi amigo, ¡no podía creerlo! ¡Había salido de su dormitorio!—. ¿Eres tú, Aren?

—¿Y quién más va a decirte An-chan? ¿Vas a abrirme o qué? —preguntó mientras reía, le permití acceder al edificio y esperé a que llegue al penthouse, ¿qué hacía Aren aquí y estas horas? Después de unos minutos tocó el timbre de casa, alertando a Fuser que ladró y disparó hacia la puerta a recibir al recién llegado.

Abrí la puerta y allí estaba Aren, vestido con un buzo Nike y un jean azul, se lo veía en muy mal estado, estaba ojeroso, demacrado, delgado, ya no llevaba el mismo corte que su hermano sino que tenía el pelo muy corto, casi rapado; traía dos bolsos enormes y una mochila colgada de un hombro. En cuanto lo vi me le lancé a los brazos mientras exclamaba su nombre, al principio le sorprendió mi muestra de cariño pero luego me correspondió el abrazo y me apretó muy fuerte contra él. Fuser lo recibió moviendo la cola y gimiendo, contento de ver a Aren.

—Dios mío... cuanto tiempo sin verte —suspiró aún fundidos en el abrazo, me separé de él y me observó con detenimiento—. Estás mucho más delgada.

—Yo debo decir lo mismo —añadí, pues si lo hubiese visto por la calle de seguro que no lo reconocía, le señalé sus bolsos—. ¿Qué es todo esto?

—Vengo a vivir con ustedes, mis padres me corrieron de casa —respondió mientras dejaba la mochila en el piso.

—¿Qué? ¿Por qué? —pregunté asombrada por la naturalidad con la que Aren me decía su nuevo estatus de vagabundo.

—No tiene importancia.

—Claro que la tiene. Por favor, Aren... Sé sincero conmigo.

Mi amigo suspiró y se masajeó el cuello, se lo notaba incómodo pero no habló.

—¿Tu hermano sabía que venías? —insistí.

—No. De hecho eres la única que sabe que estoy aquí —me miró unos segundos—. ¿Puedo pasar?

Ay, pero que imbécil.

—¡Ehhh... Claro, pasa, pasa! Disculpa, soy una pésima anfitriona —dije apresurada y sonrojada, ayudé a entrar sus cosas mientras mandaba a Fuser de vuelta a su cojín.

—He visto peores —masculló mi amigo con pocas ganas. Dejó su mochila en uno de los sillones de la sala y los bolsos en el piso, ahora que lo podía ver mejor se notaba que Aren había perdido, al menos, unos quince kilos.

—¿Quieres tomar algo?

—Si tienes cerveza te lo agradecería —Aren dejó salir un suspiro mientras se estiraba en todo su altura y luego se dejó caer en el sofá al lado de mi perro—. Fue un viaje muy largo.

—Por lo visto viniste en bus...

Aren guardó silencio, pude escucharlo gruñir...

—A dedo...

Casi me tuerzo el cuello cuando escuché su respuesta.

—¿Hiciste todo este trayecto a dedo? —pregunté.

—No todos tenemos dinero para pagarnos el viaje... —pero que poco tacto tienes hoy, Annie. Mejor cierra la boca y sírvele a tu amigo una cerveza.

Busqué en el refrigerador, aún quedaban algunas de las cervezas de Kentin, luego de todo lo que Aren me había dicho yo también necesitaba una, destapé las bebidas y me senté a su lado.

—Salud, Annie —dijo levantando su bebida hacia mí—. Por los amigos, a veces más familia que la misma familia.

"Carajo, esto es serio..." pensé.

—Salud —susurré, chocamos ambas botellas y bebimos un trago. No quería presionar a Aren con un interrogatorio así que dejé que beba su cerveza en paz hasta que él decida contarme que sucedió. Mi amigo se recostó a gusto en el sofá y miró a su alrededor, admirando el loft.

—Bonito lugar —observó—. Debe de costarles una fortuna.

—No. Dividimos los gastos entre los cuatro y así es más sencillo, incluso Kentin paga su parte de la renta aunque no duerma aquí.

—¿Y dónde está Klenton? —preguntó Aren.

—En la Academia Militar, iba a volver hoy pero los del ejército los pusieron a hacer capacitaciones justo en el fin de semana largo...

—Vaya m****a...

—Ni que lo digas, pero bueno... Cosas que pasan cuando una es la pareja de un militar, supongo.

—¿Y mi hermano?

—Supongo que sigue en la escuela de diseño, ya estoy escuchando las quejas cuando vean que limpié el desastre que él y Rose hicieron con todos sus materiales.

—Si te llega a levantar la voz lo lanzo de la terraza —amenazó Aren. Volvió a beber otro sorbo de cerveza, al parecer mi amigo no iba a decir una palabra de lo que pasó así que decidí tomar cartas en el asunto.

—Cuéntame que hiciste todo este tiempo. Hace mucho que nadie tiene noticias tuyas —le pregunté con inocencia pues no quería atosigar a Aren con una pregunta demasiada directa— Desde lo de...

—Desde lo de Asagi —completó Aren, se rascó la cabeza y me miró directo a los ojos, sus ojos celestes tenían un poco de dolor aún guardado en ellos— ¿Estás segura de que quieres que te cuente todo? No es muy lindo lo que tengo que decirte.

Suspiré y le tomé la mano con firmeza para dejarle clara que mis intenciones eran buenas.

—Si tú estás dispuesto a contarme lo que pasó, yo te escucho y no te voy a juzgar—aseguré con una sonrisa, él se sonrojó y sorbió otro poco de cerveza, se aclaró la garganta y contuve la respiración, aguardando a escuchar lo que mi amigo tenía para decir.

—Cuando llegué a mi casa estaba tan enojado que rompí mi PS4, las fotos que tenía con Asagi, los videojuegos, todo... Absolutamente todo lo que me recordaba a ella , directa o indirectamente —comenzó, había bajado la mirada y la tenía fija en la botella de cerveza a medio tomar que había entre sus dedos—. Mis padres escucharon el lío y cuando vinieron a ver qué pasaba les cerré la puerta en la cara y les grité que me dejaran solo. Tengo unos viejos tan geniales que entendieron mi violencia y me dejaron tranquilo.

«Esa noche salí de casa y me fui a un bar a emborracharme como nunca pensé que iba a hacerlo, An-chan; y para colmo me subí al automóvil y conduje completamente ebrio... ahí descubrí que Dios existe porque pude haberme matado en cualquier momento. Unos policías me detuvieron y me llevaron a prisión, llamaron a mi casa y por fortuna mis padres no estaban, atendió Ayaka y el policía le explicó la situación.

«Él y mi madrina vinieron a buscarme y me llevaron a casa; Ayaka lloró mucho esa noche, dijo que iba a contarle a nuestros padres todo lo ocurrido, que iba a contarte a ti y a Kentin pero yo lo estampillé contra la pared y lo amenacé que si le llegaba a decir algo a alguien lo mataría con mis propias manos, entonces decidió quedarse callado.

«De ahí en adelante, me encerré en mi dormitorio, no salía ni para comer, mi madre me dejaba la comida en la puerta del dormitorio, dos veces al día y luego yo le dejaba los platos vacíos en el mismo lugar. Pero el problema fue una vez que salí de mi dormitorio para ir al baño porque no me sentía bien...

Aren hizo una pausa y se quebró, empezó a llorar tan amargamente que me partió el corazón, las lágrimas le salían de sus hermosos ojos celestes y caían con pesadez sobre su pantalón, dejando húmedas marcas llenas de dolor y arrepentimiento.

—¡Nunca creí que podría haber hecho algo así, An-chan! ¡Soy una persona odiosa! ¡Horrible! ¡No merezco ser llamado hombre! —Lloró con toda su fuerza mientras un puño se cerraba en su corazón— ¡Mi madre había entrado a mi dormitorio a limpiar y me enfurecí mucho, me cegué y la golpeé, An-chan! ¡Golpeé a mi mamá!

Yo me quedé muda, lo abracé con todas mis fuerzas mientras dejaba que Aren se descargue en mi hombro mientras mis propias lágrimas también brotaban de mis ojos.

—¡Cómo puedo ser tan hijo de puta! ¡Eso no se hace, An-chan! ¡Un hombre jamás debe levantarle la mano a una mujer! —Las lágrimas de Aren continuaban fluyendo y el cuerpo de mi amigo daba espasmos de dolor mientras se descargaba, lo abracé aún más fuerte pues necesitaba que se sienta seguro. Una vez que Aren estuvo más tranquilo, se secó las lágrimas y se separó con delicadeza, yo le acerqué una servilleta de papel y dándome las gracias se limpió la nariz—Me dijeron que me vaya de casa... Mi papá... cuando vio a mi mamá con un ojo morado entró a mi dormitorio sin hacer escándalo ni nada y me dijo que me vaya. Y aquí estoy...

—Está bien, Aren —susurré mientras le tomaba la mano para reconfortarlo—. Quédate aquí el tiempo que quieras, solo espero que no te moleste dormir en el sofá hasta que compremos una cama.

—Créeme que, luego de dormir en bancos de plazas y de viajar a dedo todo este tiempo, hasta una sábana en el piso será genial para mí. —Se lo notaba más tranquilo—. Gracias, Annie.

—Acomódate como gustes —le dije con una sonrisa—. Puedes poner tus cosas en el dormitorio de Ayaka. Deberías darte una ducha, si tienes ropa sucia, dámela así la lavo.

—Toda mi ropa está roñosa... —masculló tomando sus bolsos.

—Te daré algo de ropa de Kentin hasta que la tuya esté limpia —respondí con una sonrisa. Aren me miró con detenimiento.

—Eres demasiado buena conmigo.

—Eres mi amigo, Aren. Ahora vete a bañar, te dejaré la ropa de Kentin en el baño cuando hayas entrado.

Aren me volvió a tomar entre sus brazos con fuerza.

—Gracias... —susurró. Tuve que contener mis lágrimas.

—Ya, ya... Que todavía tengo que cocinar —respondí con una sonrisa.

Cuando Ayaka y Rose regresaron y vieron a Aren, tanto él como yo volvimos a llorar, ambos hermanos se unieron en un abrazo emotivo y lleno de sentimientos encontrados habían estado separados demasiado tiempo. Nos sentamos a comer mi tarta de verduras, huevo y queso casi en silencio, ya habría tiempo de charlar durante el fin de semana. Por insistencia de Ayaka su hermano dormiría en su cama, pues sin dudas Aren necesitaría algo más cómodo que un sofá un frazada para poder conciliar un sueño tranquilo y reparador; Aya dormiría conmigo en mi cama.

Cerré los ojos y me dejé ir a mis sueños.

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