—¡Despierta! —me gritó una voz mientras recibía una patada en la pierna herida. El dolor atravesó mi cuerpo y abrí los ojos de par en par. Estaba en un cuarto sin ventanas, bien iluminado y rodeado por algunos de mis compañeros de unidad. Me encontraba atado de manos pero no de pies, observé la herida en mi pierna y me afligí al ver que una enorme mancha de sangre bañaba mi pantalón militar de rojo oscuro. Reconocí a Gabriel a pesar de estar con toda la cara magullada, Daddy estaba un poco más allá contra la pared. Pancho sangraba por la cabeza y Bucky me miraba con el único ojo que tenía a la vista, ya que el otro estaba tapado con un parche sangrante. Todos estaban atados de manos.—¿Dónde estamos? —pregunté.—En algún sitio —respondió Daddy. Intentó acomodarse contra la pared, pero el dolor atravesó su rostro—. Los yihadistas invadieron el campamento y nos trajeron aquí con las cabezas tapadas.—La invasión es lo último que recuerdo —gruñí. El dolor en mi pierna se intensificaba y
Sentía sus cálidos labios besando mi rostro… su perfume, el cosquilleo de su barba en mi piel y su voz profunda.—Mi reina —susurró. Yo me moví en las sábanas de nuestra cama mientras mis dedos se cerraban en la almohada que estaba en mi cabeza.—Kentin... —murmuré, más dormida que despierta.—Aún tienes fe que volveré —preguntó. Yo asentí. Quería seguir durmiendo pero su voz era tan dulce—. ¿Me esperaras?—Toda la vida —susurré. Kentin me dio un beso y desapareció.Abrí los ojos. Fuser dormía a mi lado, en el lugar de Kentin, custodiando que nadie que no fuese él ocupara su sitio. Me limpié las lágrimas de los ojos, nuevamente había soñado con mi esposo.Me coloqué boca arriba mientras miraba el techo. Estaba haciendo frío esa noche pese a ser verano. Muy pronto sería Navidad y no tenía dinero para comprarles nada a mis hijos. Más preocupada por lucir bien en el trabajo que por ahorrar, había gastado muchísimo dinero en ropa y zapatos que ahora adornaban patéticamente mi armario. Me
Sentía cada uno de los besos de mi esposa y de mis hijos; no había lugar para la tristeza. Mis hijos se colgaban de mis brazos mientras Annie sostenía a Dante que me reconocía y estiraba sus bracitos para que lo tome en mis manos.La sonrisa de Annie era radiante como el Sol. Mientras lágrimas de alegría inundaban su rostro al verme regresar sano y salvo. Sus uñas se clavaron en mi uniforme y sus cabellos perfumados inundaron el aire.No me faltaba nada, estaba completo.Un baldazo de agua me quitó de mi sueño. El agua entró con fuerzas en mis fosas nasales, ahogándome. Abrí la boca y empecé a toser mientras intentaba volver a respirar.Uno de mis captores dejó un pedazo de carne podrida delante de mí y se retiró. Esa era mi cena... Almuerzo... Merienda... No sabía ni qué día era, ni la hora, no sabía si era de día o de noche. No tenía conciencia del tiempo. Los pocos minutos que me dejaban dormir estaban celosamente controlados, y si dormía fuera de esos horarios establecidos recibía
Gaiel estaba ya esperándome en su auto para llevarme a su bar, dónde iba a trabajar. Tomé mi chaqueta de cuero negro y salí corriendo. Había contratado una niñera solo por esa noche para que cuide los niños, en especial porque no sabía hasta que hora iba a estar en el bar de Gaeil, posiblemente regrese tarde en la noche. Con cuidado de no enterrarme con mis plataformas me subí con cuidado al auto de mi cuñado. Cerré la puerta. —Lista —anuncié, pero Gaeil me miró de arriba abajo. —¿Qué estás usando? —preguntó. Yo miré mi atuendo. Estaba usando un short con unas panty medias negras, las plataformas negras, una musculosa blanca, las placas de identificación de Kentin y mi chaqueta de cuero. —Ropa… —murmuré sin entender a qué se refería mi cuñado. —Ropa de prosti —me corrigió en un gruñido. Se restregó la vista—. Annie, ¿cómo te imaginas que es mi bar? —Pues... La verdad era que nunca había estado en el bar de mi cuñado. Gaeil suspiró. —Estas demasiado provocativa —dijo mi cuñado
Caminé con cuidado por el camino de piedra cargando a Dante en un brazo mientras llevaba a Catrina de la mano. Mi madre me seguía el paso llevando a Liam. A pesar de estar usando lentes de Sol las lágrimas brillaban en mis mejillas. Las personas que me acompañaban por detrás del cajón iban en silencio, todos vestidos de negro. Finalmente llegamos al agujero en la tierra y la lápida de piedra.Kentin Thomas O'Connor – Murió con honorMi padre, Gaeil, Chester y Thomas dejaron el cajón vacío en el soporte y se separaron. No sabía quién estaba sufriendo más, si Thomas, Gaeil o yo, pero mi querido cuñado fruncía el puño con fuerzas, incapaz de creer lo que estaba viviendo en este momento. Los cuatro hombres se alejaron y el sacerdote se acercó para dar una última bendición.El Ejército no había recibido el cuerpo de Kentin ni el de muchos otros soldados. ISIS se había quedado con los cristianos y católicos para escarmentar a los no musulmanes. Declaramos la muerte de mi esposo y organizamo
Louis me observó desde el otro lado de la mesa, mis mejillas se sonrojaron y mi corazón empezó a latir con velocidad.—No digas cosas así —susurré. No entendía que pasaba conmigo. Aún no hacían ni tres meses que Kentin había fallecido y ya reaccionaba de esa manera. Louis me miró sin entender.—¿De qué hablas? —preguntó.—De... de halagarme —dije.—¿Por qué no puedo hacerlo? Eres mi amiga y no me gusta verte triste —respondió Louis.—Pero... Kentin... —dije, aunque Louis me interrumpió.—Es completamente entendible que no te sientas cómoda con los halagos, o con mi presencia, más porque hace muy poco que eres viuda, pero debes entender, Annie, que en algún momento deberás de continuar tu vida. —Louis me miró con compasión con sus ojos bicolor mientras me hablaba con suavidad—. No hablo solamente de volver a emparejarte, sino de convivir con otros humanos, estás muy acostumbrada a estar sola en esa casa. Sé que tú y Kentin vivieron muchos momentos allí, pero no te encierres en ti misma
Me senté en el asiento del acompañante, con Dante en mis brazos mientras que Louis rodeaba el automóvil y ocupaba el asiento del conductor. Las luces del interior se iluminaron cuando él abrió la puerta y volvieron a apagarse una vez que la puerta del conductor se cerró. Louis giró la llave y el motor arrancó. Las luces de la ruta y de las estrellas pasaban rápidamente mientras yo miraba a través del cristal. Dante ya se había dormido, reposaba en mis brazos mientras su manito rosada se aferraba con fuerza a mi ropa. Acaricié sus cabellos castaños y le besé la frente.Nos estábamos acercando al centro de la ciudad. Mi amigo hacía poco que se había mudado de sitio, había elegido uno de los nuevos departamentos que quedaban de vista al mar. Mis ojos subieron por el imponente edificio de veinte pisos, bien iluminado y moderno.Louis descendió al subsuelo, dónde se encontraba el estacionamiento, buscó un lugar libre y descendimos del auto.—Por aquí —me indicó mientras me ayudaba con las
Se me cayó el teléfono de las manos, el cuál al golpear contra el piso hizo un fuerte alboroto, alertando a Gaeil que vino corriendo preocupado.—¡Annie, qué pasa! —preguntó. Yo no podía hablar, estaba temblando, muda y presa del terror. No podía ser cierto... No podía... Era imposible, que esto esté pasando...Gaeil tomó el teléfono y atendió.—¿Quién habla? —preguntó. Cuando le respondieron del otro lado Gaeil también se paralizó, unas lágrimas empezaron a brotar de sus ojos y muy pronto se convirtieron en un llanto desconsolado—. ¡No haga ese tipo de bromas, por favor! ¡Mi hermano está muerto! ¡Murió con honor en Kuwait!Sin embargo, continuó sosteniendo el teléfono mientras aquella persona continuaba hablándole del otro lado. Gaeil continuó llorando desconsoladamente mientras yo seguía en estado de shock.—¿Eres tú? ¿En verdad eres tú? —preguntó Gaeil. Nuevamente dejó salir un sollozo—. No puedo creerlo... No puede...El llanto no lo dejaba hablar; asintió mientras las lágrimas le