Hola, hola mis cariñitos, está gripa que tengo me tiene super mal, pero les voy dejando el primer capítulo del día! Gracias por leer!
DanteEstoy sentado en mi despacho, con las luces tenues y la pantalla de mi computadora iluminando los rostros de los nuevos empleados de la mansión. Luciano está a mi lado, pasando las páginas de los expedientes con meticulosidad, mientras yo analizo cada detalle, cada posible conexión con los Vitelli.—Dante, yo mismo hice las entrevistas —dice Luciano, su tono firme pero con un matiz de frustración—. Estos hombres no tienen ningún vínculo con los Vitelli.Aprieto la mandíbula, sin apartar la vista de los documentos.—Puede que no lo tuvieran cuando entraron, pero pueden ser sobornados —respondo con frialdad—. Quiero que los investiguen a todos. No quiero sorpresas.Luciano asiente con resignación y me tiende otra carpeta.—Aquí están los perfiles de los empleados domésticos.Estoy a punto de abrir la carpeta cuando escuchamos los gritos. Al principio, pienso que es solo ruido infantil, pero no... Es Nico.—¡Tengo que pasar! ¡Papá Dante, por favor, por favor!Mi cuerpo se tensa. Mi
LucíaEl dolor en mi garganta es lo primero que noto al despertar. Un ardor seco que se extiende hasta mi pecho, haciéndome sentir como si hubiera tragado brasas. Parpadeo varias veces, tratando de enfocar la vista en la habitación tenue que me rodea. El aire huele a desinfectante y medicamentos, un aroma que me provoca una leve arcada. Mis extremidades se sienten pesadas, como si cada músculo de mi cuerpo se hubiera rendido.Giro lentamente la cabeza y lo primero que veo es a Nico, dormido en una silla junto a mi cama, con su pequeño cuerpo enroscado sobre un peluche que aprieta contra su pecho. Su respiración es tranquila, acompasada, y un nudo se forma en mi garganta al darme cuenta de cuán cerca estuve de perder todo.¿Qué pasó?Antes de que pueda procesar mis pensamientos, la puerta se abre suavemente y Francesca entra con su porte siempre sereno pero con una sombra de preocupación en su mirada.—Gracias a Dios, señorita. Nos diste un buen susto —dice en un tono tranquilo, aunqu
DanteMiro la empleada infiltrada, atada a la silla en el sótano de la mansión. La habitación está en penumbra, solo iluminada por una única lámpara colgante. La mujer tiembla visiblemente, con la mirada baja y el rostro pálido por el miedo.Yo me encargo de mantenerme en las sombras, mi voz cortante y baja:—Empieza a hablar. ¿Quién te pagó? ¿Quién te dio la orden?La mujer solloza, su voz temblorosa:—No lo sé… no sé quién era. Solo recibí instrucciones en un sobre… dinero y una carta…La rabia se va haciendo más grande dentro de mi y entrecierro los ojos, cruzando los brazos mientras salgo de las sombras y tomando mi arma camino a su alrededor como un depredador acechando a su presa.—No me hagas perder el tiempo con excusas. —mi voz se vuelve más afilada—. Si sigues mintiéndome, haré que desees nunca haber puesto un pie aquí.La mujer estalla en llanto.—¡No miento! ¡Lo hice porque… porque me amenazaron!Luciano lanzando una mirada en mi dirección interviene por primera vez, su to
LucíaHan pasado dos días desde el envenenamiento y aunque mi cuerpo se siente más liviano, la tensión sigue anclada en mi pecho. Mi cuerpo sigue sintiéndose extraño, como si cada movimiento demandara el doble de esfuerzo. A pesar de ello, sé que no puedo seguir en esta habitación escondida.Me observo en el espejo del tocador, mientras me envuelvo en mi kimono de seda, la tela suave es lo único que me da una sensación mínima de confort. Veo mi rostro pálido y las ojeras todavía marcadas por el susto. Mis dedos juegan nerviosos con la cinta de mi kimono, apretándola una y otra vez mientras mi mente corre en cien direcciones distintas. La idea de enfrentarme cara a cara con Esteban y Valentina en la villa de los Vitelli me pone los nervios de punta.Estoy convencida de que nada bueno puede salir de esto, pero Dante no me ha dejado otra opción. La sola presencia de los Vitelli en nuestras vidas es una amenaza que no puedo ignorar.La razón es muy sencilla.Mis ojos van hacia mi pequeñ
DanteEl auto avanza por las calles de la ciudad con una suavidad engañosa, pero mis músculos están tensos, listos para cualquier eventualidad. Mi mente debería estar concentrada en la reunión con los Vitelli, en analizar cada movimiento de mis enemigos, pero no puedo evitar que mi mirada regrese una y otra vez hacia Lucía.Ella está sentada a mi lado, con la espalda recta y las manos retorciéndose en su regazo. El vestido rojo que lleva puesto es una obra de arte, abrazando cada una de sus curvas de una manera que la hace ver imponente, como una reina que sabe exactamente el poder que posee. Pero no puedo dejar de notar la leve tensión en su rostro, el temblor casi imperceptible de sus dedos.Si entra luciendo así de temerosa, se la comerán viva. Me repito eternamente que la preocupación se debe a que puede arruinar mis planes. Más nada.Sin pensarlo demasiado, estiro una mano y la coloco sobre la suya. Ella se sobresalta levemente y me mira con sus enormes ojos oscuros, llenos de pr
LucíaMe quedo inmóvil, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho mientras la tensión en el ambiente es tan espesa que casi puedo tocarla. Dante sigue apuntando a Valentina con su arma, su expresión indescifrable, mientras su voz baja y peligrosa llena la sala.—Deberías enseñar a tus invitados que insultar al rey de la mafia y a sus acompañantes no se perdona, Vitelli.Parpadeo confundida. Vitelli. Por un momento, pienso que Dante cree que Esteban es algo de los Vitelli o lo ha confundido, pero entonces, el sonido de pasos firmes a mis espaldas me hace girar levemente la cabeza y ahí está él. Marcus Vitelli.—Bienvenido, diablo —dice con una sonrisa ladeada que me hiela la sangre.El silencio que sigue es sofocante. Valentina está pálida como un fantasma, sus ojos clavados en el cañón del arma de Dante, mientras que Esteban está rojo de furia, su ego herido sangrando en su mirada. Sigo al pie de Dante, tal como me dijo, aunque mi cuerpo está tan tenso que temo romperme.Dante, imper
Dante—¡Dante un arma!La voz de Lucía se escucha en medio de la sala y es como si el mundo se hubiese paralizado por unos segundos antes de que el caos absoluto estalle a nuestro alrededor.No pienso, solo reacciono, tal como lo he hecho siempre.Su cuerpo choca contra el mío con fuerza, haciéndome perder momentáneamente el equilibrio mientras un disparo pasa a escasos centímetros de donde estaba.Me ha salvado… el pensamiento me invade por un segundo, pero no tengo tiempo de darle vueltas. Estamos en medio de un m4ldito ataque. La adrenalina me golpea como una avalancha, y mi entrenamiento, todo lo que soy, se impone al instante.Saco mi arma y me giro rápidamente, disparando hacia la dirección de donde provino el ataque. Los disparos resuenan como truenos en la noche, y la elegancia de la fiesta se desvanece en un abrir y cerrar de ojos. Vitelli, ese infeliz nos trajo aquí simplemente para tendernos una trampa.—¡Busca al imbécil de Vitelli!—Le grito a Luciano que está en la retag
LucíaEl miedo nunca se había sentido tan palpable para mi como en estos momentos.La simple idea de que estos hombres vayan a llevarme, de que me alejen de mi pequeño, hace que se me retuerza el estómago y la uria me lleno por completo.Nadie me va a separar de mi niño. No Esteban y como el demonios que tampoco estos hombres. Mucho menos después de todo lo que hemos tenido que soportar.Con las lágrimas quemando mi garganta y el miedo y la adrenalina batallando en mi interior, me retuerzo con todas mis fuerzas para intentar librarme, pero el agarre del hombre que me sostiene es firme como el acero. Mis muñecas arden por la presión de sus manos, y siento su respiración agitada junto a mi oído mientras me arrastra por un pasillo oscuro.—¡Suéltame! —grito, intentando zafarme.—¡Dantee! ¡Dante ayúdame!Pero en lugar de recibir una respuesta, escucho un murmullo bajo, palabras que no entiendo pero que suenan ásperas y definitivas.No es italiano en definitiva y tampoco es inglés, se escuc