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DanteEl despacho está sumido en un silencio cómodo, interrumpido solo por el leve crujido de la silla cuando me reclino ligeramente hacia atrás. Observa cómo Lucía organiza con torpeza los suministros médicos que Francesca dejó hace un momento. No puedo evitar sentirme fuera de lugar en esta situación. Las heridas, los vendajes, el dolor físico… todo eso es parte de mi vida. Pero esto, alguien preocupándose por mí de esta manera, es un terreno desconocido.—No necesitas hacer esto, Lucía —digo, mi tono más frío de lo que pretendía.Ella ni siquiera levanta la cabeza, ocupada en abrir una pequeña botella de antiséptico.—Déjame decidir eso, Dante. Siéntate.Frunzo el ceño. No estoy acostumbrado a recibir órdenes, mucho menos de alguien como ella, que hace apenas unos días temblaba de miedo. Ahora, sin embargo, parece que no le importa que yo sea quien soy.—Estoy acostumbrado a lidiar con estas cosas —insisto, intentando mantener el control.Finalmente, levanta la vista y me mira dire
LucíaSalgo del despacho con pasos apresurados, tratando de mantener mi respiración bajo control, pero mi cabeza no deja de dar vueltas. Lo que acaba de pasar con Dante me ha dejado más confundida que nunca. Su cambio arrepentido de actitud, esa mirada casi… vulnerable cuando mencionó la pérdida de alguien, todo eso me ha descolocado.¿Quién pudo haber sido? La pregunta se clava en mi mente mientras camino por los interminables pasillos de la mansión. La idea de que tal vez estuvo casado, de que amó profundamente a alguien y la perdió, hace que mi pecho se sienta extraño.“¿Por qué debería importarme?” Me detengo un momento, apoyándome contra una de las paredes mientras sacudo la cabeza, intentando deshacerme de esos pensamientos. Él no tiene nada que ver conmigo. Ni su pasado, ni su presente.Pero aún así, “Quizás por eso es tan frío. Porque perdió a alguien importante. Tal vez por eso no hay otras mujeres aquí…”Me siento molesta conmigo misma por analizarlo tanto. Estoy aquí por
Dante Entro en la cocina justo cuando escucho a Lucía hablando en voz baja con Francesca. Su tono es vacilante, lleno de dudas y algo que suena peligrosamente a miedo. No planeaba intervenir, pero las palabras “mi exmarido” y “Nico” atrapan mi atención como un anzuelo. Me detengo en seco, observándolas desde la sombra del marco de la puerta. Lucía se mueve inquieta, sus manos jugando con el borde de su blusa mientras busca las palabras correctas. Francesca, por otro lado, permanece estoica, aunque es evidente que también está preocupada. Avanzo un paso, dejando que el sonido de mis zapatos contra el mármol anuncie mi presencia. —¿Qué es lo que no sabes si debes decirme, Lucía? —mi voz corta el aire como un cuchillo. Lucía gira la cabeza tan rápido que casi pierde el equilibrio. Sus ojos se abren de par en par, y su rostro se tiñe de una mezcla de sorpresa y pánico. Francesca, siempre perceptiva, da un paso atrás, dejándola sola en el fuego cruzado. —Yo… no… no es nada impor
LucíaEl camino de regreso a la habitación se siente interminable. Cada paso que doy me parece más pesado que el anterior. La orden de Dante resuena una y otra vez en mi cabeza: “Vuelve a tu habitación y quédate con Nico. No bajes, pase lo que pase.” Su tono era tajante, sin espacio para protestas. Pero es precisamente eso lo que más me inquieta. No sé qué está pasando ahí abajo, pero tengo la sensación de que no es nada bueno.Cuando entro en la habitación, Nico está sentado en la alfombra, rodeado de sus juguetes. Me mira con su habitual sonrisa inocente, esa que siempre parece iluminar el cuarto. Mi pequeño ángel. No tiene idea del caos que parece rodearnos.—¡Mami! —me llama emocionado, sosteniendo uno de sus camiones favoritos—. Mira, construí un puente para que pase.Me obligo a sonreír, aunque siento que mi corazón late demasiado rápido como para fingir tranquilidad.—Eso es increíble, amor —le digo mientras me arrodillo junto a él, acariciándole el cabello.Nico continúa jug
DANTEMi despacho tiene una entrada secreta que va directo hasta el sótano en donde me encargo de resolver estos asuntos, sin embargo me gusta tener todo bajo control, poder controlarlo todo y es justo por eso que tengo cámaras aquí que me permiten ver toda la casa.Y es justo asi que puedo ver a Lucía entrar al pasillo que conduce hasta aquí.Mirando a Luciano simplemente le digo:—Sigue encargandote.Subo las escaleras sin detenerme a limpiarme y cuando salgo al pasillo entonces lo primero que veo es a Lucía, inmóvil, atrapada entre el miedo y la confusión. —¿Por qué no pudiste obedecerme, Lucia?Mi voz sale más fría y baja de lo normal, pero es que no puedo contener la rabia que me llena. Es la segunda vez que me desobedece directamente.Le di una orden, solo una y ella parece totalmente incapaz de obedecer y eso es algo que no puedo permitir, que en mi mundo no se permite.Noto como su respiración es irregular, y sus manos tiemblan ligeramente mientras me mira fijamente, sus ojos
Cap 32LucíaEl peso en mi pecho es abrumador mientras me quedo en la habitación, con la imagen de Dante ensangrentado clavada en mi mente. Mi cuerpo tiembla y no puedo calmarme, no importa cuánto respire hondo o cierre los ojos. Esas manos manchadas de rojo son una confirmación brutal de lo que él es realmente: un mafioso. Un hombre peligroso. Y sin embargo, contra toda lógica, hay algo en esa imagen que también me da un retorcido sentido de seguridad. Él hará lo que sea necesario para mantenernos a salvo, a mí y a Nico. Esa es la parte que me importa. Nico es mi todo.Mis ojos se desvían hacia mi pequeño ángel, que está profundamente dormido en la cama. Su respiración uniforme y la paz en su rostro me rompen el corazón. La sola idea de que algo o alguien pueda lastimarlo me llena de miedo y rabia al mismo tiempo. Entonces me pregunto: ¿De verdad vi a Esteban? ¿Fue mi mente jugando conmigo, o mi instinto intentando advertirme algo?El sonido suave de la puerta abriéndose me saca d
DanteEl aire en el despacho es denso, cargado con la tensión que Lucía acaba de introducir, puedo sentir cada músculo de mi cuerpo contraerse mientras hago un esfuerzo en mantenerme calmado. —¿Qué sabes de los Vitelli?—, pregunto en un tono helado, la rabia ardiendo bajo la superficie.Lucía me mira, claramente consciente de que está a punto de cruzar una línea peligrosa. Toma un respiro profundo y su voz sale titubeante: —Yo no sé nada, pero estoy bastante segura de que Esteban sí lo sabía…Mis piernas se mueven antes de que mi mente lo procese. En dos pasos estoy frente a ella, mi mano atrapando su brazo con fuerza. —Tienes tres segundos para empezar a decirme todo lo que has oído. Todo. Y por tu bien, espero que cada palabra que salga de tu boca sea verdad.—Ella deja escapar un leve jadeo y susurra, con la voz temblando: —Me… me estás lastimando.Esas palabras me congelan. Bajo la mirada y veo cómo mis dedos están hundidos en su piel. Su expresión mezcla miedo y dolor, y eso m
LucíaMis ojos están fijos en el hombre tendido en el suelo, la mente me da vueltas y una sensación de náuseas me sube desde el estómago. Esto… esto es más de lo que puedo soportar.La imagen es grotesca: su rostro hinchado por los golpes, la sangre seca en su boca y la mirada cargada de burla, a pesar de su estado. Mi cuerpo tiembla y siento que me falta el aire, sin embargo Dante está tan normal como si no hubiese un hombre desangrandose a sus pies y es ahí que entiendo la grandeza de su situación: esto es normal.Lo es porque él es el capo de la mafia italiana y esto debe ser ... .Debe ser nada en comparaciín con las cosas que ha debido ver, que ha debido hacer.Y aún así… Aún así decidí quedarme.Dante da un paso hacia mí, su voz es baja, pero tan helada que me estremece.—Empieza a hablar, Lucía, mi paciencia tiene un límite. ¿De dónde lo conoces?Trago en seco, sintiendo mis piernas tambalearse y mi corazón ir cada vez más rapido mientras intento ordenar mis pensamientos.Mientr