Ayyyyyyyyyyyyyy que el mamarracho mayor ha regresado para molestar!! Muchas gracias por leer, cariñitos.
Dante Entro en la cocina justo cuando escucho a Lucía hablando en voz baja con Francesca. Su tono es vacilante, lleno de dudas y algo que suena peligrosamente a miedo. No planeaba intervenir, pero las palabras “mi exmarido” y “Nico” atrapan mi atención como un anzuelo. Me detengo en seco, observándolas desde la sombra del marco de la puerta. Lucía se mueve inquieta, sus manos jugando con el borde de su blusa mientras busca las palabras correctas. Francesca, por otro lado, permanece estoica, aunque es evidente que también está preocupada. Avanzo un paso, dejando que el sonido de mis zapatos contra el mármol anuncie mi presencia. —¿Qué es lo que no sabes si debes decirme, Lucía? —mi voz corta el aire como un cuchillo. Lucía gira la cabeza tan rápido que casi pierde el equilibrio. Sus ojos se abren de par en par, y su rostro se tiñe de una mezcla de sorpresa y pánico. Francesca, siempre perceptiva, da un paso atrás, dejándola sola en el fuego cruzado. —Yo… no… no es nada impor
LucíaEl camino de regreso a la habitación se siente interminable. Cada paso que doy me parece más pesado que el anterior. La orden de Dante resuena una y otra vez en mi cabeza: “Vuelve a tu habitación y quédate con Nico. No bajes, pase lo que pase.” Su tono era tajante, sin espacio para protestas. Pero es precisamente eso lo que más me inquieta. No sé qué está pasando ahí abajo, pero tengo la sensación de que no es nada bueno.Cuando entro en la habitación, Nico está sentado en la alfombra, rodeado de sus juguetes. Me mira con su habitual sonrisa inocente, esa que siempre parece iluminar el cuarto. Mi pequeño ángel. No tiene idea del caos que parece rodearnos.—¡Mami! —me llama emocionado, sosteniendo uno de sus camiones favoritos—. Mira, construí un puente para que pase.Me obligo a sonreír, aunque siento que mi corazón late demasiado rápido como para fingir tranquilidad.—Eso es increíble, amor —le digo mientras me arrodillo junto a él, acariciándole el cabello.Nico continúa jug
DANTEMi despacho tiene una entrada secreta que va directo hasta el sótano en donde me encargo de resolver estos asuntos, sin embargo me gusta tener todo bajo control, poder controlarlo todo y es justo por eso que tengo cámaras aquí que me permiten ver toda la casa.Y es justo asi que puedo ver a Lucía entrar al pasillo que conduce hasta aquí.Mirando a Luciano simplemente le digo:—Sigue encargandote.Subo las escaleras sin detenerme a limpiarme y cuando salgo al pasillo entonces lo primero que veo es a Lucía, inmóvil, atrapada entre el miedo y la confusión. —¿Por qué no pudiste obedecerme, Lucia?Mi voz sale más fría y baja de lo normal, pero es que no puedo contener la rabia que me llena. Es la segunda vez que me desobedece directamente.Le di una orden, solo una y ella parece totalmente incapaz de obedecer y eso es algo que no puedo permitir, que en mi mundo no se permite.Noto como su respiración es irregular, y sus manos tiemblan ligeramente mientras me mira fijamente, sus ojos
Cap 32LucíaEl peso en mi pecho es abrumador mientras me quedo en la habitación, con la imagen de Dante ensangrentado clavada en mi mente. Mi cuerpo tiembla y no puedo calmarme, no importa cuánto respire hondo o cierre los ojos. Esas manos manchadas de rojo son una confirmación brutal de lo que él es realmente: un mafioso. Un hombre peligroso. Y sin embargo, contra toda lógica, hay algo en esa imagen que también me da un retorcido sentido de seguridad. Él hará lo que sea necesario para mantenernos a salvo, a mí y a Nico. Esa es la parte que me importa. Nico es mi todo.Mis ojos se desvían hacia mi pequeño ángel, que está profundamente dormido en la cama. Su respiración uniforme y la paz en su rostro me rompen el corazón. La sola idea de que algo o alguien pueda lastimarlo me llena de miedo y rabia al mismo tiempo. Entonces me pregunto: ¿De verdad vi a Esteban? ¿Fue mi mente jugando conmigo, o mi instinto intentando advertirme algo?El sonido suave de la puerta abriéndose me saca d
DanteEl aire en el despacho es denso, cargado con la tensión que Lucía acaba de introducir, puedo sentir cada músculo de mi cuerpo contraerse mientras hago un esfuerzo en mantenerme calmado. —¿Qué sabes de los Vitelli?—, pregunto en un tono helado, la rabia ardiendo bajo la superficie.Lucía me mira, claramente consciente de que está a punto de cruzar una línea peligrosa. Toma un respiro profundo y su voz sale titubeante: —Yo no sé nada, pero estoy bastante segura de que Esteban sí lo sabía…Mis piernas se mueven antes de que mi mente lo procese. En dos pasos estoy frente a ella, mi mano atrapando su brazo con fuerza. —Tienes tres segundos para empezar a decirme todo lo que has oído. Todo. Y por tu bien, espero que cada palabra que salga de tu boca sea verdad.—Ella deja escapar un leve jadeo y susurra, con la voz temblando: —Me… me estás lastimando.Esas palabras me congelan. Bajo la mirada y veo cómo mis dedos están hundidos en su piel. Su expresión mezcla miedo y dolor, y eso m
LucíaMis ojos están fijos en el hombre tendido en el suelo, la mente me da vueltas y una sensación de náuseas me sube desde el estómago. Esto… esto es más de lo que puedo soportar.La imagen es grotesca: su rostro hinchado por los golpes, la sangre seca en su boca y la mirada cargada de burla, a pesar de su estado. Mi cuerpo tiembla y siento que me falta el aire, sin embargo Dante está tan normal como si no hubiese un hombre desangrandose a sus pies y es ahí que entiendo la grandeza de su situación: esto es normal.Lo es porque él es el capo de la mafia italiana y esto debe ser ... .Debe ser nada en comparaciín con las cosas que ha debido ver, que ha debido hacer.Y aún así… Aún así decidí quedarme.Dante da un paso hacia mí, su voz es baja, pero tan helada que me estremece.—Empieza a hablar, Lucía, mi paciencia tiene un límite. ¿De dónde lo conoces?Trago en seco, sintiendo mis piernas tambalearse y mi corazón ir cada vez más rapido mientras intento ordenar mis pensamientos.Mientr
DanteUna hora antes…Han pasado dos días desde la revelación de Lucía sobre su adopción, y no he dejado de buscar respuestas. La red de información que poseo es amplia, detallada y eficiente, pero esta vez me he topado con un muro infranqueable. No hay registros de su adopción, ni documentos oficiales, ni siquiera una mención en archivos antiguos. Es como si Lucía Valdez hubiera aparecido de la nada.Me recargo en el respaldo de mi silla de cuero negro, observando la pantalla con frialdad. Francesca entra en la habitación, su expresión como siempre, serena pero inquisitiva.—Las decoraciones de Navidad han llegado, señor —dice, con ese tono neutral que ha perfeccionado con los años.Cierro la pantalla del ordenador con un chasquido seco y suelto un suspiro. La Navidad. Había olvidado completamente que ya estaba cerca.—Bien —respondo, frotándome las sienes con los dedos.Francesca me observa unos segundos antes de hablar con cautela.—¿Puedo decir algo, señor?La miro con una ceja ar
Lucía—Es para la señora Lucía.Las palabras del guardia retumban en mis oídos como una amenaza latente. Mi cuerpo se tensa al instante, y mi mirada se fija en la caja que sostiene entre sus manos. Por fuera, parece un paquete común, envuelto con papel de regalo de color neutro y un lazo morado. Pero algo dentro de mí se enciende con una alarma silenciosa, como si mi instinto supiera que hay algo más bajo esa aparente normalidad.Miro a Dante, esperando que su frialdad habitual me dé alguna señal de cómo proceder. Trago saliva y digo, mi voz apenas un susurro:—No le he dicho a nadie que estoy aquí... Nadie tiene esta dirección.Dante no cambia su expresión, pero veo cómo sus ojos se oscurecen, analizándome con esa intensidad que hace que mi piel se erice. Con un gesto, se gira hacia sus hombres y su voz suena como un trueno contenido.—¿El paquete pasó los filtros?—Sí, señor. Lo escaneamos y no contiene nada peligroso —responde uno de los guardias, con un ligero temblor en la voz.