Ayyyyyy que Nico es una ternura!!!! Gracias por leer!!
LucíaRegresar a la mansión después de la salida con Nico y Dante debería ser reconfortante, pero mi mente está enredada. No dejo de darle vueltas a los pequeños gestos de Dante. El hombre que parecía tan distante, casi inhumano en su frialdad, hoy fue diferente. Aunque su tono seguía siendo cortante, hubo algo cálido en su interacción con Nico.Camino junto a ellos por el gran salón, donde las luces del candelabro proyectan destellos sobre el mármol pulido. Nico corre emocionado, sus pasos resonando en el aire, hasta detenerse frente a Dante.La sonrisa en el rostro de mi pequeño ángel es enorme, hace mucho tiempo que no lo veía tan feliz, la enfermedad pareció irse llevando poco a poco todas sus alegrías y el desprecio de Esteban casi termina de hacer desaparecer al niño que traje al mundo.Pero ahora, aquí, es como si mi niño hubiese renacido.—¡Gracias por llevarme con Santa! —dice mi hijo, abrazando las piernas de Dante con fuerza—. ¡Y por traducir mi deseo!Me detengo, observan
Lucía —¿Qué te ha traído a la guarida del diablo, Lucía? Siento que mi cuerpo entero se tensa al escucharlo: la guarida del diablo. Él no tiene ninguna intención de ocultar quién es. Lo que es, por el contrario parece más decidido que nunca en recordarme en cada oportunidad en dónde he decidido quedarme y no se cómo interpretar aquello. El aire en el despacho se siente pesado, cargado de una tensión que parece envolverlo todo. A pesar de su seriedad constante, hoy hay algo distinto en él, algo que no sé descifrar, pero no estoy dispuesta a retroceder. Ni siquiera ante su pregunta intimante. Ya estoy aquí, y no pienso irme sin intentarlo. Él me observa desde detrás de su escritorio, sus ojos grises fijos en mí, evaluándome como si estuviera decidiendo si valgo la pena o no. Es intimidante, lo admito, pero no puedo dejar que eso me detenga. Respiro hondo y hablo antes de que mi valentía me abandone. —Me gustaría que me permitas ayudar en la casa —digo con suavidad, pero sin tit
DanteEl despacho está sumido en un silencio cómodo, interrumpido solo por el leve crujido de la silla cuando me reclino ligeramente hacia atrás. Observa cómo Lucía organiza con torpeza los suministros médicos que Francesca dejó hace un momento. No puedo evitar sentirme fuera de lugar en esta situación. Las heridas, los vendajes, el dolor físico… todo eso es parte de mi vida. Pero esto, alguien preocupándose por mí de esta manera, es un terreno desconocido.—No necesitas hacer esto, Lucía —digo, mi tono más frío de lo que pretendía.Ella ni siquiera levanta la cabeza, ocupada en abrir una pequeña botella de antiséptico.—Déjame decidir eso, Dante. Siéntate.Frunzo el ceño. No estoy acostumbrado a recibir órdenes, mucho menos de alguien como ella, que hace apenas unos días temblaba de miedo. Ahora, sin embargo, parece que no le importa que yo sea quien soy.—Estoy acostumbrado a lidiar con estas cosas —insisto, intentando mantener el control.Finalmente, levanta la vista y me mira dire
LucíaSalgo del despacho con pasos apresurados, tratando de mantener mi respiración bajo control, pero mi cabeza no deja de dar vueltas. Lo que acaba de pasar con Dante me ha dejado más confundida que nunca. Su cambio arrepentido de actitud, esa mirada casi… vulnerable cuando mencionó la pérdida de alguien, todo eso me ha descolocado.¿Quién pudo haber sido? La pregunta se clava en mi mente mientras camino por los interminables pasillos de la mansión. La idea de que tal vez estuvo casado, de que amó profundamente a alguien y la perdió, hace que mi pecho se sienta extraño.“¿Por qué debería importarme?” Me detengo un momento, apoyándome contra una de las paredes mientras sacudo la cabeza, intentando deshacerme de esos pensamientos. Él no tiene nada que ver conmigo. Ni su pasado, ni su presente.Pero aún así, “Quizás por eso es tan frío. Porque perdió a alguien importante. Tal vez por eso no hay otras mujeres aquí…”Me siento molesta conmigo misma por analizarlo tanto. Estoy aquí por
Dante Entro en la cocina justo cuando escucho a Lucía hablando en voz baja con Francesca. Su tono es vacilante, lleno de dudas y algo que suena peligrosamente a miedo. No planeaba intervenir, pero las palabras “mi exmarido” y “Nico” atrapan mi atención como un anzuelo. Me detengo en seco, observándolas desde la sombra del marco de la puerta. Lucía se mueve inquieta, sus manos jugando con el borde de su blusa mientras busca las palabras correctas. Francesca, por otro lado, permanece estoica, aunque es evidente que también está preocupada. Avanzo un paso, dejando que el sonido de mis zapatos contra el mármol anuncie mi presencia. —¿Qué es lo que no sabes si debes decirme, Lucía? —mi voz corta el aire como un cuchillo. Lucía gira la cabeza tan rápido que casi pierde el equilibrio. Sus ojos se abren de par en par, y su rostro se tiñe de una mezcla de sorpresa y pánico. Francesca, siempre perceptiva, da un paso atrás, dejándola sola en el fuego cruzado. —Yo… no… no es nada impor
LucíaEl camino de regreso a la habitación se siente interminable. Cada paso que doy me parece más pesado que el anterior. La orden de Dante resuena una y otra vez en mi cabeza: “Vuelve a tu habitación y quédate con Nico. No bajes, pase lo que pase.” Su tono era tajante, sin espacio para protestas. Pero es precisamente eso lo que más me inquieta. No sé qué está pasando ahí abajo, pero tengo la sensación de que no es nada bueno.Cuando entro en la habitación, Nico está sentado en la alfombra, rodeado de sus juguetes. Me mira con su habitual sonrisa inocente, esa que siempre parece iluminar el cuarto. Mi pequeño ángel. No tiene idea del caos que parece rodearnos.—¡Mami! —me llama emocionado, sosteniendo uno de sus camiones favoritos—. Mira, construí un puente para que pase.Me obligo a sonreír, aunque siento que mi corazón late demasiado rápido como para fingir tranquilidad.—Eso es increíble, amor —le digo mientras me arrodillo junto a él, acariciándole el cabello.Nico continúa jug
DANTEMi despacho tiene una entrada secreta que va directo hasta el sótano en donde me encargo de resolver estos asuntos, sin embargo me gusta tener todo bajo control, poder controlarlo todo y es justo por eso que tengo cámaras aquí que me permiten ver toda la casa.Y es justo asi que puedo ver a Lucía entrar al pasillo que conduce hasta aquí.Mirando a Luciano simplemente le digo:—Sigue encargandote.Subo las escaleras sin detenerme a limpiarme y cuando salgo al pasillo entonces lo primero que veo es a Lucía, inmóvil, atrapada entre el miedo y la confusión. —¿Por qué no pudiste obedecerme, Lucia?Mi voz sale más fría y baja de lo normal, pero es que no puedo contener la rabia que me llena. Es la segunda vez que me desobedece directamente.Le di una orden, solo una y ella parece totalmente incapaz de obedecer y eso es algo que no puedo permitir, que en mi mundo no se permite.Noto como su respiración es irregular, y sus manos tiemblan ligeramente mientras me mira fijamente, sus ojos
Cap 32LucíaEl peso en mi pecho es abrumador mientras me quedo en la habitación, con la imagen de Dante ensangrentado clavada en mi mente. Mi cuerpo tiembla y no puedo calmarme, no importa cuánto respire hondo o cierre los ojos. Esas manos manchadas de rojo son una confirmación brutal de lo que él es realmente: un mafioso. Un hombre peligroso. Y sin embargo, contra toda lógica, hay algo en esa imagen que también me da un retorcido sentido de seguridad. Él hará lo que sea necesario para mantenernos a salvo, a mí y a Nico. Esa es la parte que me importa. Nico es mi todo.Mis ojos se desvían hacia mi pequeño ángel, que está profundamente dormido en la cama. Su respiración uniforme y la paz en su rostro me rompen el corazón. La sola idea de que algo o alguien pueda lastimarlo me llena de miedo y rabia al mismo tiempo. Entonces me pregunto: ¿De verdad vi a Esteban? ¿Fue mi mente jugando conmigo, o mi instinto intentando advertirme algo?El sonido suave de la puerta abriéndose me saca d