—¿De verdad? —preguntó divertida, y Briana puso los ojos en blanco.
Diez minutos más tarde, Briana se encontraba frente a una gran puerta de madera de roble. Extendió su pequeña mano, pero la dejó suspendida en el aire, indecisa sobre si debía golpear o no. Finalmente, lo hizo.
—Vete —exclamó una voz desde el otro lado, pero Briana ingresó de todas formas.
—Soy yo, Briana —dijo.
—Amiga, ven aquí —señaló la cama. Lautaro estaba sentado en el otro extremo. Briana pudo ver su espalda encorvada, derrotada.
—¿Qué ocurrió? —preguntó Briana, observando el desorden en toda la casa.
—Colapsé, la extraño tanto. Lucía era tan perfecta. Ella sabía cómo tratar a un hombre. Me complacía todos los días, cada vez que despertaba ella me abrazaba y me decía cuánto me amaba. Sabes, era una mujer perfecta, de esas que te enamoran y que son imposibles de olvidar —mencionó Lautaro con la voz quebrada.
—Entonces déjala ir —sugirió Briana.
—¿Dejarla ir? —preguntó Lautaro.
—Claro, quizás...
—No puedo, Briana. Ella es el amor de mi vida, siempre la tendré en mi corazón. Aún conservo cada cosa de su habitación, tal como ella lo dejó. Le gusta levantarse y cepillarse el cabello durante horas, se ponía su exquisita colonia junto con su perfume tan delicado, al igual que sus manos. Dejaba colgado un hermoso vestido en su superchero de cedro, y ese día no lo logró hacer. Aún tengo cada uno de sus recuerdos —dijo Lautaro con tristeza.
—Pero no puedes vivir de eso, tienes que seguir adelante —insistió Briana.
—No puedo, Briana, no puedo —respondió Lautaro.
Briana suspiró, sabiendo que él solo se enfocaba en esa mujer, que en realidad no era lo que parecía. Decidió acompañarlo en silencio, sentándose en la cama y mirando a su alrededor. Le parecía que esa habitación tenía un ambiente tan masculino y elegante, era la habitación de Lautaro. A pesar de lo supuestamente excelente que era su matrimonio, ella tenía su propia habitación y se veían de vez en cuando en algunos encuentros. Pero el doctor estaba tan ciego que ni siquiera se daba cuenta de eso, de que su mujer necesitaba una habitación aparte. Pero bueno, Briana suspiró, se puso de pie, alisó sus pantalones de jeans y se dirigió hacia la puerta.
—Tengo que darle clases a su hija —comentó una vez y salió.
Suspiró, Emma recibía clases en casa, era algo que el autor había exigido. Aunque él mismo ni siquiera podía ver a su hija, porque le recordaba a su esposa. Se sentía mal por él, aunque en parte ella también quería estar con su amiga. Afortunadamente, Emma apenas iba al jardín de infantes o debería ir pronto, y la próxima semana ya empezaría el jardín.
—Hola, Emma —saludó Briana mientras se acercaba a su lado. Emma estaba pintando con colores pasteles.
—Hola, tía —comentó Emma mientras miraba a Briana. Briana era su tía, aunque nunca la había visto como tal, ya que nadie se lo había mencionado. En su pequeña cabeza, era más considerado que Briana la visitara porque era su tía. Aunque en parte, Brriana también la quería mucho a Emma, pero no del todo. Briana era una empleada que recibía un sueldo por estar allí.
—¿Qué estás dibujando, cariño? —preguntó Briana.
—Estoy dibujando a ti, a papá y a mí —respondió Emma.
—Qué bonito salimos, tienes una sonrisa cálida —dijo Briana con cariño.
—Quiero que vivas aquí todos los días, así te puedo ver y me cuentas cuentos hasta quedarme dormida —expresó Emma.
—Pero tienes a papá —señaló Briana.
—Papá nunca me lee cuentos —protestó Emma, frunciendo el ceño, y Briana suspiró con una sonrisa triste. Acarició el cabello de la niña y ella sonrió.
Tres horas más tarde, Briana se encontraba camino a su casa. En cuanto llegó, vio un mensaje en su teléfono.
“Hola bonita, paso a recogerte a las 8. ¿Te parece bien?”, era un mensaje de Eduardo, uno de los empleados de la mansión.
Él trabajaba como mozo y era el hijo del mozo que había estado allí durante muchos años. Eduardo había heredado el puesto y era excelente en su trabajo. Sin embargo, se había fijado en Briana. La encontraba hermosa, con su cabello dorado que llegaba hasta la cintura, sus ojos azules y su tez blanca con una perfecta salpicadura de pecas en su nariz. Lo hacía ver adorable, y sus dientes eran grandes pero perfectos.
En cuanto Briana vio al joven parado en la puerta de su casa, dejó el teléfono a un lado.
—¿Viniste? —preguntó confusa al verlo.
—Sí, lo hice —respondió Eduardo.—Tan rapido saliste de la casa, ¿acaso eres Flash? —preguntó Briana divertida, y Eduardo se rió.—Soy Flash para ti, puedo ser cualquier personaje. Soy Batman —respondió él.—Tonto —murmuró Briana divertida acercándose a él.—Entonces, bonita, ¿saldremos hoy? —preguntó Eduardo.—Creo que sí, pero primero ingresemos a la casa, tengo que bañarme porque..—comenzó a decir Briana.—Tienes razón, estuviste trabajando al igual que yo, pero yo estoy sucio —interrumpió Eduardo.—Tú porque eres sucio —comentó divertida Brianna al ingresar.—Mamá, llegué, traje a alguien —anunció Briana.—Hola, cariño. Hola, ¿cómo estás joven? —saludó la madre.—Hola, señora —respondió Eduardo.—Briana, ¿saldrás? —preguntó curiosa la madre.—Sí, mamá, saldré —respondió Briana.—Pero él..—comenzó a decir su madre con una mueca.—Sé que te cae mal, pero es un buen joven —defendió Briana.—No lo sé, hay algo que no me cierra —expresó su madre.—¿Y acaso te cae mejor Lautaro? —pregun
—Hola mamá —respondió Briana con desgano, y corrió hacia su habitación. Pudo ver que las cosas estaban desparramadas como ella las había dejado. Briana era una persona bastante desordenada, no le gustaba mucho el orden y eso se notaba cada día. En ese momento, hizo una mueca al ver que su computadora estaba bloqueada. Suspiró aliviada, aunque tuvo una leve sospecha. El mouse estaba corrido. Confusa, bajó las escaleras y enfrentó a su madre.—Mamá, ¿tú moviste algo en mi habitación? —preguntó.—No, cariño, yo ni entré.— Pero tú siempre ordenas todo, cada vez que me voy apurada, organizas cada detalle de mi tocador. Esta vez no lo hiciste, lo encuentro sospechoso—dijo Briana acercándose a su madre con los brazos cruzados.—Carino, tengo otras cosas que hacer—respondió su madre sin mirarla.—Mírame a los ojos, por favor—pidió Briana, y su madre finalmente accedió.—¿Tocaste mi computadora? —preguntó Briana directamente.—No, cariño, yo ni siquiera sé cómo usarla—comentó su madre, dando
“Estoy bien. ¿Y usted?", respondió Briana, sintiéndose confundida.“Tuve una noche terrible. Otra vez fui a su habitación. Sabes, hablar contigo me hace sentir un poco más ligero. Es como si estuviera hablando con Lucía".—Algo así—comentó Briana y comenzó a beber su taza de té.—Cariño, yo que fuera tú..—empezó su madre.—Pero yo no soy tú—interrumpió Briana, mirándola con tristeza.—Tienes razón. Tú tienes un corazón demasiado noble—dijo su madre con cariño.*******Briana lo miró con confusión mientras Lautaro se acercaba a ella.—¿Cómo estás, Briana? —preguntó acercándose, y la miró de una manera que ella no comprendió.—Estoy bien. ¿Y usted? —respondió Briana, intentando disimular su sorpresa.—Tuve una noche terrible. Otra vez fui a la habitación de ella. Sabes, hablar contigo me hace sentir un poco más liviano. Es como si estuviera hablando con Lucía—comentó Lautaro, con nostalgia en su voz.Briana se sintió desconcertada ante sus palabras. No sabía cómo responder. Su mente est
“Sí, a pesar de que ella estaba muy entretenida comprando cosas para ella, siempre se acordaba de mí y eso lo valoraba tanto. Y ahora la extraño tanto por eso", respondió Lautaro, poniendo los ojos en blanco, sin darse cuenta de su propia actitud.“En qué piensas, Briana", preguntó Lautaro mientras doblaban en una rotonda y Briana sostenía con delicadeza el cinturón.“En nada", comentó Briana.“Creo que si estuviera aquí, Lucía estaría hablando por ti", comentó Lautaro divertido, y Briana se mordió los labios con enojo.“Claro", respondió Briana.“¿O quieres que te compre ropa?", preguntó Lautaro de repente, y Briana miró su atuendo y luego a él.“¿Por qué? ¿Tengo algo mal puesto?", preguntó Briana dudosa.“No, no es eso", respondió Lautaro.En ese pequeño instante, ambos se sintieron bastante confundidos. El corazón de Briana latía de una manera extraña cuando Lautaro le quitó un mechón de la mejilla. Briana se quedó perpleja, era la primera vez que él la tocaba.Briana sintió sus me
“Tengo que ir a la empresa, vamos”, propuso mientras avanzaba. Emma hizo una mueca, quería seguir paseando con su padre y había soñado con tomar un helado. “Ibamos a comer un helado”, comentó Emma con lágrimas en los ojos.Briana se sintió triste.“Tengo que ir a trabajar”, comentó Lautaro sin mirarla.“¿Puedes detenerte y mirar a tu hija?”, preguntó Briana molesta, ya que Lautaro siempre había puesto por encima de todo a cualquier cosa menos a su hija.“¿Qué?”, preguntó desganado, y en cuanto vio a Emma al borde del llanto, se dio cuenta.“Lo lamento, cariño. Vamos a comer un helado”“, dijoLautaro.““Sí”, exclamó Emma con felicidad mientras abrazaba a su padre.Briana pasó por su lado y dijo:“Todavía tienes muchas cosas importantes, solo que tú no te das cuenta". “¿Quieres subirte a mi regazo, cariño?”, preguntó a Emma.“Sí, papá”, respondió.Juntos avanzaron en la silla de ruedas.Después llegaron a casa, Emma estaba feliz porque había tomado helado con su padre. Briana decidió
Al día siguiente, Lautaro se despertó con algo que lo tenía muy convencido. Se casaría, tal como lo decían todas las mujeres. Él se casaría con otra mujer. Y pensó en Briana, ella era la ideal, ella era la persona más cercana que podía tener en lugar de su amada Lucía. Además, supuso que ella no podría rechazarlo como una forma de agradecerle por la amistad que habían tenido. Por ese motivo, en cuanto se levantó y se sentó en la silla de ruedas con esa convicción, fue directo hacia el salón. Esperaba con ansias mirando hacia la puerta, esperando que Briana pudiera ingresar por ella y hablar. Hasta que lo hizo, esperó durante una hora, pero no le importó.“Señorita Briana, ¿podemos hablar?”, preguntó, y Briana dio un respingo al darse cuenta de que no lo había visto.“Claro
Se encontraba dando vueltas en su cama. No había podido dormir, comía mucho menos después de pensar lo guapo que se veía Eduardo con ese ramo de flores. La había dejado encantada. Nunca había pensado que un hombre podía verse así de bonito. Su corazón suspiró tanto por él que enseguida supo que estaba perdida.Sin embargo, esa mañana, cuando llegó al trabajo, lo encontró a Lautaro acercándose a ella con su taza de café. La miró curioso y preguntó:"¿Cómo estás hoy?" Ella se encontraba junto a Emma, que ya había regresado del jardín y se encontraba tan entusiasmada que no paraba de hablar."¿Verdad que no paro de hablar?"“, dijoEmma cariñosamente."¿Cómo quieres ir a jugar al jardín?", preguntó Lautaro hacia Emma."S
“No puedo hacer nada para esto"“, dijoBriana.“Claro que puedes, mándalo al demonio. Tienes un mes para pensarlo, Briana. Yo que tú lo dejo"“, dijoMelissa.“No puedo, lo quiero tanto", expresó Briana con dolor, y su amiga puso los ojos en blanco.“¿De verdad vas a decir eso?", preguntó Melissa.“Sí", comentó Briana avergonzada, y Melissa suspiró.“De igual forma, si sufres o si sales llorando, voy a estar aquí para ti", comentó Melissa y tomó la mano de Briana.“Gracias"“, dijoBriana.“De nada. Creo que tienes que ser más fuerte", concluyó Melissa.“Soy fuerte", comentó Briana y Melissa la miró.“¿De verdad?",