Navidad, esa época del año que Mónica empezó a disfrutar después de conocer a Rafael. Gracias a él, su vida se iluminó, toda la oscuridad se esfumó y pudo ver cada color. Ella tuvo que salir con Miles para hacer las compras, pues la mayoría de sirvientas estaban muy ocupadas, además, quiso ir por su cuenta a comprarle el regalo a Victoria. —Llegamos —indicó su amigo—. Mónica, no me vas a creer lo que te voy a decir. —¿Ya conseguiste a un buen hombre? —No solo un buen hombre —Se mordió el labio, bajándose del auto—. ¿Has oído hablar de Christian Moris? Mónica abrió los ojos porque ese nombre era reconocido en toda la ciudad. Se trataba de un cantante famoso, que consiguió todo gracias a las redes sociales y sus buenas canciones. —Imposible. —Tuve una cita a ciegas, y quedé loco cuando lo vi a él —chilló, luego carraspeó para comportarse serio—. Perdón, a veces me dejo llevar. Ella sonrió, porque Miles se abrió con ella a medida que el tiempo pasaba. La confianza entre ellos aum
El día del juicio había llegado, Alejandro informó que dejaría a Catherine en el tribunal, ya que él no planeaba participar por su identidad. Mónica ya estaba lista y guardó todo lo necesario en su bolsito, le encargó el cuidado de Victoria a Elsa. Camilo también iría al juicio, ya que él tenía las pruebas que Alejandro había dejado, las fotos del menor con moretones. —Hay alguien que quiere verte, Mónica —informó Rafael. —¿Ahora? ¿No tenemos que irnos? —Tranquila, todavía hay tiempo. Te estaré esperando en el auto con Camilo —Le dio un beso en la mejilla—. Esa persona está en la sala. Mónica frunció el ceño, supo que David no podía ser, ni su madre, porque Rafael no reaccionaría de forma tranquila al tratarse de los Lambert. Inhaló hondo, de camino a la sala de estar. Cuando cruzó la puerta, se quedó perpleja al ver a la mujer que la esperaba sentada en el sofá. No dudó en correr para abrazarla, pudiendo oler ese aroma amargo y característico de ella. —¡Delia! —exclamó, un nud
Todos estaban en el tribunal, a Catherine la habían apresado unos guardias de seguridad, porque intentó escaparse. El juez estaba revisando las pruebas, imágenes de Mateo con moretones en su cuerpo. —Estamos aquí para decidir el futuro del pequeño Mateo Lambert —habló, el silencio inundó la sala—. Su madre lo secuestró cuando el mundo descubrió la verdad. Necesito escuchar a los testigos, por favor, ¿la acusada tiene testigos? —¡Ni siquiera me dejaron buscar! —No tienes familiares, Catherine —Hasta su abogado estaba en su contra, porque fue contratado por el mismo Alejandro. —Cállate, imbécil. Forcejeó, pero estaba esposada a la silla dónde la obligaron a permanecer. —Yo tengo testigos, su señoría —Víctor se levantó, con respeto—. David Lambert quiere decir algunas palabras, y también traigo al niño. A Mateo lo habían dejado al cuidado de una secretaria del lugar, pues la entrada no estaba permitida para los niños, a menos que tuvieran que entrar para hablar con el juez sobre e
Mateo entró a la sala de la mano del seguridad, estaba nervioso, porque ya sabía que le iban a hacer muchas preguntas. —Hola, campeón —lo saludó el juez—. Ven aquí. Todos prestaron atención al niño, quién había caminado un poco más hasta llegar detrás del escritorio del juez para poder hablar con él. El señor tomó su manito, tenía un nieto de su edad. Se percató que Mateo no poseía ningún moretón en su piel, estaba bien cuidado. —Te voy a hacer algunas preguntas, ¿vale? —Ajá… Bajó la cabeza, quería regresar a casa con su padre, Víctor, pues ya se había acostumbrado a estar con él, y lo trataba bonito. —¿Qué te hizo esa mujer? —cuestionó, refiriéndose a Catherine, la miró de reojo. Mateo no dudó en decir la verdad, porque lo habían tratado muy mal. —Ella pegó —señaló todo su cuerpo, sobre todo la parte de los brazos—. No comía… —¿No te dejaba comer? Asintió, con las cejas inclinadas. —¡Es mala! —exclamó, decidido—. Víctor un héroe. Mi nuevo papá. Le sonrió al juez, por fin
Días después de haberse deshecho de Catherine, David citó a Mónica a una cafetería cercana de la empresa Rowling. Él estaba jodido. Ella aceptó, porque parte de su plan era hundir a David como fuera, y verlo sufrir. Rafael estaba al tanto, aunque no le gustó la idea de que se vieran solos. Mónica entró, la campanilla sonó y buscó a su ex, quién se encontraba sentado en una mesa alejada del mostrador. Caminó con firmeza para demostrarle lo mucho que había cambiado. Se volvió una mujer fuerte e independiente. Trabajaba para conseguir lo que quería, y había encontrado el amor verdadero. —Ya estoy aquí —habló, con seriedad. David alzó el mentón, tragó saliva porque lo menos que deseaba era suplicarle a su ex mujer. Sus dientes chocaron, frustrado. —Iré directo al grano, Mónica. Tú y yo ya no nos llevamos bien —comentó, rodando los ojos—. Quiero pelear por la custodia de mi hija, la necesito. Mónica se sentó con tranquilidad, no iba a desesperarse porque no sería profesional de su p
Rafael no pudo contenerse y decidió salir del trabajo para verificar que todo estuviera yendo bien con Mónica. No le agradaba la idea de que su esposa viera a su ex. Cuando iba caminando, notó que esa calle estaba sola, no había ni un alma, hasta que se percató de dos personas peleándose cerca de la cafetería. —Mónica… —murmuró para él mismo. Corrió como nunca antes lo había hecho al ver que David quería maltratar a su esposa, así que se posicionó detrás de él para frenarlo y lo logró. Llegó justo a tiempo para evitar una tragedia. Rafael lo volteó para darle un puñetazo, se sentía culpable por lo que estuvo a punto de suceder. —¡Estás muerto, imbécil! David terminó cayéndose al suelo, y Rafael se sentó sobre él para continuar con la golpiza y dejarle en claro que nadie podía tocar lo que era suyo. Uno, dos, tres golpes seguidos. Su enemigo quedó con la cara llena de sangre, le había roto la nariz, y buscaba cómo cubrirse de los demás ataques. —R-Rafa, detente —Mónica lo tomó
—Cariño, hay que intentarlo. ¿No eres el que más quiere tener un hijo? —Agarró el brazo de su esposo, David Lambert. Este se soltó del agarre de forma brusca, dejó a Mónica con los ojos abiertos y el ceño fruncido. Se preguntaba: ¿por qué su esposo no la amaba? ¿Por qué la evadía tanto? ¿Qué fue lo que cambió? —Me aturdes, Mónica. Vete a limpiar o a lavar, no lo sé —masculló, estresado—. No puedes tener hijos, esa es la verdad. Deja de esforzarte por algo que jamás se hará realidad. El corazón de Mónica se apretujó dentro de su pecho. Llevó ambas manos al mismo, buscando el consuelo. Ella siempre había anhelado tener un bebé. Fue comprometida por obligación, la decisión la tomaron sus padres. Era la única manera de salvar a su familia de la ruina, si los Bustamante unían a su hija en matrimonio con el hijo de los Lambert. David era conocido como un poderoso empresario, dueño de una cadena de hoteles que le heredó su padre después de haberse jubilado. Famoso y millonario. —S-sé
Mónica ignoró las advertencias de su esposo y fue al día siguiente a ver al doctor que seguía su caso. Estaba sentada frente a él, mientras el especialista revisaba los resultados de varios exámenes que le había hecho a Mónica con anterioridad. —Doctor, ¿habrá salvación para mí? —preguntó, afligida. Ella deseaba con toda su alma ser madre, ver a ese pequeño retoño nacido de su amor… —Mmh —El pelinegro acomodó sus lentes y dejó los papeles de lado—. Mónica Lambert, usted ya no tiene necesidad de continuar con los tratamientos que hemos implementado hasta ahora. La expresión de Mónica se horrorizó. Arrugó la frente y llevó ambas manos a su boca, sus ojos se cristalizaron porque las palabras del doctor le dieron a entender que ya no había cura para su infertilidad. —¿Así de grave estoy? —Su voz salió rasposa, debilitada por el dolor interno. El hombre le dedicó una sonrisa a Mónica, lo que la dejó confundida. —Usted está embarazada —informó—. Felicidades, señora. Nuestro esfuerzo