—Es dinero suficiente para invertirle a la empresa —murmuró David, estaba reunido con su madre. —Esta casa es una pocilga —Arrugó la nariz—. Ni siquiera podemos tener sirvientas, y todo por tu incompetencia. —¿Ahora me vas a culpar a mí? —inquirió, con fastidio—. Creí que estabas de mi lado. —Estoy de tu lado —Se levantó del sofá, con firmeza—. Yo misma arreglaré tu cagada. David se extrañó, pues su madre no dejaba de insistirle en recuperar a Victoria, le contó que salió mal. —No fue mi cagada. Mónica se volvió una mujer tan terca, que ni siquiera desea que vea a la niña —bufó, jugando con un lápiz—. ¿Qué huele así? El olor que dominaba en el ambiente, era de putrefacción y cloacas. Esa casa había sido abandonada hace mucho, por eso les costó muy poco dinero, pero cada habitación estaba llena de telaraña, polvo, o animales muertos. —Hay una rata muerta en la cocina, ¿puedes creerlo? —informó su madre, asqueada. —¡¿Y cuándo piensas limpiar este lugar?! ¡Llevamos una semana y t
Mónica se quedó desnuda en el sofá cuando Rafael se marchó. Tomó el celular para comprobar qué lo había dejado mal, y lo que vio la sorprendió. —¿Qué carajos? Supo de inmediato que era una foto editada, porque ella nunca había besado a Miles, y en ese momento, se alegró por él cuando le contó que estaba conociendo a un hombre.¿Rafael se creyó esa farsa? Tenía que ir a buscarlo para resolver las cosas.Mientras tanto, Rafael llegó a la enfermería dónde Miles estaba todos los días, se preguntaba por qué Mónica besaría a Miles, ¿acaso él le había pedido ayuda? Se hacía fuerte, pero aun así, la inseguridad empezaba a consumirlo. No quería dejarla, tampoco creía que esa foto fuera real. —¿Jefe? —cuestionó, extrañado. No era normal que Rafael visitara la enfermería a menos que fuera estrictamente necesario. —El día de navidad, ¿qué hiciste con Mónica? —Fue directo al grano. Rafael tenía todas sus emociones mezcladas, él pudo haber hablado primero con Mónica y escuchar su versión, p
Elsa estaba tranquilamente trabajando, cuidaba de Victoria y ya era hora de su siesta diaria. —¡Sueño! —Estiró sus brazos, y bostezó. La niñera la cargó, se le hizo más pesada que de costumbre, y la llevó a su camita rodeada de madera para evitar que se cayera. —¿Quieres que te cante una canción hoy? —preguntó, arropando a la pequeña. —E-estoy… —No terminó de hablar, cerró sus ojitos. Victoria se había quedado dormida sin que Elsa tuviera que esforzarse, seguro estaba cansada de tanto jugar. La niñera inhaló hondo. Aprovechó ese tiempo libre para hacerse el test de embarazo que había comprado. Los nervios los tenía a flor de piel, porque se consideraba muy joven para ser madre. —Aquí vamos… —suspiró, sentándose en el inodoro. Al cabo de unos minutos, el resultado se vio reflejado en el plástico. El mundo de Elsa empezó a dar vueltas cuando vio las dos rayitas. Dejó caer la prueba de embarazo en el suelo, y salió corriendo de ahí. Su respiración estaba entrecortada, no sabía c
Los días estaban pasando con tranquilidad, y Rowena estaba lista para iniciar su plan de secuestro. —¿Y bien? ¿Qué has descubierto? —interrogó al investigador que contrató. Estaban reunidos en un bar de mala onda. Había borrachos por doquier, pero no le quedaba de otra. Si David no hacía nada, y su plan para acabar con el matrimonio de su ex falló, ella se pondría en marcha. —Mamá, esto no tiene que ser así —murmuró el rubio, con un mal presentimiento. —La niña casi no sale de casa, pero he descubierto que cada domingo su niñera la lleva un rato al parque —informó el hombre—. Precisamente a las diez de la mañana. —Es todo lo que necesitaba oír —sonrió con malicia. —Nos meteremos en graves problemas por tu culpa —masculló su hijo, sin estar de acuerdo—. Quiero ver cómo carajos le explicas a la sociedad que no hemos secuestrado a la niña. Se levantó, furioso por los planes de su madre. Empezaba a creer que se volvió loca. —Paciencia, David. Solo tendremos que esperar a que se ca
Era viernes y Mónica asistió a su cita con el ginecólogo, estaba acompañada de su esposo, se sentía nerviosa por lo que pediría otra vez. Ese doctor fue el que la ayudó en el pasado, le mandó varios tratamientos que aumentaron sus posibilidades y gracias a eso nació Victoria. —¿Nerviosa? —Masajeó su pierna. Esperaban en la sala de espera. —Un poco… —confesó, mirando el cuadro en la pared—. La última vez que vine, me dijo que solo un milagro podía ayudarme a quedar embarazada una segunda vez. —Sabes que podemos irnos si no te sientes cómoda —Tomó sus manos, mirándola a los ojos—. Yo no tengo problemas en tener solo a Victoria. Rafael le había dicho muchas veces lo mismo, que no iba a presionarla en ese aspecto. Pero Mónica, ella sí quería tener más hijos si era posible, así Victoria aprendería muchas cosas nuevas. Sonrió. Se apoyó en el hombro de su esposo. —Estoy bien. Déjame ilusionarme una segunda vez —susurró. —Mónica Rowling —Una enfermera nombró a la siguiente.—Soy yo
—¿Embarazada? —Mónica seguía sin creer en esa palabra. —¿Cuántos meses, doctor? —preguntó Rafael, ilusionado. —Recién se está formando, diría que lleva unas cuatro semanas de gestación —confesó, movía el transductor en el estómago de Mónica. Las lágrimas en la mujer cesaron, porque su esposo le sujetó ambas manos con fuerza, demostrando apoyo, y que no planeaba abandonarla. Fue un gran milagro que Mónica haya quedado embarazada sin ayuda médica, tuvieron que hacerlo sin protección durante casi tres años. —Tendrás que venir cada semana para un chequeo, necesito asegurarme de que el bebé esté sano y no haya problemas —comentó, terminando la sesión. —¿Qué tipo de problemas? —Este suceso me sorprende hasta a mí, ¿recuerdas que te mencioné que podrías perder a Victoria fácilmente? —inquirió, alzando una ceja—. Es porque tu cuerpo no estaba en condiciones de quedar embarazada, lo lograste con la ayuda necesaria, por eso era vital estar al pendiente de su crecimiento. Mónica empezó a
Mateo sí que reconoció a esa mujer mayor. Inclinó ambas cejas con molestia, recordaba que decía ser su abuela, y todo resultó una mentira. —Hola, Victoria —La saludó. Necesitaba llevarse a la niña sin levantar sospechas, o le iría muy mal porque había mucha gente en el parque ese día. —¿Cómo sabe mi nombre? —Frunció el ceño. Mateo se hizo el héroe, se posicionó delante de Victoria para cubrirla, no confiaba en su antigua abuela, así que protegería a su amiga. La niña lo vio raro, pues no estaba entendiendo nada. —Déjala —masculló el varón. Rowena estuvo a punto de reírse cuando lo vio. —Aww, tan lindo resultaste ser, Mateo —Arrugó los labios con ternura—. ¿Por qué no dejas que hable con ella? Puede decidir si venir conmigo, o no. —Mami dice que no acepte ir con extraños —defendió, recordando las palabras de Mónica. El pelinegro seguía delante de ella, no quería que esa vieja bruja se la llevara a la fuerza. —Pero no soy ninguna extraña, Victoria —Negó con la cabeza—. Soy tu
—Cariño, hay que intentarlo. ¿No eres el que más quiere tener un hijo? —Agarró el brazo de su esposo, David Lambert. Este se soltó del agarre de forma brusca, dejó a Mónica con los ojos abiertos y el ceño fruncido. Se preguntaba: ¿por qué su esposo no la amaba? ¿Por qué la evadía tanto? ¿Qué fue lo que cambió? —Me aturdes, Mónica. Vete a limpiar o a lavar, no lo sé —masculló, estresado—. No puedes tener hijos, esa es la verdad. Deja de esforzarte por algo que jamás se hará realidad. El corazón de Mónica se apretujó dentro de su pecho. Llevó ambas manos al mismo, buscando el consuelo. Ella siempre había anhelado tener un bebé. Fue comprometida por obligación, la decisión la tomaron sus padres. Era la única manera de salvar a su familia de la ruina, si los Bustamante unían a su hija en matrimonio con el hijo de los Lambert. David era conocido como un poderoso empresario, dueño de una cadena de hoteles que le heredó su padre después de haberse jubilado. Famoso y millonario. —S-sé